Maratón sexual (primera parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por tore91a.
Tras medio año de ausencia total, mi primer amor César me contacta para reencontrarnos; él vive en el DF mientras que yo vivo en Cuernavaca, por distintas cuestiones como distancia, tiempo y discreción nuestra relación se tornaba difícil. Así que nos limitábamos a vernos de vez en cuando.
Tengo 23 años, 1.80 de estatura, moreno claro, cabello quebrado y negro, activo con verga de 17cm aunque algo gruesa.César es un hombre de 55 años, casado y con hijos aproximadamente de mi edad, 1.85, cabello largo y canoso, cuerpo robusto y lampiño, ojos profundos y gran sonrisa, versátil con una verga llena de venas y más gruesa que la mía con una cabeza brillante y rosada.
Después de tanto tiempo sentía emoción de verlo otra vez, así que me dirigí al DF muy temprano en la mañana, al llegar allí lo encontré y mis ganas provocaron que le diera un gran beso que por suerte pasó desapercibido en la estación de autobuses.
Entre pláticas y risas lo acariciaba discretamente en las líneas del metro, aprovechábamos los vagones de la parte de atrás que normalmente se ocupan para meter mano entre hombres de contrabando.Tomaba si entrepierna y culo firmemente mientras disimulaba incomodidad por la multitud de gente que se hace en algunas estaciones. Mientras la gente entraba y salía del metro yo gozaba de excitar a César con mis caricias y toqueteos que provocaban gemidos ahogados por su parte.
-Ah! Sí!, así mi amor, que rico! –susurraba César con discreción, pero no podía disimular la erección que parecía reventar su pantalón. Aprovechaba cada que se vaciaba el vagón para sacar esa verga y engullirla suculentamente; aunque apresurado puesto que no se dispone de mucho tiempo entre estaciones.
Así pasó el tiempo hasta llegar al hotel, al entrar a la habitación no vacilé en arrojarme sobre él y besarlo con pasión, arrancando sus prendas una a una entre forcejeos y mordiscos; nuestras respiraciones se aceleraban conforme nos robábamos el aliento entre suspiros y besos, nuestros miembros crecían y se endurecían cada vez más, tornándose rojos de la excitación en poco tiempo.
-¿te gusta mi amor?, – le preguntaba mientras lo sometía con mis brazos. – ¡Sí mi amor!, ¡soy tuyo, tuyo nada más!, ¡hazme lo que quieras!. –repetía entre sollozos por su estado de sumisión total.
Eso provocaba que me pusiera más cachondo, haciendo que saliera mi lado dominante, comencé a azotarlo con mi cinturón mientras lo ataba con su corbata y demás prendas que encontraba.
Lo tenía a mi merced, – ¡¿Quieres verga puto?!… ¡Pídemela!, ¿ruega por ella como la perra que eres!, -Los insultos brotaban de mi boca, las bofetadas y escupitajos llovían sobre el cuerpo del indefenso César; mientras a su vez tragaba mi verga hasta lo más profundo provocándole pequeñas ahorcadas y lágrimas que inundaban sus ya rojos ojos. -¡Dame verga!, ¡soy tu perra… solo tuya!, ¡lléname de ti te lo suplico! –imploraba aquel sometido hombre.
Luego de un rato de intensas mamadas y agresividades lo empine abriendo sus piernas dejando al descubierto su
palpitante ano, me sumergí en él lamiéndolo intensamente, devorando cada centímetro de su culo que suplicaba ser llenado; así que sin previo aviso lo penetré de una sola envestida, provocando al pobre hombre un fuerte dolor que fui mitigando con un vaivén de fuertes penetradas.
A medida que su cuerpo se debilitaba el mío tomaba fuerza para seguir cogiéndolo sin piedad, – ¡Así mi amor dámela toda, lléname de verga que para eso estoy! – el deplorable cuerpo de César se estremecía de placer haciendo que llegáramos al éxtasis total, tras un gruñido fuerte llené el ano de César.
-¡aaaaaaaah! ¡Siiii! ¿Te gusta eso perra? – ¡si amor lléname todo, mi culo es tuyo! – con las palpitaciones de mi verga César se deslechó perdiendo aliento y cayendo sin fuerzas, al terminar le acerqué mi verga a la boca para que la limpiara, de arriba abajo la lamio toda sin desperdiciar gota de mi leche sobrante.
Rendidos por el cansancio nos bañamos juntos y terminamos en la cama abrazados por un rato, seguimos hablando un rato mientras nos dábamos besos tiernos; habíamos recuperado el tiempo perdido así que lo gozamos mucho. César se ofreció a llevarme de regreso a la estación porque tenía que volver a trabajar, yo accedí, pero no tenía ganas de volver a casa, mi verga quería más así que comencé a hacer nuevos planes, tenía que coger más culos de machos para saciar mis ganas de sexo…
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