Luis, Jacobo y un verano 23 Asaf come mi culo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alvaro-L-de-H.
El sábado, Julio solo salió a la calle para acompañar a Bruno al entrenamiento de fútbol, el resto del día lo pasó en su habitación estudiando, tenían un trabajo pendiente que entregar en el colegio.
El domingo a la mañana sucedió lo mismo y cuando bajó a comer, tenía la cara descompuesta y sufría fuertes mareos con dolores de cabeza.
Nos alarmamos y mamá llamó al médico de urgencias y obligó a Julio a meterse en la cama aunque este protestaba sin cesar diciendo que se sentía bien y tenía que seguir preparando su trabajo.
No pudo resistir la insistencia de mamá apoyada por mi padre y terminó envuelto en las blancas sábanas.
Cuando llegó el médico y después de auscultarle y realizarle un detenido examen, determinó que no tenía importancia, una pequeña cefalea por estrés que resultaba fácil de combatir con descanso.
Lo importante era bajar la fiebre y que estuviera relajado.
Ella misma le aplicó una inyección de efecto rápido y recetó unos medicamentos, debía permanecer en reposo unos días hasta que los mareos remitieran e insistió en que no teníamos que preocuparnos.
Aparte le dio instrucciones a mamá y extendió la receta para comprar lo que había prescrito.
Como debía descansar mamá me expulso de su habitación y pasé la tarde con Jacobo y Felipe, Bruno estaba en la misma situación que Julio aunque tenían diferentes trabajos al no compartir el aula.
Julio solo podía tomar líquidos y algo de comer ligero.
Después de cenar subí para ver como se sentía, en ese momento dormitaba por la fiebre y me senté a su lado sin hablarle.
Cuando subió mamá llevaba un vaso de zumo, ayudó a Julio a sentarse para beberlo.
-Cariño es la hora de te ponga el supositorio, como ordenó el doctor: mañana, mediodía y noche, luego puedes descansar y no te molestaremos más.
–volvió a ayudar a Julio a que se pusiera arrodillado, yo sabía muy bien lo era un supositorio, en mi vida mamá me había colocados muchos.
No entendía el que Julio contrajera de esa manera su cuerpo como si tuviera temor y nunca los hubieran usado con él.
Mamá subió su chaqueta de pijama dejando su espalda descubierta.
-Bájate el calzoncillo cariño para que tenga acceso.
–Julio se quedó quieto, respirando con fuerza.
Entonces mamá se dirigió a mí.
-Es mejor que salgas un momento amor, para que Julio esté tranquilo.
–me retiraba del espectáculo que no me quería perder.
-Pero mamá yo he visto el culo a Julio muchas veces.
–mamá le miró sacando ya el pequeño y blanco proyectil de su plateado envoltorio.
-¿No te importa que se quede? -Julio no contestó pero hizo un movimiento de cabeza negando.
-Venga, pues bájatelo.
–Julio tuvo que colocar la cabeza apoyada en la sábana para deslizar con las manos su bóxer, no se lo bajó del todo, lo justo para que la raja entre sus nalgas se viera y asomara la punta de su polla por el elástico de la prenda.
-Ábrete el culito un poco.
-subió sus manos para retirarse sus nalgas y dejar expedito el camino de su anito.
Estaba en la misma posición en la que yo le entregaba a veces mi culo cuando deseaba penetrarme profundamente.
Julio tenía un culo muy bonito, delgado pero redondo, adorable con las sombras que los pelos de proporcionaban marcando sus huequecitos cuando los comprimía, deseable para cualquier macho, yo mismo lo encontraba delicioso.
Seguramente él no sería consciente de ese detalle.
Miré su culito abierto, el rosa oscuro de su ano rodeado de pelos.
Los que lucía en sus lindos melones llegaban hasta rodear su agujerito.
Mamá muy profesional pasó la yema de su dedo por la membrana del ano que se contrajo cerrándose muy fuerte, queriendo defenderse de lo que encontraba extraño.
Apoyó la punta del supositorio, sosteniéndolo sin retirar el envoltorio, sobre su ano y una pequeña cantidad se derritió por el calor de esa zona y volvió a pasar la yema de su dedo con un suave frotamiento para relajarle.
