Los machos que orinaban en el garaje de la casa (continuación)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Afuera en la calle, la vi perderse en el asfalto hirviendo como una paila de aceite. Ya el calor y la evaporación la hizo ver como un reflejo nada más, cierro la reja y entro a la sombra de la casa, que por mucho calor que hay afuera, si refresca un poco adentro. Todavía ahí de pie en el porche, veo hacia adentro y el pasillo largo, allá al final, casi a la puerta del patio, todo se ve oscuro. Pero allá mismo, el caer de tazados de aguas se oyen el baño de una persona. Hombre que quiero verlo, y es que no creía nunca quedar solo con él, y ahora que voy camino por la sala, mi corazón late, la pulsación de mi sexo se estremece con el nerviosismo.
Estoy cerca, la puerta del baño está abierta, tan solo falta asomar mi cabeza. Esta de frente, desnudo y su piel morena brillante por la espuma del jabón. La entrepierna se esconde entre tanta blancura de la espuma, cae un tazado de agua desde arriba, tiene los ojos cerrados, el jabón se enjuaga con el agua. Poco a poco la entrepierna se ve clara << ¿Y que estaría pensando? >> Pero ya esa verga esta dura como un palo.
Al abrir los ojos, se quedó viendo a los míos, siguió enjuagando su cuerpo, se mira abajo y esa verga no se baja para nada.
Lento y con el corazón latiendo en mis oídos, fui entrando al baño. Hice el intento de sentarme en el excusado, me salió tan falso que solo hice fue medio sentarme y luego caminar más adelante. Ya el agua que cae al suelo, salpica en mi cara. Tan cerca de ese hombre moreno, los pelos largos de la pelvis, invitaba a mi tacto sentirlo en rostro.
<< ¿Qué podía oler? Solo a jabón de baño >>
Con una sola mano, agarro el falo de Araujo, él no veía hacia abajo, se queda quieto y luego espera mis labios. Bese primero el glande hinchado, luego lo he lamido; pase la lengua por todo el frenillo. Esta caliente ese tronco de carne gruesa, lo hundo todo y en el fondo de mi garganta palpita. Todito se mete a mi boca, no dejo ni un poquito afuera. Mi cara se humedece con los pelos mojados. Cierro los ojos, el coloca la mano en mi cabeza, aprisiona y estando ahogado rápido me zafo, para luego mamarle los huevos.
Se sujetaba colocando las manos en los pipotes de aguas, se empinaba erecto, parado con las puntas de los dedos de los pies. Apenas gemía, pero lo hacía tan bien, que con mis mamadas lo hacía temblar de placer. Arrodillado al suelo de baldosa mojada, subía la mirada y el viendo a mis ojos, veía mi deseo por un güevo jugoso y sabroso.
Solo hice jalar el prepucio hacia atrás, y la verga se le puso todita templada, luego le mamo solo la cabecita. Y muy dedicado e intenso, la pulsaciones de su placer, explota con mucho semen en mi boca.
Acabo y todo su cuerpo se relajó.
DOS
Sentí escalofrío en toda mi piel, las caricias con sus dedos gruesos hicieron erizar mis vellos. Llegó a mis nalgas, y abriendo toca mi culo calientico. Sobando por encima, luego quita los dedos para luego sentirlo la humedad de la saliva. Introduce un dedo y levantado más la cola, ese intruso dedo lo meto más adentro.
Cuando su cuerpo pesado ha caído sobre mí, la calentura de su piel, hizo encender la mía. Solo me he restregado contra su piel y el trozo de carne caliente y humedad se deslizó en mi raja, ahí se queda y luego el roce como si tuviera cogiendo, más aun mi deseo arde y llevado mi mano a la entrepierna. Le cojo el güevo y apunto a la entrada de mi upite cerrado. Viendo Araujo mis ansias de ser penetrado, como todo macho empuja la pelvis y me hace sentir el dolor de ser penetrado.
