MARGINALES
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Manolito.
Esta es una historia real, que me sucedió hace unos 4 años, en esa ciudad costera en la que estuve trabajando.
Me había ido a pasar el día junto al mar, caminando por el litoral, y llevaba sólo un short y un par de chancletas, y un bolso al hombro con un pulóver. Había estado bañándome en el mar y tomando luego un poco de sol, cuando empezó a dolerme la barriga y salí a buscar un sitio donde cagar. Llegué a una especie de caseta militar hecha de cemento que aparece cada cierto tramo de costa, y que se confunden con el paisaje, y que tiene una pequeña entrada por detrás y un boquete que mira al mar. Pensé que era el sitio ideal, pues siempre están solitarios y algo sucios, y entré por el boquete: allí, entre papeles y otras suciedades había una especie de bastidor de cama viejo y oxidado y sobre él dormitaba un señor de unos 50 años, mulato, delgado, alto. Me detuve un momento, pero como no se movió seguí caminando hacia el interior del refugio, que en su parte trasera era largo y lleno de cubículos. Allí me quité el short y descargué el peso que traía y luego me puse a buscar en el bolso lo necesario para quedar como nuevo, incluido un frasco de crema olorosa y suave para la piel y empecé a ponerme en todo el cuerpo para aliviar además el enrojecimiento del sol.
Estaba en eso, desnudo y poniendo crema en mi cuerpo cuando asomó la cabeza un muchacho de unos veinte tantos años, de piel negra, y con unas trenzas echas en la cabeza; yo me volví a verle, pero seguí en lo mío, y entonces él se retiró, pero fue a ver si el señor que dormía se había movido, y entonces volvió ya con su verga afuera. Estuvo unos minutos moviéndosela y entonces yo salí al pasillo también y le cogí la verga con la mano: era grande y hermosa, y me puse a mamar. Luego de estar un rato agachado con la verga en la boca el negro me dijo que me levantara, y colocándome de frente a la parte donde estaba el otro hombre acostado comenzó a follarme; tras unos pocos intentos tuve aquella cosa enorme en el culo, aunque me dolía un poco, y yo gemía sin dejar de disfrutar. Entonces al mirar hacia delante vi que el otro señor nos estaba mirando muy entretenido, y yo empecé a gemir más fuerte y el negro me hizo caminar un poco hacia delante también, de modo que el otro pudiera vernos bien, y así estuvimos un buen rato, él dando y yo recibiendo pinga, hasta que fue el negro quien gritó de placer mientras me llenaba todo el culo con su leche. Entonces se limpió y salió del lugar por detrás, y yo también me limpié el culo, me puse el short y tomando el bolso caminé hacia el mismo lugar por el que había entrado. Al pasar junto al señor que estaba sobre el bastidor lo encontré sentado, y me preguntó: ¿te gustó? Le dije que sí, y entonces siguió preguntando: ¿La tenía grande? ¿Te dio la leche? Y finalmente me propuso: Yo no vivo por aquí, soy de otra provincia, pero duermo en otro lugar de la costa que tengo acomodado; ¿Por qué no vienes luego y te quedas conmigo? Me parecía arriesgado, pero también me excitaba pensar en la posibilidad de tener sexo con un marginal, y en unas condiciones tan poco habituales, y le dije que trataría de venir, quedando en vernos sobre las 8 de la noche en la carretera.
Me fui a la casa, y estuve pensando en eso todo el día, y aunque dudé al final no pude aguantarme y me fui otra vez en la noche a buscar al tipo. Me estaba esperando en el sitio acordado y caminamos hasta un lugar de la costa, justo frente al mar, lleno de unos arbustos de tamaño mediano y enmarañado, entre los cuales se veían intentos de armar un cobijo con latas, cartones y demás. Así había un pequeño lugar con una tela sobre el suelo y algunas cosas alrededor y allí entramos; era evidente que ese el sitio donde dormía, y como era verano pues hacía buen fresco, aunque los mosquitos molestaban un poco. Nos quitamos la ropa- me dijo, y lo hice enseguida; la noche era clara, y las luces cercanas de la carretera alumbraban también, y así pude ver que el tipo tenía un buen cuerpo, fuerte todavía, y una verga grande también.
