LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO… HOLA. SOY EL TATO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO… YO SOY EL TATO
Hace poco tiempo un amigo me hizo conocer SST.
Ahí pude leer relatos con el título que tiene este.
Esos relatos me permitieron rememorar esos días de la infancia junto a todos esos chicos que el autor menciona.
Yo soy “El Tato M” y quiero hacer mi aporte a esos recuerdos.
Previo a el momento con Jacinto Q en que este me desvirga rompiéndome el tuje, hubo un tiempo inicial para que ese hecho se produjera.
Tenía 11 años, estaba en una etapa intermedia entre los chicos más pequeños (6, 7, 8) y los más grandes (17, 18, 19).
Estaba despertando a la vida sexual con las hormonas a mil.
Jacinto y Pancho Q eran los dos más grandes con los que compartíamos la mayor parte del día.
Yo los escuchaba hablar de pajas, leche, pendejos (pelos púbicos) culos, zorras (vaginas) y a mi me copaba eso.
Cuando en el verano íbamos a la siesta a la laguna de los gringos Fernández a bañarnos, todos lo hacíamos desnudos.
Cuando los dos más grandes me decían de ir yo aceptaba de inmediato porque me gustaba verlos desnudos y sobre todo verles el pene.
Me quedaba mirándolos y eso les llamó la atención, en particular a Pancho que un día en que se salieron del agua para tirarse al sol y fumar me preguntó si me gustaba mirarles la chota.
Como estábamos los tres solos yo le dije que si.
Entonces me dijo
-Si querés tocarla, vení.
Mirá.
Ya esta paradonga…
Me acerqué a él y tendiendo mi mano acaricié el pene duro, grueso y cabezón, lleno de pelos.
Los dos eran bien peludos.
Me permitió que le acariciara todo.
-¿Te gusta, Tato?.
– preguntó.
-Sí
-¿Sos capaz de darle besitos, pasarle la lengüita y chuparla?.
Como estaba Jacinto tenía vergüenza.
-Dale, el Jacinto no va a decir nada.
Si vos querés también se la podes chupar a él.
Dale, chupala si de verdad te gusta…
Y lo hice.
Primero la bese y le pasé la lengua e la cabezota.
Me gustó y entonces abrí mi boca y me la fue metiendo de apoco.
No me olvido nunca la sensación de tener semejante pedazo en mi boca, suave, tibio y con un juguito un tanto saladito que me hacia chuparlo con fuerza.
-Despacio Tato.
No me muerdas.
Un rato después me dijo que se la chupe a Jacinto.
Estábamos desnudos tendidos sobre el pasto.
Jacinto estaba sentado recostada la espalda contra un molle y yo me metí boca abajo entre sus piernas.
La chota era menos grande que la de Pancho pero no era chica tampoco.
De pronto sentí que sobre mi se tendía Pancho metiendo el pedazo mojado entre mis nalgas haciéndolo deslizarse entre mis glúteos.
Fue lo máximo.
Desde un tiempo venía imaginando que él me haría eso.
Era ver mi sueño cumplido.
Todo estuvo bien hasta que acomodó la cabezota de su pija contra la roseta de mi culito y presionó.
Fue tan fuerte el dolor que sentí que sacándome el pene de Jacinto de mi boca grité desesperado.
No me la había metido pero el dolor en el culito por el empujón me hizo creer que moriría.
Asustado comencé a llorar y Pancho se bajó de mi Rápido me puse en cuclillas y me toque el agujerito del culo.
No tenía nada pero la sensación fea no me dejó seguir disfrutando el roce del cuerpo adulto con el mío.
Ese día no hicimos nada más y nos fuimos de la laguna.
Por unos días estuve alejado de ellos pero el recuerdo de sus chotas en mis manos y mi boca me hizo volver a buscarlos.
En ese momento no tenía capacidad de pensar y me movia por lo que sentía.
Es evidente: la pija me gustaba más que comer.
Por un tiempo todo pasaba por chuparles el miembro a cada uno y hacerlos acabar.
Cuando el que tenía su chota en mi boca iba a eyacular, me la quitaba y tiraba su leche al aire.
Miraba el miembro que latía con fuerza mientras escupía y después comenzaba a “dormir”.
Yo les había escuchado a uno de los mayores, creo que fue “el Polla”, hablando de una mujer…
-“Lo que mas me gusta es acabarle en la boca.
A ella le gusta tragarse mi lechita”…
Ese comentario rondaba en mi cabeza pero no me animaba a pedirle a los dos que me dejaran probar y me dejaran chupar hasta el final.
