LOS HERALDOS DE LA LUJURIA VIII
Llegó el momento decisivo para el Pbro Antonio, deberá enfrentarse cara a cara con la lujuria… ¿contará con protección divina?…como siempre el libre albedrío hará de las suyas y lo confrontará..
El día de verdad había estado atareado e intenso, así lo sentía el Pbro. Antonio, cuando al final del día se encontró solo en su habitación y turbado por lo sucedido en la mañana con Emenel. Aún se sentía excitado e inquieto, aún podía sentir en su mano en calor y la textura de su piel y esa imagen y sensación era realmente perturbadora y excitante. Fue así como decidió que debía relajarse y que mejor manera que hacerlo que en las termas que en el jardín había, por la hora no debía haber nadie por allí ya que hacía rato habían sonado las campanas que anunciaban la hora de dormir. Es así como vistiendo sólo su túnica y sandalias tomó una toalla y en silencio se encaminó a las termas y relajarse y meditar, necesitaba encontrar sosiego y calma a su espíritu y en ese lugar la iba a encontrar.
Caminó por los senderos y llegó a la puerta de madera que abrió y se introdujo en la gruta el fuerte y agradable olor azufrado le golpeó las fosas nasales y de inmediato sintió como el vapor inundaba sus pulmones sintiéndose purificado. Llegó a la poza más alejada la cual era su preferida por ser la más profunda y la de mayor temperatura y la misma tenía como una tumbonas naturales en el borde de piedra lisa donde te podías recostar y tu cuerpo quedaba cubierto de agua y podía recargar la cabeza y descansas, realmente una delicia de lugar. El padre Antonio llegó a su sitio preferido y se quitó la túnica que tenía puesta quedando totalmente desnudo al no llevar ropa interior, de inmediato empezó a sobar su cuerpo sintiendo el calor del lugar sobo sus brazos medianamente marcado de músculos, su vientre plano y de vello castaño, su pecho cuyas tetillas se pusieron erectas al tacto intento juguetear con ellas para luego bajar sus manos por los costados acariciar su cintura y pasar a sus nalgas las cuales sin ser enormes eran redondas y paradas un culo bonito de hombre bañado de suave vello castaño claro, sus piernas torneadas y velludas también recibieron sus caricias para luego pasar a su pene que ya se encontraba morcillón por tanta caricia al cuerpo no era un gran pene pero sus buenos 18 cts poseía aparte de tener buen grosor y un par de testículos grandes caídos en su bolsa. El padre Antonio, eventualmente coqueteaba con el pecado capital de la vanidad, pero en silencio guardaba su secreto se consideraba a si mismo atractivo y deseable y de allí partía su debilidad por la belleza y por ende a Emenel.
Se introdujo en las aguas tibias y aromatizadas a azufre, respiró profundo y exhaló, sintió su cuerpo flotar y sus músculos relajarse se recostó en la tumbona natural de piedra pulida y cerró sus ojos disfrutando el momento, ajeno a lo que le esperaba por vivir y la dura prueba que debía afrontar.
Amparado en la noche y en la oscuridad, Emenel caminaba en silencio por las caminerías rumbo a la gruta de termas, iba como en trance, sus no parpadeaban y los mismos brillaban con un fulgor inquietante de un verde intensísimo como eran sus ojos. En su mente escuchó la voz de su padre hablándole:
L: hijo mío, este es tu momento, recuerda que vas a tu elemento, el agua, recuerda que eres Emenel “Agua de Manantial”, por lo tanto el contacto con el agua activará poderes en ti que serán de gran ayuda. En este momento el padre Antonio se encuentra en la última poza, tratará de resistirse su voluntad es fuerte pero la tuya es mayor, siente debilidad por ti y deberás usar eso en tu beneficio, no puedes permitir que abandone la poza, en el momento que hagas contacto con el agua y él esté en contacto con el agua ya no habrá escapatoria, será tuyo sin remedio, pero eso sí, no debes permitir que deje la poza.
El padre Antonio se encontraba en la poza disfrutando sus tibias aguas, de repente empezó a sentir un olor muy agradable, era un aroma a madera, sándalo, era un olor dulce y amaderado almizclado con canela, ese olor hacía que sus células efervecieran, que su circulación sanguínea se acelerara, su respiración se agitaba, instintivamente se llevó una mano a su pene que empezaba a endurecer y se lo acarició y con la otra se acarició una de sus tetillas, esas caricias eran muy placenteras pero además sintió diferente, la entrada de su ano empezaba a palpitar, era una sensación nueva, extraña y muy agradable.
Ya a estas alturas Emenel había entrado a la gruta por eso el olor, caminó por los senderos de las termas y llegó a la más alejada que era donde se encontraba el padre Antonio tal como se lo había dicho su padre, allí lo encontró, relajado, desnudo y solitario y la imagen le pareció de lo más hermosa y excitante no se había percatado del hermoso cuerpo del padre Antonio y ante lo que observaba su pene hormigueó, se desnudó a su vez y se encaminó a la poza que en encontraba Antonio y se paró en el borde la misma observado su presa con lujuria.
