LOS HOMBRES DE LA CASA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Alan y por aquel entonces tenía 14, de cabello negro y ojos café, delgado y piel clara.
Siempre supe que me atraían los chicos y no tuve problemas con eso, solo que no se hablaba nunca del tema.
Mi familia entendía que era diferente y lo aceptaba sin drama alguno.
Compartía cuarto con mi único hermano, Dylan.
Tenía 17, era el más querido y sin duda el apuesto de la familia.
Luego de haber pegado el estirón, mi hermano no solo se había vuelto la fantasía sexual de todas las chicas, sino también la mía.
Tenía el cabello ondulado de un castaño oscuro, abundante y suave, ojos verdes intensos y la piel blanca y rosada con pecas que se concentraban sutilmente en la nariz y espalda.
Tenía ese aire rebelde y descuidado típico de un adolescente que se sabe atractivo.
Su deporte predilecto era el skateboarding y lo practicaba todos los días con sus amigos en el parque.
Me gustaban sus piernas velludas, sus pies blancos y dedos rosados y abdomen marcado, sus manos de dedos largos y fuertes, su espalda ancha, su trasero firme y todo en general.
Todo lo que podía apreciarse estando vestido, porque pese a que compartíamos el cuarto y a lo mucho que me esforzaba espiándolo, nunca lo había visto desnudo.
Con el tiempo empecé a mirarle el bulto con más frecuencia, imaginaba su forma, intentaba adivinar cuando se le endurecía, si estaba muy flácido, si sus testículos colgaban o se apretujaban, si era velludo o se rasuraba como en la televisión, si el vello era del mismo color que el de sus axilas o si tenía en alguna parte del pene una marca o algo que lo hiciera diferente.
Estaba como loco por él y no me permitía que notase cuanto me atraía.
Dylan tuvo un accidente un tanto grave con la patineta durante el invierno de sus 17 y es ahí cuando comienzan nuestras aventuras que nos terminarían marcando a fuego de por vida.
No había sufrido ningún golpe en la cabeza pero si se había fracturado el brazo y la pierna, ambos del lado derecho.
Y por lo tanto fue enyesado y obligado a guardar reposo durante unos meses.
Recuerdo que usaba muletas pero siempre con ayuda de alguien y mi padre era principal encargado de su cuidado personal.
Yo lo ayudaba con tareas más sencillas, como alcanzarle algo, acomodar una almohada o las sabanas; y mi padre se ocupaba del aseo y sus necesidades personales, y en esos momentos tenía que salir del dormitorio para que estuviesen cómodos.
Yo moría por ayudarle con sus necesidades, como la del orinal de cama que solía usar cuando no quería levantarse, pero nunca me llamaban para esas cosas.
Una tarde en la que no había clases, les dije a todos que me iba a casa de un amigo que vivía cerca, y aproveche que mi hermano dormía y mis padres hacían lo suyo, para salir y volver a entrar sin ser visto.
Entonces me escondí debajo de mi cama de forma que no hubiese como notar mi presencia.
Las horas pasaron y pronto Dylan despertó, en eso mi padre entra al cuarto para ver si su hijo necesitaba algo y efectivamente era tiempo de evacuar el orinal.
No pude ver nada, lo cual me enfureció, pero el imaginarme la situación y escuchar, me bastó para entrar en calor.
Y cuando creí que nada interesante iba a pasar ya, comenzaron a hablar.
Mi padre le preguntaba cómo se sentía y Dylan se quejaba porque estaba aburrido en casa todo el tiempo y no podía hacer nada, que quería ir a practicar con el skate, que quería ir a darse un buen baño caliente sin ayuda de nadie, que tenía sus necesidades como hombre y era difícil estando así.
Mi padre se rió y le dijo que lo comprendía y le animo con que pronto le quitarían los yesos.
Mi hermano dijo que un mes más era mucho, que no lo iba a poder soportar.
—¿Intentaste con la mano izquierda?
—Sí, papá ya lo intenté, pero no es lo mismo y además tengo que limpiarme.
—Bueno si queres te puedo dar espacio cuando te ayude a bañarte.
—No, no entendes que con la mano izquierda no es lo mismo.
—No sé qué más puedo hacer.
—Me ves desnudo, me limpias, nada te cuesta masturbarme de vez en cuando.
Mi padre se rió fuerte y se quedó mudo cuando comprendió que su hijo no lo decía en chiste.
—No puedo, no es correcto.
—No seas tan anticuado, papá.
