Los mejores amigos son para siempre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LukeMcMiller.
No era nada de noches de borrachera y fiesta, simplemente una cena entre tres mejores amigos, Max, Sergio y yo.
La noche fluyo de manera estupenda y relajada, con nuestro típico plato mal cocinado de pasta debido a la inexperiencia culinaria de todos los presentes, solo teníamos 18 años y ya se sabe, cocinar no es lo que mas te apetece. Cenamos charlando y una vez terminamos decidimos poner música en el salón y tranquilamente seguir con la conversación mientras nos preparábamos una deliciosa cachimba con sabor a melón.
Entre el humo y las risas, la suave música acompañaba nuestra conversación. Max nos contaba como había sido su último ligue, una relación un poco tormentosa con una chica conocida por jugar con todos los tíos con los que se liaba. Aunque nosotros le habíamos advertido el se había liado con ella y esta, al ver que Max se empezaba a pillar, se lió con otro. Yo les contaba también mi relación, que se había terminado después de dos años tres semanas antes de la cena, mi exnovia y yo simplemente queríamos descansar, aun nos queremos, pero el cariño no es el amor.
Entre tantas risas no nos dimos cuenta que las horas iban pasando y de pronto nos dimos cuenta de que ya eran la 01:40 de la madrugada. Sergio y yo debíamos volver a nuestras casas con el metro y este cerraba a las 2. Corrimos a la estación y por suerte de Sergio, el metro en dirección a su casa aún no había salido así que lo pudo tomar y se marcho apresuradamente despidiéndose con la mano. El mío, por contra, ya se había marchado y Max me dijo que me quedara a dormir a su casa.
Volvimos andando tranquilamente a su casa, recuperando el aire de la carrera anterior, y recordando que debíamos recordar la posición inicial de todo lo que tocásemos en su casa pues su madre, que se encontraba de viaje no quería que nadie durmiese en la casa sin estar ella para controlar.
Al llegar, Max cerró la casa con llave y me dio una toalla para que me pudiese lavar la cara. Fui al baño y me lavé, me desvestí y al ver que no tenia pijama decidí dormir de la manera que más me gusta, en calzoncillos y camiseta. Llegué a la habitación de Max y me pidió ayuda para poder sacar la cama supletoria que se encontraba debajo de la suya, lo ayude, y en silencio para no molestar a los vecinos la sacamos y la preparamos.
Max preparó el ordenador para que pudiésemos ver unos videos de los que había estado hablando durante la cena. Dejo el ordenador sobre la cama y se empezó a desvestir, primero se saco la camiseta. Me fijé en su torso, estaba bastante marcado, el deporte le había definido muy bien los abdominales, tenia el pecho fuerte y unos brazos muy musculosos y definidos con algunas venas bien marcadas que reforzaban su posado fuerte. Luego se quitó el pantalón mostrándome así unas piernas definidas, fuertes y sin mucho vello, las de un deportista. Se quitó los calcetines y luego paso a los calzoncillos. Se los quitó sin ningún pudor, Max y yo nos conocíamos desde los tres años y el cuerpo de cada uno de nosotros no era un misterio para el otro. Aún así, en los últimos años, no había tenido la oportunidad de mirar su cuerpo de una forma tan detallada.
El calzoncillo había estado escondiendo un miembro flácido, pero aún así de un tamaño envidiable, haría unos 11 centímetros y colgaba y se balanceaba tranquilo mientras Max recogía su ropa del suelo. Sus huevos colgaban también entre sus piernas, llenos de vello, su cuerpo había cambiado, era un cuerpo ya adulto, y a alguna parte irracional dentro de mi, que no comprendía, le gustaba. Cogió su pijama de un cajón y se vistió, preparado ya para dormir. El pijama le iba pequeño y le marcaba el miembro de una manera muy pronunciada. Se tumbó en la cama, y abrió el ordenador.
Me estuvo enseñando unos video muy divertidos y también algunas canciones nuevas que había descubierto en los últimos meses, la verdad es que nuestro gusto musical era muy diferente pero aún así le escuché, y le puse la mejor cara posible. También vimos algunas fotos de cuando éramos pequeños, nos reímos mucho viendo como habíamos cambiado. Pasamos por una foto en la que estábamos posando desnudos en la playa, haciendo broma, la típica foto que nos hacíamos todos los veranos. La foto me hizo pensar en lo ocurrido hacia unos minutos, en como, aun haciéndonos mayores, a Max no le molestaba desnudarse en frente de mi.
