Luis, Jacobo y un verano 30 Follando con León
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alvaro-L-de-H.
Estaba todo preparado para la partida de Julio y Bruno, ellos estaban alegres, iban a vivir su gran aventura, aunque mamá y la tía no lloraban, sabía lo que sentían, justo lo que a mí me pasaba.
Los hombres a los que más quería, me dejaban.
Ese curso estuve en el ballet hasta febrero, mis padres querían que lo hubiera dejado en Navidad y dedicara ese tiempo a los idiomas, me resistí hasta el mes de febrero, además de que me gustaba, porque continuaba follando con Asaf, recibiendo sus inigualables comidas de culo y me dejaba muy contento.
Sin desearlo realmente, terminé mi relación con el patillas e Iván.
En Navidad, los días que Julio tuvo vacaciones los pasó en la hacienda, a nuestra casa solo vino a estar tres días, los abuelos dejaron de venir y el piso primero se cerró.
Prácticamente habíamos perdido a Julio, los dos años anteriores que vivió con nosotros, resulto un paréntesis en las vidas de todos.
Ahora estábamos lejos los unos de los otros, me quedaba Jacobo y Felipe, aunque la vida que llevaban no era del todo de mi agrado, se reunían con chicos mayores a los que alegraban en algunas fiestas privadas donde desahogaban su libido y ganas de polla.
En Semana Santa, vino Bruno a casa.
¡Waauuu! Le veía increíble, mucho más guapo de lo que enseñaba en las fotos, los aires del norte se sentaban bien.
No tuve oportunidad de estar íntimamente con él y sé que sus relaciones con Vero terminaron.
A parir de Abril tuve ocasión de conocer mejor a León, el chico que follaba con Paulino el profesor, según lo que contó Felipe.
Estaba conmigo en clase pero no llegamos a hablar hasta que un incidente nos indujo a conocernos, hasta terminar en una singular y larga amistad.
Estábamos en un descanso de clases y tuve que ir al aseo, después de orinar me entretuve lavando mis manos, entonces escuché una especie de gemidos que venían de una ventanita de respiración en lo alto de la pared, no había puerta alguna que comunicara con aquel lugar que parecía independiente.
Los gemidos se hicieron más fuertes además de voces ahogadas.
-Calla puta, ya lo haces con otros.
–me pareció que los gemidos se convertían en sollozos.
Me pico la curiosidad y rodeé el edificio para localizar el local de donde procedían los ruidos.
Había una puerta que siempre creí que era como un almacén de cosas inservibles del colegio, nunca se me había ocurrido andar por allí, la abrí con precaución y no encontré lo que buscaba.
Iba a hacer el camino de vuelta cuando los ruidos volvieron, ahora más claros y se confirmaron mis sospechas de que eran sollozos lo que se escuchaba y venían del fondo del almacén a oscuras.
Con cierto miedo avancé hasta la pared del fondo y había una puerta que dejaba escapar una línea de luz por abajo.
La abrí y quemé en suspenso.
Un chico que conocía, y que no lo hubiera sospechado de ninguna manera, estaba encima de León, sacando su verga sucia de semen del culo del pobre chaval que tenía la cara llena de lágrimas.
Se subió los pantalones con rapidez, con su verga manchada, y vino hacia la puerta.
-No hables de lo que has visto, lo negaré y a ti te pasará lo mismo que a él.
–estaba asustado, nunca he sido un valiente y bastante atrevimiento había tenido para llegar hasta allí.
Negué con la cabeza que fuera a denunciarle.
León continuaba tendido en el suelo, su pantalón estaba sacado de un pie y el zapato tirado alejado de él, sucio y hecho un desastre me miraba más asustado de lo que yo estaba.
Le ayudé a levantarse, saqué un par de pañuelitos de papel, los únicos que llevaba en los bolsillos, para que limpiara el semen que escurría por sus piernas y a colocarse la ropa.
-Tenemos que ir a los servicios para que te laves un poco antes de volver a clase.
–avanzó unos pasos danto traspiés y le sujeté por la cintura hasta dar la vuelta al edificio, todo estaba desierto y nadie nos vio entrar.
-¿Ya estas mejor? -por lo menos estaba limpio y como si no hubiera pasado nada o no se apreciaba lo que había presenciado.
Me miraba sin atreverse a sostener mi mirada.
-¡Por favor!, no cuentes lo que ha pasado.
