LU, LUCK, LUCKY, LUCA… (Parte 1: Neonato)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LucaDanielle.
Luca, nombrado así hace 17 años en el nacimiento mío, reconocido por quien sería uno de mis más pasionales amantes, Lu por los mequetrefes, Luck y Lucky de sugar baby haciendo honor a mi dicha y a mi fortuna futura, Lucas de los ciegos y de los sordos indigentes, incapaces de reconocer mi nombre, pero siempre Luca ante él, siempre Luca ante Esteban.
Mi nombre de pila ha de ser Luca D.
Ambos jóvenes decidieron tenerme, usar su pronta felicidad para complementar el linaje continuo de su apellido; del resto de mi familia e incluso de ellos no vale la pena hacer mucha mención en el resto del párrafo.
Crecí entre arte y literatura, por ende mis intereses partieron siempre del lado de los mismos y como se puede notar he desarrollado un conveniente conocimiento de letras y escritura aficionada.
A mis 17 años y a partir de los 11 mi vida ha sido íntimamente…curiosa en cuestión sexual.
Descubierta mi homosexualidad desde los 10 manteniendola oculta hasta los 15, creciendo como gay pasivo completo, varonil en lo que cabe, blanco puritano, 1.
59 de estatura y un peso menor a ella, siempre he sido un manjar para aquél que pueda soportarlo.
Mi primo Ulises, el grande y semiadulto hombre del clero de la familia se tornó como mi desafortunado primer roce sexual a la prematura edad de los 11 años, iniciando una pandemia en mi interior, un desastre cronológico que se iniciaría cuando él me sentara en el comedor de su solitaria cabaña en Sevilla…
-Tus padres no tardan, seguramente, aunque a lo mejor te encuentras hambriento.
-Dijo el perverso depredador.
-No es así, pasamos a comer antes de venir.
Mamá no tenía ni idea de que mi tía no se encontraría aquí.
-Salió por unas horas.
¿Seguro que no tienes hambre? –Ofreciendo una barra de chocolate de calidad muy alta, de mis favoritos vicios hasta hoy en día, junto a los de menta y yerbabuena las gomas de mascar.
El chocolate no es comida, es un placer delicioso- Tomando la barra de mis pequeñas manos, cortando sólo un cuadro oscuro, lamiendo lengua afuera cada centímetro de él.
Ulises miraba mi boca, mis pequeños labios empapados en saliva virgen, en el jugo inocente próximo a su hombría unos días en el futuro.
-Conozco placeres mayores al cacao…
-Me gusta la goma de mascar.
-Respondí.
-Uno mayor a ella.
Luca, ¿en tu colegio ya te han hablado de sexo?
-Lo han hecho algunas veces, hay clases para ello.
-Mi nerviosismo solamente incitaba al depredador.
-Son buenos maestros entonces, yo igual seré maestro de niños como tú, sé mucho sobre niños, sé que deben de jugar mucho para divertirse.
También te conozco muy bien, sé varias cosas de ti, como que te gusta jugar a los vaqueros.
-Me gusta.
-Pobre niño tonto…
-Los vaqueros van en sus caballos, puedo ser tu caballo.
Vamos, para de tu silla, siéntate en mis piernas para que me cabalgues.
Entienda el lector la inocencia de un pequeño puro, muy inocente, ignorante al mundo y a los perversos.
Parándome, pasando por la mesa y temblando completo, me senté en sus piernas de forma poco común, pasando mi pierna izquierda a un lado y quedando frente a él, con sus dos muslos debajo de mi virginal cadera, más estrecha incluso que la de una mujer.
Ulises, mayor que yo en cada aspecto físico sólo colocó una de sus manos en mi espalda baja, sin tocar demasiado mi virginidad.
Comenzó a mover mi cuerpo con su pierna amoldada a mi ingle, haciendo el efecto de cabalgata mientras ambas miradas se cruzaban en el auge de la vaquería.
-Hermoso Luca…primo, se dice que la experiencia es más real cerrando los ojos, o mejor, con una venda en ellos.
-Ulises no sé qué pasa…
-Sólo sigue jugando.
-Dijo aquel hombre mientras tomaba su grueso cinto y amarraba mi cara de tal forma que mi vista era negro y nada más.
