Luis, Jacobo y un verano 10 Arriesgando
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alvaro-L-de-H.
El tiempo transcurre para todos muy rápido, también para la gente joven es así.
La impaciencia nos domina queriendo que todo suceda deprisa y cuando ha pasado es como si el tiempo no hubiera existido, lo quemamos con nuestra intranquilidad alborotada.
Así nos sucedía a nosotros, nos aburríamos un rato y habían pasado días.
En uno de esos momentos de hastío y sin saber en qué entretenernos, comenzamos a recorrer las dependencias de la hacienda, habíamos fumado nuestro cigarro disfrutado de las imágenes de chicos que veíamos en las viejas y usadas revistas, de masturbarnos unos a otros, de pasar un buen rato en definitiva, pero nuestra energía y temeridad nos impelía a nuevos retos.
Cuando se sale del patio central, por el arco de acceso trasero, a la izquierda del enorme magnolio, siguiendo la línea de la casa y que arrancaba a unos metros de los enormes sillares de piedra de la esquina, comenzaba un muro de piedra de unos cinco o seis metros de altura.
Sube en inclinación hasta que queda llano y vuelve a iniciar la bajada hasta el suelo, sirve de contención de tierra que por alguna excavación habían hecho, por la otra parte apenas tenía la altura de dos metros.
Las piedras estaban manchadas de un fuerte color ocre más suave en los laterales.
A finales de Septiembre o primeros de Octubre, cuando recogían la uva colocaban el molino que trituraría los racimos en este lugar, así como la centrifugadora que disparaba los residuos con gran fuerza estrellándolos contra el muro.
Ahí nos habíamos encaramado, haciendo equilibrios, extendiendo nuestros brazos como si fuéramos aviones o molinos y voláramos, corríamos uno detrás de otro cada vez más rápido y al llega al final de muro y recorrer sus treinta metros, dábamos la vuelta y hacíamos el camino contrario.
Fue como una aparición ver surgir al abuelo de la sombra del patio y quedarse de pie, mirando hacia el horizonte más allá de donde nos encontrábamos, creo que le vimos a la vez porque así fue como aterrizamos al saltar por la parte más baja del muro.
Asomamos las cabezas para ver como se dirigía hacia la ranchera de Rufo que llegaba en ese momento conducida por Julio.
Hablaron un momento, el abuelo apuntó con su bastón hacia el muro donde nos escondíamos y Rufo asentía a lo que él le indicaba.
Luego Rufo hablaba con Julio que movía su cabeza dando su conformidad a lo que le transmitía su tío.
El abuelo volvió sobre sus pasos y se metió de nuevo en el patio, un suspiro de alivio se nos escapó a los tres, no nos había visto subidos sobre el muro.
Bajamos para encontrarnos con Julio y después de los saludos, le pedimos que nos acompañara en la piscina, pero no acepto.
-Mañana tengo que recogeros por orden del señor y llevaros a la monta que habrá antes del mediodía.
– nos asombró el que el abuelo nos buscara entretenimientos y más siendo de ese tipo cuando no le gustaba que lo presenciáramos, o por lo menos así era antes.
Quedamos con Julio en que vendría a por nosotros sobre las diez de la mañana, hablamos un poco más intentando indagar las causas del cambio de ideas en el abuelo, el pobre Julio no las sabía, si el abuelo no le dirigía la palabra.
Nos volvimos para marchar y habíamos dado unos pasos.
-Por cierto, vuestro abuelo os vio subidos en el muro, ha ordenado a mi tío que le ponga una valla de seguridad.
–esperaríamos la reprimenda del abuelo que tarde o temprano llegaría, cuando menos lo esperásemos.
Al día siguiente esperamos la llegada de Julio, teníamos que ir a una hacienda cercana donde estaba la yegua a la que montaría el caballo semental que Bruno utilizaba en el paseo.