Unos segundos después colocaba el insignificante proyectil y empujó, Julio se estremeció, como si le hubieran metido una polla como la que él me mete.
Cuando lo tuvo dentro separó el dedo pero el culo de Julio lo expulsaba y volvió a apretar manteniendo allí el dedo hasta que creyó oportuno y pensó que el supositorio se había disuelto en el recto del chaval.
Me hacía gracia ver su resistencia como si fuera un tormento lo que le hacía, y sin embargo la punta de su verga asomaba por el elástico más que lo que antes enseñaba, sin querer se estaba poniendo cachondo.
Mamá limpio con un pañuelo de papel el ano de Julio, acaricio el redondo trasero pasando su mano por los pelos y le dio un pequeño y cariñoso azote.
Todo muy normal, yo no tenía acción alguna que objetar, mamá le había tratado como si hubiera sido yo el que ocupara el puesto de Julio.
-Ya estás listo, te has portado como todo un hombrecito, ahora a descansar tranquilo.
–se subió el bóxer y se dejó caer como muerto.
Si hubiera corrido el maratón no se le vería más cansado y satisfecho de que todo hubiera terminado.
Mi madre recogió los papeles en la bandeja y el vaso vacío del zumo y se dirigió a la puerta.
-Vamos Luis, deja a Julio que descanse.
–esperó con la bandeja en la mano mirándome.
-Solo un momento mamá, te prometo que voy a mi habitación en unos minutos.
–nos miraba sonriendo, adorándonos.
-Cinco minutos, nada más.
–sin más se marchó.
Julio seguía boca abajo tumbado, con las manos sujetando su cabeza y el edredón hasta el cuello, me tumbé a su lado, la enfermedad no era contagiosa y tampoco me importaba si lo hubiera sido.
-Venga hombre, no ha sido para tanto, un pequeño objeto que además se disuelve rápido, no te ha roto el culo.
-No es eso, no puedo estudiar y el trabajo es importante, el viernes lo tenemos que exponer.
–quería que habláramos de otra cosa, no de lo que terminaba de suceder.
-Si tú lo dices vale, te creo, pero no me negaras que las caricias de mamá te han excitado, tu verga se salía del bóxer.
–me miró aparentando enfado.
-Ahora entiendo porqué mamá quería que salieras de la habitación.
–entonces se dio cuenta del término que había empleado para referirse a mi madre, quizá contagiado por que yo me refería muchas veces a ella de esa manera.
-Quiero decir que tu madre te conoce lo mal pensado que eres.
–de momento no le respondí, no encontraba que decirle y hable una tontería.
-Igual que te cortas el pelo cada vez que vas a la hacienda, deberías afeitarte los pelitos de la barbilla y el bigote, ¿no crees? -el supositorio debía estar causando su efecto y le espabilaba como cuando la médico le puso la inyección.
Seguramente extrañaría a su tía y le dolería la separación, seguía quejumbroso, sin hablarme aún nada de su viaje, la vez pasada me dijo que Eduardo le había dado recuerdos para mí y muchas más cosas, ahora no deseaba hablar.
-Julio, no me molesta que trates a mamá como si fuera tuya también, seguro que a ella le encantaría y también a papá, aunque no seas suyo y tampoco vayan a adoptarte te quieren igual que a mí.
–me volví hacia él y metí mi mano debajo del edredón para sujetar la suya anudando nuestros dedos.
Me miraba con los ojos muy abiertos, ahora sin síntoma de fiebre en ellos.
-¿Por qué dices lo de adoptar y que no lo van a hacer? -había cometido un error pero continué para que se abriera de alguna manera.
-Tu padre no lo permitiría.
-Yo no tengo padre.
–nos mirábamos sin perder nuestra mirada, sus ojos se iban humedeciendo.
-¿Lo sabes? -me lo preguntaba y él conocía la respuesta, la adivinaba o la intuía en mi mirada.
Salió un hondo sollozo de su pecho y agarró muy fuerte mi mano, la otra la sacó para agarrar la almohada con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
Abracé su espalda sintiendo los estremecimientos de su profunda angustia que agitaba su cuerpo entero.
