Manuel mi novio de 6 años (Segunda parte)
Con mi pequeño novio nos vamos a pasar unas merecidas vacaciones en la playa donde podemos tener mucha intimidad.
Manuel era lo mejor que me había podido pasar. En pocos meses, pasamos una cantidad increíble de momentos juntos como cuando apagó las siete velitas de su pastel de cumpleaños tras lo cual todos los niños se pusieron a gritar «¡Beso! ¡Beso!», y la cara que puso al recibir el mío, fue de lo mas lindo que he visto en mi vida. El chico se ruborizó y todos se rieron y celebraron, y lo que era aun mas dulce, fue que el me devolvió el beso con tanta ternura que me derritió.
O verlo orgulloso recibiendo su diploma de Kinder. El diploma era un simple trozo de cartulina amarilla con un dibujo de un dinosaurio en la esquina superior izquierda que decía: «Nos vemos en primer grado». Al terminar la ceremonia, corrió hacia mí y sus padres que estábamos juntos viendolo. «¡Un dinosaurio!», gritó, «¿lo ves, Javier?». «Si lo veo, mi amor ¿Y ves lo que dice aquí?» Le mostré la esquina inferior derecha.
Manuel se había aprendido las letras del abecedario pero aun le costaba unirlas «M…a…n…» Leía haciendo un esfuerzo, y mi corazón se llenaba de orgullo. «Eso es, mi vida, eso es ‘Manuel’. Ahora mira, a quién dice que verán en primer grado» Le dije, acercando su diploma a su cara. Sus ojos se abrieron de par en par y una sonrisa se dibujó en su rostro. «¡Dice ‘Manue!» Gritó con una sonrisa de oreja a oreja.
Tras la ceremonia, fuimos a la casa de mis suegros a celebrar. La madre de Manuel se había graduado de la escuela y la admitieron en la escuela de enfermería, como quería y yo había recibido un bono por haber logrado terminar una obra antes de la fecha prevista. El ambiente era pura felicidad. Lo mejor fue cuando después de la cena, llevé a Manuel al pátio y los ojos le brillaron cuando vio el triciclo que le había comprado. «¡Es para mí!» Gritó, corriendo a montarse.
«Eso es lo que pasa cuando un noviecito tan lindo y tan inteligente se gradúa.» Dije agachándome para darle un beso apasionado en la boca.
Su papá, Don Rodrigo, se acercó a nosotros con la copa de champagne. «¿Por qué no te lo llevas a tu departamento, Javier? Así tú y yo podremos celebrar la noche de buena forma.» Dijo sonriendo con picardía y guiñando un ojo, dejando claro que quería pasar la noche con su esposa, a solas.
Asentí y le di la manito a Manuel. «Vámonos, mi amor, vamos a mi departemento.» El se despegó del triciclo y se tomó de mi dedo. «¿Vamos a dormir en la cama grande?» Preguntó emocionado. «Sí, mi cielo, vamos a dormir en la cama grande.» «¿Y me vas a tocar el penesito?» Dijo haciendo que me sonroje nuevamente mientras sus padres no aguantaban la risa.
«Manuel. Ya hablamos de eso, no se dicen esas cosas frente a la gente» Le dije, intentando controlar mi sonrojo. Sus padres se rieron aun mas, «Vámonos, mi tesorito, que la noche es joven y hay que aprovecharla.»
Mis suegros se despidieron y nos fuimos en camino a mi lugar. El viaje fue divertido, viendo a Manuel pedaleando con emoción en su triciclo, sintiéndose como el rey de la calle. El cielo despejado y lleno de estrellas hacía que todo se convirtiera en un recuerdo invaluable.
Al entrar a mi departamento, encendí la tele y puse la película de dibujos animados favorita de Manuel. Él ya la sabía de memoria, y me dijo cada diálogo un instante antes de que lo dijeran los personajes en la pantalla. Mientras lo acariciaba, sentía su piel suave y caliente. Empecé por su cuello, deslizando mis dedos suavemente, haciéndole cosquillas y escuchando sus risas.
Manuel se acurrucó en mi regazo, su respiración cálida acariciando mi pecho. Con la punta de mi dedo, empecé a dibujar círculos en su ombligo, lo que le hacía reír aun más. «¿Te gustan las cosquillas?» Le dije, sonriendo. «Sí, Javier, son ricas.»