Acto seguido su mano libre, con malicia externa, coloca su dedo medio en mi boca, con el movimiento de cabalgata restaurado y con su mano en mi cintura bajando poco a poco, hasta sentir sus dedos en mi virginal ano de niño.
La cabalgata aumentaba de intensidad con cada segundo, el cuero del cinto en mi mirada ardía en prematura pasión infantil y las manos de mi familiar apretaban con cruel fortaleza cada agujero correspondiente.
Yo, mordiendo el dedo medio de su mano, me fundía en éxtasis en su más puro estado, el primer orgasmo, el más débil y el más sencillo de provocar.
Los minutos pasaron, no más de 10 cuando mis padres arrivaron y nuestros juegos cesaron con su llegada.
Obviamente durante los días siguientes no dejé de pensar en lo sucedido, en el placentero cabalgaje de mi cuerpo sobre sus piernas, recordando su prominente bulto alzando vista y provocando que mi joven culo topara contra él, excitado y notable al tacto de mi retaguardia.
Días después, con mi primer teléfono móvil que mis padres me obsequiaron, terminé contactando a aquel primo, platicando entre muchas cosas de lo sucedido.
Llegamos a un punto en el que me decía que estaba hermoso, que era muy bonito, que le gustó jugar, pero nunca me dijo que aquello eran sólo premisas de sus bajos deseos sexuales, solamente alababa mi cuerpo, nunca me dijo el porqué de sus juegos.
Llegadas las vacaciones, me quedé en su casa a dormir, y con sus tíos en otra habitación, Ulises y yo en la nuestra mensajeabamos a pesar de la casi inexistente distancia entre nosotros:
U: Te ves muy hermoso ahí acostado, cada curva de tu joven cuerpo reluciendo ante la espalda de tu posición.
Cabe mencionar que hacía calor así que en mi cama al otro lado del cuarto estaba sin alguna cobija, acostado boca abajo con celular en mano y mirada suya en la silueta de mi cintura.
U: ¿Alguna vez te la han chupado? ¿O la has chupado? Seguro que te gustaría, en especial la segunda.
L: Nunca me ha nacido el deseo de hacerlo…
U: Lo tienes dentro, lo sé, ven a mi cama, hay espacio.
Parándome casi desnudo, sólo con ropa interior de un niño, caminé hasta llegar a su calor, acostándome dándole la espalda, sin soltar el celular.
U: ¿Por qué no volteas? Háblame bebé.
L: …
U: Voltea, dame un beso…
Primo mío, con sus 21 años y su gran cuerpo robusto.
Luca, de estrecha cintura y delgado cuerpo con 10 años menos.
Volteo observo el lujurioso toque de su pupila en mi ser físico, abrazando mi cintura con ambas manos, ambos con sólo ropa interior por el conveniente calor, el depredador besa a su presa con una falsa ternura, muy convincente para un inocente cervatillo virgen.
Su lengua recorriendo la mía, alcanzando lo más profundo de mi garganta, engullendo mis labios enteros ante mis ojos cerrados, salpicando su experimentada saliva al morder cada uno de los extremos de mi boca con tal brutalidad que duele pero se disfruta.
-Luca hermoso, bebé precioso, mi niño…¿Quieres ser mi novio?
-Sí quiero…-He sellado mi sentencia.
Esa noche no ocurrió nada mas que su constante respiración en mis pómulos, sus dientes en contacto con mis orejas y mis pezones rosados obteniendo mis gemidos como respuesta, tan suaves como el contacto de sus grandes manos sobre mi virginal trasero toda la noche.
A la mañana siguiente me encontraba en igualdad de condiciones, ligero de ropa casi al máximo a excepción de lo ya descrito, acostado, leyendo y exponiendo mi culo al aire.
Parecía que había dejado de ser un niño (pobre bebé estúpido) y creía ser todo un hombre con ahora una pareja que me podía tomar cuando lo deseara.
No tardó mucho para que mi primo aún sin vestir me viera al entrar en la habitación y deseara mi cuerpo aún más que la noche anterior.
Su palma contra mi nalga sonó inmediatamente, azotando mi culo y estrenándose como la primera vez que alguien me daba una nalgada.
