Luis, Jacobo y un verano 15 Jacobo se disfraza de putita
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alvaro-L-de-H.
La semana fue muy corta y divertida hasta que nuestros padres volvieron el viernes.
Mamá explico que había estado muy atareada ayudada por la tía, preparando la habitación que ocuparía Julio.
Aquí no me consultaron para nada si deseaba compartir mi habitación con él, tendría la suya propia, algo parecido a lo que tenían mis primos, las casa eran gemelas aunque algo diferentes y en la plata superior, solamente ocupada por mí, había lugar de sobra.
Hablaban de regresar antes para ocuparse de comprar la ropa que Julio iba a necesitar, al final decidieron que tendrían el tiempo suficiente antes de que empezaran las clases, se mantenía el programa y nos quedaríamos esa semana en la hacienda.
Nos habíamos acercado en dos ocasiones al pueblo, una de ellas pudimos ver a Eduardo que no se acercó a nosotros, solo realizó un saludo con la mano en señal de reconocimiento.
Aunque estábamos a alguna distancia no podía dejar de fijarme en el gran bulto que tenía en su pantalón, hablarían de la polla de Julio, yo pensaba que lo que Eduardo escondía tenía que ser impresionante, no sé qué parte de su aparato reproductor sería, pero todo ello abultaba apetitoso y que daba gusto mirarlo.
Nos habíamos descontrolado viviendo el final de las vacaciones y viendo el regreso inminente.
Algunas noches Julio subía a nuestra planta por la escalera trasera de acceso, no siempre era para follar, algunas veces simplemente jugábamos sin más.
Total, una semana de lo más normal, entretenida y llena de actividades, también ese fin de semana resultó bien y cuando el domingo marcharon nos dispusimos a vivir los últimos días en el campo con los abuelos.
A julio parecía que desde ahora le había cambiado la vida, no trabajaba tanto y le permitían estar más tiempo a nuestro lado, resultaba más formal que nosotros y no alborotaba más que lo imprescindible y cuando estábamos solos, creo que estos últimos días terminamos por cansar a la abuela.
El lunes después de cenar y subir a nuestras habitaciones nos metimos en el baño para lavarnos la boca y estar preparados para cuando Julio subiera, cumpliendo lo que le habíamos pedido.
Bruno y yo entramos y Jacobo pasó de largo, despareció por el pasillo metiéndose en una de las muchas habitaciones que había sin usar, no le prestamos atención y de repente apareció en la puerta de baño.
No pudimos contener la risa ante lo que teníamos delante, se había disfrazado de mujer, lo propio sería decir de puta.
Llevaba una melena larga, negra que parecía de plástico, con los ojos y la boca pintados, todo muy exagerado, con una blusita que le llegaba hasta las corvas del culo, llevaba puesto un suspensorio azul y blanco de tiras por las nalgas, dejando la raja del culo al aire, unas medias hasta medio muslo blancas y zapatos de tacón rojos, para rematar un bolso pequeño con cadena para colgar del hombro de color rosa chicle.
Creía que nos moríamos de la risa, ridículo y extravagante como nunca he visto a nadie disfrazado, me abracé a Bruno y dábamos saltos de locura riendo sin parar.
Jacobo se contoneaba sacando las caderas y agachándose para que se le viera bien el culo.
Resultaba un esperpento insuperable, por fin nos fuimos calmando y volviendo a reír por sus gestos obscenos sujetándose el paquete y dando vueltas al bolso en el aire.
-¿De dónde has sacado eso? -Jacobo en lugar de contestar salió y se dirigió a nuestra habitación haciendo sonar los zapatos sobre la madera del pasillo al pisar como toda una modelo en la pasarela.
Le seguimos ente risas que no podíamos contener hasta caer rendidos sobre la cama sujetando nuestro vientre.
-¡Chicos!, ¡chicos! Ya sé lo que vamos a hacer.
–Bruno se levantó de repente dirigiéndose a su hermano.
-Ocúltate hasta que suba Julio y cuando esté con nosotros tú apareces.
–debió de parecerle una buena idea y corrió para desaparecer y ocultarse.
Nos quedamos solos Bruno y yo, aún nos salía la risa alguna vez, aunque queríamos ponernos serios no podíamos.
Esperamos impacientes la llegada de Julio que ya nos parecía, impacientes como estábamos, que tardaba demasiado.
Cuando Julio entró no me pude contener y comencé a reír, Julio me miró desconcertado y Bruno apretaba la mandíbula para controlarse.
