LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO VII (A VUELO DE PAJARO)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alejandrogusta.
LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO… A VUELO DE PAJARO VII
Todos sabemos porque necesariamente hemos atravesado esa etapa inevitable de la vida en la que vamos descubriendo el mundo de los más grandes, que las experiencias se suceden sin solución de continuidad y vienen unas tras otras.
Sobre todo en los barrios en donde no existen tantas inhibiciones sociales prontamente aparecen candidatos para darte hasta donde vos quieras.
luego de que comienza el boca a boca.
Los adultos casados censuran pero cuando te tienen a tiro te bajan la caña como cualquier hijo de vecino y son los que mas saben andar el caminito de tierra todo a condición de que no digas nada.
Uno de esos casos fue el del zapatero del barrio que tenía un hermano policía y otro colectivero.
Cuando lo vi esa tarde en la laguna me quedó la idea fija de hacerle una visita al taller de calzados.
El taller estaba en una piecita chica a la entrada de un conventillo (vecindad) en la que vivian muchas familias de laburantes y tenia puerta hacia la calle y otra hacia el interior.
Cuando llegue al tallercito de Manuel, este estaba solo lidiando con unas botas que erreglaba
-Eh, Chochi tanto tiempo ¿Qué andás haciendo a esta hora de la siesta?.
preguntó
-Nada.
Estoy aburrido.
No se qué hacer…
-Andate a la laguna…
-Ahora no hay nadie…
-Si me esperas un rato, termino esta bota y como no hay mas trabajo, vamos los dos ¿Te parece?
-Sí, dije eufórico
-Pero mirá si lo que vos querés es ver lo que te mostré el otro día no hace falta que vayamos.
Te lo enseño aquí y hasta lo podes probar si querés
Sin decir mas se corrió a un lado el delantal de cuero que tenia puesto y sacó de su pantalón tremenda tripa oscurita que dejó colgando a la espera que yo la tocara.
Con un gesto me animó y yo la agarré.
Suave y tibia.
Se sentía pesadita.
Quise sacarla más pero no me dejó.
Yo quería tocarle los huevos pero me dijo que no porque era muy larga y si venia alguien no la podría guardar sin delatarse…
-Dale unos besitos en la cabecita Chochi…
La besé y traté de meterme la cabeza en la boca pero no pude…
-Mirá Chochi.
Los días domingo en la mañana no va nadie a la laguna, si la queres mamar y que te la de por el upite nos encontremos ahí.
Aquí viene mucha gente a cada rato y no se puede…
En ese momento apareció el hermano policía, el papá del Omarcito A , al que Jacinto ya había inaugurado…
-Eh Chochi ¿Qué andás haciendo a esta hora de la siesta?.
-Hola don Omar, lo buscaba al Omarcito…
-Ya se fueron todos a entrenar con el Grillo allá detrás del molino harinero…
-Ah, bueno.
Me voy…
-Ya sabes Chochi, trae todo el domingo y te lo arreglo.
-Bueno.
Gracias…
Salí corriendo.
El padre del Omarcito A me hacia sentir que sabia todo con solo mirarme.
No se si estaba obsesionado pero a veces lo veía acariciarse el paquete que se le notaba con el uniforma puesto y parecía que ahi había mucho.
Mientras iba camino del molino recordaba al Grillo, un hombre alto, morocho, peludo, de ojos saltones que se bañaba con nosotros en el canal del molino y siempre lo hacia desnudo y con el pedazo duro.
No dejaba pasar la oportunidad de tocar alguna cola.
Lo hacia como jugando.
El canal, en la parte que nos bañábamos estaba rodeado de un gran cañaveral que nos tapaba de miradas indiscretas.
Cuando llegué al lugar solo estaba el Grillo, el Omarcito G, el Payito, el Omarcito A y yo que llegaba.
Todos estaban jugando en el agua.
El Grillo había inventado un juego de preguntas y el que no respondía bien pagaba una prenda.
En ese momento la prenda era dejarse pincelar el culito con la chota peluda del Grillo.
