LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO II – EL PAYITO Y EL CHOCHI
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alejandrogusta.
LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO II -EL PAYITO Y EL CHOCHI-
Mi relato anterior finalizaba así: Después los vimos separarse para meterse a la laguna.
Un rato después salimos de nuestro escondrijo y aparecimos en la laguna y tras desnudarnos nos metimos al agua.
-¿Recién llegan ustedes? – preguntó, el Jacinto
-Sí – contestamos a dúo…
Con el Payito nos miramos sin decir nada.
Como todos estábamos desnudos podíamos ver los genitales de los dos más grandes que se veían morcillones.
Recuerdo que pensé ¿Qué sentirá el Tato cuando le meten por el poto semejantes pedazos?.
Lo miraba jugar con los dos y me pareció que estaba contento.
Tenía como amantes a los dos muchachos más deseados por las chicas de la zona.
Con el tiempo el Tato se pegó mas al Pancho y hasta algunas noches se quedaba a dormir en mi casa.
Claro, siempre se acostaba con el Pancho.
Todo cambió cuando los dos más grandes se pusieron de novios y ya no necesitaron el poto del Tato.
Entonces entró a tallar el Bolita que calzaba un miembro grande como el del Pancho pero tenía la misma estatura que el Tato.
Antes de que se produjera eso, hubo toda una etapa de transición.
Entre los más chicos (El Payito, el Omarcito G, el Omarcito A y yo) se inició un proceso lógico que tuvo como base la curiosidad.
Lo habíamos visto al Tato chuparles las matracas al Jacinto y al Pancho y cómo estos se las metieron por el culin hasta el moño y que a pesar de llorar las primeras veces después andaba detrás de ellos para que le dieran más de lo mismo.
Cuando estaba solo me dominaba este tema por sobre todas las cosas.
Hasta llegar a imaginarme con la pichula del Jacinto en mi boca.
Un día el Payito no apareció y me encontré con el Omarcito A que era hijo de un policía y nos fuimos a la laguna de los gringos Fernández.
De casualidad nos encontramos en un escondite con el Planeta que era un poco más grande que el Tato y nos hizo señas de silencio, que no hiciéramos ruido.
Cuando llegamos al lugar y miramos hacia donde el nos señalaba vimos al Jacinto desnudo sentado sobre el pasto, con la espalda apoyada a un árbol, las piernas separadas y metido entre las peludas piernas al Omarcito G, también desnudo, boca abajo, chupándole el pedazote.
-Con los dientes no, con la lengua y los labios – le decía el Jacinto al chico al que le faltaban manos para tocar y acariciar.
Cuando el Omarcito se cansó de mamar, el Jacinto lo montó y comenzó a jugar con su miembro entre las nalgas del miliquito hasta que embocó el upite y le metió un poco.
El Omarcito gritó pero ya era tarde.
Era sabido que si uno se dejaba, una vez que entraba la cabecita ya no había vuelta atrás.
-A ti no mas… A ti no mas – gritaba el Omarcito G.
el decía o quería decir “hasta ahí no más”
El Jacinto se quedó quieto un rato y le decía algo que no podíamos escuchar.
De vez en cuando hacia algún movimiento y era visible que le separaba cada vez un poco más las piernas hasta que comenzó a menearse despacito y a meter un poco más cada vez.
El Omarcito gemía como un animalito hasta que el hombre se agitó y empujó el poto hacia adelante.
Había acabado.
-Ay, me hago caca, dale, dejame.
El Jacinto se bajó y el potito desvirgado hizo como ¡plop! Y el Omarcito G se metió entre los yuyos a evacuar y se le escuchaba el ruido de los gases y el semen.
Mientras el Omarcito G estaba entre los yuyos el Jacinto se metió desnudo a la laguna y nosotros hicimos un recorrido para llegar por otro lado así no se daban por descubiertos.
En ese recorrido nos encontramos al Bolita que salió de otro escondite y se hizo un gesto con el Planeta que solo yo vi pero me quedé sin decir nada.
Después los escuché decirse entre ellos
-Que ocote, loco- dijo el Planeta
-¿Viste? Ayer se culió al Payito y hoy al Omarcito- contestó el Bolita
Esa información me estalló en la cabeza.
No sé qué sentí.
Como un poquito de envidia.
Porque tanto el Jacinto como el Pancho eran la facha misma, mucho más cuando estaban desnudos.
Pero yo no podía siquiera pensar en que mi hermano me dejara tocarlo aunque más no sea.
-Pero bueno, no hay mal que por bien no venga ¿No?.
-¿Por?
-Ahora vamos a poder culiar nosotros- dijo el Planeta
-Yo vengo culiando con el Tatito hace rato.
Vos ¿no?- preguntó el Bolita
-Conmigo se dejó una sola vez.
Al Tato le gustan las chotas grandes.
No quiere la mía
-Yo quiero seguir culiandome al Tato porque se la puedo meter hasta los pelitos.
Además la chupa como los dioses y se toma la leche huevon…
-A mi recién me están saliendo los pelos y tengo poquita leche…
-Ya te va a salir más ¿Cuántos años tenes?.
-13
-Ves.
Tené paciencia y culiate por ahora a estos dos…
Me quedé sentado en un bordo de tierra.
Pensaba en lo que dijeron.
El Bolita tenia la pichula tan grande como el Jacinto y al Planeta le estaban saliendo unos pocos pelitos y tenía una pichula gordita y larga.
Llamaba la tención que se le corría el pellejito fácilmente y dejaba descubierta una cabecita con forma de chota de grande como la del Pancho.
-Eh, Chochi.
Veni a bañarte.
-Ya voy- contesté
Al rato apareció el Omarcito G.
