LOS HERMANOS DE LA CASETA (3) EL TRIO

Por fin se cumplió el tan ansiado trio con los hermanos de ma caseta.
La caseta estaba en penumbra, pero la atmósfera era tan densa de deseo que parecía quemar el aire a nuestro alrededor. Los dos hermanos me esperaban, uno a cada lado, como si yo fuera su presa, su juguete y su obsesión. Mi cuerpo estaba expuesto, temblando de anticipación y nervios, pero más de ganas.

El hermano menor fue el primero en acercarse. Su sonrisa era suave, casi maternal, pero sus ojos brillaban con un fuego intenso. Me tomó la cara con una delicadeza sorprendente y me besó el cuello con ternura, pero esa ternura eraconde un control absoluto.

—Esta noche vas a ser nuestra puta, Leo —me susurró con voz baja y firme—. Vas a entregarte a nosotros y te vamos a hacer sentir cosas que nunca imaginaste.

Mientras hablaba, sus manos empezaron a explorar mi cuerpo con lentitud: acariciando mi pecho, bajando a mi cintura, rozando mi entrepierna para despertar mi deseo aún más.

En ese momento, el hermano mayor me agarró del cabello con fuerza, incliné mi cabeza hacia su verga dura y caliente, y me ordenó:

—Chúpamela bien, putito. Quiero que sepas quién manda aquí.

Obedecí sin vacilar. Mi boca rodeó su miembro, mis manos acariciaban la base mientras mi lengua recorría cada centímetro. Sentí cómo su cuerpo se tensaba, cómo sus gemidos se hacían más profundos, más urgentes. El menor me acariciaba la espalda, sus dedos encontrando mi ano, preparándolo con movimientos lentos y expertos.

De repente, sentí dos lenguas, una suave y cálida, la otra más áspera y dominante, explorando mi ano con intensidad. Me penetraron con sus dedos, abriéndome lentamente, sincronizando sus movimientos como si me estuvieran enseñando a ser suyo.

El placer se mezclaba con un dulce dolor, una entrega absoluta. El menor empezó a penetrarme despacio, su verga caliente llenándome con esa ternura que solo él tenía, mientras el mayor me tomaba de la cintura y me penetraba con fuerza y urgencia. Sus cuerpos se movían al unísono, sus gemidos llenaban la caseta.

Sentí como su calor me invadía completamente, me hacían suyo, su puta. El placer explotó dentro de mí, haciendo que gritara, llorara, suplicara. Me llenaron de semen, primero el menor, cálido y profundo, luego el mayor, salvaje y poderoso.

Me abrazaron, me besaron, me susurraron al oído promesas y órdenes. Sabía que esa noche había perdido todo control, que era solo suyo, completamente.

Después de que sus cuerpos se relajaron sobre mí, aún sintiendo el calor de su piel y el latir fuerte de sus respiraciones, me miraron con esa mezcla de satisfacción y hambre que prometía que no sería la última vez.

El hermano menor, con su ternura habitual, me acarició el rostro y me dijo, con voz suave pero firme:

—Eres nuestra putita, leo. No te olvides nunca de eso.

El mayor, apoyado a mi lado, me tomó de la barbilla y me obligó a mirarlo directamente. Su mirada era intensa, casi salvaje, pero en ella había un deseo profundo que me hizo estremecer.

—Eres nuestro, y vamos a hacer que disfrutes cada segundo de eso.

Ambos sonrieron, y con un movimiento coordinado, sellaron ese pacto con un beso en mis labios, profundo y con sabor a poder.

En ese instante, supe que no solo había entregado mi cuerpo, sino también mi voluntad y mi deseo. Que para ellos, yo sería siempre su putito, y ellos, mis dueños fieros y tiernos a la vez.

El juego apenas comenzaba

Aún tengo mas historias con los hermanos de la caseta, pero tambien tengo otras historias que me gustaría contar (todas con los nombres cambiados) diganme sigo con la saga de los hermanos o publico otras primero?