También supe que un hombre arrecho no se echa atrás, esa pelvis siguió empujando, y esa verga siguió enterrándose en mi ano. Rasgo mi carne, quise chillar — ¿pero de que valía? Si estamos solos en un cuarto— apreté mis dientes, aguante la virilidad de un macho. Ese güevo palpitaba dentro de mí y lo que parecía no tener fin. Por fin todo ese falo ha entrado en mi cavidad anal, no dejaba de apretar con mi esfínter. Y al tener todo el miembro viril adentro, el dolor comenzó a menguar. Quede quietecito, sudando en ese calor, bañado por su sudoración, Araujo lame mis mejillas, gime en mi oído, besa mis labios y termina empujado más adentro su falo.
Lo que empezó con dolor al ratico empieza la cosquilla. Mi recto se dilata, y el roce del glande se hace intenso. Las pulsaciones en mi corazón, impregnadas por el deseo prohibido. Pronto me hice hombre bajo el peso de un macho ardiente igual a yo; acabe en las sabanas, mi culo se contrajo, le estimule la cabeza y pronto también, todo mi recto lo baño con su semen de macho.
¡Qué bueno que Juan ahora está todo el tiempo en casa!
TRES
En mis piernas tenia sentada a Cecilia, hacía rato que los demás que estaban bebiendo aquí en la casa ya se habían ido y a José no sé a dónde se ha ido también. Imaginaba que no quería él ser una molestia para nosotros dos. Y no me interese saber dónde estaba, hasta que ese momento llego Ana llamando a Cecilia por la ventana.
— ¡Ceci venid!
— ¡Ana que pasó!
— Que le dieron unos tiros ahorita a Edgardo — grita la mujer desde afuera en la calle.
Con la misma, Ceci se baja de mis piernas, y con una palmada erección me deja ahí todo desconcertado. Sale la mujer despavorida a la calle y sin decir adiós siquiera, la veo perderse en la oscuridad de la noche.
Primero estuve un rato ahí en el porche de la casa, luego de ver que nadie regresaba, comienzo a preguntarme donde debe estar José. Sé que no ha salido de esta casa y como no lo veo por ahí cerca, pienso que a lo mejor ya se ha acomodado en el cuarto, donde Ceci lo acomoda las noches que nos quedamos en esta casa. Voy y dentro a la sala, no hay nadie adentro. Más picado aun tampoco veo a Maikel en su habitación. Y ahora me preocupa la cosa.
Cuando salgo al patio, hay un silencio total. Primero voy a ver hacia el garaje, nadie encuentro ahí, al regresar hacía la puerta del patio, iba a entrar de nuevo a la casa, pero un gemido discreto hace devolverme y seguir el rastro de donde viene.
Hacia al lado izquierdo está el garaje, pero del lado derecho esta un callejón sin salida. Al lazar la mirada hacia allá, y oyendo lo que ya he escuchado, mi corazón late seguido y un vahído en el estómago se me forma con volatizada de espasmos sexual. Ya creía lo que iba a conseguir, pero eso no significaba que tenía miedo, o lo fuese aceptar así por así.
Solamente se veía oscuridad, pero entre la penumbra se veía esas dos sombras. Tratando de esconderme quiero pillar el acto, pero al agacharme y estar detrás de unos tobos azules y altos, sentí mi erección apretada en el pantalón.
Desde ese punto de vista, veía mejor, esta Maikel con el short abajo, detrás esta José… y una buena cogida le está dando.
No estaba orinando, a lo mejor si ya lo había hecho y estaba esperando que yo asomara mi cabeza para espiarlo. Ya la tenía dura para mí y cuando ya la veo así, sin esperar tanto voy a ese chupete y lo mamo con muchas ganas. Dejo José que se lo chupara ahí mismo, pero luego me quita ese dulce e inmediato sisea y me indica que vamos mejor a un lugar oscuro.
La primera intención fue mi habitación, pero luego fue él quien deserto esa idea. Lanzo la mirada hacia al callejón sin salida, cogió de mi mano y nos vamos hacia allá.