Emprendimos el viaje y a Bruno le entregó otro caballo, cuando llegamos a la hacienda fuimos directamente al vallado donde trotaba retozando la pareja de animales que tenían que copular.
Nos apoyamos sobre el último tronco y luego Jacobo y yo nos subimos para estar sentados.
Algunos hombres alejados de nosotros hablaban entre ellos y con Rufo.
-No parece que la yegua vaya a colaborar, quiere jugar y cansará al macho.
– Julio nos iba asesorando sobre lo que sucedía detrás del vallado, el hermoso ejemplar de yegua corría despacio de un lugar a otro llevando a su lado al semental, a veces aumentaba la velocidad como queriendo que el macho se la supiera ganar.
Transcurrieron los minutos sin que el cortejo avanzara, Rufó llamó al semental y este no le atendía prendido como estaba ante el celo de la hembra, se colocó en medio del terreno y ayudado por otro de los hombres que lo espantaba pudo colocarle las riendas, el otro hombre pasó una soga por su cabeza hasta el cuello y ya lo tenían sujeto.
Atraer a la hembra fue fácil, ella misma se acercó hasta el macho que relinchaba en una clara llamada sexual, la sujetaron también y ahora no podría escapar de la corte que aún quedaba por hacer.
Comenzó a patear nerviosa.
-Tranquila, mora bonita.
–Rufo acariciaba el cuello del animal dándole suaves palmadas.
El bruto semental comenzó a elevar el labio enseñando los dientes y llevado por los que le guiaban olía a la hembra, cuando lo hizo al lado del rabo relincho un par de veces, la yegua estaba inquieta pero movía su rabo y eso excitaba al semental logrando que su pene comenzara a aparecer saliendo de su funda, golpeaba con su pecho a la hembra y ella continuaba resistiéndose hasta que cedió y se mantuvo quieta, entregada ya a su apetito sexual esperando la monta, afincando sus patas sobre el terreno y poder soportar el peso del macho que la iba a preñar.
La verga del percherón había crecido hasta casi rozar el suelo, mostraba un pene flojo de metro y medio de largo, negro con alguna mancha blanca, uno de los hombres movió la cola de la yegua y el macho volvió a relinchar abriendo los ojos como si fueran a salirse de sus órbitas, cogió impulso y elevo sus cuartos delanteros montando a la hembra, su verga se puso en un instante rígida y dura, apretaba pero no acertaba en la vagina y se doblaba la verga.
Rufo la cogió en su mano y la llevó hasta la vulva, el semental introdujo la verga de un empujón de sus patas traseras, se movió varias veces entrando y saliendo un poco y se puso rígido agitando la cola arriba y abajo, su eyaculación era inminente.
Algo le debió de suceder a la hembra y se movió haciendo que la verga saliera frustrando la monta, la verga del caballo rígida aún, dura y fiera, escupía el esperma a chorros que caían en regueros al suelo levantando nubes de polvo.
El garañón se quedó tranquilo, e igual que su verga se le empinó en segundos, también se le encogió en el mismo tiempo.
Hilos de esperma resbalaban desde la vulva de la yegua hasta los cascos de sus pezuñas y el suelo.
Había sido muy corto el tiempo de la cópula pero electrizante y soberbio el apareamiento de las bestias.
-Es una pena, después de tanto esfuerzo no habrá conseguido preñarla.
–nos giramos hacia Julio que había hablado, estaba un poco doblado sobre sí y con su mano sobre la entrepierna.
-Puedes ir tú y ayudarle en su labor, la hembra ya está dispuesta.
–Jacobo volvía a avergonzar a Julio con sus comentarios, más aún cuando éste vio como me indicaba el bulto de su entrepierna.
Bruno no habló pero soltó una pequeña colleja a su hermano.
-¡Por favor! ¡Por favor! Jacobo, deja ya a Julio.
–sujeté la mano de mi primo para llevarle conmigo.
-Es solamente una broma, yo mismo me he excitado viendo a los brutos follando.