Ya cansados, recogió el ordenador y lo metió en su funda. Lo dejó encima de la mesa e intentó dejar todo como se lo había encontrado. De pronto se percató que había dejado el cargador del ordenador conectado y se agachó para recogerlo. En ese mismo momento, el pijama, que era por lo menos de dos tallas más pequeñas que las que correspondería para su edad, se rajó entero por la parte del pantalón. Se rompió de tal forma que quedó dividido en dos partes que cayeron cada una al suelo, dejando así su culo liso y perfecto en dirección a mi. Se empezó a reír y yo también. Otra vez desnudo, buscó su otro pijama, se paseaba por la habitación con su polla al aire, sin preocuparse de mi presencia. Finalmente, se dio cuenta de que no le quedaba ningún pijama limpio, y para que su madre no sospechara no quiso coger ningún calzoncillo limpio.
– Pues dormiré así, en pelotas – dijo él.
Yo le dije que por mi bien, que ya sabia que no era ningún problema. Me dijo que en verano a él le gustaba dormir así porque estaba más fresquito i así podía refrotar su miembro contra la cama si se encontraba caliente. Se había tumbado en la cama sin ningún reparo, hablándome a un metro de distancia completamente desnudo, pues se había quitado también la parte de la camiseta. Intentaba no desviar la mirada hacia su miembro que reposaba entre la cama y su pierna, colgando poco discreto y llamado mi mirada. Se tumbó boca arriba y empezó a reseguir sus abdominales con la yema de sus dedos, hablando despacio de los beneficios de dormir desnudo.
Aunque no me caracterizo por mi valentía o mi falta de pudor, me armé de valor y dije:
– Pues oye, si es tan bueno, yo también voy a dormir desnudo
Max rió, una risa victoriosa. Me quité primero la camiseta y luego el calzoncillo bajo su atenta mirada, me miraba sin disimular, descaradamente. Me quedé cómo el, tumbado boca arriba, respirando nervioso, no estaba acostumbrado a estas situaciones y esperaba que dijese algo, para mi sorpresa sus palabras fueron:
– Joder! Has crecido eeh, y en todos los sentidos!
Me reí, el apagó la luz y los dos nos habíamos dispuesto a dormir. Esa nueva situación, para mi sorpresa, me había puesto bastante cachondo y ahora, en la oscuridad, mi pene se había empezado a poner ligeramente duro. Me lo acaricie con la mano, por debajo de la sábana que ahora envolvía mi cuerpo desnudo.
De pronto, noté como Mac se movía, oí su cuerpo contra las sabanas de su cama y como las sábanas de la mía se iban abriendo poco a poca. Me puse muy nervioso y empecé a respirar agitadamente. Se metió entero dentro de mi cama, notaba su cuerpo desnudo contra el mío, sus piernas rozando las mías y sus brazo colocándose encima de mi barriga, muy cerca, pero mucho, de mi pene. Noté que acercaba su boca a mi oreja y me susurró:
– Lo siento, es que en mi cama, así desnudo y solo tengo frío.
No sabia que hacer, la situación era nueva para mi. Estaba desnudo con otro hombre en la cama, pero para mi sorpresa, eso no me molestaba ni me incomodaba, al contrario, mi pene se puso mas duro de lo que había estado hasta el momento. Nunca me había planteado mantener relaciones con un hombre, pero estaba paralizado, y Max sabia bien que hacer.
– Tranquilo, ningún problema – le dije.
Esa fue la señal, poco a poco se pegó a mi cuerpo, más si era posible, y note como sus labios rozaban mi cuello. De pronto, se movió rápidamente y se colocó encima de mi. Notaba su pene endurecido encima de mi tripa y sus testículos frotando mi cintura. Empezó a besarme todo el cuerpo, empezó por el cuello y bajo suavemente hasta mi pezón, lo lamió y jugó con el. Eso me puso muy caliente, mi respiración se aceleró, me estaba excitando muchísimo. Siguió bajando con intensos besos resiguiendo la fina línea de vello que descendía desde mi obligo hasta mi pene. Poco a poco sus besos se entremezclaron con el vello de mi pubis.