Rápidamente se encimo sobre mi espalda, esparciendo su pene erecto por toda mi línea anal, aplastando mi débil cuerpo con su peso al hablarme tan cercanamente al oído.
-No deberías exhibirte de esa forma, no sabes lo que a un hombre le provocas, un niño puro y virgen como tú ofreciendo semejante manjar al deseo humano.
-Lamiendo mi oreja, arañando mi pecho por debajo de nuestros cuerpos…delicioso.
– Eres el único hombre que me ha tocado, el único de verdad.
-Así debe seguir siendo, mi niño hermoso.
– Dos besos en el cuello, dos en la espalda, uno solo en mis labios, exilio para mi libro en mano.
– Eres hermoso, mi bello nene hermoso.
-Dos besos a mi nuca, tres besos a mis manos.
-Y yo soy tu hombre, tu primer y único hombre.
-Dos mordidas a mi oreja, un chupete a mi cuello, una sola caricia a mis genitales.
Entienda lector que la inocencia no es innata para el infante conforme va creciendo, y durante aquellos momentos me sentí como el hombre más experimentado de entre los ninfómanos del infierno.
-Hermoso mío, hazme gozar bebé, demuestra tu amor a tu masculina pareja, a tu hombre, a tu macho.
Entrega lo que es mío, goza al igual que yo bajo el yugo de mis anchas.
-Pasionales sus mordiscos a mis labios, dos besos en la mejilla, un azote en los muslos, su mano tirando de mi cabellera.
Podía sentirlo, saber que su gran anatomía encimaba la desnudez por sobre la mía, sus manos tomando mis muñecas en pose de esclavo, sosteniendo mi vulnerabilidad por encima de mi cabeza.
Su letal filo de la lengua de plata recorriendo los lóbulos oreja por oreja, mordiendo cada uno en un sempiterno placer.
La respiración de mi hombre manteniendo húmedo con saliva fugitiva y cálido aliento sobre mi chupetón.
Sus piernas envolviendo mis blancos huesos con sus gruesos tobillos.
Y un recorrer de su virilidad sobre mi virginidad, acatando el roce por encima de las telas separadoras de nuestro pecado, del mástil de los olímpicos del placer, deseo de cuyos besos que desearía poseer dentro de mí, como abeja portadora de néctar y portadora de gloria al fin.
Pero algo me inquieta, el recorrer de su lengua sobre las curvaturas de mi espalda, produciendo cierto placer culminando mi cadera que presto contorsiona al húmedo camino del éxtasis de su apéndice, catador de vírgenes de su gusto.
Baja lento y paciente por mi arco, extremadamente paciente de llegar al fruto de mi inocencia, tesoro, caverna exclusiva para mi hombre viril.
Detiene tal martirio al restar sólo un segundo para llegar a la silueta de mi entrega, sólo para tomar cada nalga con cada mano y morder mi infantil calzón de niño hasta romperlo y dejar expuesta mi virginidad.
El calor es un martirio peor, inunda la piel de mis costillas, embebe cada poro de mi zona anal, caliente y deseosa de su carnal amigo, ansiosa por conocer aquél pecado del incesto (palabra no conocida por mí en ese entonces) y aquella acción de estupro.
Sediento de néctar de hombre, de néctar vital, de lo que en ocasiones Luca veía en pornografía durante sus pajas amateur.
Necesitaba ser penetrado.
Necesitaba ser poseído.
-Quiero que te pares, en el piso, no en mi cama.
-Ordenó mi viril dueño, mi pareja de ese tiempo.
Así lo hice, con la parte trasera de mi única prenda desgarrada me puse de pie, tan excitado, tan condenado…
-Has todo lo que ordene y lo disfrutarás.
Será como la otra vez, será como jugar.
Te gustan mucho los juegos, ¿no es así bebé?-Las caricias de sus manos irradiaban a mis mejillas seguridad que no podía mas que dar afirmativas.
Lo pidió y obedecí, el pecho mío besando la fría pared al arrinconarme contra ella como niño castigado, levantando ambos brazos mientras daba la espalda a mi amante y miraba los pérfidos muros de frente, escuchando cada uno de los eternos pasos de Ulises hacia mí, hacia su presa preferida.
Tomando un cinto, ata mis muñecas a mi espalda con gran fortaleza y crueldad que no reconozco al dulce hombre que me sedujo hace una noche.