Poco a poco, mis caricias se hicieron mas bajas, acariciando suavemente la piel que se enrojecía con cada contacto. Sus ojos se cerraban de placer. Llegué a sus pantalones, y noté que ya se le empinaba la «cosita». Me dije que era el momento de pasar al proximo paso. Me bajé el cierre con cuidado y saque mi miembro del pantalón.
«¿Quién quiere darme besito especial?» Le dije con mi sonrisa mas suave. «Yo, Javier, yo quiero» Respondió con la emoción de un niño que recibe un regalo.
Manuel ya tenía claro qué hacer. Lo ayudé a desvestirse y le agarré una nalga con una mano. Con la otra, acaricié su pene, que ya se alzaba tieso y ansioso por la atención. Su respiración se agitó y sentí que su corazón latía acelerado. Con un movimiento natural, lo acerqué a mi boca y comencé a lamer suavemente el glande. Su pene se movía con cada toque de mi lengua, y sus ojos se cerraban con cada caricia.
Mientras lamía el pequeño miembro de Manuel, comencé a masturbarme con suavidad, siguiendo el ritmo de mi propio deseo. Sentí mi respiración profundizarse al ver la reacción de mi novio, cada pasada de mi lengua hacía que se estremeciera. Su piel se ponía de gallina y sus brazos se agitaban.
Sentí la tensión en mi propia entrepierna y supe que no aguantaría por más. Le di un beso final al glande de Manuel y llevé su cara a mi miembro, que ya se enrojecía y latía con ansias. Manuel se había adaptado rapido y ya podía tragar mi pene a la mitad, que era lo que el tamaño de su boca en desarrollo permitía.
Le fui empujando a través de la nuca, permitiéndole que mi miembro se deslizara en su boca. Sus ojos me miraban, llenos de asombro y deseo, y su boquita calientita me hacía sentir el cielo. Estaba a punto de eyacular, la presión en mis bolas era insoportable. «¡Mier…! ¡Vaya!» Grité logrando esta vez cumplir la promesa que le hice a Don Rodrigo de no gritar groserías frente a Manolito. Mi leche se disparó dentro de la boquita de mi noviecito y este se la tragó como un campeón. Habia quedado atrás el tiempo en que tenía que poner algo dulce en mi verga para disimular el sabor.
Cuando por fin pude soltar su cuello, me tumbé en la cama, jadeando. Mi corazón parecía que iba a salirme del pecho. Manuel se subió encima de mi y me sonrió. «¿Te gustó?» Me dijo con la boca aun llena de mi semilla. «Sí, mi amor, fue fantástico» Le respondí. «¿Y a ti?»
Manuel asintió, sus ojos brillando de la experiencia. Su pecho se movía al ritmo de su respiración acelerada. «Me gustó, Javier, me gustó muchísimo». Su sencilla respuesta me llenó de orgullo. Acaricié su carita y sentí su piel calentita. «¿Sabes que te amo?» Le dije, y me abrazó con tanta intensidad que me tomó por sorpresa. «Yo también te amo, Javier».
Pasaron los días y el verano se hizo presente. Don Rodrigo y su esposa Lucía no tuvieron problemas para que invite a Manuel a pasar una semana en la playa. Con el bono que me gané, me alcanzó para pagar un hotel espectacular frente al mar. Cuando llevé a Manuel al centro comercial, le propuse que eligiera un traje de baño y eligió una tanga con dibujos de dinosaurios que me encantó tanto que casi me lo devoro en el probador.
Tras unas horas de camino, soportando la congestión vehicular y a Manuel desde el asiento de atrás quejándose del aburrimiento, por fin pudimos ver la imponente figura del océano en el horizonte. Sus ojos se iluminaron de emoción y no pudo contener la alegría. El hotel era aún más hermoso de lo que se veía en las fotos, y la habitación que reservé para nosotros dos daba directo a la playa.
Manuel me rogó que fueramos a la playa cuanto antes. Nos cambiamos de ropa y pese a sus quejas de que no le gustaba el olor de la crema, logré proteger su suave piel contra el sol. No me preocupé de que pese a la emoción anduviera un poco gruñón, porque ya lo conocía lo suficiente como para saber que un poco de juego y una siesta le iban a reponer el ánimo.
