Los juegos que la gente juega
Segundo episodio. Mi mamá prostituta me pide que la ayude con un cliente y así tuve sexo a los 13 con un hombre maduro..
Ya les conté en una entrega anterior (“La suerte de una buena carta”) acerca de mi primera experiencia de sexo por dinero a los 13 años. No fue algo premeditado, se presentó la ocasión y la aproveché. Después de aquel encuentro, Julián me evitaba y tiempo después me enteré que se había cambiado de colegio. Que yo sepa, no le contó a nadie lo que había pasado entre nosotros. Tal vez tenía miedo de que se supiera. Me había dado una buena cantidad de dinero pero yo necesitaba más. Quería comprarme un nuevo par de zapatillas.
Mi segunda vez fue también inesperada. Como saben mis lectores, mamá es prostituta. No hablamos de su trabajo, pero a veces, cuando está un poco borracha, se vuelve parlanchina. Así me enteré de algunos de sus trucos. Eso me fue útil.
Una tarde, después de mi clase de educación física, ella me esperaba.
-Tenés que hacerme un favor. Cité a un cliente para las 18, pero apareció algo mejor… ¿Entendés?
-Sí, otro que te paga más.
-Así es. Un turista. Pero no quiero perder a este cliente, es un ingreso seguro. Necesito que inventes alguna buena excusa. Que tuve que ir al médico o algo así. ¿Podés hacerlo?
-¿No se va a enojar?
-No es de los que se enojan. Pero sí se va a decepcionar.
Mamá me dio un beso en la mejilla y salió rumbo a su cita. Yo tenía hambre, así que me hice un sándwich y me puse a pensar. Tal vez era otra oportunidad. Decidí darme un buen baño y prepararme para darle la mejor impresión al cliente de las 18. Me puse bermudas y una camiseta de básquet limpia que me quedaba un poco suelta.
Él fue puntual. Se anunció por el portero eléctrico: -Hola, soy Lalo…
Lo dejé pasar. Cuando llegó al departamento, le abrí la puerta. Al verme se sobresaltó.
-Perdón, me confundí de piso…
-No, señor… Pase, por favor…
Lalo tendría unos cincuenta años. Le pedí que se sentara en un sillón. Era un hombre bien vestido. Se conservaba en forma y había preparado su encuentro cuidadosamente. Llevaba el pelo bien cortado, se había afeitado recientemente y olía a perfume caro.
-¿Le pasó algo a…?
-¿A mi mamá? Bueno, no se sentía bien… Ella no quería ir al médico para no fallarte, pero yo la obligué. Le dije que te explicaría.
-¿Es algo grave?- se interesó.
-Espero que no. ¿Te puedo servir algo?
Se resistió un poco, pero al final aceptó una cerveza. Me contó que había tenido un día difícil. Que se estaba separando de su esposa y que ella los abogados lo estaban enloqueciendo. No, no tenía hijos. Después de la segunda lata de cerveza, me contó cuánto necesitaba del sexo y cómo mi mamá le hacía ver las estrellas.
-Sé que no es lo mismo, pero si me dejás, yo podría complacerte- dije sonriendo.
-Pero, yo no soy un… -no lo dejé terminar la frase. Lo tome de la mano y se dejó llevar al dormitorio. Él se sentó en la cama, aturdido por mi propuesta. Me fui quitando la ropa y quedé totalmente desnudo. Él me contempló, todavía dudando.
-Sos un hermoso chico, ¿qué edad tenés?
-Tengo trece.
-¿Y tu papá?
-No sé quién es. Mamá no sabe.
-Tu mamá me va a odiar si te toco.
Yo me acerqué y rodee su cuello con mis brazos.
-¿Quién se lo va a decir?
Acerqué mis labios a los suyos. Al principio él intentó separarse, pero unos momentos después nos estábamos besando apasionadamente. Fue la primera vez que probé el sabor de la cerveza.
-Esto es una locura… -dijo en un momento, soltando mi boca. Pero me di cuenta de que estaba excitado.
-Va a ser divertido para los dos.
Ya desnudos en la cama, nos abrazamos y besamos un rato más. Lalo tomó el control: -¿Sabes que es un 69?
Sí, lo había visto en Internet. Él eligió estar abajo. A diferencia de Julián, Lalo aguantaba bien. Cada tanto, lo sentía gemir de placer y eso me daba confianza. Yo lo estaba haciendo bien. Mientras él me hacía un delicioso sexo oral, yo sentía sus manos acariciando mis nalgas. Uno de sus dedos comenzó a penetrarme.
Nos volvimos a besar y después él buscó en el cajón de la mesa de luz un preservativo y un frasquito. Dejé que me pusiera de espaldas, me arrastrara hasta el borde de la cama y levantara mis piernas, abriéndolas. Sentí el calor de su sexo, suavizado por el lubricante, gozando de mi cuerpo. Sus manos se afirmaban en mis caderas y él, que estaba de pie, arremetía una y otra vez. La sensación de ser completamente dominado me excitó. Él se dio cuenta y me masturbó con delicadeza hasta que eyaculé.
Se quitó el preservativo. Entendí lo que deseaba y me puse de rodillas para recibir su semen. Con un profundo gemido, eyaculó en mi boca. Dócilmente, lo tragué todo.
Nos acostamos, exhaustos. Aunque él ya se había relajado, seguía acariciando mi cuerpo. Mientras su mano se deslizaba con suavidad por mi pubis lampiño, empezó a decir: -Nunca pensé que iba a…
Le tapé la boca.
-Nada de culpas. Fue genial…
Nos duchamos juntos y nos cambiamos. Antes de irse, sacó su billetera y me dio dinero. Sin contarlo lo guardé en el bolsillo. Nos dimos un último abrazo y él se fue.
Esa noche, mamá volvió cansada. Me preguntó cómo había tomado Lalo que ella no estuviera.
-Lo tomó bastante bien. No te preocupes, va a volver.
Al otro día, ella notó que yo calzaba zapatillas nuevas. Pero no hizo preguntas.
como sigue
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¡Hola, barcelona 22! El siguiente episodio es «Todo tiene su precio». ¡Gracias por leer y comentar!
Wuuauuu, que excitante tu relato amigo, nada mal, Lalo la paso genial, oye me excito y me corrí igual que ustedes, seguiré leyendo te, saludos… 😁 😁 😁
¡Muchas gracias, Lutarygay07! ¡Saludos!
Qué buena iniciación, con la lascivia justa
¡Gracias por leer y comentar OwO!
Udffffff que increíble voy a leer todos los relatos de esta serie se ven increíbles, medio que me adelante y al de los perros y me pico la curiosidad pero quiero saber la historia entera.
¡Muchas gracias por leer y comentar, Flipiti2!