-Amor, me duelen las manos, sé más lindo.
-Pequeño, no te pedí que hablaras, creo que no me estás obedeciendo y eso me enoja demasiado.
Recuerda que no sólo soy tu novio sino que también tu macho y tu maestro y como tal siempre debe haber un castigo en caso de una falta de respeto.
-No debí hablar…
Cada una de mis palabras se vieron castigadas al doble, diciendo ocho me vino un castigo de dieciséis en consecuencia.
El modo de represión de Ulises era muy común, algunos azotes como efecto de mi desobediencia verbal.
Su mano se estiró por el aire de cálida lujuria, tomando fuerza y azotando cada glúteo de mi estrecho culo, ocho veces cada uno.
-¡Ulises! ¡Me duele demasiado, para! Esto no me gusta.
-¿Qué podía hacer más que gritar con las manos atadas en cuero?
-Te portaste mal, eres malo, mereces un castigo.
Grito tras grito de mi garganta fueron ahogando las lágrimas pasajeras por las comisuras de mi boca, y como un vino de la dicha, mis gritos se transformaron en placenteros gemidos de ramera, en el canto de un nínfula cuyo orgasmo no tardaría en llegar como chorros polares y calientes…pero ese momento no llegó.
El castigo de mi hombre cesó y mi placer por igual.
-Te dolió, chiquito, pero lo gozaste.
-No…-Mentiría si terminaba esa oración.
-Así quiero que te portes cuando estoy contigo, calladito, obediente, juguetón.
-Mis manos.
-La atadura continuaba apresando la temperatura de mis venas, pero eso igual lo gozaba, lo disfrutaba como esclavo, sin embargo nunca se lo dije.
-Seguirán tus esposas ahí, no puedes quitarlas, pero yo si que puedo quitar esto.
Sus manos, predecibles diablillos aterrizaron en los bordes de mi rasgada ropa íntima para bajarla y revelar mi inocencia postrada ante él, tan débil, tan joven.
Quitó por completo la prenda y la llevó a su olfato.
-¡Ohhh! No hay delicia más bella que la pureza, ni olor más sagrado que la inocencia por robarle a una zorra neonata.
El placer de mi cuerpo existía en lo más oscuro de mi alma, la crueldad de mi primo me excitaba a tal grado que había tenido una erección dolorosa, presente ante tal hombre que me robaría todo rastro de infancia.
Había pasión, sentía placer, no lo quería admitir y mi cabeza baja lo delataba.
Ver a Ulises oliendo mi ropa íntima, olfateando mi inocencia; verme tan vulnerable ante él, con mi cabeza de mirada a la loseta y de maniatado con el cuero de un animal semental.
Sólo había una frase en mi cabeza: “Quiero más…”
-Mi niño, ponte de rodillas.
-Por ende obedecí.
-Quiero que uses la boca solamente, has visto pornografía al respecto, ¿no? No eres tan inocente como lo presumías, eres una zorra, una puta hambrienta de un hombre que te trate como lo que eres: una puta.
Ahora, quiero que actúes como tu naturaleza lo indica, que comas que lo deseas, que por tu boquita quepa mi miembro como una paleta.
Es otro juego, te gustan los juegos.
Aún tenía su bóxer puesto correctamente, mas la grandeza de la virilidad de mi macho relucía tras perversa berrera de tela.
Enorme pieza de oro, gigante ante mi percepción onceañera, no muy grande ante mi ahora percepción propia de Luca, remarcando el contorno de su alteza, húmeda incluso tras la odiosa prenda, pero al fin y al cabo deliciosa.
Obedecí, mis labios, mis pequeños dientes usados en tan barbarie, en un acto tan pecaminoso capaz de manchar el terciopelo más puro con una suciedad penetrante.
Con mi boca logré bajar su prenda y logré por supuesto, que su exquisita virilidad golpeara mis vista y desprendiera el olor de los dioses del sexo y del purgatorio.
Mi cara diminuta bañada de su presemen de semi-adulto, embebido en la fragancia que hasta hoy día recuerdo y que me es tan conocida como el nombre de mis amantes, una escena digna del orgasmo de los titanes cubiertos de testosterona divina.