Ahí en la oscuridad, se saca la virilidad. Deja ese mástil a mi disposición, el líquido lubricante que emana, se pega a la punta de mi nariz. Saco la lengua y le doy una lamida, desde la base y todo por debajo del tronco de carne, chupo el glande lo mamo dos veces y solito me atraganto con ese falo grande y grueso.
Busco ahogarme solo, porque quiero oler el aroma de sus pelos, al hacerlo mucho más me alboroto. Luego atorado y con sus manos en mi cabeza lo saco mojado y con la cabeza bien babeada.
— Ponete de pie —susurra José.
Así lo hago, doy la espalda y él mismo baja mi short, tantea mi culo hundiendo el dedo pero sin penetrar completo. Echando la cabeza hacia atrás, veo cuando se hule el dedo — eso me da morbo—. Después escupe su mano y toda la saliva la unta en mi upite. Me monto sobre unos bloques, prácticamente quedo en cuatro patas. Levantando bien el culo, el separa mis nalgas y colocando el glande en la entrada, fueron dos cosas iguales. Hizo presión —pensé que no iba doler— pero si dolió bastante de nuevo. Casi me pongo de pie, pero el calmando ese dolor, sisea a mi oído y rapando su barbilla en mi espalda, de nuevo mi entrepierna se puso dura, y la ganas de sentir ese güevo en mi culo, solito he vuelto a la posición de antes.
La fue metiendo lentamente, sabía yo, que con tenerlo todo adentro, ya el dolor iba a pasar. Lo que más me abría el culo, era el tronco grueso, pero al pasar, cabía ese culo dentro como anillo al dedo.
Puje y sentía el palpitar en mi recto, comienzo apretar también. Y la empujada de la pelvis comienza pausado pero al emocionarse más, me parte el culo sin esperar. Ya sintiendo placer, intento no chillar como una putica, pero inevitable. Tuvo que él poner su mano en mi boca, y el olor de la colonia que usa en mi nariz se quedó grabado. Su otra mano acariciando mi cuerpo y oírlo gemir quedito, todo eso me excito más y nos olvidamos del resto lo que sucede en la casa.
Había olvidado lo prohibido del acto, pero ya estaba muy caliente ver aquello dos coger y oírlos disfrutar. Yo empalmado estaba mojando mi pantalón de pura lubricación. Quería llegar allá y coger también con ese muchacho .
El chico gemía apretado por la mano de José, y cada embestida que le daba mi güevo brincaba. Ya las bolas se me han prensado, y la “cojonera” comenzaba a dolerme. Viendo a ellos dos, oía el chillar y a pesar de mover muy bien, con la imaginación y con la experiencia sabía lo que era coger escondido. Saco mi verga templada, y la paja comienzo hacérmela. De pie doy la espalda y me escondo de ellos apoyándome a la pared. Me jalo rápido la verga, y estoy a punto de acabar, ya me viene la leche, mis pulsaciones se aceleran, todo mi cuerpo se tensa. Mi cara roja y ahogado un chillido, mi primer disparo eyaculado y José que aparece y me ve como acabo.
Ni un poquito me inmute, el morbo se predio más en mí. José si estaba sorprendido, pero rápido lo toma con calma, se acerca hacía a mí y yo apretándolo por el hombro, termine de eyacular viéndolo a los ojos…
>> Cuando salgo, veía que José ocultaba a Juan. Tenía la cara roja y sudada y se acomodaba el cierre del pantalón. Asentía a lo que hablaba José, este también asentía y creo que hablaban de mí. Me vieron ambos, juan serio y José a medio sonreír.
CUATRO
Ese mediodía el calor era insoportable, pase primero por la bodega y compre dos bambinos, chupe uno primero y después fue el otro. Cuando ya había terminado de chupar, estaba frente al taller de Edgardo. Subo la mirada, nadie más se veía afuera, y allá dentro oscuro y solo también se veía.