En un momento dado el padre Antonio sintió una presencia, sintió que no estaba solo en el lugar a pesar de no haber escuchado ruidos, abrió los ojos y la imagen que se encontró frente a sí lo dejó sin respiración, parado al borde de la poza se encontraba un desnudo Emenel y hasta los momentos era la cosa más hermosa que Antonio jamás vió, piel blanca tapizado de suave bello negro y liso, pies grandes piernas gruesas y musculosas un pene gordo y largo y reposaba a mitad de muslo sobre una bolsa escrotal que guardaba par de buenos testículos, cintura estrecha marcando V a nivel de ingles, abdomen marcado pectorales grandes coronados por dos tetillas que eran como la falange del dedo meñique de cualquier persona, brazos gruesos, hombros redondos y abultados, cuello ancho y marcado, cabello negro en risos amplios que caían a la altura de los hombros, boca roja y carnosa y sobre todo esos ojos verdes que eran como unas llamas vivas que querían devorarte y atravesarte a la vez. El padre Antonio haciendo gala de voluntad y por qué no protección divina, intento incorporarse al momento, algo le decía que debía salir de allí cuanto antes, que estaba en grave peligro, solo atinó a decir:
Pbro: hijo que haces aquí, pensé que no vendría nadie a estas horas.
E: tomé su consejo y vine a meditar y orar pero por lo visto usted se me adelantó.
El padre Antonio no podía quitar la mirada del hermoso cuerpo desnudo de Emenel y pensó que lo mejor era salir de la poza e irse.
Pbro: mejor me voy hijo y te dejo espacio, yo fue suficiente para mí (dijo haciendo ademán de incorporarse).
E: No padre tranquilo no se vaya, más bien compartamos espacio y así conversamos a gusto como hoy en el jardín.
En ese momento Emenel avanzó un paso para hacer contacto con el agua, sin saber por qué el padre Antonio siguió con detenimiento el movimiento de ese pie, no podía apartarle la vista era como si su vida dependiera de eso, como si después de ese movimiento hubiese un antes y un después, con la respiración detenida el padre Antonio como ese pie hizo contacto con el agua, al hacer contacto con si fuera corriente eléctrica el agua sirvió de conductor y afecto todo lo que había en la poza, el agua de tono turquesa se volvió verde esmeralda, el padre Antonio sintió esa corriente de placer en todo su cuerpo y sin remedio se dejó caer en la tumbona natural echando la cabeza hacia atrás abandonado al placer.
Emenel poco a poco se fue acercando a su desmadejada presa atacada por olas de placer que no podía controlar, el agua era un canal de placer, se acercó poco a poco y tocó su pie acariciándolo, no hubo palabras solo un gemido por parte de Antonio ante la caricia recibida, fue subiendo esa mano y luego las dos una por cada pierna, apretando acariciando esa piel trémula ante el estímulo que recibía, Emenel encontró sus dos manos en la cara interior de los muslos de Antonio y apretó con fuerza y deslizó esas manos hacia afuera a la cadera, un gemido largo salió de la boca de Antonio ante esa caricia de hombre que lo volvió loco.
Emenel se sentó a horcajadas sobre él, el peso de ese hombretón lo hizo gemir de placer nuevamente, de la cadera las manos subieron por el torso lateral llegaron a la espalda y lo incorporaron, ya a esta altura Antonio no tenía voluntad, lo que quería era placer y gozo no se podía resistir a eso aunque lo intento, la caricia se convirtió en abrazo y este en abrazo mutuo, Antonio subió sus manos por esos brazos musculados, llegó a esos hombros y cruzó sin remedio por esa espalda amplia y cálida que tanto había deseado tocar. Del abrazo pasaron al beso y se perdió en los labios de Emenel, se besaron con hambre, con deseo, con desesperación casi con angustia. Emenel empezó a menear sus caderas sobre el durísimo pene de Antonio el cual casi dolía de la erección que tenía, poco a poco pasaba su ano por ese pene erecto lo cual hacía las delicias de Antonio. En una de esas Emenel expresó hablándole al oído después del beso intenso que se habían dado:
E: eres realmente especial y te mereces mi culito, te lo ganaste…hazme tuyo…
Y fue así como levanto sus caderas posó su ano en el glande de Antonio y poco a poco se dejó caer, la sensación agarró tan de sorpresa a Antonio que abrió mucho la boca y los ojos y no supo que decir, su pene poco a poco penetraba las entrañas de Emenel, un estuche suave, apretado, húmedo y muy, muy, muy caliente, la sensación era increíble y más cuando ese acuerpado hombre empezó a subir y bajar cabalgando sin remedio al religioso que jadeaba y jadeaba de placer era una máquina de excitación, nunca en su vida Antonio había recibido y sentido tal placer, en ese momento todas sus convicciones se vinieron abajo y entendió que Dios en su infinita misericordia le había proporcionado un cuerpo como regalo para el placer, para sentir placer, la forma como el culo Emenel lo apretaba y soltaba no era de este mundo, fue mucho lo que debió aguantar para largar la sensación pero como humano débil sucumbió al placer y sin poder contenerse un orgasmo arrollador lo arropó y eyaculó como jamás lo había hecho, con fuerza, con potencia, en abundancia y sobre todo muy caliente, ese baño de esperma hirviendo en las entrañas de Emenel lo cogió por sorpresa y ese calor sobre su próstata casi lo lleva a correrse pero veterano en el arte del amor y el sexo se contuvo, aún le faltaba por disfrutar de Antonio.