No pude más que mirar tal monstruo proveedor de gemidos en los niños de sus presas, y como una bestia asustada no pude más que morder la carnada que se me ofrecía.
-¡Maldito idiota!.
-La bofetada no se hizo esperar, mucho menos la patada en mi pecho que me hizo caer.
– Puta zorra cualquiera, ni siquiera sabes cómo dar placer a tu amo, eres una inútil, una ramera buena para nada, pero si abriste tu puta boca lo suficiente para morderla seguramente podrás tragarla toda.
Mi hombre, mi odiado hombre corrió hasta su decaído juguete y haciendo uso de una perversa maniobra logró abrir mi boca con ambas manos, llenas de mis lágrimas y marinadas en sus leperadas al aire.
Acto seguido colocó su enorme pene en mi estrecha boca, abriéndola como pudo, lastimando mi mandíbula, pero, ¿Qué le importaría? Por fin le estaba proporcionando el calor de mi garganta a su hombría.
Era la primer intimidad en profanar mi boca, a pesar de mis gritos de dolor me gustaba ser suyo, me gustaba la esencia de su pene y en mi nariz la testosterona liberada de tal acto cruel.
Su verga llegaba a acariciar mi úvula induciendo mi vómito no venidero, su líquido preseminal se presentaba con mis papilas gustativas en un manjar salado, mi virginidad oral estaba perdida, pero nunca sería suficiente.
La efimeridad del tiempo fue relativa, su pene cruzando por mis labios en un sube y baja de su amplia cadera para follarme la boca de tal forma que nunca volvería a hablar cuando no me lo pidieran, una tras otra y tras otra y tras otra follada de mi habla no cansarían a mi nuevo macho, mi primer macho al que debía aprender a complacer.
Se sentó en la cama y me obligó seguirlo de rodillas, inclinando mi cabeza hacia su intimidad, olfateando el olor a hombre real, lamiendo cada testículo de su mástil dispuesto a partir mi culo por la mitad cuando tuviera la oportunidad.
Mis mamadas pasaron a ser uno con su pene, siendo yo ahora quien se follaba la boca voluntariamente con el vaivén de mi cabellera frente a su robusto abdomen.
No miento, lo gozaba, y Ulises sólo demostraba con cada gemido que había elegido bien a ramera.
Ponía su gran mano por sobre mi nuca y apretando mis sienes bajaba mi cabeza con tal de que tragara su miembro viril entero, de que produjera en él un placer exclusivo de los prostitutos burgueses o de los niños vírgenes, y aquél bastardo afortunado se cogía a una mezcla de ambos (Suplico al lector paciencia para lo de la prostitución).
No existe agotamiento suficiente para aquél primitivo varón en obras del sexo, sin embargo existe la eyaculación, lo que mermaría la intensidad de las folladas orales para mi personas, pero inundaría mi cavidad con el bien visto en pornografía “semen”, líquido blanco, líquido caliente y de sabor picante en su caso, con una mezcla de dulzor por igual.
-Ahhh…traga tu leche, bebito, es tu alimento, el alimento de las zorras y el néctar de las rameras.
– Mas tarde lo supe, tenía razón, no era mi alimento pero sí que era mi néctar predilecto, el néctar de lo viril, el jugo de mi promiscuidad.
Así lo hice, tragué hasta la última gota.
Tomando mi frágil cuerpo, el hombre me lanza a su cama, cayendo boca arriba y obviamente aún con las manos en mi retaguardia.
Termina encima de mí, comienza con besar pasionalmente mi cuello al son de mis murmullos de placer, suaves, como de puta.
Su afilada lengua recorre el sendero de mis gemidos afinados: mi cuello mallugado por los chupetes, mis labios sangrados por sus mordiscos, mis pecho con las marcas de sus garras, mis rojas mejillas como vestigio de sus bofetadas, mi cabello despeinado a causa de sus tirones, mis ojos hinchado por llorar de dolor y placer, mi miembro infantil erecto y sufriendo deseoso de ser estimulado, mi lengua con aún el fantasma de su semen en ella, mis nalgas ardientes del dolor de sus azotes, mi pegajoso rostro en donde su presemen cayó, mi ano caliente y desesperado de ser abierto, de ser dervirgado por su hombría…decidme si no soy suyo ahora.