–se desprendió de mi y avanzó hasta el lugar donde estaba atada su yegua.
-Gracias Luis, se que era una broma de tu primo.
–al fin me había hablado, y para darme las gracias, con ese timbre de voz tan varonil, ronca y profunda que me hechizaba.
Pero no hubo más, tampoco me ayudó a subir a lomos de Laila.
El viaje de vuelta lo hicimos despacio, no había prisas, yo pensaba en el motivo por que el abuelo había querido que viéramos la monta, realmente no llegaba a adivinarlo.
También pensaba en Julio, mi cabeza se había enfriado y ahora podía razonar, ver las cosas como eran aunque no me gustaran.
Primero: Julio no me iba a decir que me quería, porque así era, yo sí que le quería él, creo que le amaba, nunca había sentido lo mismo por otro chico.
Él simplemente me follaba, como mi primo Bruno, los dos eran iguales.
Segundo: No tenía derecho alguno a molestarme porque le gustaran las chicas, por que anduviera con ellas y casualmente llegara a follarlas.
Me entró una gran tristeza y congoja, esa era la verdad pura y dura y así debía aceptarlo, hablaría con él, le pediría perdón por exigirle lo que no me pertenecía, no podía dejar que nuestra amistad sufriera por mi posición intransigente.
Solamente el viento fue testigo de mi dolor, de las lágrimas que me resbalaban, él, al azotarme en el rostro me las secaba dejándome áspera y tirante la piel de la cara.
A la noche hablé con mis primos sobre lo que los tres pensábamos, la motivación de que nos hubieran llevado a ver la unión sexual de los animales.
Ninguno lo imaginábamos.
Tuvimos que esperar hasta el día siguiente, durante el desayuno, para saber los motivos que tuvo el abuelo para enviarnos a ver el espectáculo de la monta, muy pocas palabras le bastaron para que aprendiéramos la lección, o eso suponía él.
Estaba comiendo mi tostada cuando golpeó en el suelo con su bastón para llamar nuestra atención.
-¿Qué visteis ayer? -sabíamos a lo que se refería y Bruno le contestó.
-A mi garañón montando a una yegua abuelo, dice Julio que igual no quedó preñada.
-¿Y no os sugiere nada lo que habéis visto? -debíamos estar ciegos según él y volvió a golpear dos veces en el suelo con su bastón, estaba irritado.
La abuela le miraba perpleja.
Guardábamos silencio sin lleva la comida a la boca.
-Lo que visteis fue un macho y una hembra, un caballo y una yegua, lo que es natural, un hombre y una mujer.
Solo espero que hayáis aprendido algo.
–un viejo miliar enseña así las cosas, él no contemplaba los casos extraños, fenómenos que tenía cerca, el perdiguero oliendo el culo de rizos, sus intentos de montarle, que según Julio conseguía, aunque los dos eran perros.
No habló una palabra más, ahora nosotros debíamos pensar en lo que nos quería transmitir, entendimos el mensaje y pensamos mucho sobre él, varios días, donde muy a nuestro pesar, olvidamos nuestros juegos sexuales, pero los impulsos a esa edad son muy fuertes y la única duda que teníamos era el cómo nuestro abuelo sabía lo que, más o menos, hacíamos, no por otro motivo que el de evitar repetir los errores que hubiéramos cometido.
Nos fuimos olvidando de la lección de nuestro abuelo, continuaba pensando en hablar con Julio y dejar las cosas aclaradas y decirle que no iba a acosarle nunca más.
-Jacobo, esta noche tienes que guardarme las espaldas, quiero hablar con Julio y dejarlo todo como siempre debió estar.
Tengo que renunciar a seguir persiguiéndole, a exigirle lo que no me va dar.
–mi primo me observó pensativo, no debió encontrar una respuesta adecuada que me pudiera orientar.
-Si tú crees que vas a estar mejor y más tranquilo hazlo rápido.
