LOS MACHOS DE BENITO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por JulioR.
Benito Laínez era un joven de treinta años, recién graduado de economista, que a raíz de la reciente muerte de su padre – un prominente y acaudalado médico –, rentó su vivienda familiar y se compró una casa en una residencial muy lujosa de la ciudad, con jardín adjunto en forma de L y en el mismo estaba el lugar para guardar el coche.
La casa vecina era exactamente igual a la de él, solamente que en sentido inverso.
Acostumbraba “Nito” como le llamaban sus padres, al atardecer, dedicarse a la tarea de regar las plantas, lavar su vehículo o simplemente esperar la noche sentado en una silla junto a una mesa con sombrilla.
Una tarde mientras lavaba su vehículo, se bajó de un taxi un caballero de unos 45 años, piel morena clara, de fuerte contextura y con un porte de tipo de hombre de campo, por su vestimenta de jeans, camisa a cuadros y sombrero.
Procedió a quitar el rótulo de “Se Vende” que estaba en la puerta, se agachó y del interior de una maceta adjunta a la puerta tomó unas llaves y penetró en la vivienda con sus maletas.
Nito de reojo lo vio pasar, estrenó la mejor de sus sonrisas, pero el tipo lo ignoró y cerró la puerta, por lo que continuó secando su vehículo.
Desde la segunda planta de la casa vecina, el tipo se asomó a la ventana de su dormitorio y pudo contemplar a su “vecinito” que parecía por detrás una nena linda por su cintura estrecha y sus redondas y paraditas nalgas que mostraba tumbado sobre el capó del carro, mientras lo limpiaba con movimientos muy sensuales y provocativos.
No era un individuo muy alto, ni muy musculoso, con cara juvenil todavía pero sí poseedor, como ya se dijo, de un trasero escultural.
El recién llegado se extrañó de disfrutar ver esas atractivas nalgas, consideró que eso era una perversión y corrió la cortina para proceder a instalarse en su nueva morada.
Todos los días a las 7:30 de la mañana pasaban a recoger al nuevo vecino y no era sino hasta alrededor de las seis de la tarde que lo pasaban a dejar nuevamente.
Benito por más sonrisas que le brindó, cada vez que pasaba para entrar a su casa, no logró ningún resultado positivo de querer darle la bienvenida al vecindario.
Así pasaron dos semanas, el tipo llegaba el día lunes y abandonaba esa casa el día viernes por la mañana.
Nito había pasado cuatro años con una novia que sus papás le habían buscado con el propósito de unir ambas familias, luego de sus padres fallecieron, primero la mamá y a continuación su papá, éste terminó con su novia y se mudó al lugar donde se desarrolla nuestra historia.
Actualmente Benito estaba enamorado de un muchacho unos años menor que él, y al parecer aquel le ponía dificultades para empezar una relación de pareja con él.
El joven que Nito pretendía, lo visitaba muy de vez en cuando y Nito siempre buscaba de tocarle sus genitales, lo trataba de besar, chuponear, manosear, pero aquel se le ponía difícil y al final lograba algún tipo de relación sexual previa donación en efectivo de alguna cantidad de dinero.
Nito a sabiendas de la próxima cita con el joven, se preparaba todas las noches practicando movimientos sexys, como colocar su trasero al aire en el sofá de la sala apoyando sus manos en el mismo, y lo movía de arriba abajo, de un lado al otro, en círculos… y por supuesto, todo eso lo podía ver perfectamente a través de las ventanas y desde su dormitorio su vecino, quien se estaba volviendo obsesivo con esas atractivas nalgas a las cuales empezaba a soñar con ser un termómetro para tomarles la temperatura.
Pero él estaba preocupado por esta pervertida atracción que tenía.
Para poder convencer a su joven amigo, Nito le había obsequiado con anterioridad un fino celular y hoy lo recibiría con una Tablet, cuando se la entregó éste muy emocionado se dejó besar y permitió que un Nito emocionado restregase su trasero en el bulto del joven, pero a continuación le ordenó que se fuera a limpiarlo bien, pues no quería ensuciarse al penetrarlo.
Mientras Nito se bañaba, el joven tomó las llaves del carro Mercedes que su padre le dejó a Nito y se largó en él, sin hacer mucho ruido.
Cuando Nito salió del baño, no encontró al joven y al salir a buscarlo fuera de su casa, observó que su carro no estaba, entró en pánico y así como estaba en bata, se hincó en el suelo, en posición de perrito, quejándose.
En ese mismo instante, acababa de bajarse el vecino y al ver así al muchacho primero trató de levantarlo, luego al no saber qué le pasaba lo tomó en sus brazos, lo metió a su casa y lo colocó en el sofá.
Cayó Benito en el mismo de frente, deteniéndose con sus manos, pero su trasero quedó libre al viento y enfrente de su vecino.
La visión de aquellas nalgas que tenía días de venir contemplando desde la ventana del segundo piso de su dormitorio, hizo que su miembro se empezara a despertar, Nito reaccionó levantándose del sofá y tratando de correr otra vez hacia fuera de la casa para ir a buscar su carro.
Al ver lo frenético que estaba Nito el vecino lo agarró en el camino por detrás y lo abrazó para inmovilizarlo, quedando así su verga pegada en la raya del culo de Nito.
Nito al sentir el bulto creciendo, se calmó, se soltó, dio media vuelta abrió sus ojos para ver lo que estaba pasando, bajó la vista al pantalón y vio un pene queriendo salir del mismo, inflamado.
Hizo una gran O con su boca e inmediatamente la tapó, primero puso una mano en la boca y luego la otra encima.