–en parte me hizo gracia, parecía que el chaval siempre tenía que ser sorprendido en situaciones comprometidas.
-Descuida, por mi no se sabrá, ¿te obligó a follar?
-Seguro, yo no quería.
–le miré con cara de duda.
-Con tu fama en el colegio…, no creía que para ti fuera un problema que alguien te …, ya sabes.
-Tampoco en vuestro grupo sois santos, pero nos os gustaría que os follen si no lo queréis.
Me impresionó su comportamiento, admitía como cierta la fama que le perseguía y además me decía que, al fin y al cabo, otros éramos lo mismo que él, sin disimulos y como un valiente.
Le miré sin poder ocultar la gracia que me hacía y solté una carcajada.
Me miraba asombrado y comenzó a reír igual que yo.
¡Woo! Resultaba un chico guapo cuando reía.
-Y además es un chico que me gusta.
–seguimos riendo.
-Si me lo hubiera pedido de otra forma no me hubiera importado.
–ya teníamos que abrazarnos para no caer al suelo.
El drama se convertía en comedia.
-Eres un terrible marica León.
-También lo dicen de vosotros.
A partir de ese día comenzamos a hablar en los descansos y terminó perteneciendo al grupo de chicos raros que nos sentábamos en el patio, donde estábamos Felipe, Jacobo.
Algún otro y yo mismo.
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El día veinte de Junio el abuelo nos dejó, ese día Rufo le encontró sin vida en la cama cuando fue a levantarle.
Partimos para la hacienda con Bruno que llegó a casa y Julio estaba ya en el pueblo.
En el funeral conocimos a Amira oficialmente, Julio nos la presentó a toda la familia reunida, y dentro del dolor por la muerte del abuelo mamá tuvo la alegría de ver la felicidad de Julio al presentarle a su novia.
Simpatizaron enseguida.
Sentí su brazo pasando por mi cintura.
-Enano, que grande te estás haciendo.
–apoyé mi cabeza en su hombro pero no lloré, me estaba haciendo fuerte, aprendiendo que el amor no es de dos, o solo puedes conocer el que tú sientes.
Quizá algún día no tendría a Bruno.
¿Quién me abrazaría entonces?
Ese verano Bruno marchó con sus amigos a realizar un Interrail que le llevó un mes y medio viajando por Europa.
Julio ayudaba a Rufo en la hacienda y el tiempo que le quedaba era para Amira como es natural.
A veces venía a casa y mamá y la tía estaban encantadas de tenerla.
También, ella y yo ese verano empezamos a hablar, y reconozco que además de una preciosa chica, era endiabladamente enredadora y adorable, pero no terminábamos de ser amigos.
Por descontado que estuvimos con Eduardo en varias ocasiones a pesar de que también se había comprometido con una chica del pueblo.
Todo estaba cambiando a una velocidad vertiginosa, sentía que el tiempo se nos comía sin remedio.
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Y ese año me tocó en la misma clase con León y Jacobo.
-Las diapositivas las preparo yo, tú te encargas de buscar material.
–estábamos organizando un trabajo que debíamos presentar en el colegio, León decía que era bueno con los programas de ordenador y lo demostraba en otros trabajos que presentó.
Lo teníamos adelantado y aún no había visto como iba quedando.
Trabajé todo el sábado sin descansar, necesitaba una buena nota para elevar la media que compensara cualquier desliz que pudiera tener en el examen de mi acceso a la Uni.
No es que me preocupara, ya teníamos decidido lo que deseaba estudiar y el lugar, me interesaban las ciencias humanas y sociales de cara a la posible enseñanza, y el lugar elegido era Francia, Lille en concreto, donde ya nos habíamos desplazado para informarnos.
No era una preocupación pero quería el mejor expediente posible.
Recibí la llamada de León.
-Tenemos que reunirnos y que veas cómo lo llevo, podría ir a tu casa pero por no mover el trabajo de mi ordenador, ¿podrías venir tú? –claro que no era un problema, además no vivíamos tan lejos el uno del otro.
-Cuando pueda me acerco, no dejes de trabajar.
–nos llevábamos muy bien después de haber pasado tantos meses hablando.
Resultaba un loco de la informática, disponía de un impresionante equipo con una pantalla gigante y veinte ventanas abiertas que la llenaban.
Ya había estado en su habitación con motivo de otros trabajos, resultaba más fácil trabajar cuando él lo tenía todo a mano.