No sé si había hecho bien en sacar a flote ese profundo dolor que llegaba a las raíces del primer día en que nació.
Lloré con él, a su espalda abrazándolo, sintiendo su dolor que hacía mío.
A pesar de que tenía dos años más que yo, cumpliría diecisiete años en unos días, con pocas fechas de diferencia de Bruno, no dejaba de ser un adolescente, en algunos aspectos un niño con muchas carencias afectivas.
Los cinco minutos que mamá me concedió se convirtieron en horas, falté a mi promesa y cuando dejé de sentirle llorar noté la humedad que mis propias lágrimas habían dejado en la tela de su chaqueta de dormir.
Le entregue un beso en el cuello y marché a mi habitación.
Me preparaba para salir al colegio y cogía mi mochila que papá me ayudó a cargar.
-Pasarlo bien, Julio está mejor y debes dejarle que se levante y vaya estirando piernas.
–le decía a mamá, habían pasado cuatro días y como papá decía Julio necesita levantarse y prepararse para volver a sus labores.
Mamá decidió dejar su trabajo esos cuatro días para atender a Julio, ¿quién mejor que ella? Pero creo que le mimaba más que a mí.
Conmigo siempre era protegerme pero en sentido contrario, para que me hiciera fuerte, con Julio no tenían ese problema, él ya era fuerte de por sí, un hombre que había llegado de repente a nuestras vidas.
Cuando volví a casa a la tarde Julio estaba levantado, estudiando contento pero abrumado porque no tenía tiempo para acabar su trabajo, y no había podido compararlo con el de sus compañeros y contrastarlo.
Se bajó la ropa para que mamá le colocara su último motivo de tormento, no quería entretenerle en su trabajo pero me quedé mirándole un momento.
Después de la noche del domingo no habíamos vuelto a hablar sobre aquello, pero dentro de la timidez del acto le escuché llamarla mamá.
Le estaba dando la cena como si fuera un niño, cucharada a cucharada.
Observaba la escena embobado, la aproximación que se estaba produciendo entre ellos al estar tantas horas juntos y solos, no dejaba de asombrarme y me alegré, por ellos, por mí, por todos.
-Me vas a convertir en una nena con tantos miramientos mamá.
–creo que la chispa de un rayo no nos hubiera dejado más paralizados a los tres, la primera en reaccionar fue ella, limpió los labios de Julio con una servilleta y sin hablar recogió todo para marchar.
-Descansa cariño.
–creo que al pasar le puerta lloraba.
Estábamos en jueves y todo había terminado bien.
-Luis, tienes que marchar a tu clase de ballet, llegarás tarde.
–después de ponerme las mallas debajo del pantalón, aún hacía frío y prefería ir así a tenerme que desnudar en los vestuarios al llegar.
Salía deprisa de mi habitación y por el pasillo venía mamá con Patricia, me dio un vuelco el corazón, ¿qué hacía la pequeña zorra aquí? La puta me saludo con dos besos aunque no nos podíamos ver y las seguí hasta la habitación de Julio.
-Vengo a traerte algunos resultados obtenidos estos días en clase para que los mires.
–Julio le quitó los papeles que llevaba en la mano, y si a mí me había saludado con dos besos, a Julio le abrazó y besó delante de mama.
-Venga cariño marcha ya, vamos a dejar que Patricia ayude a Julio.
–me empujo para hacerme salir y me llevó hasta la puerta para salir al jardín.
Tuve que correr y a pesar de todo no es que fuera tarde, era tardísimo, menos mal que ya llevaba puestas mis mallas.
Me coloqué en la barra horizontal intentando que ni Iván ni Asaf se dieran cuenta de mi llegada, Asaf estaba con un compañero ayudándole a dar un paso pero me estaba mirando.
El tiempo fue transcurriendo y me sentía en tensión, no dejaba de pensar en Patricia a solas con Julio y con el beneplácito de mamá, comenzaron a molestarme algún músculo pero quedaba poco tiempo para terminar.
-Se te ve mal, así no puedes ensayar y has llegado tarde para hacer estiramientos.
– Asaf estaba a mi lado sujetando mi cintura para que elevara mi cuerpo.
