LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO IV (EL PANCHO, JACINTO Y EL GRINGO)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO IV (EL PANCHO, EL JACINTO Y EL GRINGO)
El relato anterior finalizaba así:
Estaba convencido que si lo tocaba se enojaría.
Pero desde que apagó la luz no había dicho nada.
Muy lentamente bajé mi mano hasta el miembro duro y lo acaricé por sobre el calzoncillo.
El silencio de mi hermano me dio libertad para seguir y lo saqué de su encierro.
Lo toqué a lo largo y ancho.
Sentí que la cabecita estaba muy humeda y viscosa.
Decidido me baje mi calzoncillo y me lo quité.
Después oriente la cabecita hasta la entrada de mi ano y la apoyé.
Bastó un poquito de presión para lograr que entrara.
Me dolió bastante porque mi hermano la tenia mas grande que mi tio pero no me detuve hasta que sentí los pelos de su pubis pegados a mis nalgas.
Mi hermano se había quitado antes sus calzoncillos y entonces podía sentir sobre mis glúteos el contacto de su piel y de sus pelos.
Metí una de mis manos entre su pelvis y mis nalgas y acaricié el tronco de su miembro y sus gordas bolas, lo único que estaba fuera.
El pene tan deseado por mí al fin estaba dentro mío.
Sin decirme nada, solo guiándome con su cuerpo, fue poniéndome boca abajo y separando mis piernas se montó sobre mí.
De la misma manera que lo hacía con el Tato lo estaba haciendo conmigo.
No sé cuánto tiempo estuvo montado sobre mí, meneándose y hundiendo su largo miembro en mi upite.
Cuando comenzó a eyacular dentro mío se hundió con fuerza inundando mi interior con su semen.
Después nos dormimos.
La vida siguió su curso normal, sumando ahora mi actividad con mi hermano que se repitió muchas veces, aún cuando se reconcilió con su novia.
Llegó la primavera y recomenzó nuestra visita a la laguna, con menos visitantes porque hasta diciembre que terminaran las clases no podíamos juntarnos todos.
Yo iba en horario de mañana por lo que me quedaba la tarde para mí.
No tenía con quien ir a la laguna y una siesta me salí de casa y me orienté a la esquina en casa de Jacinto.
Antes de continuar quiero comentar algo que puede parecer irreal para quien no vivió una experiencia parecida.
A partir de la re-inauguración y ampliación que me hiciera en el viaje el tío Tito, me ocurrieron una serie de hechos, experiencias o como quiera llamárseles, con hombre adultos, mayores, que parecía descubrían rápidamente mi condición.
Mirando hacia el pasado y recordando un segmento de tiempo hasta que terminé la escuela primaria hago un recuento de lo vivido y debo decir que conocí todos los tamaños, colores y sabores que tenían dueñas.
No me costó mucho acumular experiencias.
En muchos casos había hombres que no sabían practicar el sexo anal.
Las primeras veces ( o sea que he repetido con muchos) se auto imponían restricciones pero una vez que probaban darme por el culín o que yo los felara, ellos eran los que me buscaban con insistencia.
Yo siempre, desde esa edad, fui solidario y no le negué a ninguno un grato momento.
Cuando llegué a la esquina, sentado sobre el carromato de sodero sin el equino uncido, estaba Jacinto en soledad.
-Hola Cho – me dijo
-Hola Jacinto ¿Qué hacés?.
-Nada.
Estoy aburrido y con los huevos llenos.
Esperando por si viene alguno de los pendejos…
-No van a venir hasta después de la hora de la escuela…
-Huy, cierto – bajando la voz dijo- Me parece que voy a tener que hacerme una pajita si no viene el Payito o el Omarcito…
-Están en la escuela- Mientras mi cabeza trataba de crear alguna idea para aprovechar el momento.
Yo no olvidé el día en que lo descubrimos montando al Tato y el Jacinto dijo que jugaban una luchita…
-¿Lo has visto al Tato? Cho…
-Sí…
-¿Dónde?
-Me dijo que iba a ir a la laguna.
Me preguntó si quería ir a nadar…
El Jacinto se bajó del carro dispuesto a ir a la laguna
-Salvado entonces.
Nos vemos…
-Esperame.
Yo le dije que si iba a ir.
La cosa es que nos fuimos los dos camino a la laguna.
Ya veré, pensaba, qué se me ocurre después.
Nos metimos a la finca y caminamos hasta la laguna.
No había nadie.