En lugar de sentarme a su lado me coloqué detrás de él colocando mis brazos sobre sus hombros para observar la pantalla.
-Empieza quiero ver tu genialidad.
–lo era, de verdad que resultaba impresionante su presentación.
-¡Wooo! León esto merece nota.
-¡Si todavía no está terminado! Espera y verás cuando lo presentemos.
–trabajamos un rato más mirando lo que le llevaba para incluir en el proyecto.
A veces, cuando pasaba el ratón por la barra de tareas, veía aparecer una ventanita del navegador que señalaba a una página de videos sexuales gay que conocía muy bien.
-Has estado mirando cosas guarras en internet, déjame ver.
–no se opuso y me entregó el ratón, maximicé la ventanita y como supuse se trataba de la misma página que imaginé.
Estaba en el apartado de videos gay como es lógico y tenía un video detenido a medias de reproducir, pulsé la flecha y comenzó a funcionar.
Dos hombres mayores, pero muy mayores, estaban con un chico como de nuestra edad, sentados en el borde de una cama el chico les comía las pollas y uno se adelantaba, tirado sobre él, para meterle los dedos por el culo.
Dejé que las escenas fluyeran, nada del otro mundo, se lo cogían uno y después el otro y como colofón le hacían una doble penetración con dos gordas pollas que no estaban muy tiesas, imaginé que necesitaban un viagra y no lo habían tomado.
Cuando acabó le miré, estaba rojo y sus manos tapaban lo que supuse que tenía, una erección de caballo.
-Me gustan los hombres mayores.
–eso ya lo presentía.
-¿Por qué? -se encogió de hombros.
-No lo sé, me inspiran confianza y…, no lo sé.
Me excitan, sin importarme que sean muy mayores, gordos, feos.
Ya ves, además de marica, con perversiones.
– sonreía pero era lastimoso.
-A mí me gustan todos, no te desanimes, puedes llegar a alcanzarme si te esfuerzas.
-comenzó a reír con esa risa que ya conocía de otras veces.
Apartó su mano derecha de la bragueta y cogió mi mano.
-¿Después de sobarte la verga me coges la mano?
-Eres increíble Luis.
Teníamos que haber sido amigos antes.
-¿Tú crees que somos amigos? Dime, ¿cómo se les ocurrió ponerte ese nombre que no va para nada contigo? -me encantaba que riera.
-Sí, es verdad, tienes razón, si no te gusta puedes llamarme Leo.
–miré su bonita cara de gruesos y sonrosados labios, un poco alargada, de nariz breve y mejillas imberbes, sus pardos ojos, dulces como ahora que me miraban como encandilados.
-¿Leo? Me gusta, ahora si somos amigos Leo.
–me puse en pie para marchar, llevaba mucho tiempo y debía volver a casa, dejó su silla de ruedas para ponerse a mi nivel.
-Luis, hablamos desde hace meses, sabemos nuestros gustos y nunca hemos hecho nada, ¿no te parece extraño?
-Hasta esta tarde no sabía muy bien cuales eran tus gustos sobre hombres, resulta que te gustan los viejos y creo que estoy lejos de serlo.
–no lo esperaba, acompañó su risa que no cesaba abrazando mi cintura.
-Me gustas, sí, tú también me gustas, podríamos llegar a ser pareja.
–en lugar de responderle que no pensara en eso, que sería improbable, busqué esos labios rosados y húmedos que me atraían.
León, Leo como prefiero llamarle, sabía besar muy bien moviendo sus labios cálidos y tiernos, haciendo un ruido maravilloso al chupar los míos tirando de ellos, nos besamos de pie, al lado de la puerta por donde iba a salir hacía un momento y que ahora cerraba con el pie.
Nos fuimos desnudando mientras nos besábamos, a veces despacio y otras como si tuviéramos urgencia de vernos, de mirarnos lo que escondíamos cada uno de nosotros.
Me encantaba su cuerpo, nada maravilloso pero bien hecho, con un leve exceso de carne en su tripita y caderas, delicioso para el tacto, sin terminar de cocerse, igual que yo, diferente, tierno, ardiente.
Que mamaba muy bien mi verga, que la suya era divina y no pequeña, sus cojoncitos sin vello, su anito liso, como un pequeño embudo que indicara el camino de las pollas que buscaban el hoyito.
Una maravilla de chico.