Él me miró y alabó la blancura de mi piel y acarició mis nalgas, y luego me invitó a acostarme. En realidad aquello estaba un poco sucio y el tipo no se veía muy limpio, pero yo estaba excitadísimo en aquel lugar y en esas condiciones, y allí acostados los dos, empezamos por acariciarnos y besarnos y luego se puso detrás de mí y me clavó su trozo de carne. Yo me había preparado antes de venir y no me fue muy difícil recibirlo, y cuando estuvo adentro me dijo: No vamos a apurarnos, quiero pasar la noche así contigo. Estuvimos mucho rato en esa postura, él se movía suave dentro de mí y yo disfrutaba sintiendo mi culo lleno con su verga; nos deteníamos un rato, sin sacarme la verga, y luego volvíamos a empezar. Disfruté muchísimo y él se vino dentro de mí un par de veces antes de sacarla, y entonces me abrazo por detrás y así nos quedamos medio dormidos.
Entonces un ruido de pasos y voces me hizo volver a la realidad, y me asusté al pensar que nos habían sorprendido, pero ellos gritaron un nombre, y mi acompañante me tranquilizó diciendo: No te preocupes, son amigos míos, y dio un chiflido. Eran, una vez que los tuve frente a mí, otros tres individuos del mismo corte y figura, tres marginales sin techo, que vivían donde podían y que al parecer se reunían en ese lugar con frecuencia. No mostraron mucho asombro al vernos allí, y luego de un saludo parco buscaron acomodo alrededor del lugar y se pusieron a conversar de asuntos propios. Yo permanecí acostado y el tipo también, pero con el cuerpo vuelto hacia ellos para poder mirarles y participar de la conversación. Sacaron una botella con alcohol y empezaron a pasarla entre ellos, me ofrecieron pero dije que no.
La conversación que no me interesaba y la hora, sería ya medianoche, hicieron que volviera a dormirme, y me despertó el volver a sentir las caricias de mi compañero de cama: los otros seguían allí, en su conversación, pero ahora en voz baja, y parecía que eso no era problema para seguir follando, y entonces quedé boca abajo mientras el señor se ponía sobre mí y volvía a introducir su verga en mi ano. Los otros dejaron de hablar y observaban atentamente lo que sucedía: fuimos variando de posición, yo bocabajo, y luego de lado, y después sentado sobre la verga, y al final haciendo el perrito; yo gemía y pedía más y más, y así estuvimos hasta que los dos nos corrimos abundantemente.
Cuando pasó un rato de relajamiento, el tipo me dijo: Si vas a quedarte tenemos que apretarnos un poco para que los socios también se acomoden. Y así fue, los otros tres se aligeraron de ropa, y también se acostaron en el lugar, que por suerte no era muy estrecho (al parecer acostumbraban a quedarse allí de ese modo), pero que obligaba a que estuviéramos muy juntos. No olía a limpio, pero entre cuatro hombres yo me sentía muy a gusto, recibiendo su calor, pues a esa hora siempre refresca un poco, y estaba sin ropa. Unos estábamos acostados en una dirección y otros en la contraria, y como podrás imaginar, luego de algunas frases morbosas se hizo silencio y tratamos de dormir. Digo tratamos, porque era inevitable que alguna mano tocara mis nalgas, o que sin saber cómo mi cara de pronto estuviera frente a una verga dormida a la que no pude evitar dar una chupadita. Pero nada más, ya era para mí un placer estar así, y tocar entre sueños aquellos cuerpos, poco cuidados, pero muy masculinos, y necesitados de caricias.
Me levanté cuando empezaba a amanecer y recogiendo mis cosas me fui caminando hasta la parada del autobús, luego de dejarle al tipo en un bolsillo 50 pesos. Se los merecía, y los necesitaba. Nunca he podido olvidar esta historia, y cuando he vuelto a ese lugar siempre me doy una vuelta por allí, pero no he vuelto a encontrarlos.
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