Me dejó y se dirigió donde Iván que me miró y continuó con una bailarina a la que atendía.
Estaba a punto de terminar para marchar a casa e Iván llegó a mi lado.
Se puso con las manos en sus caderas para mirarme de arriba abajo, su cuerpo enjuto pero musculoso seguía mis movimientos como bailando al unísono.
-No, no, pequeño vas a hacerte algún daño, ven conmigo, a ver lo que se puede hacer.
–le seguí hasta que paró al lado de Asaf, hablaron sin poder escucharles y me hizo un gesto para que le siguiera.
Entramos en una sala que era de todo para todo, tenían una mesa de despacho pequeña, ocupada toda ella por una enorme pantalla de ordenador, un sofá alargado, camilla con una sábana blanca, estanterías con botellas y frascos de todos los colores, y un armario cerrado, las lámparas eran de techo circulares.
Podía pasar por ser un salón de masajes, sala de estar o despacho, también había alguna silla repartidas en distintos lugares.
Dominaba unos olores muy extraños como las tiendas que venden velas perfumadas e inciensos aunque allí no había velas.
Iván me miró inquisitivo y esbozó una sonrisa para animarme, al menos dulcificaba su cara de gurú, como le nombró Jacobo cuando le vimos por primera vez.
Y era cierto, su cara cetrina, su cuerpo magro, su poco pelo recogido en la nuca y su nariz aguileña le confería una rara apariencia de faquir o gurú indio según mi primo, aunque lo que más sobresalía en él eran sus ojos que ejercían de imanes para atraer las miradas de los demás.
Cogió un vaso y vertió un líquido azulado en él, lo mezcló con agua y me lo alargó.
-Bebe para que te relaje.
–dudé un momento y él lo notó, cambio el tono y su voz sonó acariciadora y grave.
-No es para envenenarte, te sentirás bien.
–cogí el vaso y comencé a beber de él, con prevención al principio, estaba caliente y sin embargo en la boca y garganta se sentía frío, pero su sabor era agradable.
Cuando lo terminé me retiró el vaso de la mano y fuimos hasta el sofá.
Nos sentamos.
-Ahora, tranquilamente, me vas a decir que es lo que te pasa que no puedes danzar ni lanzarte a volar en el aire.
–acudieron en tropel a mi cabeza todos los motivos y causas de mi enfado, no me daba cuenta pero le estaba contando lo que sentía por Patricia, por Julio y que me molestaba verles juntos.
Me sentía adormilado pero vivo y la voz del gurú se convertía en seda en mis oídos, según le iba contando las lágrimas me salían, me sujeto la mano con la suya fuerte y protectora.
-No llores, no hay nadie que merezca tus lágrimas.
–me sentía solo y abandonado, todos esos días tan bonitos pasados con Julio, mientras estaba enfermo, ahora resultaba una mentira que yo me había creado.
Iván era muy tierno, nunca me había percatado de ello y acarició mi cabellera.
-Qué pena que a un niño tan guapo y sensible como tú puedan hacerle daño.
–comencé a llorar de nuevo abrazándome a él.
Entre congoja y sollozo empecé a contarle todo, Julio me gustaba y estaba enamorado de él y que quería sus besos.
Iván me dio un beso en la mejilla y se lo devolvía besando la suya, seguí contando como Julio me follaba cuando quería y me ponía las braguitas para él y aparentaba ser una niña porque le gustaba así.
Una confesión completa que hacía voluntariamente a mi gurú-confesor.
-Deja de llorar bebe, él es un hombre solamente y en el mundo hay muchos, conocerás otros chicos, te has enamorado de su cuerpo joven y de esa verga que tanto te gusta chupar, pero hay otras, no solamente en chicos jóvenes, hay algunos mayores que están mejor, tú no te preocupes.
–todo esto me lo decía sin dejar de besar mi cara llegando hasta el borde de mis labios, parecía cohibido y recatado y no querer llegar a más.
Sí, sin duda no conocía a Iván, a un hombre tan bondadoso.
-Vamos a relajar esos hombros y luego verás al mundo de otra manera.