Esa noche esperamos a que todo quedara en silencio, estábamos los tres en nuestra habitación, a Bruno le había parecido bien mi decisión y él tenía más conocimiento que nosotros de lo que Julio sentía, me confirmaba así que ahora iba por el buen camino sin decírmelo.
Llegue sigilosamente hasta la ventana de la habitación de Julio, antes esperé unos segundos mirando las habitaciones del abuelo sin abandonar el patio, pero todo estaba oscuro.
La noche estaba en silencio, solo se escuchaba el canto de algún grillo que no había encontrado pareja a pesar de su esfuerzo en buscar el apareo con sus cantos, y el ladrido esporádico de algún perro.
Tuve que tocar varias veces el cristal para que la contraventana se abriera, una tenue luz iluminaba la figura de Julio desnudo, solo llevaba un bóxer puesto, abrió un poco la ventana.
-¿Qué haces aquí? –asomó la cabeza para mirar a ambos lados de la casa y hacia el arco que llevaba al patio.
-Tenemos que hablar, quiero hablar contigo Julio, ábreme la puerta por favor.
-Esto es muy peligroso.
–a pesar de todo se dirigió a la puerta de su habitación y yo me escurrí hasta la de la casa, abrió y me cogió del hombro para hacerme pasar rápido.
-Estás loco, después de lo que del otro día, tu abuelo nos vigila Luis.
–como respuesta me abracé a su cuerpo desnudo.
-Lo sabemos pero necesitaba verte, pedirte disculpas por ser así.
–me apartó cogiéndome del brazo para llevarme a su habitación.
Al entrar su olor concentrado en el pequeño recinto me llenó, el deseo afloraba a mi piel, había ido para hablar y ya deseaba que me poseyera.
-Bien que tienes que decirme.
–se sentó sobre la cama y aunque no me ofreció un lugar me senté a su lado.
-Se que te he estado persiguiendo, molestando.
No volverá a suceder, no te pediré que me digas que me quieres, no me molestaré porque vayas con las muchachas del pueblo, eres libre, por mi no habrá más problemas pero quiero que sigamos siendo amigos, como antes, solo eso.
Había sujetado su mano dura del trabajo, con la mía delicada y fina, de piel casi transparente donde se veían las azules venas y se la acaricié sosteniéndola en el aire.
-Lo siento Luis, tú eres estupendo pero lo que quieres no puede ser, no debe.
–su voz sonaba dolida y pasé mi brazo por su cintura abrazándole.
-Ahora lo sé.
–apoyé mi cabeza sobre su pecho, ¡qué bien olía! Querría estar así siempre, acaricié con mi mano izquierda su abdomen y la dejé caer en su regazo.
-Me atraes Luis, sexualmente tú me llamas pero no llego a más.
–sentía palpitar su pene bajo mi mano, quería cogerlo pero temía asustarlo.
-Tómame Julio, hazme tuyo sin compromisos.
–elevé la cabeza dejando mi boca a milímetros de la suya, su respiración salía caliente, su mirada le delataba, me deseaba, su verga no dejaba de crecer, empujaba mi mano.
No se decidía y avancé hasta que uní nuestros labios.
Sus brazos me rodearon para apretarme contra él, sus labios se abrieron para acoger los míos y su lengua empujó para meterse invasora en mi boca.
-Me calientas Luis, de verdad te deseo.
–no paraba de besarme la cara, el cuello.
Retiré mi camisa para que nuestros pechos entraran en contacto y poder frotar mi piel con la suya, ya no podíamos detenernos ninguno de los dos, la pasión nos cegaba, el deseo era irrefrenable, poderoso y ciego.
Cerré mi mano sobre el animal que tenía entre las piernas, lo sentía vivo, enorme y a través de la tela me llegaba el calor y la humedad de sus esencias derramadas, perdidas sin llegar a mi boca.
