LOS HERALDOS DE LA LUJURIA V Emenel… cuando la belleza causa debilidad
Comienza otro capítulo de la saga, es el turno de Emenel “agua de Manantial”, de hacerse de un alma valiosa para su perverso padre, no la tendrá fácil ya que la presa, es un ser de luz muy cercano a Dios, pero como todo ser humano es imperfecto y tiene sus debilidades que serán aprovechadas..
En una mullida cama redonda con sábanas de seda en tonos rojos y negro retozaban unos felices Ahron y Lucifer, celebrando el éxito de la conquista del alma de José Manuel García, por el espejo mágico veían como ahora JM ahora deambulaba por diferentes espacios de crousing buscando placer para su gran verga cosa que no le era difícil conseguir ya que cuando entraba a cualquier sitio de búsqueda y sacaba su gran aparato, más de uno caía de rodillas para llevarse ese gran pene a la boca, cosa que hacía las delicias para JM. Ya ellos (padre e hijo) habían bebido hasta el cansancio, habían comido y tenido sexo hasta saciarse, a Lucifer siempre le era grato y placentero coger a su amado hijo Ahron hasta queda exhausto ese culo no tenía comparación. En ese momento entra al salón el majestuoso Emenel.
E: padre aquí estoy listo para la tarea.
L: mi amado Emenel «agua de manantial» -dijo ceremonioso Lucifer-. Es tu turno de complacer a tu padre y conseguir un alma imposible, aprende de tu hermano que con éxito logró su misión. (Esto lo dijo dando un intenso beso de tornillo a Ahron). Aquí tienes tu misión. (Entregando un sobre nacarado a Emenel con un sello en esperma y su escudo del inframundo). Emenel tomó el sobre en sus fuertes manos y lo acaricio, dio la vuelta y tras el al vuelo iba la cola de su suave túnica de seda traslucida dejando entrever su cuerpo hermoso.
Llegó a su habitación simple, amplia y lujosa y se echó sobre los cojines cuan largo es y abrió el sobre y empezó a leer.
El Présbitero (pbro) Antonio Santos, es lo que se llama un siervo de Dios en toda la extensión de la palabra, desde que tiene uso de razón ha dedicado su existencia a la adoración del Señor, de formación católica (línea dura) por su familia, paso a engrosar las filas de los más rígidos colegios católicos de su ciudad natal, desde pequeño aprendió lo que es el amor y la ayuda al prójimo y sus mentores afianzaron ese valor en su mente y en su corazón. No era de extrañar que con el pasar de los años al concluir sus estudios de secundarias en el colegio “Sagrado Corazón de Jesús”, ingresara de manera directa al seminario de la Arquidiócesis de su ciudad y años después se ordenara como Sacerdote. Siempre fue un alumno ejemplar y con el tiempo se ganó el respeto, admiración y aprecio de sus compañeros, maestros, mentores y luego de sus feligreses que siempre lo recibían con alegría y daban gracias a Dios por poner en sus caminos un ser tan puro de corazón y lleno de bondad que emanaba una luz y un candor como nunca se vio en otro ser.
Como todo ser humano tenía sus arranques de emoción como la alegría, el miedo, la ira y como a veces pensamientos de lujuria, pero cuando eso sucedía acudía a su capilla y allí meditaba y pedía fuerzas a Dios para que lo ayudara a calmar esos impulsos que lo alejaban de las doctrinas divinas y cuando se serenaba volvía al cauce de su vida como si nada purificado su espíritu y con la firme promesa y controlar esos sentimientos oscuros y terrenales.
El Pbro Antonio no era lo que se llamara un hombre de gran belleza física pero sí era un hombre atractivo, a sus 40 años estaba en lo que se llamaba el esplendor de su madurez como hombre, era un hombre que se podía decir alto 1.80 mts, su cuerpo era de músculos marcados pero no desarrollados, un cuerpo armonioso de piel blanca pero bronceada por si afición de caminar a la orilla de la playa cuando se permitía la licencia de hacerlo en la contemplación de la creación divina de Dios, sus piernas eran fuertes y gruesas debido a su hobby al futbol, deporte que siempre practicaba con sus compañeros y estudiantes del monasterio que regía. Sí el Presbítero Antonio Santos, era el Director Decano del Monasterio “Jesús de la Divina Misericordia”, recinto sagrado de formación, resguardo y retiro para la congregación de los jesuitas, el pbro Antonio había hecho de aquel lugar un espacio de paz, silencio, regocijo y sobre todo mucha belleza ya que cada espacio había sido ornamentado por Pbro con sus propias manos y motivado a sus integrantes y mantener y seguir embelleciendo el santuario.
Estaba el Pbro Antonio en su iluminado y amplio despacho cuando un mensajero llama a la puerta, entra y le entrega un sobre, era un comunicado del Obispo que le notificaba que le había sido asignado un nuevo monje para el monasterio y le pedía como favor personal su atención y ayuda a esa alma que se encontraba atormentada y en conflicto pero en el fondo con la intención de entregar su existencia al servicio de Dios. Cerró la carta y se quedó pensando, cerró los ojos y pidió a Dios iluminación para poder ayudar a un hermano con el corazón turbulento y pronunció el nombre del monje que acababa de leer en el oficio: Emenel de los Ríos.
