Marcos, el chico de mi salón
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por HayashiBimori.
Desde pequeño me dí cuenta de mis preferencias sexuales y de mis gustos.
A los 15 perdí la virginidad con un compañero de clase, se llamaba Marco, fue de lo mejor.
Él y yo encerrados en mi habitación tocando nuestros cuerpos hasta consumar nuestro acto.
Todo había comenzado con el típico juego de los toqueteos, luego pasamos a las pregunta de “¿Te gusta?” y cuando nos dimos cuenta, ya nos acariciábamos en mi cama mientras mi madre preparaba el almuerzo en la cocina y la puerta cerraba callaba nuestros secretos.
Marco era excitante, para su cuerpo adolescente tenía una espalda ancha, un pecho enorme porque jugaba futbol americano y ese abdomen plano y pálido marcado por pequeños vellos de adolecente era delicioso.
Me encantaba pedirle que se pudiera encima de mí, para poder sentir su peso en mi cuerpo, luego lo abrazaba con fuerza y le pedía que él hiciera lo mismo.
Entonces le pedía que me besara, que me jalara del cabello, para experimentar esa desesperación placentera que solo un cuerpo sobre todo puede producir.
Nos costó mucho poder consumar nuestra pasión, o más bien a mí.
Siempre ponía excusas como que aún no estaba listo, que nos iban a escuchar o que solo debíamos masturbarnos, porque quizá contraeríamos una de esas enfermedades que nos enseñaban en la escuela.
— Detesto la clase de historia, siempre confundo las capitales y los países— Dijo Marcos dejando su mochila en la sala, su piel pálida y cabello negro hacían un matiz muy bello con el uniforme escolar que usábamos.
— Creo que eso es más bien Geografía— Agregué con una risa irónica, si bien Marcos no era el chico más brillante, en ocasiones le costaba ponerse al corriente, pero siempre me buscaba para los trabajos escolares porque sabía que yo le tenía paciencia y lo ayudaba si necesitaba un empujón extra pero lo cierto es que el simple hecho de tenerlo en mi casa, oliendo su perfume y viendo esos brazos que cada día crecían más a causa de su deporte favorito, eran la mejor paga.
— ¿Quieres comer algo?— Le pregunté, mi madre estaba en la cocina usando el teléfono y siempre nos ofrecía algo como merienda mientras mi padre llegaba.
A veces Marcos aún estaba ahí y yo lo obligaba a que se quedara a comer, él lo hacía porque no sabíamos por qué, nos gustaba pegar nuestras rodillas debajo de la mesa, era como un juego del cual no hablábamos, solo nos sentábamos a la par y de pronto su pierna se pegaba a la mía y si esta no estaba cerca, acercaba su silla hasta tocar mi piel con la suya, esto era aún mejor cuando usábamos los shorts deportivos del colegio.
— Estoy bien, es que no quiero hacer nada— Me dijo, y yo lo miré de esa forma traviesa— ¿Quieres ir a mi cuarto?— Le pregunté y él solo asintió como un niño pequeño cuando le preguntan si quiere dulces.
Le dije a mi madre que Marcos y yo trabajaríamos arriba para concentrarnos mejor lejos de los ruidos cotidianos, ella no tuvo problema, nunca le gustó involucrarse en problemas juveniles y menos se rompía en la cabeza pensando que tal vez su hijo tenía una aventura homosexual con uno de sus compañeros de clase, para ella éramos solo niños y nada más.
Cuando estuvimos arriba, marcos se recostó sobre la cama, dejando su vientre y bultos a la vista, estaba erecto, el pantalón escolar le se marcaba mucho y yo no pude apartar la vista de él.
En ese momento lo miré con detalle, ya no éramos niños, éramos jóvenes, adolescentes precoces, el cuerpo de marcos denotaba mayor edad y el mío más frágil, más delgado, más sumiso a las proporciones de mi compañero.
— Ayer me dejaste muy duro— Dijo haciéndome sentir ese calor en mis mejillas de nuevo, era algo que había descubierto días atrás, cuando marcos hablaba de forma directa sobre el sexo o cuestiones sexuales, mi cuerpo respondía excitándome de inmediato.
— ¿A sí?— Pregunté apartando la mirada— Sí, apenas y pude disimularlo camino a casa, todo el camino iba pensando en ti— Dijo él causándome un estremecimiento en el corazón, caminé hacia mi escritorio para dejar mi mochila y los libros que debíamos ocupar para el proyecto.
— Cuando llegué a casa me di cuenta que mi bóxer estaba húmedo, me hiciste casi venirme de solo rosar mi verga contra tus nalgas— “Oh Dios” pensé, de pronto me sentía con ganas de correr hasta él y deshacerme en besos y caricias.
