Mario 07 de 22 Con don Guillermo 24h 2
“Guillermo resultaba un dios del Olimpo hecho hombre, el cuerpo curtido y duro, la sonrisa difusa pero continua en la boca, las piernas estiradas para que la verga sobresaliera.”.
Desperté y Guillermo estaba mirándome, sin moverse pero con los ojos abiertos, en algún momento de la noche había roto nuestro abrazo pero estábamos tocándonos.
-Desayunaremos en la cafetería de la gasolinera cuando vayamos a buscar las motos. -mientras hablaba estaba jugando con mi largo cabello, y en ese momento pensé que igual debería cortármelo, para que no me hiciera parecer tan nena. Me estiré y al juntar las piernas con fuerza me di cuenta de que aún tenía dentro de mi culo el plug anal.
-¡Oh papi!, no podemos quedarnos un poco más, se está tan bien en la cama.
-Se hace tarde bebé, luego hará mucho calor en la montaña para andar en moto, además tienes que quitarte el taponcito que tienes metido en el culo y ver como está, nos ducharemos para ir a la gasolinera. -me abracé a él reconociendo que tenía razón.
-¡Ay! papi, te ha crecido la barba. le había besado y su barbilla me raspó la mejilla.
-Me afeitaré a la vuelta, ahora arrodíllate y enséñame el culo. -me dispuse para lo que deseaba y sentí como movía el objeto.
-Igual te hace un poco de daño al sacarlo. -fue tirando de él despacio y solo sentía la presión al salir la parte gruesa forzándome el esfínter, hasta que pasó lo de más diámetro, luego se deslizó él solo.
-Te ha quedado un buen boquete, después de la ducha te metes abundante crema, de esta misma que es mejor, ahora es el momento de que el culito descanse.
Supe que me había introducido el dedo pulgar pero solo lo notaba cuando lo movía, estuvo unos segundos haciendo fuerza y se dio por satisfecho de lo que veía.
Se ve precioso y rojito, ahora lo tienes preparado para recibir toda las vergas que desees y las disfrutes. Te llevas todo esto a tu casa cuando marches, y usas el plug alguna vez, no creo que necesites emplear el grande.
Sus palabras anterior se me habían quedado grabadas, “tenía el culito preparado para recibir las vergas que deseara”, o sea que no me consideraba su amante exclusivo.
-Guillermo, ¿deduzco que no te importaría que otros hombres me follaran? -jajaja, sonó muy fuerte su risa.
-Tu culo es tuyo y mi verga es mía, pero si estás con otros, y no usas protección, tendrás que pasar de vez en cuando por el laboratorio. -había quitado el condón del plug y dejó este dentro de la caja, sin más se encaminó al baño dejándome con el culo en pompa.
Por simple curiosidad me llevé la mano al culo, lo sentía como dormido, no tan abierto como dijo Guillermo, pero comprobé que podía meter los dedos sin esfuerzo, los cuatro haciendo pico de pato. El plug había hecho su trabajo durante la noche.
Mientras me lo acariciaba con cierto temor, explorando las nuevas cualidades de mi ano, seguía pensado en las palabras que dijo, Guillermo no parecía ser celoso y desearme en exclusiva, si que era algo dominante y exigente en todos los sentidos, y era lógico que deseara cierta seguridad en sus relaciones, no le veía hombre de usar profilacticos para follar.
Cuando entré en el baño salía de detrás de las mamparas de la ducha, con todo el cuerpo chorreando agua por los abundantes vellos.
-No te entretengas y ponte la crema como te he dicho, en ese armario tienes todo lo que puedas necesitar, desde toallas hasta elementos para tu limpieza rectal, y si te falta algo me lo pides.
Se lavó la boca y se secaba muy rápido. Cuando terminé y volví a la habitación estaba ya vistiéndose, uno de esos trajes con mucho cuero y colores, típicos del motorismo, ajustado a su escultural cuerpo, debajo solo llevaba un slip y camiseta de tela fina.
-No creo que te valga uno de los trajes de Robert, ya lo compraremos otro día.
-No es necesario, y no te preocupes por mi, no pienso montar en moto. -me miró ajustándose la chaqueta.
-Es divertido, te gustará y te hará más fuerte, hay que trabajar duro para dominar estas máquinas. Hoy solo me harás compañía y luego ya pensaremos, hay motos ligeras para muchachos y te será fácil controlarla.
Todo lo que estaba sucediendo con Guillermo, lo veía cada vez más raro, me pagaría los estudios durante mucho tiempo, quería que en algunas cosas, y de alguna forma, me integrara en su vida, estaba dispuesto a gastar dinero y su tiempo en mi, aunque con modales, algunas veces bruscos, se preocupaba de mi bienestar, como lo que había hecho a la noche, renunciar a su placer de follarme para enseñarme como tratar a mi culo y prepararlo para que no me doliera, se lo agradecía.
Todo me sonaba a campanas de gloría, y pensaba si no sería un sueño del que despertaría, para encontrarme como decía el abuelo, ofreciendo el culo en la calle por unos euros a quien lo quisiera tener.