Me deslicé para arrodillarme ante él, tiré de la prenda que encerraba su polla, el dulce salió buscando mi boca, lo miré admirándome de su tamaño y vigor y Julio, una vez liberado del bóxer abrió las piernas como una invitación, acaricié sus vellos con mis manos pasándolas por sus muslos mientras acercaba mi cara a la verga, el olor profundo a macho era un afrodisiaco para mí.
-Chúpala ya, lo necesito.
–me hablaba en susurros, suaves pero sonando a una orden, y el capullo encapsulado entro en mi boca, sujeté sus huevos con mi mano mientras metía hasta el fondo su polla.
Resbalaba por mi garganta muy suave, su glande alargado resultaba perfecto para entran sin dañarme, hasta que mi barbilla quedó pegada al abundante vello de su pubis, aguanté lo que pude mientras Julio la sacaba un poco y volvía a empujar para meterla, cuando necesité respirar la saqué y volví a repetir.
Elevé la vista para mirarle a los ojos, buscando su aprobación a la mamada que le estaba dando.
-Sííííííííí.
¡Qué gusto! ¡Qué bien lo haces! Sigue, sigue.
–continué manteniendo mi visa en sus ojos mientras aspiraba de su verga, la lamía por fuera, luego de su glande despegado del pellejo, rodeándolo con mis labios y golpeándolo en mi lengua.
Veía todo el placer que le daba y como su abdomen temblaba.
Fui preparando mi culo con una mano, Julio solo se sujetaba a la ropa de cama moviendo su cadera cuando quería un frotamiento mayor de su polla en mi boca.
La calentura abrasaba mi pene y mi culo quería lo que también deseaba mi boca.
-Fóllame ya, métela en mi culo.
–se puso de pie y luego me levantó, tenía doloridas las rodillas, termino de desnudarme, de sacar mis pantalones y calzoncillo por mis pies y me tiró sobre la cama, no sabía como deseaba cogerme.
Decidí tumbarme de espaldas, recogí mis pies con las rodillas sobre mis hombros y llevé mis manos a mi culo para acariciarlo y metí mis dedos.
Julio me empujo de las nalgas para colocarme en mitad de la cama, se colocó sobre mí y fui yo el que sujeté su enorme verga para dirigirla a la entrada de mi culo.
Recordé a Rufo cuando sujetó la verga del semental para llevarlo a la vulva de la hembra.
Me estremecí de placer, era enorme la semejanza, ahora yo hacía el papel de hembra para el macho semental que era Julio.
Sentí su entrada en mi recto, primero pasando los anillos de mi ano y luego ya resbalando suave y precisa hasta el fondo.
-Despacio Julio, quiero sentirte.
–deseaba que su verga estuviera en mi culo una hora, la noche entera, ser su mujer, su hembra, su puta durante horas ya que otra cosa no podía ser para él.
Jadeaba de placer con sus metidas profundas, el sentirle entrar y salir, los temblores de mi ano, su correr deslizándose en mi vientre, le abrazaba besándole con pasión evitando que se moviera para no corrernos, para aguantar nuestro orgasmo hasta que convulsioné en un orgasmo sin derramarme, entonces sin esperar a que me recuperara del éxtasis placentero que me atenazaba comenzó a entrar y salir con velocidad de mi cuerpo.
Empecé a gritar mordiendo mi puño para ahogar mis gritos, nos llegó a los dos el orgasmo que él deseaba y comenzó a eyacular y llenarme de su semen, el mío regó mi vientre.
No hubo palabras de amor, un te quiero, mucho menos un te amo, todo se redujo a sexo.
Esa noche tomó posesión de mí tres veces, me utilizó en todas las posturas que se le encapricharon, me colocaba en la posición que deseaba para utilizar mi culo o mi boca.
Me gozó, me entregue como nunca había hecho y me hizo gozar también.
Continuará?
Suele pasar eso q para uno es sexo y para el otro algo más