Estaba vestido.
Sin decir nada se fue despacito.
Parece que le dolía el potito.
Pasaron varios días.
Una tarde, a la hora de la siesta, estaba aburrido y como no veía a nadie me fui a la laguna.
Allí estaba bañándose, desnudo como lo hacíamos siempre, el Planeta.
Estaba solo.
-Eh, Chochi, vení metete que está buenísimo.
Jugamos en el agua durante un largo rato y luego nos salimos y nos tendimos en el pasto.
Cuando el Planeta no me miraba yo le miraba la pichula.
Tenía más pelitos y como que los huevitos le colgaban un poco más.
-Chochi, jugamos unas luchitas?
-Dale ¿Qué apostamos?
-Lo de siempre ¿Querés?
-Bueno.
Dale
Lo de siempre era que el que se rendía se dejaba apoyar por la cola el pito del vencedor.
Comenzamos a luchar y el primero en ganar… Fui yo.
El Planeta se tendió boca abajo y yo lo monté.
Volvimos a luchar y esta vez perdí yo porque de verdad me ganó.
Me tendí boca abajo y separé las piernas.
El Planeta me montó y me pinceló la rayita y sentí como que me mojaba el upite.
Se tendió sobre mí y al sentir su piel sobre mi piel me relajé.
La cabecita húmeda de su pichula estaba ubicada en mi upite.
Yo levanté un poco mis nalgas y él hizo apenas presión y se me fue para adentro.
No sentí dolor.
Le mediría al Planeta unos doce centímetros.
No dejó de empujar hasta meterla toda.
No dijimos nada.
Se entró a menear casi sin separar su pubis de mis nalgas hasta que se estremeció y me acabó adentro.
Se salió de mi y no nos dijimos nada.
Nos que damos callados un rato.
Yo vi que a él no se le bajaba.
Estaba duro.
-Juguemos otra luchita ¿Querés?- me propuso.
-Dale.
Bueno.
Volvimos a luchar y me ganó otra vez.
Entonces el Planeta fue y trajo las ropas de los dos y me dijo vení Cho.
Vamos allá, al escondite.
Lo seguí
Me tendí boca abajo y él me montó.
Me pinceló la rayita y se puso saliva.
Me penetró despacito y hasta la base.
Me entró a bombear suave y esta vez duró mucho más.
Me gustaba como lo hacia y lo que yo sentía.
En un momento comenzó a agitarse
-Huy Cho, que rico culito que tenes.
Tiene que ser para mi nada más.
No se lo prestes a nadie Cho.
Sooooolllooooo paaarrrraaa mmmiiiiiiiiii…
Sin que me lo pidiera y sin saber por qué, separé mis nalga con mis manos para que el entrara más.
Se convulsionó y luego se quedó tendido sobre mi.
-No digas nada de esto Cho.
Es un secreto de los dos ¿Sabes?.
Por todo ese verano cada vez que podíamos nos desaparecíamos para tener nuestra historia.
Ninguno se dio cuenta y solo la llegada del ciclo escolar y el frío después nos separaron un poco.
Pero hasta allí lo hicimos cuantas veces pudimos.
Casi a diario.
Para las vacaciones de invierno (dos semanas) un tío, hermano de mi papá que era camionero, me invitó a que lo acompañe en un viaje al sur por casi esas dos semanas.
Me entusiasmé y mi tío le pidió permiso a mi papá que me dejo ir.
Las vacaciones comenzaban el 10 del mes pero el último día de clase fue el dia 7 así que esa noche partimos en un camión doble cabina como se decía entonces y que tenía una sola cucheta.
Adentro del camión era cómodo para los dos.
El dia sábado 8 casi noche ya, estábamos en un pueblito y habíamos bajado a atar unas sogas que se aflojaron de las carpas o lonas que cubrían la carga.
Como si nada se desató una tormenta fenomenal que nos empapó de pies a cabeza.
Hacía frío, mucho frío.
Estábamos en invierno.
Nos metimos en el camión y mi tío lo estacionó a un costado de la ruta y me dijo apremiándome…
-Chochi sacate la ropa, toda la ropa y metete a la cucheta, dale.
Así lo hice y el estrujó mi ropa y la tendió sobre el torpedo.
Después se desnudó él e hizo lo mismo, tras lo cual se metió conmigo en la cucheta (cama del camión).
La cama era estrecha y nos pusimos de costado.
Sin querer quedamos de cucharita.
Mi tío era robusto sin ser gordo, musculoso.
Tenía 38 años por entonces y era soltero aunque tenía novia.
Era muy peludo.
Sobre mi desnudez sentí sus pelos y su piel.
El indio se me había despertado.
Con unos pocos movimientos acomodé mi cuerpo al suyo y mi cola se apoyó sobre su sexo.
Él no dijo nada ni tampoco se alejó de mi.
Me acuerdo que él tomó una petaquita que llevaba y de ella bebió un trago y me invitó.
Yo tome un poco y tosí.
Él se rió.
-Un traguito de anís.
Es para calentar el cuerpo.
A mi se me calentó la cabeza y cada vez que podía movía mi cola sobre su miembro.
-Tranqui Cho, que me vas a despertar al amigo y ese cuando se enoja hay que hacerle mimitos para que se calme- dijo
-¿Qué amigo Tito?.
-¿No sabés cuál amigo?.
-No tío Tito…¿Cuál?.
-La chota tontin, si moves mas el culito me la vas a hacer parar ¿Y que hacemos?
-La hacemos dormir…
-¿Sos capaz?.
-Claro tío…
-¿Con la boca o con el upite?.
No invento nada.
Esto ocurrió así… Hace un montón de tiempo.
Hasta la próxima
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