MANOS A LA OBRA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ese día de verano la temperatura se alzaba con facilidad sobre los 35º, no había como capear un poco el calor dentro de la obra, que a esa altura ya empezaba a tomar forma de un imponente edificio.
Abrumado por el calor y el aire caliente dentro de mi oficina decidí ir por un poco de agua y aprovechar también de vaciar la vejiga. Al llegar al baño que corresponde a los Ingenieros y Jefes de obra, me encontré con mi colega, que me advirtió que el escusado, no andaba y que el agua salía horiblemente tibia y que mejor buscara del otro lado en el servicio de los obreros. A esa hora, correspondía el periodo de colación y descanso del turno de la tarde, por lo que de seguro los camarines estarían desocupados, así que fui con la idea de que no molestaría con mi presencia.
Al llegar, entre sigilosamente, pues no conocía esas instalaciones y note que estaba oscuro y bastante mucho más fresco que afuera. Encendí la luz, pero extrañamente no encendío, por lo que tuve que orinar en penumbras tratando de apuntar al inodoro. Una vez que terminé de vaciar, sentí una sutil sensación de exitación y a los segundos ya estaba totalmente erecto. Aquel lugar oscuro y plagado de un olor húmedo y masculino, de seguro motivaron tan inesperada reacción. Comencé a masturbarme un poco y ya casi al límite de eyacular, sentí que alguién habría lentamente la puerta y entraba a paso lento al servicio. Me apure en limpiar un poco mi mojado pene y a guardarlo en mi boxer, para salir rapidamente hacia las llaves de agua.
Justo al momento de abandonar el cubículo en el que estaba escondido, la persona que había sentido entrar cerraba la puerta de la caseta del lado. Sin alcanzar a ver de quién se trataba, permanecí allí y simulé lavar mis manos y bebí abundante agua. Tras de mí, sentía como aquel hombre misterioso orinaba y de vez en cuando escupia y tosia. Esos sonidos me provocaron otra incontrolable erección.
Me quedé allí a esperar hasta que el galán misterioso saliera, para poder verlo y así recrear un poco la vista antes de volver a los cálculos e informes propios de la gestión de ingeniería. Mojé mi cabello y un poco el cuello para capear el calor que me esperaba afuera, mientras cruzaba el sector desprovisto de sombra hasta mi oficina. En ese momento la puerta del baño se abrío y de él salía un hombre alto y robusto, que acomodaba su pantalón y subía su cierre.
Era un tipo joven de unos 32 años, moreno y de muy buen físico, vestía jeans y camisa cuadrillé, la cual llevaba desabotonada, dejando ver su pecho velludo y brilloso con el sudor. Como estaba oscuro, no podía ver su cara, pero noté que me miraba curiosamente. El lugar era estrecho, por lo que para acercarse a los grifos debío pasar detrás de mi. Al hacerlo sentí como su cuerpo rozo el mío, provocando una exitación indescriptible. Se colocó justo al lado mio y comenzó a beber agua, y a mojarse la cabeza. Yo lo observaba con discreción, pero igual en un momento las miradas se cruzaron y note que esbozó una pequeña sonrisa.
Cerró la llave que estaba usando, se sacudió un poco las manos y el cabello y volvió a pasar por detrá de mí, pero esta vez mucho más cerca y dándome un sutil embestida. Lo miré asiendome el confundido y el siguió su camino sin mirar hacia atrás. Pensé que aquel momento era algo subrealista y que tal vez había sido solo una jugarreta de aquel obrero.
Pero para mi sorpresa, él asomo un poco su cabeza hacia afuera y mirando alrededor, volvió a entrar al servicio, puso seguro a la puerta y se acercó mirandome fijamente, me tomó de la cintura y fundió su boca con la mía en un exquisito beso.
Yo estaba entre nervioso y exitado, su lengua recorría hasta lo más profundo de mi boca y su barba de tres días raspaba mis labios, dandome un placer sin explicación. La exitación aumentaba y sus manos recorrian mi cuerpo y se detenían dando fuertes agarrones en mi culo de vez en cuando. De pronto, bruscamente me tomó por los hombros y me hizo incar delante de él. Yo lo observaba hacia arriba y veía como empezaba a desenvolver su enorme paquete y dejaba ver su enorme, gruesa y morena verga delante de mis ojos.
La excitación que sentía en ese momento era única y no la había experimentado antes. Aquel hombre sudado y con un masculino aroma, era para mí, por lo que no demoré más en probar su abultada verga.
Al meter su gran aparato en mi boca, sentí un sabor salado y de vez en cuando, un exquisito sabor más dulce de su líquido lubricante, el cual iba directamente a mi garganta. No paré ni un instante de chupar, aunque a veces sentía arcadas cuando su enorme pedazo de carne llegaba a cortar mi respiración.
Al cabo de unos minutos, sus gemidos comenzaron a incrementarse y con sus manos rudas, tomaba son fuerza mi cabeza y la empujaba contra su verga. El olor de sus genitales sudados, en vez de darme asco, me excitaba aún más y me hacia mamar con más efusividad. De repente, aquel hombre de obra, comenzó a balbucear frases eróticas y un instante emitió un grito de placer desde lo más profundo de su ser.
Mi boca comenzó a recibir a borbotones su espeso y suave néctar. Era tan abundante que no lo podía tragar al ritmo que salía y desbordaba por mis labios, hasta llegar casi a mi cuello. En vez de escupir, no desaproveché ni una gota de su leche, pues cada vez que la tragaba mi placer se iba incrementando.
Recuerdo hacer estado cerca de 5 minutos recibiendo ininterrumpidamente su semen. Hasta que se comenzó a recuperar. Me ayudó a levantarme del piso y limpio mis labios con un beso apasionado y suave. Arregló sus pantalones y se colgó a la cintura sus herramientas. Me volvió a besar y se dirigió acomodándose la ropa y el cabello hacia la puerta, quitó la llave y salió.
Yo limpie un poco mi boca y bebí algo de agua para hacer circular el semen por mi garganta, arreglé mi camisa y también me fui.
Desde ese día, y en ese cuarto de baño oscuro y alejado del resto de las instalaciones se produce a menudo nuestro encuentro secreto, y sin más preámbulos ponemos manos a la obra….
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