<< ¿Será que entro? >>
Empujo un poco la cerca, paso por debajo y entro donde está el poco de chivera. Por un pasillito angosto, entro a lo que es una salita, y en una esquina esta un cuartico con la puerta abierta. Sigiloso y también con miedo, asomo mi cabeza y echar para atrás de nuevo, fue instinto en vano, ya Edgardo me ha visto. Me llama, y al entrar saca de una gaveta un billete, me lo da para que vaya a comprar unos refrescos. Asiento y salgo corriendo, y corriendo regreso de nuevo.
Ahí dentro del cuartico, tiene un televisor pequeño, pasaban la telenovela de la 1:00 y ambos sentados en unas sillas de plásticos, veíamos la televisión. El termina de almorzar, me había ofrecido comida pero yo me negué a comer.
Reposaba y cuando ya creía que nada se puede hacer, iba a ponerme de pie. En eso me hace seña que me acerque, coge mi mano y la pone en su entrepierna, rápido la mía se pone dura, él lo nota y tocándome ahí, siento vergüenza y echo mi pelvis hacia atrás. Igual sigue tocándome, luego me pone de espalda y baja mi short, soba mis nalgas e introduce un dedo tocando mi raja.
Montado a un banquito, mis rodillas se apoyan de ahí y mis manos sobre la mesa, donde está el televisor. Quedo con el culo paradito, el feo de Edgardo hizo algo que nadie me ha hecho hasta aun, me ha lamido el culo y sentir los pelos de su barba ha erizado mis vellos.
Le pido que me coja, mis mejillas se coloran por mis desinhibidas ganas de llevar güevo. Edgardo se pone de pie, sin bajarse el pantalón solo se abre la bragueta y de ahí saca la verga. Toda templada la roza en mi raja como pincel sobre el lienzo. Escupe directamente a mi upite, pone el glande e intenta meterlo, chillo un poco de dolor, el coge de mi cintura con una mano. Vuelve a poner el glande en la entrada, empuja y la cabeza se escrutas abriendo mi culito. Lo cierro y aprieto, dice el con una voz entrecortada y suspirando nervioso a cada rato.
— ¡No aprietes!
Relajo mi trasero y he de sentir como ese palo duro iba entrado profundo en recto. Cuando ya llego todo hasta dentro, y mis nalgas tocar la pelvis peluda, sabía que ya iba a disfrutar. El vaivén comienza pausado, casi lo saca todo y luego me lo emburra completico. Sin dejar de apretar la cosquilla en mi recto pide más. Solito comienzo a pegarme solo contra su cuerpo, viendo él mi deseo, empuja fuerte y la pelvis empieza a cogerme duro y rápido.
Solo se oía el respirar nervioso de Edgardo, yo apretaba los dientes y levantaba más la cola. Edgardo respirando muy rápido y agitado, se tensa y penetrado hondo, me aprieta contra su cuerpo y me alza un poco alto. Sentí ese falo llegar a mis intestinos, y todo el semen caliente, lo expulso ahí adentro. Uno seguido del otro, en cada eyaculada depositaba toda su leche.
Esa noche que le dieron los tiros a Edgardo, preguntaba porque mi tía lloraba y estaba preocupada por él y también era ella la que estaba corriendo ahora para el hospital.
Al enterarme que era mi tío, jamás pensé que fuese ellos hermanos ¿y por qué no me dijo antes eso?
Después que había pasado lo peor, ella iba todos los mediodías y le llevaba la comida, atenderlo allá en el hospital. A veces quedo solo, pero muchas veces era José o Juan que estaban conmigo, y esas veces me cogían o me ponían a mamar güevo. Disfrutaba sacarle las leches, y tragármela todita.