Desfallecido el padre Antonio se dejó caer sobre su espalda y en ese momento Emenel desenvainó el pene aún duro y deslechado del padre, cubrió su cuerpo con el suyo y empezó a besarlo en el cuello en las orejas, besos sus ojos, sus labios, invadió su boca con su lengua larga y gruesa y Antonio la comió con hambre, disfruto ese beso como nada en el mundo encontrándolo como la cosa más deliciosa del mundo. Así poco a poco Emenel fue recorriendo el cuerpo de Antonio trazando un camino de besos y lamidas, llegó a su pene aún duro y lo lamio, se lo tragó entero mientras Antonio volteaba los ojos del placer, recorrió el tronco, lamio sus bolas, las chupo con succión siguió su camino perianal y llegó al ano de Antonio y atacó, lamio. Chupó, Antonio explotaba del placer nunca nadie le había dado esa caricia, con su lengua dura penetro el esfínter el cual se dilató y dio entrada al molusco que al estar dentro se bifurcó y exploró el canal.
Antonio al sentir ambas puntas dando vueltas en su culo no supo explicar lo que sucedía, solo pudo sentir un enorme placer que en oleadas lo hacía mover su cadera en círculos buscando ese apéndice que giraba en sus entrañas, el pene de Emenel estaba erecto a más no poder, cuando sintió que Antonio apretaba su lengua con el esfínter casi estrangulando la misma supo que era el momento. S eincorporó dejando a Antonio expectante y rabioso por haberle sacado eso que le daba tanto placer y levantó sus piernas y las colocó en sus hombros en ese momento Antonio sintió miedo sabía lo que vendría y tenía dudas si iba a poder manejar la enormidad de pene de Emenel, el cual vio el miedo en sus ojos y acercando su cara al padre casi besándolo le dijo:
E: Confía en mí, tu placer es el mío.
Fue allí que Antonio se abandonó al placer, aflojó su cuerpo y Emenel acercó su glande poderoso y la virginal y excitada entrada, empujó y encontró poca resistencia y a paso lento pero imparable lo invadió a medida que entraba Antonio abría más los ojos y la boca, no podía decir que sentía dolor, sólo estaba lleno al máximo pero la sensación era muy placentera, Emenel entró y entró hasta que hizo tope y se quedó quieto, en ese instante Antonio entendió que de ahora en adelante no podía vivir sin tener un buen pene metido en el culo, no podía vivir sin esa sensación, poco rato después Emenel empezó a salir poco a poco, llegó a un punto y volvió a entrar, cada movimiento conllevaba a un roce de los más placentero en el canal de Antonio, era como una calma a un picor, era como si le rascaran algo que le picaba por dentro, el movimiento de entrar y salir cada vez era más frenético hasta que se convirtió en un martilleó incesante que dejaba sin aire a Antonio, sus gritos de placer eran cada vez más altos el orgasmo estaba cerca de nuevo sus bolas las sentía hervir y hormiguear ya venía, ya venía, la misma sensación la tenía Emenel ya no quería contenerse más y en ese momento se dejó ir, su verga se hinchó más dentro de Antonio y chorros y chorros de abundante esperma muy pero muy caliente bañaron las entrañas y próstata de Antonio el cual no pudo con esta sensación y acabó de manera arrolladora, apretando mucho su esfínter para mayor placer de Emenel, en ese momento luego de ese bestial orgasmo, Antonio perdió el conocimiento y se desvaneció entre los brazos de Emenel.
En ese instante en el salón de la lujuria, un felicísimo Lucifer daba vueltas por el salón completamente desnudo solo llevando encima una vaporosa bata de seda roja, cuya abundante tela ligera volaba al viento en una mano tenía el espejo mágico donde presenció todo lo sucedido para su deleite y placer y en la otra mano la copa de cristal con vino inagotable que siempre tenía a su alcance. Radiante de felicidad expresó:
L: gracias hijo amado, de verdad esa alma era pura, de verdad muy valiosa, agradezco tu aporte hijo y te compensaré…
De la copa que contenía las perlas blancas y puras tomó una de gran tamaño y bella, la cual al ponerla frente a sus ojos se convirtió en un hermoso rubí muy rojo que fue a parar a la otra copa que contenía gemas similares.
Ya el mal estaba hecho, el inframundo había ganado una nueva alma, un alma de calidad como las que le gustaban a Lucifer, para el Pbro Antonio después de ese encuentro ya nada sería lo mismo, su existencia en lo sucesivo se centraría en proporcionarse momentos de placer y procurárselos siempre, la lujuria se había posesionado de él para siempre y por toda la eternidad.
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