Conforme llega a mis tetillas, las succiona una por una, liberando uno de mis más escandalosos gritos de éxtasis, dejando mis pezones rojos cuando fueron rozados, acariciando y pellizcando mis virginales tetillas de niño, bajando su lengua por mi abdomen y pasando por mi joven miembro, evitando cruelmente su estímulo correcto.
Llegada la hora en que hiciera contacto con mi ano, pide que me pare nuevamente y así lo hago (Luca, buen chico, Luca), colocándome en el medio de la habitación, con las piernas semiabiertas para él, para mi dueño.
-Te estás portando muy bien, amorcito, eso me gusta, igual me gusta mucho nuestro juego, por eso te voy a recompensar.
-Sus palabras eran cercanas a mi oído, se ecnotraba justo detrás de mí, sintiendo mi virginidad abrazar su virilidad, ansiosos ambos de conocerse.
Comenzó a mover su pene por sobre mi culo, lo rozaba, lo acariciaba eróticamente…me volvía loco con tanto martirio, placer inalcanzable.
Su melifluo gemido masculino en mi oído solamente prendía a mi culo aún más, quería ser suyo completamente, o incluso de cualquier otro miembro viril…
-Tengo otro juguete, hermoso…
Los sonidos de sus vibraciones eran fatales para mi membrana, sabía lo que era, y tenía tantas ganas de que me consolaran…
Cuando me di cuenta lamía entero un pene negro de gran tamaño, más grande que el de mi caballero pedestre, lo chupaba y lo disfrutaba de tal forma que cuando mi dueño lo retiró de mis labios deseaba más, deseaba sentirlo nuevamente, aunque el porvenir era más placentero.
Hizo lo mismo con aquel juguete que lo que hizo con su miembro, lo colocó entre mi virginidad y encendió la vibración.
¡Dios sabe cuánto placer existe en el infierno! Puedo declarar que mi sentimiento de lujuria era tan mayor a ese fuego dominante del averno, que mis caderas se contraían y las sacaba con mayor seducimiento para mi hombre y para su juguete, moviendo mi fruto del pecado en círculos, en tamburetes, en un baile erótico, digno de la vista de aquella majestuosidad de virilidad y de testosterona.
No duró mucho, para mi desgracia, al separar el consolador de mis nalgas sentí una necesidad de contacto con un hombre…que fue llenada con el contacto de una lengua en mi ano, una sorpresa de Ulises “el viril” para Luca “el virgen”.
Mi amante se hincó en la loseta para tener acceso a mi virginidad encarnada, a mi agujero productor de placer.
-Tu culito es delicioso bebé, es el más bello que me he comido, el más redondo y el más tiernito que he lamido.
Nunca me cansaría de esto.
-Yo tampoco, maldito, yo tampoco.
Acerca de las proporciones de mi culo puedo decir que soy muy delgado, por lo que es pequeño, sin embargo formado y respingón, digno de una ramera.
Mis gemidos aumentaban con cada roce de su lengua sobre mi ano, su barba recién rasurada picaba las paredes de mis nalgas ocasionando un curioso placer semejante a las cosquillas pero sin llegar a ser molesto, sino que me provocaba desear más y más y más, pasaría el resto de su vida otorgando placer a mi virginidad, preparando algo que nunca llegaría.
En medio de su beso negro trataba de introducir sus dedos uno por uno, sin embargo me engañó y lo que trató de introducir fue aquél endemoniado dildo, a lo que respingué y provoqué la ira de mi dueño.
-Ohhh Luca, no has entendido aún.
-El tono de su voz cruzaba de lo fúnebre a lo tétrico.
-No quiero lastimarte, pero me obligas, así lo pides, así lo haré, porque a veces las zorras como tú piden cosas a sus dueños, y ahora me suplicas que te arranque la piel con golpes de mi cuero, y así obedeceré, porque yo si sé obedecer, sé seguir las reglas del juego, y alguien debe enseñarte cómo hacerlo…
Sus cintos…sus clásicos cintos…
Tomando otra correa de cuero ata mi boca y ata mis ojos como la última vez, me deja aún más indefenso de lo que me encontré al inicio…no sabría decir quién lo disfrutaba más.
Usando su fuerza en los insultos, me convenció de pararme nuevamente en el medio de la recámara, aguardando la navaja que cortaría mi carne lentamente.