El vecino mientras se agarró su garrote… Benito retrocedió un poco y se topó con la mesa del comedor, el vecino lo veía con ojos de lujuria fijamente, desamarró la correa del pantalón y esto hizo que el mismo cayera al suelo, Benito estaba apoyado con ambas manos en la esquina de la mesa, el vecino lo empujó sobre la mesa, tomó con cada una de sus manos cada pierna de Benito y al levantarlas, la cintura de Benito quedó encima de la mesa y su trasero al aire, el vecino ya con una calentura descomunal y fuera de sí, se llevó su dedo medio a la boca, lo llenó de saliva y se la puso en la entrada del ano de Benito, eso más la leche que le babeaba de la verga, sirvió de lubricante al glande que le metió inmediatamente y cuando Benito se quejó, se la dejó ir de un solo hasta el fondo para que la sintiera en toda su dimensión.
Benito sintió el dolor de la penetración, pero poco a poco con el mete y saca en el que estaba enfrentado sintió sensaciones nuevas, no estaba excitado, estaba en shock, estaba sucediendo lo que tanto añoraba, alguien le abría lo cogía y no hacía ni resistencia para impedirlo.
El chasquido de la penetración, el jadeo de ese hombre desconocido que lo atravesaba, y la divina sensación de estar sintiendo su penetración, lo tenían en una suma de placeres que nunca había experimentado, pese a que no era primera vez que había sido penetrado.
El vecino estaba cegado en su labor hasta el desenfreno.
Benito logró aferrarse con sus manos a las esquinas de la mesa para no ser impelido al centro de la misma con esa culeada que le estaban pegando.
Se la sacaba toda y la mandaba a guardar hasta el fondo una y otra vez.
Por los desquicios que presentaba la cara del vecino, Benito entendió que estaba acabando… pero justo en ese momento le enterró el palo hasta donde más pudo.
Benito sólo pujó e inmediatamente sintió que en su interior se depositaba leche, se llenó de morboso placer y el vecino entendió que había vaciado sus huevos en el culo de un hombre, culo exquisito que no mermaba lo vicioso que eso resultaba.
Se la sacó de un solo, se subió sus pantalones y Benito mientras bajaba sus piernas de la mesa siento el golpe que dio la puerta al cerrarse.
Volvió a abrir su boca exageradamente, pero esta vez no llevó sus manos para ahí, sino que las llevó a tocarse el culo, estaba abierto y notó que su verga solamente presentaba una media erección.
A continuación se fue a sentar al inodoro a entender qué es lo que había sucedido y a medida que lo iba entendiendo recordó el dolor y el placer que lo sucedido le produjo, masturbándose hasta saciar su morboso placer por haber realizado un coito con un “macho” de verdad, no con los amiguitos a los que estaba acostumbrado a que se lo cogieran.
El día siguiente apareció el joven devolviendo el carro.
Benito hizo que la seguridad de la residencial lo pusiera de patitas en la entrada del mismo y ordenó que no lo volvieran a dejar entrar.
Mientras el vecino estaba en una crisis existencial por lo ocurrido, No creía lo que había sucedido.
Nunca había padecido ese tipo de calenturas, ni en sus peores pesadillas se le hubiera ocurrido eso.
Llegaba a su casa y se metía por la puerta trasera para no toparse con Benito.
Por su parte Benito, lo vigilaba todas las tardes… hasta que un día decidió entrar a la casa intempestivamente, sabía donde estaba la llave, sabía que él vivía solo, tenía que encararlo y reclamarle por ese “abuso” que había cometido con él.
Esa noche se decidió, tomó la llave, abrió la puerta y entró de súbito, el vecino atravesaba en ese momento la estancia con ambas manos ocupadas cargando algunas cosas…
– ¡Señor! Le increpa Benito.
¿Cómo se atrevió a introducirse a mi casa con esas intenciones?
El vecino no contestó nada.
Simplemente se dirigió a la cocina a depositar las cosas que llevaba en la mano.
Benito prosiguió…
– Pero… si yo a usted no le conozco ni sé siquiera su nombre.
El vecino siguió callado.
Iba en calzoncillos.
Benito señala hacia sus órganos y le dice:
– Con eso que ni siquiera ví, fue que usted me violó.
Fue en ese preciso momento en que el vecino poniendo cada una de sus manos en cada uno de los hombros de Benito, lo hace sentarse en el sillón derecho de la sala.
Benito espera unas honradas disculpas, pero…
Se saca su verga, se la muestra a Benito y se la presenta diciéndole:
– Es la verga de Pablo.
Le dice y lo empieza a ver de una manera libidinosa.
Benito abre su boca sorprendido.
Momento que aprovecha el vecino para sacar su pija del calzoncillo y metérsela no muy erecta todavía entre sus labios.
Al sentirla en el interior de su cavidad bucal, Benito sintió mucho gozo, el vecino le tomó con sus manos la parte de atrás de la cabeza y empujaba ésta para dirigir la mamada.
Benito estaba alucinando, saboreando esos jugos prohibidos, no podía creer que eso volvía a estar sucediendo, el pene lo sentía cada vez más grande.
El vecino deliraba de placer, ahora le metía y sacaba la verga despacio, pero de pronto se la metió hasta el fondo de la garganta.
A Benito se le salían las lágrimas, los mocos, estaba enloquecido con esa verga, la lamía, la chupaba, la besaba y a continuación, el vecino le volvía a coger de su nuca y se la incrustaba en la boca de Benito hasta luego de muchas penetraciones se la llenó de semen caliente.
Y Benito no tuvo más remedio que tragárselo.
A continuación, lo invitó a levantarse del sillón, lo tomó de un brazo y lo puso afuera de la puerta, la cual le cerró en su cara.
Benito, no podía creerlo, regresó a su casa, se sentó en el inodoro y tomando los pocos restos de semen que quedaban en su rostro, los lamió y volvió a masturbarse para satisfacerse.
(Continuará)
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