Un día que no hubo clases en la escuela, yo iba en la mañana, me encontré con Pancho en la calle y me llevó a su casa.
No había nadie en su casa y nos metimos en un depósito del fondo.
En seguida ya estuve chupando la poronga de mi amigo y no la solté cuando él quiso quitarme porque iba a eyacular.
No se resistió tampoco pero me metió hasta la glotis la cabeza por lo que los primeros chorros de leche me los tragué y los dos últimos quedaron sobre mi lengua.
De verdad me gustó sentir la leche tibia en mi boca y el sabor que tenía y me la tragué.
A Pancho le gustó.
-Por algo se empieza Tato pero me gustaría que te comieras mi leche por el upite ¿Cuándo me vas a dejar que te la meta por el potito?.
-No.
Duele mucho, no.
-Duele la primera vez pero después te la vas a comer sin que te duela nada, acordate
Pasaron unos días.
Estaba junto a otros chicos del barrio cuando llegó Jacinto y dijo que teníamos que ir a cortar brevas y les dijo a los otros chico que lo esperaran a Pancho que él y yo nos adelantaríamos .
Llegamos a la laguna y tras comprobar que no nos habían seguido y que en el lugar no había nadie, nos desnudamos y comencé a felarlo.
Al rato me dijo que lo dejara meterla entre las nalgas un ratito que tenia ganas de tocarme las nalgas con la chota
-¿Me vas a dar le leche en la boca?.
Pancho le había dicho y Jacinto me daba también la leche en la boca
-Sí Tatin, pero dejame jugar un ratito con tu colita.
Nos tendimos en el pasto y Jacinto se monto sobre mi.
Previo había escupido en la rayita y con todo su flujo que le salía por litros, mi raja estaba hecha una laguna y su pija resbalaba entre mis cantos
-Tatito como me gustaría metértela en el upite y llenarte de leche el culito.
Que culito hermoso que tenes Tatito…
Yo me había relajado y me gustaba lo que me decía, hasta que en un momento sentí como si mi cabeza estallara.
La pija de Jacinto me había entrado y un dolor inmenso ganaba mi cuerpo
-¡No Jacinto! ¡Me duele mucho! ¡Sacamela!.
-No frunzas el upite para que no te duela.
No seas malo.
Ya te la metí, aguantala un ratito y te doy la lechita
Jacinto no solo se meneaba iniciando el culeo sino que seguía empujando tratando de meterla toda.
Sentía que me partia en dos.
Ni mi llanto ni mis gritos lograron que desistiera y en un momento sentí como que se metia más en mi.
-Ya está Tatito.
Te la metí hasta los huevos.
Quedate quieto un ratito y no apretes el upite que te voy a dar mi leche.
Sentía su pelvis adherida a mis nalgas.
Jacinto me acariciaba, me apretaba mis tetitas.
Despues me separó más mis nalgas y entró a bombear.
Ya no sentía tanto dolor pero el bombeo en el culo me hacia sentir ganas de evacuar y gritaba
-Nada más Jacinto.
Me duele mucho y me hago caca, Jacinto.
-Ya te acabo Tato, ya te acabo
Estábamos en eso cuando una voz nos paralizó.
Apreté mi culo tan fuerte que Jacinto llegó a terminar estando quieto sobre mi.
Sentí cada contracción de la chota en mi culito y el calorcito de la leche que me entraba
-¿Qué están haciendo Jacinto?.
Creo que he sido fiel con mi recuerdo.
No sé si siga escribiendo sobre lo que vino después.
Pancho también me penetró y como la tenia más grande me partió.
Despues pasaron otros muchos por mi cuerpo.
A esa edad, aunque no lo crean, los hombres adultos, casados o no, gustan mucho de plantarla entre las nalgas de un chico.
No me arrepiento de nada porque ya no sirve arrepentirse sobre la leche derramada.
Este momento de nostalgia me permite recordar a “los muchachos de mi barrio”.
Sobre todo a Pancho y Jacinto.
Eran dos bombonazos que me dieron para que guarde y tenga.
Salvo el dolor de las dos primera vez, volveria a vivir todo con ellos.
Que privilegio tuve, me comí a los dos machos mas deseados por las mujeres de la época.
Conocí y disfruté hasta de sus lugares mas ocultos con mi boca y ellos me dieron todo lo suyo por mi boca y por mi culo.
Espero que hayan sido muy felices donde quiera estén.
Mis mejores recuerdos
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