–me sujeto por la cintura y me levantó del asiento, sentí que tenía mucha fuerza a pesar de ser delgado.
Me acompaño sin soltarme hasta la camilla y me quitó la camisa sin mangas que llevaba dejando solo mis mallas.
Me sentó en la camilla y me ayudó a dejarme caer sobre ella, luego me giró para quedar con la espalda hacía arriba.
Con Iván era muy fácil hacerlo todo, no suponía esfuerzo y me ayudaba en cualquier movimiento.
Sus manos eran duras pero suaves cuando pasaban por mi espalda frotando con algún aceite también oloroso.
No me dormía para seguir sintiendo las sensaciones placenteras de sus manos masajeando mi cuello, los hombros, la espalda, apretando a veces y otras suave.
-Voy a bajarte las mallas para tratar los músculos de las piernas.
–pensé en que no llevaba nada debajo de las malla, pero que importaba que Iván me viera desnudo.
No me bajó las mallas, sentí que salían por mis pies a la vez que los calentadores de lana.
Comenzó a masajear mis pies, las piernas y siguió subiendo por mis muslos hasta llegar a mis redondas nalgas, todo era un sueño y me sentía flotar en las nubes, sentía una tranquilidad inmensa, cuando apretó mis nalgas instintivamente las abrí para dejarle que metiera sus dedos como quería.
-¡Ahhh! -suspiré suavemente cuando sentí que sus dedos llegaban a mi anito y lo frotaba con el aceite logrando que quisiera que no se detuviera.
-Atiéndele tú las piernas.
–escuché hablar a Iván y levanté la cabeza para ver que ahora también estaba allí Asaf, cerré las piernas, estaría viendo también mi culito desnudo y expuesto.
-Tranquilo bebé, no pasa nada, Asaf ha venido a ayudarme, ahora estarás mejor con cuatro manos dándote el masaje.
–la voz suave y persuasiva de Iván lograba calmarme de nuevo, no era tan malo que Asaf mi viera también desnudo.
-Ahora te vamos a dar la vuelta para ver ese pecho.
-así lo hicieron, ahora podían ver mi verga y mis testículos pero ya no importaba, llegado a ese instante solo quería seguir sintiendo sus manos envueltas en el aceite mágico pasando por mi cuerpo.
Asaf elevó mis piernas tirando de ellas para llevarme al borde de la camilla, abrí los ojos y las tenía abiertas del todo, mi verga estaba dura, empinada, apuntando a las lámparas del techo.
-Sujétele tú las piernas.
–entonces por detrás de mi cabeza me cogió por los pies Iván, tiró pasándolos más allá de mi cabeza y arqueando mi cuerpo dejándolo sustentado sobre mis hombros.
No sé cuando había pasado pero Iván estaba desnudo a mi costado, sujetando mis piernas por encima de mi cabeza con su brazo, el glande de su polla estaba a un milímetro de mi boca y en el otro extremo estaba Asaf también desnudo, por lo menos hasta el pubis que era donde llegaba mi mirada.
-Ahora bebé vas a sentir una verga más rica que la de tu amiguito Julio, vas a sentir más placer, abre tu linda boquita y chupa como tú sabes.
No sabía si negarme o no pero lo que veía y su olor me atraía y abrí los labios.
En un segundo tenía su capullo en mi boca, y como me aseguro, sabía divino por la cantidad de juegos que le salían por la punta de su nudosa y larga polla.
Asaf estaba acariciando mi ano, ahora descaradamente queriendo meterme sus dedos, y de pronto sentí su lengua penetrar la membrana de mi culo y entrar en él.
A pesar de tener ocupaba la boca grité de placer y llevé mi mano al lugar donde sentía esa divina lengua maestra en penetrar culos.
Mi mano tropezó con la cabeza de Asaf y agarré la cinta que sujetaba su cabellera, tiré y debió de soltarse, su negro pelo cayó sobre mi erecta verga.
Resultaba una locura de placer sentir la tremenda verga de Iván entrar profundamente en mi garganta, saborear su líquidos abundantes, la lengua de Asaf atravesando mi esfínter, a veces dura y puntiaguda y otras ancha y blanda lamiendo dentro de mí, y los pelos de sus largas patillas junto con su pelo rizado, rozando la piel interna de mis muslos produciéndome cosquillas y espasmos.