CINCO
Una tarde llego Alejandro, otro tío que no conocía, viene también a ver a Edgardo. Esa noche mi tía iba a quedarse en el hospital y mi tío se quedaría conmigo. Al otro día en la mañana iría él. Al llegar a casa, Alejandro flecho mi corazón. Es hermoso, no es rubio como tal, es de piel tostada y los ojos casi verdes o amarillos, lleva un corte de pelo estilo militar. Y por la presentación de mi tía, supe que era el menor de todos ellos. Alejandro contaba con 26 años, y está buenísimo de pies a cabeza.
Al quedar solos, fue al baño y me dejo a mí encargo de ir a la bodega y comprar un refresco para nosotros cenar. Salgo corriendo, mi intención era verlo salir del baño, con mi mirada iba a comerlo << y quizás también se dé cuenta de mis ganas >>.
Salió del baño, con short azul marino y muy corto. Se le veía las piernas duras y el abdomen también, no exagerados músculos de gimnasio, sino de puro trabajo forzado. El pecho lo tiene rojo, apenas se ven unos pelitos, pero los más provocativos, son los que bajan desde el ombligo y se pierden en la entrepierna que yo imagino, y que ya pienso en descubrir esta noche como a de lugar.
Durmiendo a su lado, no hubo problema cuando no hemos acostados. Pasaban los minutos, y después las horas —creo que en realidad fue media hora nada más—, fingiendo dormir, hago cuenta que estoy moviéndome dormido, primero toco sus muslos con mis rodillas, espero un poco, luego la monto encima. Subo por arriba y llego al medio de la entrepierna, estaba su verga aguada.
<< ¡Que morbo tocar un bojote de güevo! >>
Tan solo hacer eso, bastaba para que mi cuerpo estuviera electrizado y sin poder controlarlo. Ya no era mi rodilla la que palpaba el bulto por encima, ahora era mi mano que lo arropaba. Con una confianza surreal, meto los dedos, alzo un poco el dobladillo elástico y luego toda la mano la meto dentro. Al sentir mi tacto con el tacto del cuero de esa verga, un corrientoso espasmo corre en todo mi cuerpo. Agasajo el miembro, sigue aguado y lo pelo de igual maneras. Ya no solamente queriendo eso, mi actitud desinhibida del peligro y el miedo. Me bajo a la entrepierna, saco del short la verga flácida, y así mismito le doy una chupetazo. Seguido la mamo como una goma de Turululú. Jalando esa tripa de carne, sin darme cuenta se pone dura dentro de mi boca, comienzo a lamerle todo el tronco, luego la par de bolas la chupos, y ahí soy consciente que está despierto. Chilla como romano, y alza la pelvis colocando las manos en mi cabeza, atiborra mi garganta y mi nariz pega en los pelos.
Ya cómplice ambos, entre sus piernas me meto, le chupo las bolas, y entre ellas la huelo y hasta el culo busco a lengüetearlo. Después de haberle dado una buena mamada, solito me deshago de mi short, quedo desnudo de la cintura para abajo. Sin decirnos nada, él deja que me siente en sus piernas, llego al falo, y rozando mi raja con esa dureza, el pre semen unta mi entrada y luego sujetándolo, voy enterrándolo.
No era muy grueso, tampoco muy largo. Quizás fue porque yo mismo me cogí solito, pero fue la mejor cosquilla que sentí en mi culito. Alejandro solo colocó sus manos en mi cintura, y dejando que yo me golpeara contra su pelvis, sin darme cuenta de mi intensidad, lo hago acabar.
Sentí como esa verga pulso dentro de mí, y explotando en un mar de leche caliente toda adentro me la despistó.
Se fue esa tarde, después haber visitado a Edgardo. Apenas veía a mis ojos, pero no me dijo nada, yo tampoco.
Hasta que fue dado de alta, fuero varias veces la que José y Juan me cogieron: ambos por separado y en diferente horario. Cuando se me ocurrió la idea que ambos me cogieran al mismo tiempo, ese día llego mi tía con Edgardo.
Mi suerte llego hasta ahí…
*Nota
Haré lo posible para continuar con los otros relatos que me han pedido también los continúes.
¡Gracias por los comentarios!
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