Es cuestión de misericordia por tu pobre hijo.
—No, no, tu madre puede entrar y pensar cualquier cosa, Dylan, eso no.
—Vamos papá, no entra nunca mientras estás conmigo.
Estando oculto bajo mí cama solo quería gritar que lo hiciera de una vez, yo no lo dudaría ni un segundo.
Mi padre tras un largo suspiro le dijo a mi hermano.
—Está bien, pero por favor solo esta vez y no me veas hacerlo, cerrá los ojos o mira para arriba.
—Sí, no hay problema.
Imaginé como mi padre, un gordito de brazos fuertes y pecho peludo, le corría la sabana y con sus torpes manos le bajaba los calzoncillos y agarraba la verga de Dylan.
Solo pude ver la cara de mi hermano y parte del torso, mi padre lo cubría todo.
Pude ver como Dylan se mordía el labio y hacía unos movimientos como estirándose de un largo descanso.
Pronto empezaría a gemir muy despacio, su respiración en aumento.
Mi papá estaba concentrado y parecía que lo hacía con todo el cuidado del mundo.
Su brazo derecho en constantes y pausados movimientos, y el izquierdo reposando estirado sobre la cama.
Dylan se retorcía y mi verga luchaba por salirse de mis pantalones y derramar su leche.
—Ah! ¡Papá, me corro! ¡Aahhh!
Pude ver con claridad como saltaba la leche de Dylan hasta su barbilla, espesa y blanquecina.
Mi papá lo limpio rápido y le acomodó las sabanas.
—Bueno, se nota que hace mucho no descargabas.
—Gracias, papá, me siento aliviado y con sueño.
Ambos rieron y en cuanto pude, fingí mi acto de recién llegado de casa de mi amigo.
Me encerré en el baño a masturbarme antes que me explotaran los huevos.
Si bien no pude ver nada, la situación me encendió a mil.
Esa noche, mi padre volvió tarde para comprobar si Dylan necesitaba algo, me hice el dormido.
Mi hermano no dijo nada pero en la penumbra logre ver como se agarraba el paquete con la mano izquierda y le hacía señas a papá.
—Mis huevos papá, están hinchados.
Mi padre se sentó cerca y lo masturbo lentamente, lo hizo esa noche, las que le siguieron, perdí la cuenta.
Mi hermano era insaciable y nuestro padre había perdido la vergüenza, le apretaba los huevos, le acariciaba las piernas.
—Si se hace lento y parás de vez en cuando justo antes de llegar al orgasmo, si apretás los huevos, te aseguro que el climax es increíble.
Le decía mi papá.
—Cuando tenía tu edad mi pene no era tan grande, te felicito hijo, me superaste.
Las noches que le siguieron se volvieron más calientes.
Mi padre no preguntó, solo lo hizo, se metió la verga dura y babosa de Dylan, en la boca y se la devoró entera hasta tener arcadas.
El cretino de mi hermano le sostenía la cabeza y lo animaba a que se la metiera toda.
Dylan gemía fuerte, ya no se cuidaba si me despertaba o no.
La adrenalina era tal que perdían control total de sus actos.
Pude presenciar como mi padre se tragaba la leche y se relamía de placer y mi hermano le decía puta.
A veces mi padre entraba desnudo y gateando a mi cuarto, ya bien de noche, asumiendo claro que yo dormía.
Pero aunque estuviese a oscuras podía ver bien lo que sucedía.
Mi padre le lamía los dedos del pie para que se despertará y le tironeaba de los vellos de las piernas si no se despertaba, lo manoseaba bruscamente y enseguida le sacaba la verga de los calzoncillos hasta que por fin se ponía dura como el yeso, y Dylan cruzaba los brazos tras la nuca.
—Esta de dura papá, que me duele, lameme las pelotas gordito.
El pene de mi papá era la mitad en medida comparado con la de mi hermano Dylan.
Quizás la barriga lo hacia verse más pequeño.
Pero sin duda mi hermano la tenía enorme y gruesa, los testículos rebosante de leche.
—Pronto te van a sacar los yesos y todo esto se termina hijo, no puede seguir más.
—¡Te voy a romper el culo, eso dalo por hecho!
—No, por favor Dylan! Es imprudente.
Veía como mi papá le pasaba la lengua por todos los testículos y subía por el tronco del pene y le lamía el glande hinchado y palpitante.
Entonces no aguante más y pregunté en voz alta y clara.
—¿Papá, que le haces a Dylan?
Todos quedamos inmóviles en la oscuridad,
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