En la playa instalamos las toallas y caminamos de la mano hacia el agua. Manuel me tiraba con sus brazos cubiertos por sus mangas flotantes, desesperado por sentir las olas por primera vez. A pesar de que se sorprendió un poco al sentir la corriente y que el agua estaba un poco fría, la experiencia lo tenía contento.
«¡Enséñame a nadar!», gritó Manuel con emoción. Lo tomé de la cintura y lo guié en la dirección del mar. Su sonrisa era contagiosa y su piel se sentía suave al tacto. Empezamos con las clases básicas de natación, yo detrás de él, sosteniendolo suavemente por la espalda. El sol se reflejaba en la arena y la brisa marina acariciaba nuestras caras.
Su cuerpo y su pelito mojado lo hicieron irresistible y le planté un beso en la boca que pareció no terminar nunca. Sus labios se movieron con el mío, y sentí la sal del mar en sus labios mientras la espuma de las olas nos rodeaba, continué besando a mi querido novio.
Una vez que fue suficiente, nos fuimos a recostar en la arena. Me desplomé en la toalla y Manuel se acurrucó en mi estómago. El cansancio del viaje y del baño de mar hicieron que se durmiera inmediatamente sobre mí. Aproveché de leer un libro y de vez en cuando, mirar de reojo para recrear la vista.
El ambiente de la playa estaba cargado de amor y de gente guapa. Parejas de todos los tamaños y edades disfrutando del sol y del mar. Un adolescente con un culo perfecto estaba sentado a orillas de la playa besando a una niña que parecía no tener mas de cuatro. Noté que en la toalla vecina, un anciano con el cuerpo arrugado se besaba con un chico que parecía que recién habia aprendido a afeitarse. Dos niños de no más de 10 mientras tanto se revolcaban en la arena jugando a la guerra de besos.
«¿Ese es su hijo?» Preguntó un hombre amable de mediana edad quien se instalaba al lado mío con un bebé con pañales en brazos, acompañado de niña con una desarrollada panza de embarazo y una muñeca en su brazo.
«No. Es mi novio. Empezamos a salir hace unos meses. Se llama Manuel», le contesté con la sonrisa que no podía borrarse de mi rostro. El matrimonio me sonrió.
«Es usted muy afortunado. Es muy lindo el niño. Mi nombre es Alejandro. Ella es mi esposa Alicia y este es nuestro campeón Marcos. Y bueno. Dentro de Alicia está la pequeña Diana que se viene pronto». Alejandro se notaba orgulloso de su familia mientras acariciaba el vientre hinchado de su pequeña esposa.
«Mi nombre es Javier Soy arquitecto y acabamos de llegar hoy de vacaciones. Su familia también se ve muy bonita, dije dirigiendome a ambos. Que emocionante debe ser ir por el segundo.»
«A Alicia le encantan los bebés», me dijo. Nos casamos hace unos cuatro años y ella no podía esperar. Quedó esperando a nuestro marquitos casi al empezar a desarrollar fertilidad.
«Fui la primera de mi clase en quedar embarazada» agregó Alicia con una sonrisa orgullosa. «Ser mamá me encanta. Es lo que soñaba.»
«Yo también fui papá a los 12. Mientras antes, mejor, digo yo. Uno está más cerca del niño y lo entiende mejor. Ahora mi mayor es adulto y ya casi lo veo más como un amigo ¿No han pensado ustedes.tener hijos en algún momento?»
«Con Manuel.llevamos poco tiempo aun, pero yo no lo descarto. Quizás en un par de años», respondí, pensando en la vida que podíamos construir juntos.
Me quedé un buen tiempo conversando con Alejandro y Alicia hasta que Manuel se despertó. Nos despedimos y nos fuimos al hotel. El hotel tenía buffet ilimitado y a Manuel tuve que controlara un poco para que no reventara a punta de pizza y papas fritas.
Ya en la habitación, nos fuimos a sacar la arena. El baño tenía una bañera enorme y nos metimos desnudos juntos.
Manuel se sentó en mis piernas y me miraba con ojos que pedian mas. «¿Quieres jugar un ratito en la bañera?» Le propuse. «¿A que si?»
Me sonrío y le di la espalda. «¿Me lavas la espalda, mi tesorito?»