Habia que ponerse en posición de sapito al borde del canal y allí te pincelaba.
Me incorporé al juego y contesté bien.
Le tocó al Payito y perdió.
Se puso en posición y el Grillo se acercó, le miró el upite y se dio cuenta que ya no era virgen.
Vi cuando se escupió la mano, le pincelo la puertita, ubicó bien la cabeza y empujo.
Por lo menos la mitad entró.
Antes de que el Payito gritara o que los demás se dieran cuenta, lo abrazo y se metió con él al agua.
Los otros no se dieron cuenta.
En el agua lo soltó y siguió el juego.
Esta vez perdió el Omarcito G y cuando el Grillo lo puso en posición vio que todavía esta sanito
-Huy papito, un virguito para papá.
Ya era hora.
Despues de un rato se puso aburrido y el juego terminó.
Me quedé con las ganas de equivocarme.
Con el Payito y el Omarcito A nos venimos para el barrio.
El grillo dijo que el Omarcito G le tocaba ayudarlo a ordenar la cancha y se quedó con él.
Al Omarcito G no lo vimos por varios días.
Incluso el Grillo desapareció para siempre del barrio y según contaban, lo buscaba la policía.
Según cuentan en el barrio, lo había lastimado mucho al Omarcito G y tuvieron que ponerle puntos en el culito.
Un día sábado de mañana el hermano del zapatero que se llamaba Mariano y era colectivero me pidió que le vaya a comprar cigarrillos.
Mariano vivía solo en una de las piezas del conventillo que daban o tenían puerta directa a la calle.
Era soltero, alto como sus hermanos y como pude comprobar cuando vine con el mandado, era repeludo.
Cansado de su jornada de trabajo se había acostado sobre al acolchado de su camita vestido con solo un calzoncillo de esos que parecía un paracaídas: celestes, con dos botones en la pretina o cintura y la bragueta libre además de ser amplios de pernera.
Estaba con las piernas y los brazos abiertos y roncaba.
Como la ocasión hace al ladrón aproveche y me puse a mirar todo.
No la pieza no.
Miraba a Mariano por todos los rincones de su anatomía.
Las piernas gruesas y peludísimas.
Por una pernera del calzoncillo se podía apreciar un hermoso, gordo, peludo y colgante par de huevos que pedían a gritos una caricia.
Como seguía dormido y roncando a pata suelta tendí mi mano y entre abrí la bragueta.
Una selva de pelos y el nacimiento de lo que luego veria un hermoso ejemplar de pene.
Parece una cuestión de herencia familiar.
Con mucho cuidado lo fui sacando y lo dejé acostado hacia la derecha.
Cabeza perfecta de prepucio suelto, lisa, suave y con una boquita bastante grande.
La morocha era bien venuda y aunque dormida se anunciaba “obesa” pero una obesidad mórbida jeje.
Me quedé sentado admirando esa obra de arte de la naturaleza hasta que no aguante más y me acerque, la acaricié y como no hubo reacción de Mariano, me lo metí en la boca y chupe, chupé hasta que se estiro a mas no poder.
Me di cuenta que la puerta no estaba cerrada bien y le puse traba y volvi a la carga.
Era un pedazo muy parecido al del gringo Rafael sin llegar a ser tan grande.
No me di cuenta, en mi entusiasmo por mamar, cuando Mariano dejó de roncar y se había despertado.
Tenia los brazos detrás de la cabeza y me miraba…
-¿Te gusta putito?
-Si…
-¿Por el culito también?.
-Si…
-Bueno dale, ponete en bolas y segui chupando que hoy vas a comer para toda la semana
Mariano me hizo de todo y me hizo hacerle de todo.
Fue al primer hombre que le chupe el culito.
Me acabó tres veces y las tres veces lo hizo empujándome todo su ser en mi ano.
Me hizo sentir bien y cada momento fue placentero.
Lo mismo ocurrió al otro dia en la laguna con el zapatero Manuel.
Mi madre que pija larga.
Mañana les cuento
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