-¿Qué os sucede? ¿Tengo monos en la cara? -Bruno tampoco pudo aguantar, íbamos a estropear la aparición de Jacobo que apareció detrás de Julio, este al ver que mirábamos detrás de él se volvió, y en serio que se asustó al ver a mi primo en una pose de puta haciendo la calle.
Después de un rato de reír los cuatro, porque Jacobo tampoco podía aguantar mirándonos a nosotros, nos fuimos calmando hasta que mi primo se levantó de la cama donde estábamos todos y se puso a bailar, volvieron las risas más o menos sofocadas pero todos atentos a los movimientos de su cuerpo.
De alguna forma pude ver que a los dos hombrecitos, aparte de hacerles gracia el baile y las poses de la putita en que se había convertido Jacobo, les excitaba.
Yo de verdad obnubilaba viendo que las tonterías que Jacobo hacia pudiera poner calientes a los dos chicos.
Cuando se inclinaba enseñando su trasero y cruzando las piernas ellos se agarraban la verga por encima del pantalón, me confundía ver sus reacciones cuando yo no sentía nada, salvo lo satírico de su representación que sí me hacía reír.
¿Tan distintos éramos?
Durante un rato siguió la comedia y Jacobo se animaba con los aplausos que le ofrecíamos en sus movimientos más exagerados y atrevidos, la cosa fue decayendo y cuando Jacobo tiró de las manos de Julio y Bruno para que bailaran con él todo terminó, resultaban unos patanes y zafios a su lado.
Le arrastraron para caer en un revoltijo sobre mí.
Estábamos resultando excesivamente escandalosos y nuestros abuelos, aunque no tenían sus habitaciones debajo de nosotros, podrían escuchar nuestros gritos, la mejor forma de acallarlos era sujetando a mi primo Bruno que estaba a mi lado y comenzar a besarle en los labios.
Me siguió el juego y él y yo, haciendo pareja, comenzamos a acariciarnos.
-Hoy me follaría a una putita si la tuviera.
-me hablaba excitado mordiendo mi oreja.
-Tendrás que conformarte con tu primo…, o con la puta de tu hermano.
–pero esta estaba siendo utilizada por Julio que la besaba sin cesar pasando la pintura de los labios de Jacobo a los suyos.
-Tú también estas muy rico.
–jadeaba follando mi pierna mientras mordía mi cuello.
-Jacobo me ha calentado y voy a usar tu culito para descargar lo que llevo aguantando primito.
–como respuesta llevé mi mano a su entrepierna, su polla estaba a reventar de dura.
Nos desnudamos a toda prisa, me tendí dándole la espalda para que me la metiera ya, también yo deseaba una verga, algo que calmara el ardor de mi culo.
Abrí las piernas y elevé las nalgas, subí la cabeza, quería ver el espectáculo de Julio cogiendo a la putita de mi primo.
Julio se había desnudado mientras Jacobo llevaba puestos hasta los rojos zapatos de alto tacón, la visión resultaba erótica de verdad y Bruno se retrasaba en metérmela viendo lo que sucedía delante de nuestros ojos.
Sin quitarle una sola prenda de su disfraz, solamente le faltaba el bolso color chicle, Julio le tenía ensartada media polla e iba dando palmadas en las desnudas nalgas de mi primito que sonaban estrepitosas en el aire de la habitación.
Jacobo gemía con cada golpe que recibía enterrando su cara en la cama.
Sentí la boca de Bruno en mi ano y desee que fuera un bruto y me tratara como Julio a Jacobo, sus planes eran distintos en este momento.
-Tienes el coño muy cerrado putita.
–Julio trataba a mi primo como si fuera una chica.
-Te voy a regalar un hijo, te lo mereces por zorra.
–las palabras de Julio excitaban a mi primo Bruno que dejó de chuparme el culo para darme un tremendo azote y meterme de golpe su pene.
Tuve que dejar de mirarles para sentir en plenitud el entrar y salir de la verga de Bruno, metí mi cara ente las sábanas y comencé a gemir como una chica al igual que lo hacía Jacobo.
Nos estaban partiendo el culo y los dos lo disfrutábamos como locos, sin temor a que nuestros gemidos y gritos fueran escuchados.
-Dame, dame toda tu leche, métela más, dame fuerte.
–conseguía decir Jacobo entre gritos de placer moviendo a los lados su culo.