-¿Qué prefieres, te la meto o me la metes? –le pregunté antes de que me corriera en su boca.
-Por esta vez dámela tú pero deja que sea como yo quiero.
–se levantó quitándome su polla de la boca y se me montó en el estómago, tiró su cuerpo para atrás hasta rebasar mi verga y se aplastó para dejar nuestras pollas entre nuestros vientres.
Subía y bajaba frotando nuestros penes uno con el otro.
-Me encantas Luis, ahora no te cambiaría por nada.
–se sentó cobre mis muslos para llevar mi verga a su boca, y después de ensalivarla bien, se colocó a su altura para dirigirla a su ano.
La había mojado bien con la saliva y comenzó a sentarse sobre ella.
Entraba sin dificultad pero su culo la apretaba como si fuera cogiendo su forma, adaptándose a los diferentes grosores que podía tener mi polla.
-Leo, tu culo parece un condón de lo bien que se adapta.
-Disfrútalo Luisín es todo tuyo.
–era la primera vez que alguien me llamaba así y me hizo gracia.
Unos segundos después estaba totalmente empitonado en mi verga y comenzaba a moverse, no era un culo, parecía una batidora acariciando mi verga dentro de él, agitando las caderas, subiendo y bajando a distintas velocidades.
Su culo no estaba hecho para follarlo, él sabía hacerlo todo.
-Dime que te está gustando, que lo hago bien, llámame puta, dime algo.
–tenía razón, algo tenía que decir, me estaba matando de placer y no podía hablar.
-¡Me corro Leo, me corro!
-Lléname, córrete en mi culo Luisín, dámelo todo.
–no paraba de tirar leche y él seguía cabalgando mi verga, su pene parecía un badajo de campana moviéndose de un lado a otro hasta que empezó a escupir el semen llenándome hasta la cara de él.
Había sido una corrida magnífica, por lo menos para mí había sido así, no podía respirar mientras lamía mi cara, el pecho y abdomen limpiando todo su semen que me había tirado encima.
-La clase ha terminado por hoy.
–la terminó con un beso sobre mis labios.
-Déjame que vaya al baño, necesito lavarme la cara, estoy lleno de tu leche y de tus babas.
El proyecto mereció nota y lo presentó genialmente, como todo un profesional, mi nombre aparecía en los créditos.
Cuando finalizó nos miramos, su sonrisa me decía que estaba recordando algún buen momento en que el proyecto se gestó.
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Bruno y Julio llevaban dos años de su carrera y nosotros esperábamos comenzar.
Jacobo se quedó en casa con Felipe aunque estudiando distintas materias, y mis padres me llevaron a Lille unos días antes de que empezara mi curso.
Resultó duro el despedirse de ellos pero ya era todo un hombre que había cumplido dieciocho años, ¿solo eso? También había crecido unos centímetros, el resto seguía igual.
Al principio tuve mis dificultades para adaptarme a una nueva vida, convivir con otros estudiantes de distintas nacionalidades, y también grandes alegrías y diversión.
Nunca creí que se pudieran concentrar tantos estudiantes en una ciudad, nos contábamos por miles y además de estudiar había fiesta, mucha fiesta con bebida en abundancia.
Los veranos los pasaba en casa, con una corta temporada en la hacienda para visitando a la abuela nada más.
Después de la muerte de mi abuelo Rufo se había quedado a vivir en la casa grande, él resultaba lo más familiar que le quedaba a la abuela cercano, los demás estábamos ocupados.
Estuve en la entrega de títulos a Julio y Bruno, como debía de ser, también estuvo Amira y durante la comida en León anunciaron que se casarían en Septiembre.
De Bruno en ese aspecto no sabía nada y quizá no quisiera conocerlo.
Aunque lo de Verónica terminó, abundaban las chicas a su alrededor, todo según Jacobo que era el enterado.
Julio se quedaría en la hacienda dirigiéndola, modernizándola y haciéndola rentable, estaba haciendo obras en la casa de su tío donde viviría cuando se casara.
Bruno pensaba montar una empresa en Barcelona y el tío junto con papá le animaban.
Volví a Lille para terminar mis exámenes y pensé en quedarme allí sin volver hasta la boda de Julio en Septiembre, no me ilusionaba volver a casa, mamá fue a por mí y consiguió que regresara.
Continuará?
Seguro que han crecido y les han crecido las pollas a Jacobo, Luis y Felipe