Entonces llego a mi pene, yo estaba muy nervioso pero para entonces estaba mas excitado que en toda mi vida. Empezó a reseguir todo su volumen con la lengua, lamiéndolo exteriormente, mi mente no podía esperar a que se lo metiera en la boca. Con la ayuda de la mano me bajó la piel del glande y sin pensárselo dos veces se metió mi polla en la boca, empezó a chupar con un ritmo suave, poco a poco, haciéndome gozar de la mejor mamada de mi vida, con la lengua sabia que puntos tocar, ponía la punta de su lengua contra el agujero de mi pene, y se la tragaba hasta el fondo, empecé a gemir de placer, la situación me estaba poniendo muy cachondo y cuando pensé que no podía ir a más, se sacó el pene de a boca y siguió descendiendo hasta encontrar mis huevos.
Primero los masajeó con las manos y luego los lamió como si no hubiese mañana, pero para mi sorpresa se los metió enteros en la boca y sorbió, los sorbió y mi cuerpo se arqueó del placer, empecé a gemir más fuerte y el siguió sorbiendo y chupando con fuerza. Para entonces yo agarraba su melena rubia y tiraba de ella del placer, a lo que el respondía con más ímpetu y placer.
Al cabo de un rato volvió a subir en dirección a mi cara, besando todo el cuerpo, nos miramos en la oscuridad, nuestros labios estaban casi tocándose pero ninguno de los dos quiso besar al otro. Lo que estaba sucediendo iba más allá, era puramente físico y carnal, un acto de locura y placer.
Esta vez me coloqué yo encima y seguí el mismo recorrido que había hecho él. Le bese el cuerpo y note que sus músculos estaban temblando del placer, notaba su pene duro contra el mío y como este iba palpitando de la excitación. Bajé hasta su pene, y esta vez, yo sin dudarlo me lo metí en la boca.
Era una sensación extraordinaria, ese monstruo de 19 centímetros dentro de mi boca. Estaba muy caliente y tenia sabor a hombre, olía de una manera que hacia que me pusiera más caliente. No me cabía entera y por eso me deleitaba lamiéndolo por fuera y pasando mi lengua por todo su glande, lo que noté que le ponía mucho y hice varias veces provocando que su cuerpo de convulsionara. Estuve chupando durante un buen rato a lo que el me paró con la mano, y me levantó de la cama.
Su habitación era enorme, encendió la pequeña luz del gran escritorio. Ahora podía verle perfectamente, su cuerpo agitado y sudoroso, con ese monstruo apuntando hacia mi cuerpo. Me apoyó a la mesa y se arrodilló. Esta vez de una manera muy salvaje empezó a comerme todo el rabo, lo comió con ganas y durante mucho rato. Yo sabia que no podría aguantar mucho rato más y le avisé, el no me hizo ni caso. Yo tocaba todo su cuerpo, lo que alcanzaba sobre la mesa pero acabe tumbándome entero y dejando que me poseyera. Mi cuerpo empezó a arquearse y el placer me hizo gemir como nunca lo había hecho en mi vida, noté que me corría y me dejé llevar por Max.
Mi semen empezó a llenar su boca, noté que no era una corrida normal, que era la mayor corrida que había tenido en mi vida, grité del gusto y él, aun con el pene en mi boca me miró y sonrió. Se tragó todo mi semen y me lamió la polla entera para limpiar los restos.
Me cogío de la mano y me sentó en el suelo, sin pensárselo dos veces, apoyó sus manos en el escritorio y me empezó a follar la boca. Lo hacia como había imaginado que lo haría con el coño de sus novias. Con fuerza, arremetía contra mi boca y me metía su pene monstruoso hasta la campanilla. El gemía y gritaba con fuerza, se notaba que estaba también cerca de correrse. Siguió así hasta que me agarró de la cintura, me levantó y me tiró en la cama. Se puso encima de mi y empezó a masturbarse sobre mi pecho.
De pronto un río de leche caliente lleno mi pecho, yo gemía y respiraba para ponerle mas cachondo y una vez se corrió del todo, me lamió el pecho para limpiarme de su semen. Me dejo limpio del todo y se tumbo a mi lado, los dos con el pene dolorido y aun medio empalmado.
Había sido una experiencia nueva pero, dios, la mejor que había tenido en mi vida, jamás me habían hecho gozar tanto como Max lo hizo.
Cerró la luz, y se tumbó a mi lado en su cama. Me abrazó, sin decir nada. Aun podía notar su pene contra mi pierna. Y así, nos quedamos dormidos.
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