Fueron unos minutos de excitación máxima donde los chicos daban lo mejor de sí mismos para darnos placer con sus manos y sobre todo con sus vergas.
Bruno comenzó a temblar y pensé que ya se iba peo se recostó en mi espalda y descansó unos segundos para volver enseguida a darme su garrote, suspirando hasta que no pudo más y comenzó a vaciar sus huevos, estaba tan nervioso que la verga se salió de mi culo y parte de su esperma lo tiró en mi espalda, luego cayó rendido sobre mí.
-Métela otra vez Bruno para que me corra.
–volvió a enterrármela, ya sin tanta fuerza y era yo el me follaba moviendo mi culo en redondo mientras me masturbaba, hasta terminar encorvando la espalda y expulsando de nuevo su polla, solo sollozaba y gemía del placer que sentía sacando el semen de mis testículos.
Escuchaba los gemidos de Jacobo y los bramidos de Julio mientras se corrían pero no podía levantar la cabeza para mirarles, la hundía entre la ropa vencido por el peso de mi primo sobre mí espalda, cuando pude mirar vi el suspensorio de Jacobo muy mojado y húmedo, se había corrido sin quitárselo.
Nos duchamos los cuatro entre risas, gozando mientras observábamos a Jacobo quitarse las medias blancas como si fuera una chica, colocando el pie sobre la taza del váter mientras cuidadosamente las recogía.
Nos sorprendió con lo que nos pedía sentado en el suelo de la bañera, mirando nuestras flácidas vergas desde abajo.
-Me gustaría que me mearais los cuatro, que me bañarais con vuestra orina.
–los chicos no se lo tomaron en serio, o no era el momento propicio, se rieron mirándose entre ellos y salieron de la bañera.
Permanecíamos tumbados sobre la cama, pensando en nuestra loca aventura con alguna risotada que se escapaba a veces de las gargantas de los mayores.
-Estabas muy guapa hermanita, no pensaba que te sentara tan bien la ropa de chica.
–Bruno le hablaba abrazando el pecho de su hermano.
Pensábamos diferente, a ellos les había gustado Jacobo con su disfraz, a mi me había parecido…, gracioso sí, y ridículo.
Igual que Bruno abrazaba a Jacobo, Julio lo hacía conmigo, la fiesta no había terminado, después del descanso volvían las ganas.
-Tengo aún mucha carga en mis huevos, ¿por qué no vamos a mi casa y te la doy a solas? -Julio quería probar ahora mi culo y no dejaba de besarme el cuello acariciando mi vientre.
Lo pensé un momento, aún no era tarde.
Miré a mis primos abrazados entre ellos, enredando sus piernas mientras sonaban sus besos.
-Venga vamos.
–Nos colocamos los pantalones y las camisas, sin ropa interior, di un cachete en el culo de Jacobo.
-Vuelvo enseguida.
–y salimos al largo pasillo tirando Julio de mi mano.
Bajamos las escaleras, ya no teníamos cuidado de no hacer ruido, nuestra confianza no tenía límites.
Salimos al patio silencioso y poblado de alargadas sombras, el cielo estaba estrellado, sin una nube y la luna llena asomaba por los tejados alumbrándolo todo con sus rayos plateados.
Nuestras sombras juguetonas y muy largas escapaban de nuestras pisadas, no fuimos por los soportales como otras veces, al abrigo del alero, jugábamos inconscientes con las sombras de nuestros cuerpos que nos huían sin remedio hasta que la oscuridad del arco trasero del patio nos envolvió.
Presentí que no estábamos solos, en la oscuridad del arco sentía latente la presencia de otro ser que se reveló repentinamente.
-¡Miserable! ¡Hijo del pecado! -Julio adelantó dos pasos al recibir el primer golpe en su cuerpo, después del primero los golpes se sucedían implacables, certeros, intentaba escapar y salió al otro lado del muro.
La sobra se reveló cuando la luz de la luna iluminó el rostro enfurecido de mi abuelo confirmando lo que ya sabía, elevaba sin parar su duro bastón sujetándolo por la base, utilizando el lebrel de plata del mango como destructor martillo.
Julio rodeaba su cabeza con los brazos en un intento vano de esquivar los golpes, simplemente un movimiento de su mano hubiera sido suficiente para derribar al anciano, pero aceptaba el castigo sin responder, solo intentando protegerse como acto reflejo.
