LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO VI (EL GRINGO CONTINUACION)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO VI (EL GRINGO CONT.
)
Veni mañana, después de comer y seguimos… ¿Te gustó? –preguntó mientras con suavidad sacaba su miembro de mi ano…
-Sí
-¿Te hice doler mucho?
-No
-Entonces ¿mañana vas a venir?.
-Sí…
Nos vestimos y él se fue en bicicleta hacia el sector de los frutales y yo me fui hacia el lado de la laguna.
Antes de llegar me metí entre los matorrales bajo de los parrales y evacué litros de semen.
Al levantarme miré y ví que era bastante espeso.
Despues seguí hasta la laguna.
Me quería meter un rato para lavarme un poco.
Al llegar vi que había varios bañistas retirándose, entre ellos el Bolita, Jorgito, Omarcito A y Omarcito G y se quedaba en el agua Manuel, el zapatero del barrio que además era el cuñado del Jacinto.
Esperé que se alejaran un poco mientras me desnudaba para meterme al agua.
Mientras observaba al hombre que nadaba plácidamente.
-Hola Manuel…
Saludé y me tiré al agua
-Hola Chochi ¿Cómo andás?
Estuvimos un rato más y nos salimos.
Antes nunca lo había visto a Manuel desnudo y me asombré al ver lo que portaba…
-¿Qué mirás tan asustado?.
-Mamita mía que pichulón…
-Jajajaja.
Qué ¿Te gusta? –dijo moviéndose hacia los lados para que el largo miembro se balanceara – Todos los días lo vas a encontrar en mi taller.
Claro que va siempre con mis piernas…
Es oportuno destacar un aspecto en el desarrollo de esta narración para que pueda ser comprendida.
Entiendo que todo relato sobre una historia vivida por cada protagonista tiene similitud con otras muchas historias que podemos leer en estas páginas.
Los hechos son similares pero son solo vividos por los actores circunstanciales que los interpretan en el escenario complejo de la vida.
Me atrevo a decir que la intensidad está determinada por el marco social y el momento histórico que da encuadre a las historias.
Todo mundo que haya vivido momentos parecidos sabe que a la edad en que los muchos Chochis (8, 9, 10 años) despiertan con estas experiencias tan cruciales y determinantes en sus vidas se comienzan a vivir experiencias en cantidades nunca soñadas.
Es como si de pronto se abrieran todas las puertas para que se encuentre todo ese mundo excitante y maravilloso de los adultos.
Complejo, misterioso, apabullante,
En mi caso las cosas se sucedían de manera que me llevaban a vivirlas sin razonar, motivado por el impulso antes que por la razón.
En mi descargo diré que difícilmente a los 9 años se pueda razonar.
Las semanas que estuve con mi tío Tito en el camión me mostraron un mundo del que ya nunca escaparía: El mundo de los grandes.
Las cosas me sucedían de manera espontánea.
Yo no las buscaba.
Simplemente sucedían.
Las cuento más bien de manera sintética y no abundo en detalles para que cada lector aporte lo suyo, su imaginación, para que el relato se enriquezca.
Por ejemplo conté que la única experiencia con un chico de mi edad o cercano, fue con mi iniciador físico porque todas las posteriores fueron con adultos.
Trato de contar lo que mis ojos de 9 años veían, con todas las sensaciones y las emociones de quien descubría todo lo nuevo.
Lo del gringo Rafael es tal y como lo cuento.
De verdad era enorme, más grande que todo lo que había visto, tocado y probado hasta ese momento.
De verdad cada vez que eyaculaba, lo hacía de manera abundante y podía sentirse el latido de su sexo cuando regaba mi interior con su simiente.
Desde las vacaciones de invierno que pasé con mi tío Tito en el camión, en el mes de julio hasta finales del mes de octubre conocí cuatro miembros diferentes.
Cada dueño lo usaba de manera incomparable.
Tenian una textura y un sabor no comparable.
Salvo mi tío Tito que me hacía ver estrellas las primeras veces por su tamaño y porque fue el primer adulto que me penetró, los otros tres, mi hermano, el Jacinto y el gringo Rafael me hicieron sentir tanto placer, hicieron que me gustara tanto, que desde ese momento estuve atento a descubrir y aceptar las ocasiones que se me presentaron.
No solo fue el tener en mis manos y en mi boca sus miembros sino que era sentir su piel, su cuerpo cubriendo al mío, poseyéndome y enseñándome los secretos para encontrar placer en cada gesto, en cada acción.
Hablando de acción.
Cuando el zapatero se fue, me quedé un rato más en la laguna.
Estaba maravillado de lo ocurrido esa siesta.
Primero lo acontecido con el Jacinto.
Yo no sabía que se había distanciado de la novia y esa era la razón de sus urgencias que me facilitaron todo.