-No hay nadie Cho…
-Enseguida llegará.
Mientras yo me voy a tirar al agua.
Hace mucho calor…
Con rapidez me desnudé y dejé mi ropa y zapatillas con cuidad, poniendo dedicación en darle la espalda al Jacinto que no dejó pasar por alto el hecho.
-Mirá que hermoso culito que tenés Cho.
Me hace cosquillitas la cabeza de la chota, jajá
Me reí con él que se acariciaba el bulto.
-Vení Jacinto.
Nos metamos a la laguna y después jugamos unas luchitas ¿Querés?.
Sin decir palabras se desnudó con rapidez.
Recordemos que en la laguna todos nos bañábamos desnudos.
Se le veía bastante morcillón el miembro y me pareció que desde el año anterior como que le había crecido bastante.
Jacinto tenía ya 20 años como mi hermano.
Nos metimos al agua y después de nadar un largo rato nos salimos para tendernos al sol.
-Dale Cho.
Juguemos unas luchitas…
-¿Qué apostamos?.
-Lo de siempre ¿Querés?
-Bueno dale…
Lo de siempre era dejarse apoyar en la cola el miembro del que vencía.
Esta de suyo que el ganador siempre sería el Jacinto, un hombre de 20 años acostumbrado a trabajar con los cajones de soda.
Comenzamos a “luchar” y claro está, me ganó.
Me tendí boca abajo y con las piernas separadas para pemitirle que me pincele la raya con su pene.
Tan pronto se montó sobre mí, sentí que el pene estaba erecto y destilando gotitas.
Me pinceló el upite que se mojó con el precum y me dejó la cabeza del pene apoyada en mi ano.
-Que culito hermoso que tenés Cho.
Suavecito y sin pelitos.
Presionó un poco y mi ano se abrió dejando entrar la cabecita.
Entonces fingí dolor
-¡Ay! Me duele, Jacinto.
Me duele mucho.
Hice el gesto como de intentar pararme y Jacinto se tendió sobre mi empujando mas de su pene en mi interior y aplastándome para inmovilizarme.
-Huy, que rico Chochi.
Que hermoso potito guacho.
Por favor prestamelo un ratito.
Te lo voy a hacer suavecito para no lastimarte y no le voy a contar a nadie.
Te lo prometo.
Vos tampoco le vayas a contar a nadie.
-No.
Jacinto el Pancho me va a castigar y le va a decir a mi papá
-Por eso no digamos nada.
Se buenito Chochi.
Hace muchos días que no cojo y tengo los huevos adoloridos de tanta leche.
Dejame que te llene el potito…
-No.
Jacinto.
La leche adentro no
A todo esto el Jacinto se meneaba como si se le escapara la vida
-Estoy muy caliente Chochi.
A este culito lo tengo que llenar… Hhhhhuuuuuuuugggggg me viene Chochi tellenoooooo…
Su acabada fue en lo mas profundo de mi cuerpo.
Nos quedamos en silencio.
Despues se lavó en la laguna se vistió y se fue.
Antes me dijo
-Es un secreto de los dos…
Habia sido diferente con el Jacinto.
Me levanté del pasto y me tiré a la laguna.
Un rato después escucho que alguien pregunta
-¿Está buena el agua?.
-Sí.
Buenísima – El que me preguntaba era uno de los caseros que tenían en la finca.
Un gringo grandote.
-¿Está como para bañarse?
-Sí…- Había pensado en salirme para irme pero me quedé en el agua al ver que el hombre se quitaba la camisa primero y el pantalón y el calzoncillo después y se paró desnudo en el borde.
Era imponente, blanco, peludo por todos lados y con un pedazo largo y gordo que se balanceaba sobre un par de bolas rosaditas bastante grandes.
Se tocó los genitales y luego se tiró al agua.
Yo me salí primero y enseguida él me siguió.
Me tendí en el pasto y él se quedo parado tocándose el miembro.
Mirado desde abajo se puede apreciar en su plenitud y en todas sus formas.
Nos miramos y el hombre me sonrió.
Yo no podía quitar mis ojos del cuerpo desnudo y en particular de los genitales del casero.
-¿Te gusta lo que ves?.
-Sí.
Es bonito
-Vení.
Si te gusta dale un besito…
Me arrodillé delante de él y bese el gordo glande y acaricie todo.
Trate de meter la cabezota en mi boca…
-Mejor vayamos hayá, a la casa.
Estoy solo ¿Venís?.
-Bueno…
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