Ese día era diferente, el aire se sentía diferente, el día, el ambiente, todo era tan inusual, como si cada pequeño detalle se hubiese puesto de acuerdo para crear la atmosfera perfecta para entregarme a Marcos, pero había un problema, me daba miedo y no estábamos solos, sin embargo, Marcos con sus palabras se estaba encargando de disipar el temor y ya solo quedaba encargarnos de mi madre.
— Por qué no vienes acá— Me dijo y yo le respondía— Tenemos que terminar el proyecto— Pero sin darme cuenta caminé hasta él, como si me hubiese hipnotizado en contra mi voluntad.
En un momento estuve sentado junto a él, Marcos se levantó la camisa y me mostró su abdomen en desarrollo, luego volvió a preguntar— ¿Por qué no me has tocado? Antes te gustaba— Y era cierto, en otros días apenas cruzábamos la puerta de mi cuarto, ya estábamos recorriendo nuestro ser pero ese día me daba miedo empezar y no poder detenerme.
Al ver mi resistencia él me tomó del mentón y me dio un pequeño beso, esos como los que le daba a las chicas detrás de los salones en la escuela, como los que le daba a sus novias de una noche en las fiestas y entonces mi corazón no pudo más cuando dijo.
“Eres mi mejor amigo.
” Aquello me desarmó, solo lo tomé del rostro y lo hundí en besos torpes e inexpertos, como si quiera hacerle sentir la llama en la que me tenía cautivo.
Él correspondió a mis caricias y lo primero que hizo fue quitarse la camisa y echarse encima de mí como tanto me gustaba.
— Mi mamá— Le dije y él miró la puerta de atrás y camino para cerrarla con seguro, luego puso música en la computadora y en menos de un minuto estuvo de nuevo sobre mí devorándome con sus besos— Ella nunca viene y si lo hace, que vea que ya no eres un niño— Sus palabras me hicieron rendirme, el tener a ese hombre sobre mí me hizo olvidarme de todo, solo cerraba mis ojos para entregarme a él y que pudiéramos disfrutar de nuestro placer a escondidas.
Una vez desnudos nos admiramos sobre mi cama, la luz del sol atravesaba el cristal de la ventaba y las sabanas azules nos cubrían para evitar la vergüenza.
Marcos puso su pene, ese que yo a veces me llevaba a la boca y me asfixiaba, ese que yo tocaba sobre la tela de su uniforme y metía mi mano para acariciar causándole suspiros.
Ese, lo puso en las puertas de mí ser y trató de empujar mientras de este salía ese líquido que solo denotaba lujuria contenida.
Cuando su glande estuvo dentro, empezando a romper las paredes de mi entrada, me deshice en lágrimas y él me estrujó de nuevo como tanto me gustaba, luego siguió empujando mientras con sus dedos intentaba dilatarme al mismo tiempo.
Yo lo rodeé con mis brazos y ahogué mis gritos en sus hombros mientras acariciaba su espalda y sollozaba en sus oídos.
— Me duele.
— Le dije mientras contenía mis lágrimas y él me miró con esa sonrisa de deportista tonto a la que yo no me podía resistir.
Solo me rendía ante las caricias de Marco mientras la música cubría nuestros suspiros y contenidos gemidos.
Recibí las presiones de Marcos en mi cuerpo, una tras otra y cada vez más fuertes, rudas y firmes que la anterior, mi piernas eran como una prisión para su cuerpo porque a pesar de lo doloroso y rudo, yo me hundía en un placer casi celestial donde solo había besos, caricias, mordidas y suspiros en mis oídos que decían más que mil palabras.
— Marcos me voy a venir— Le dije porque su vientre aprisionaba mi pene contra mi cuerpo y la fricción y el calor de su ser me producían tanto placer que mi cuerpo ya no lo pudo resistir.
Él, como si lo hubiera pedido, me envistió con más fuerza, con más rudeza hasta que descargó todo ese espeso y caliente semen dentro de mí, sentí como si mi ser fuera invadido por una electricidad infernal, como si mi cuerpo y zonas erógenas experimentaran un cosquilleo fuera de este mundo.
Yo abracé y besé mientras yo también me corría en su vientre y como dos animales en celo nos lamimos y mordimos el cuello, los labios y las mejillas.
Marcos me había marcado para siempre, ya nada sería igual luego de ese día y solo momentos después cuando por fin nos despegamos, supe que no quería perderlo que siempre quería estar con él ¿Eso era a lo que todos llamaban.
Amor? No estaba seguro pero por lo pronto, quería repetirlo con Marcos al día siguiente.
Tratamos de limpiarnos y limpiar el aroma a semen de nuestro cuerpo, también inspeccionamos cada detalle para que no nos descubrieran, estábamos sudados, cansados y con una sonrisa en el rostro que no podíamos ocultar.
Marcos bajó rápido de mi cuarto y se fue sin hacer ruido para que no hubiera preguntas.
Treinta minutos después bajé a la cocina para ver si mi madre estaba allí y ella aún seguía en el teléfono, nunca se dio cuenta que perdí mi virginidad en la casa y con mi amigo Marcos.
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