Manuel asintió con emoción. Con la esponja empezó a frotarme la espalda, la espuma jabonosa se deslizaba por mi piel. Sus manos temblorosos empezaron a imitar mis movimeintos, la espuma se esparcio por todos lados y no pude evitar reir. «¿Te gusta?» Pregunté, con mi risa resonando en la habitación.
«Mucho, Javier» respondió con la mayor de las sonrisas. «Pero…¿Por qué no me la lavas a mi?»
«Claro que te la lavaré mi dulce. Ven acá.» Lo atraje a mi pecho y lo acaricié por la espalda. Su piel se sentía suave y calida, cada movimiento de mis manos causaba que se estremeciera.
Mi pene empezo a endurecerse al sentir su calor. No podía evitar la tentación. «¿Por qué no juegas con mi cosita, mi amor? Es más divertido en el agua» le susurré al oido.
Manuel rió con entusiasmo y no dudó en tomar mi miembro con su pequeña mano derecha. Su inocente sonrisa me desarmó por completo. Mi pequeño amor disfrutaba de la sensualidad de la situación. Mientras se sentaba en mi pierna en una posición en la que pudiera masturbarme con comodidad, le acariciaba el cabello suave como seda.
Mi mano se fue automáticamente hacia su entrepierna, acariciando la suave piel que cubría sus partes. Su miembro era aun diminuto, y sentirlo en mi palma era la sensación mas hermosa del planeta. Con la punta del dedo, comencé a masajear suavemente su glande, y vi que sus ojos se cerraban.
Manuel jadeaba suavemente, su respiración se volvía cada vez mas agitada. Le acerqué mi boca a su oído y le susurré cosas dulces, cosas que solo un novio podía decírselas. «Eres lo más lindo del mundo, mi tesorito» susurré antes de darle un suave mordisco en su oreja. Su carita se sonrojó y su pene se pulsó en mi palma.
Ambos nos estremecíamos muentras nos estimulábamos mutuamente. Mi pequeño novio temblaba cada vez con más fuerza. Llegó al punto en el que Manuel alcanzó un intenso orgasmo seco, su cara no podía más de placer y verlo así hizo que me saltara un intenso chorro de semen que se diluyó en el agua de la bañera.
Nuestros ojos se cruzaron, y en el espejo del baño, pude ver la inocente sonrisa de mi dulce niño, y la mía, lleno de satisfacción. Le sonreí y le di un beso en la mejilla, «¿Te gustó, mi amor?» Le dije, y me respondió con un «Sí, Javier, me gustó muchísimo» y abrazó mi cuello.
Tras unos ricos besos y caricias, decidí que era hora de que nos acostáramos. Con suave delicadeza, tomé a mi novio de la cintura y lo acompañé a la cama. Los dos desnudos, la ventana dando al mar iluminado por la luna llena que se reflejaba en la piel de Manuel. Me acosté a su costado, y le acaricié la mejilla. «¿Te gustaría que te cuente un cuento?» Le susurré, con la intención de que la noche no terminara solo con la emoción del baño.
«Ya tengo 7 años. Soy un niño grande y los cuentos son para niños pequeños» Me dijo Manuel, con un tono que me llenó de ternura al ver como mi amorcito quería sentirse más grande.
«¿Qué tal si te cuento un cuento para niños más grandes? Me se cuentos hasta para niños de 10 años» Le ofrecí con una sonrisa, y Manuel se rió, con algo de vergüenza de que aun le gustaran los cuentos para dormir. Mirntras le acariciaba las nalguitas suavemente, comencé a inventar una aventura en la que un valiente pequeño príncipe y su leal dragon luchan por salvar a un reino y se enamora un hermoso caballero que lo ayuda en su aventura. No alcancé a terminar la historia cuando noté que mi bebé estaba completamente dormigo.
«Buenas noches mi tesorito. Mañana nos espera un lindo día de aventuras en el mar» Susurré, acariciando su cabello. Sus ojos se cerraron lentamenta, y su respiración se volvió suave y regular. La luna iluminaba la ventana y el sonido de las olas producía una sensación de relajo invaluable que me llevó a acompañarlo al mundo de los sueños.
tl: p0588s
gran relato con ganas de leer la continuacion
Como sigue?
Excelente relato. Como sigue?
Que rico, menuda paja me he hecho… Que fantasía de relato.
Muy buen relato, como sigue?