El crujir de su látigo de cuero en el aire resonó por la habitación entera, preparado para atacar como serpiente a punto de golpear la madriguera de su presa, así lo hizo; el cinto de su mano se lanzó hacia mi culo rápidamente, retirándose en la mitad de su tiempo sobre mi glúteo, pero dejando una marca escarlata tras su visita y arrancando un auténtico grito desgarrador de mi parte, traspasando el cinto, un grito no instantáneo, sino duradero por varios segundos después del primer golpe, lanzando mi cabeza hacia atrás por el dolor y cayendo de rodillas ante semejante castigo digno de una perra hambrienta de sumisión y de masculinidad dentro de sus entrañas.
Lloraba amargamente, sí, no resistiría un golpe más, no podría, y eso que aún no había sido penetrado.
-Pobre y socio juguete roto-Noté a mi castigador frente a su esclavo arrodillado- que no puedes complacer las voluntades de tu dueño…y falta lo peor.
Tomando mi cabello con una de sus manos y jalándolo hacia atrás mientras con la otra bajaba el cinto de mi boca, pero no el de mis ojos, dejando mi garganta a su merced, en donde no tardó en escupirle directamente, provocando mis nauseabundo quejido y otra de sus bofetadas.
Comenzó a masturbarse, lo sabía por las ondas de sus movimientos, pero sobre todo por lo que vino después.
Al correrse por segunda vez en la mañana, llenó mi torso, mi rostro y cabello de su picante y dulce néctar, esparciendo grandes cantidades sobre mi cuerpo de niñato hasta hace poco inocente y puro, pero aún virgen, casi por completo
-Qué imagen tan más bella frente a mí, una perra, mi perra personal bañada de mi leche de pies a cabeza, y no he acabado con tu boca.
Lo hizo, la lluvia dorada comenzó a caer sobre mis labios; debo admitir que es de las prácticas sexuales que no disfruto para nada, no es de mi agrado, pero el que Ulises lo haya hecho terminó por humillarme hasta la cúspide del camino de la promiscuidad, esas gotas calientes de orina llenaban cada hueco de mis dudas acerca de mi posición como sumiso y de mi profesión como ramera.
Sabía que faltaba aún me desvirgamiento, sin embargo un curioso milagro salvó a mis entrañas de ser profanadas con tan perverso hombre.
El cinto de Ulises volvió a sonar en el aire dispuesto a castigar mi ninfomanía y mi desobediencia ante mi amo, pero los gritos lejanos de mi tía detuvieron la mano castigadora de mi primo, obligándolo a desatarme, a besar mi mano, a vestirse, y a culparme de haber orinado la cama y el piso de la habitación entera, sin mencionar el hedor a sexo y a semen.
Ingenua la tía mía, creyente de tales blasfemias y severas con sus reprensiones por ser un “mal sobrino”.
Me fui de esa casa , aseado, maldito, condenado…
Días después volví a ella junto con mis padres; fue cuando nos sentamos en la mesa a cenar los 5 juntos, como familia…Ulises obviamente se sentó a mi lado y durante toda la cena no paraba de tocar mi pierna, mi bulto, incluso se las arregló para acariciar mi espalda baja en algún momento, hasta que terminando los platillos fuimos a su cuarto, pero mientras él planeaba terminar lo que iniciamos, yo planeaba terminar otra cosa.
Lo amenacé con contar todo, mostrar los mensajes y algunas fotos eróticas compartidas de ambas partes, me metería en problemas pero él se metería en la cárcel, y así fue como terminó.
No me malinterprete el lector, gocé y disfruté de los momentos con mi primo, la mayoría fueron crueles pero placenteros, pero no puedes presentarle por primera vez el helado a un niño marginado y esperar que coma un solo sabor el resto de su vida.
Ahora que conocía la perversión natural en lo masculino, tenía que seguir descubriéndolo, y fue cuando entré a la secundaria que todo comenzó a subir de intensidad, justamente un año después.
Pero y mientras tanto ese mismo día fui testigo de la despedida de mi primo para conmigo, de su ira y resentimiento como humano, pero tanto él como otros amantes futuros, tuvieron qué decir “adiós Luca, ramera de los burgueses”.
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