-¡Canalla! ¿Esta es tu respuesta al perdón que se te ha dado? -el abuelo parecía loco, todo sucedía muy rápido, Julio cayó al suelo y se hizo un ovillo, los golpes no cesaban.
-¡Abuelo, déjale, la culpa es mía! –comencé a gritar poniéndome delante del cuerpo tendido de Julio, el abuelo me empujó y caí al suelo, seguía golpeando, le iba a matar, me arrastré y cubrí el cuerpo de Julio con el mío.
No sentía los primeros golpes aterrado por el miedo, luego sentí la herida del lebrel que hendía mi carne, mordiéndola como si fuera real.
Elevé la cabeza para mirar a mi abuelo, era una sombra negra con la inmensa luna detrás de su cabeza, brillaba extraordinariamente y despidió un rayo de plata que caía sobre mi ojo izquierdo.
Se estrelló sobre mí y solo pude escuchar antes de no sentir nada.
-¡Señor! No, no haga eso señor.
–la voz de Rufo sonaba en mis oídos como el rugido de un torrente sordo de agua desbocada.
Sentía un dolor terrible en mi cabeza, como violentos martillazos que me la fueran a volar por el aire, moví mis manos intentando sujetarla para que se estuviera quieta.
-¡No!, no, tranquilo.
–alguien sujeto mis manos cuando volví a perderme en la nada.
Seguía doliéndome, pero de otra forma, eran pinchazos que iba y venían, cuando abrí los ojos tenía la sonrisa de mamá y sus ojos llorosos delante de mí.
-Pequeño, mi amor.
–me besaba una mano y lloraba sobre ella.
Noté que otra mano aprisionaba mi derecha, con esfuerzo giré los ojos para encontrar a papá.
Aquello se repitió varios días, iba mejorando y ya no me dolía tanto la cabeza, llegaron mis primos Bruno y Jacobo, aún sentía algún mareo y no podía moverme lo que quisiera, mis ojos buscaron entre los rostros que me rodeaban, de mis tíos, mis padres, mis primos y la abuela.
Bruno entendió mi muda pregunta, Bruno era extraordinario, adivinaba lo que pensaba.
-Están bien, no te preocupes.
Ya me levantaba y faltaban unos días para que me dieran el alta en el hospital, tenían que realizarme alguna prueba más, el vendaje de mi cabeza había desparecido, la enfermera sostenía un espejo para que me viera, habían afeitado los pelos de mi ceja izquierda y una minúscula gasa cubría la parte superior.
-Solo te quedará una pequeña cicatriz que cubrirá el pelo de la ceja cuando crezca.
–era una chica joven y parlanchina, sonriente y abierta.
Esa tarde vinieron a verme mis primos y a despedirse, habían retrasado a vuelta a la ciudad pero como yo estaba bien marcharían y allí esperarían mi llegada en unos días.
Julio venía con ellos, los había traído Rufo que no entro a saludarme.
Resultó triste porque Julio solo lloraba, silenciosamente sujetando mi mano hasta que Bruno se lo llevó cogiéndole del hombro, sin pronunciar una palabra, no hacía falta.
Mis padres marcharon con mis tíos y mis primos, me dejaron al cuidado de la abuela los tres días que aún me quedaban de estar allí y volverían a por mí y a por Julio, y aconocer el informe definitivo de los médicos.
Ciertamente ya me encontraba bien y sin la gasa, la minúscula herida, pegada con dos grapas curaba deprisa.
Esos días los pasaba con la abuela que permanecía a mi lado, aunque andaba y me levantaba normal, pasaba conmigo todos los momentos que podía.
Observé sus azules ojos, zafiros preciosos que debieron ser, ahora mustios, cansados y sin brillo, y a pesar de todo ello, muy bellos.
Me leía un libro sobre un niño imposible con su voz melodiosa y suave.
-Abuela, ¿por qué odia el abuelo a Julio? ¿Me lo puedes decir? -me miraba y estaba convencido de que no me veía, sus ojos iban más lejos de mí, buscando los recuerdos perdidos, quizá olvidados.
-No le odia cariño, simplemente no existía para él.
Dieciséis años ha necesitado para admitir, entender, que el pobre niño no tuvo ni tiene culpa alguna.
–se le notaba una gran tristeza y amargura en sus palabras.
Solo tuve que sostener su mano arrugada y esperar a que los recuerdos mansamente fluyeran y los convirtiera en palabras.
Continuará?
Y Eduardo, qué?!?