Era atacado por mis dos agujeros y me sentía en el cielo hasta que la dura lengua de Asaf me llevó hasta alcanzar el clímax, convulsioné cerrando mi culo y atrapando su lengua, la leche salió con fuerza llegando hasta mi barbilla y dejé caer mi cuerpo deshecho de placer.
Iván no había dejado de follar mi boca y como yo no movía mi lengua, era él el que entraba y salía gozando de mis labios.
-Dale tú primero y así le abres el culo al chico.
– Asaf tiró más de mí sacando algo de mi culo de la camilla, e Iván dejó libres mis piernas para que mi ano quedara a la altura de la verga de su ayudante.
Asaf era todo un profesional follando aunque su pija no resultara muy grande, desde luego no como la de Iván.
Comenzó follando mi culo sin sentirle la entrada, su lengua había resultado una verga en avanzada, pero se movía como todo un diablo, consiguió que mi verga no perdiera la dureza aunque no llegué a correrme y él jadeaba sujetando mis piernas al aire.
Era todo un placer sentir como llenaba mi culo de esperma y escuchar sus gritos mientras se vaciaba en mi culo.
Nada más correrse y goteando aún su leche, se cambiaron de lugar, primero Asaf me dio su verga para que limpiara sus jugos y los míos con mi boca, me sabían a bendición pero dejé de chupar para poner atención a la barrena de carne que se abría camino en mi carne.
Quedé un momento en tensión y él se detuvo, me relaje para evitar que me hiciera daño, aunque Iván sabía mucho de follar un culo nuevo para su gran polla.
Lo descubrí cuando me perforó todo y en el fondo daba lentos golpes con su glande cuando no podía avanzar más.
Un dolor agudo, una torsión de su pene y sentí el placer de tener el mayor ariete que haya entrado en mi ano hasta ahora.
Sabía que estaba excitado después de mi larga mamada y follada de garganta pero iba lento, entrando y saliendo su nudoso garrote, haciendo que mis pies se contrajeran hasta romperse mi piel.
Estuvo varios minutos así, olvide el pene de Asaf, solo sabía que me ahogaba a veces, pero el mayor placer provenía de mi culo y volví a retorcerme para vaciar lo que faltaba de sacar de mis huevos.
Grité o creía que gritaba, con la verga que abrasaba mi garganta soltando chorros de semen que bajaban al estómago.
Asaf se volvió a correr y todo su esperma pasó directo a mi estómago menos las últimas gotas que me las dejó en la lengua.
Faltaba Iván de correrse no tenía prisa y yo estaba rendido, inundado de semen por todos mis orificios.
Al fin llegó para él el placer por los gruñidos que daba, para mí el dolor al clavarse y perforar mi intestino de la fuerza que hacía.
Solo se corrió esa vez pero tiró dentro de mi más leche que cuatro corridas seguidas.
-Te acercamos a tu casa.
-Ni hablar, voy solo, no es tarde.
-Ya sabes, esto es un secreto entre los tres implicados.
-Descuida Iván, se guardar un secreto si me conviene.
-Pues te conviene sin duda.
La vuelta la hice corriendo, como la ida, la academia no estaba tan lejos de mi casa.
Aún tuve tiempo para ver salir de la habitación de Julio a Bruno acompañado de Patricia.
-Ya lo tienes todo Julio, gracias a Patricia y al trabajo que hemos hecho los tres, me debes una cerveza.
–llegó la voz de Julio desde su habitación.
-Gracias a los dos, os debo una cerveza y más si mañana lo hago bien.
–me quedé de piedra, o de estatua de sal.
–en el rellano de la escalera los esperé.
-Enano, ¡qué tarde llegas hoy! -Bruno me dio un pequeño abrazo y empezó a bajar las escaleras.
Patricia me abrazó como si me fuera a besar pero lo que hizo fue hablarme al oído.
-¿Creías que me lo iba a follar? Recuerda que soy más puta que tu y entre nosotras nos adivinamos el pensamiento.
Continuará?
Muy bueno