Era final de la tarde y el Padre Antonio se encontraba en su despacho, era su hora de lectura cuando su asistente toca la puerta y anuncia la presencia de Frai Emenel de los Rios, en ese momento la expectación se apoderó de él y le dijo que lo hiciera pasar, se retira el asistente y ante la puerta aparece la estampa imponente de Emenel. Al levantar la vista el Pbro se quedó en silencio ante la imagen que tenía ante sus ojos. Una debilidad que tenía el Pbro Antonio era su inclinación hacia la belleza, sabía que era un defecto, que era algo vanidoso pero no podía apartar la vista de aquello que le parecía hermoso y eso era lo que le estaba sucediendo con el nuevo monje. Y es que de verdad Emenel era un hombre hermoso, blanco, alto de 1.90 mts de estatura, estupenda contextura física que se notaba incluso a pesar del ancho hábito el cual consistía en una túnica color chocolate que caía suave por sus anchos hombros, de manga larga, hasta los tobillos que dejaban ver unos hermosos pies enfundados en sandalias de cuero, pies de hombre, de piel delicada y muy blanca como si nunca hubieran pisado el suelo, de dedos largos y gruesos con una pequeña capa de bellos que cubría parte de sus dedos y empeine, la túnica estaba anudada en la cintura la cual se intuía estrecha con un cordón blanco que sostenía en uno de sus extremos un crucifijo dorado que brillaba con la luz del sol. Hubo un detalle que llamó poderosamente la atención del Pbro y es que al caminar se veía pendular el órgano viril del monje lo que hacía intuir no solo que era de muy bunas dimensiones sino que además no llevaba ropa interior. Para sus adentros el Pbro dijo: “este hombre es un pecado andante, Dios nos proteja”.
El Pbro le sonrió a Emenel con cortesía y entusiasmo (siempre era grato codearse con la belleza), gesto que le fue devuelto por un amable y educado Emenel que extendió su sonrisa iluminando toda la estancia ya por si iluminada, se acercó al Padre y le extendió la mano la cual fue estrechada por éste sorprendiéndole lo suave fuerte y cálida que era esa mano, un calor exquisito recorrió su cuerpo y lo hizo estremecer. Casi al instante el moje dijo:
E: Mucho gusto Emenel de los Ríos, un placer conocerle Presbítero Antonio, he tenido las mejores referencias de usted y espero contar con su apoyo y ayuda.
En ese momento el Padre Antonio recibió en su olfato una oleada del aliento del recién llegado, era un olor exquisito nunca olido con tanta intensidad, era una mezcla de fresas maduras y dulces con un toque acido aromatizado con canela todo junto, por un momento el Padre Antonio cerró sus ojos y se dejó llevar por el placer de ese, gesto que no pasó desapercibido por Emenel, quien sonrió poderoso ante el efecto que él sabía que había causado. Casi de inmediato el religioso se recompuso y respondió con igual educación y desenvoltura:
P.A: igual un placer hermano Emenel, he tenido buenas referencias suyas por parte del Obispo y me lo ha encargado personalmente, así que estaremos en contacto cercano.
E: muchas gracias Pbro, espero de verdad contar su apoyo y que me pueda ayudar con mi problema. –dijo Emenel en tono quedo casi desconsolado-.
P.A: no te preocupes hijo aquí encontraras paz, reconforto y sosiego para tu alma. A ver háblame de ti, de dónde eres, que edad tienes. No hablemos de tus problemas tendremos tiempo para eso, sólo quiero saber de ti…
En ese momento Emenel empezó a hablar y dar todas las respuestas que el Padre Antonio quería saber, mientras Emenel hablaba sin parar el Pbro Antonio empezó a detallarlo, en ese instante detalló una boca roja provocativa y carnosa la misma se percibía húmeda, de dientes perfectos y muy blancos pero lo más impactante era el olor que de ella emanaba, esa fragancia a fresas no cesaba e invadía sus fosas nasales y por instinto acercaba su cara a ella para percibir más de cerca ese olor, conteniéndose dio un gesto hacia atrás y siguió en su inspección piel blanca, mejillas sonrosadas una barba poblada muy bien recorta de vellos muy finos pero espesa se percibía suave al tacto, la nariz puntiaguda erguida y perfilada, ojos impresionantemente verdes parecían dos llamas encendidas que te atrapan sin remedio, unas esmeraldas vivas eran sus ojos, cejas pobladas enmarcado esos ojos y en un gesto se deshace de la capucha del hábito dejando libre una melena a la altura de los hombros de rulos negros y amplios ese gesto impresionó enormemente al Pbro que abrió los ojos con desmesura y se dijo: “por Dios, sí que es bello”. Reconoció el religioso sucumbiendo a su debilidad LA BELLEZA…..
CONTINUARÁ…
Segunda parte por favor
en producción pronto la cuelgo