Todavia siento sobre mis glúteos la caricia de su pelvis cuando se cobró la apuesta.
La suavidad de su piel y el cosquilleo de los pelos de su pelvis, el roce de su glande húmedo y resbaloso entre mis glúteos y la sensación de su penetración alojándose totalmente en mi cuerpo están siempre presentes.
La aparición después del cuidador de la finca fue la culminación de una siesta inolvidable.
Lamento no contar con un léxico que me permita describir lo que sentí cuando lo vi desnudo en el borde de la laguna.
No era un adonis.
Era un hombre grande, quizá 1,80 mts de estatura para un cuerpo formado por el trabajo cotidiano.
Piernas gruesas, vientre plano, torax ancho, brazos musculosos, cola pequeña y todo cubierto de abundante pelo castaño.
Ya hablé de la parte importante que sobresalía y que me había dejado una sensación de vacío en mi recto.
Mientras ne tocaba la zona recordaba: “¿Vas a venir mañana?”
No pude cumplir mi promesa de volver al día siguiente.
No recuerdo la razón.
Sí lo hice el domingo siguiente, unos cuatro días después.
Mis hermanos no quisieron llevarme con ellos y los otros chicos a jugar futbol a otro barrio y quedé solo y aburrido.
Me acordé de la laguna y hacia allí me fui.
En la laguna no había nadie así es que bordeándola pasé y seguí camino a la casa del gringo.
Bajo la galería de la casona estaba sentado el gringo Rafael.
Cuando me vio se sonrió.
Miró para ver que no hubiese nadie más cerca y me hizo señas para que entrara a la casa.
-¿Viniste solo, nene?.
-Sí…
-¿Venis por esto? – dijo tocándose el paquete.
Yo asentí.
De inmediato se quitó el pantalón y el calzoncillo – Vení.
Vamos al dormitorio.
Mientras caminaba delante se quitó la camisa y entonces pude apreciar su cuerpo desde atrás.
Espalda ancha, cola pequeña y piernas gruesas, muy peludo todo.
En el dormitorio, se tendió en la cama.
Me dijo que me desnudara y subiera a la cama.
Separó sus piernas y yo me ubiqué entre ellas y me apropié de sus genitales.
Los acaricié, besé, lamí, chupe todo lo que pude hasta que el miembro se endureció creciendo largo y ancho.
-¿Te gusta, nene?.
-Sí…
-¿Lo queres en el potito?.
-Bueno…
-Sentate arriba mío y ponete la cabecita en el upite y dejalo que entre despacito.
Me abri de piernas de espaldas a él y sobre su cuerpo.
Cuando me senté me pinceló el culito con el flujo lubricante que le brotaba del pene, Puso sus manos en mis caderas y me acercaba a su cuerpo.
La cabezota entró de golpe, completa y me provocó un dolor tan agudo y fuerte que me hizo caer de bruces hacia sus pies.
Él me sostuvo evitando que el miembro se saliese.
El gringo se sentó en la cama y me levantó de mis brazos dejándome después tendido sobre su panza peluda.
Poco a poco el dolor remitió y comenzó un meneo suave sin sacar el pene y sin querer meter más.
-¿Qué pasó, nene? Ya me olvido tu culito…
-Me dolió un montón…
-¿No queres mi pitito? ¿Queres que te la saque? Tenés adentro solo la cabecita, bicho…
Negué con mi cabeza.
El gringo se volvió de costado y quedamos en cucharita.
Me acariciaba todo.
Un rato después tomó mi pierna desde el tobillo y me hizo recogerla, montándola sobre su pierna.
Asi, en esa posición inició el meneo delicioso que me dilató y permitió que de a poco el miembro entrara hasta sus dos terceras partes.
-Mete tu mano por delante y tocate el potito y mi pichulita – No vi como estaba pero me impresionó sentir que casi había entrado todo ese enorme tripón del gringo – Tratá de tocarme los huevos con la manito – Al querer hacerlo como que yo mismo hice presión y pujé haciendo que todo el miembro entrara en mi.
Sentí los pelos pegados a mis nalgas.
Entonces el gringo se montó sobre mi y comenzó a cabalgarme de una manera que me obligaba a morder la sabana.
Cada empujon en mis entrañas me dejaba sin aire.
No se detuvo hasta vaciarse en mi recto.
Nunca voy a olvidar el latido violento del miembro mientras eyaculaba.
Tras la última contracción volvió a ponernos de cucharita.
-¿Te gustó?
-Sí…
-Todavia tengo la chota dura pero no quiero lastimar al único culito que se aguanta todo mi pedacito.
Mañana venite a la siesta y nos echamos otro polvito.
¿Vas a venir?.
-A la siesta sí…
-No te olvides porque si no tu culito parece que después me desconoce,,,
-No.
Mañana vuelvo
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