Me pellizqué, el culo precisamente, antes de ponerme las braguitas, no tenía otras, el liviano pantaloncinto y la camisa. El dolor me advirtió que todo era real y no soñaba.
En el garaje montamos en uno de los elegantes y caros coches que estaban estacionados, un jaguar rojo de ensueño con los asientos forrados en piel, de dos puertas con el techo fijo. Conocía a la perfección que tenía una buena colección de ellos, así como diferentes motos, tanto él como su hijo sentían furor por los vehículos potentes, caros y detonantes.
En la cafetería de la estación de servicio nos sirvieron el desayuno mientras hablaba con el gerente sentado en nuestra mesa, también este negocio le pertenecía, como el diez por ciento de todos en la ciudad, en la misma tenía cuatro o cinco más, toda una red de gasolineras, pero él vivía en el mundo como si nada tuviera valor, embutido en ese traje carísimo, y algo ridículo al mismo tiempo para un señor mayor.
Recogimos el todo terreno, ya enganchado al remolque con tres motos, ¿para qué querría tantas?, le atendía el hombre que a menudo le acompañaba custodiándole, comentaban que hoy no tenía que acompañarle, que yo me encargaría de avisar si fuera necesario, y el hombre le entregó una bolsa, que después vería, contenía botellines de agua y fruta.
El monte propiamente dicho empezaba a unos diez kilómetros de la ciudad, hasta llegar al aparcamiento del parque regional era zona llana, luego comenzaban los caminos rurales, de tierra sin asfaltar, y después el monte lleno de temibles riscos, sumamente peligros para el deporte que Guillermo y Robert practicaban.
Estacionó el vehículo y destrabó una de las motos bajándola del remolque, se colocó un casco en la cabeza.
-¿Te animas? Te doy una vuelta para que veas el entorno. no corres peligro alguno, deja de ser tan prudente, se un poco loco. -accedí de mala gana y me subí detrás de él sujetándome con fuerza.
El camino de tierra batida iba recto y liso hasta unos dos kilómetros, allí ya tenía que comenzar el ascenso y resultaba complicado seguir con pasajero de paquete.
A veces aceleraba y la moto rugía escandalosamente dando un pequeño salto.
-¡Yuuuupi! ¡Aquí vamos!, gritaba y y reía con euforia. -en esos momentos yo me sujetaba más fuerte a su cintura sintiendo el golpe del aire en la cara y el revuelo de mis cabellos al no llevar casco puesto.
Cuando llegamos al final del camino transitable se detuvo.
-Ten las llaves del coche, no te ira mal andar de vuelta los dos kilómetros y será un agradable paseo para hacer hambre. Al lado de la ermita, en el parque, tienes un bar por si te aburres, voy a rodear el monte y volveré por el otro lado. -no me pidió mi opinión y me dejó abandonado en ese desierto lugar.
Esperé un momento antes de comenzar a andar, para mirarle subir el sendero empinado cubierto de piedras, algunas salían disparadas al rodar sobre ellas. Seguía pensando que era un deporte peligroso, más que los que acostumbraba a ver.
Lentamente inicié el camino de vuelta, el paisaje era hermoso y el horizonte sin fin si mirabas hacia el sur y el oeste, al norte y este las montañas que Guillermo había comenzado a ascender.
En el parking solo estaba nuestro coche y avancé hacía una de las esquinas, detrás de un grupo de grandes y frondosos cipreses se hallaba la pequeña ermita, un poco más lejos la pequeña casita con el cartel de “Merendero de la suerte”, curioso nombre que tendría su lógica explicación, aún no estaba abierto y una chica delgadita y joven estaba limpiando las mesas de la terraza y la zona verde, me miró con curiosidad y me hizo un gesto de saludo con la cabeza.
Enormes y potentes aspersores regaban distintas zonas, solo quedaba a salvo el espacio de columpios y juegos de recreo para niños.
Me senté en uno de ellos y saqué el móvil, aún no lo tenía controlado y quería quitar aplicaciones.
Me aburría sobremanera aunque había comenzado a llegar público, familias para pasar el día al aire puro del campo, ocupaban los lugares destinados para hacer fuego y preparar sus comidas, algunos excursionistas bajaban de vuelta y se metían en el bar, en eso pasaba las dos largas horas y media que Guillermo empleó para hacer la vuelta del monte.
Escuché el ruido inconfundible del motor de su moto y fui hacia el coche. No venía muy sucio, polvo blanco que deslucía el brillante y colorido cuero.
-Dejó la moto apoyada y se retiró el casco.
-¿Te aburriste?
-No, había una exposición de pintura de grandes genios y así he pasado el tiempo.
-¡Ja, ja, ja! -su risa soñaba escandalosa.
-Venga, ayúdame a subir la moto. -me acerqué y me sujetó de la cintura mirándome a la cara.
-Eres hermoso. -sin importarle que nos vieran me besó la boca, su boca se sentía abrasadora y caliente.
-Nos van a ver papi.
-Sentirán envidia, ¡qué se jodan! -y volvió a besarme con fuerza exigente y dominante para que le devolviera el beso. -cuando me soltó miré a nuestro alrededor, por fortuna no había nadie aunque ahora estaba concurrido de coches.
-Vamos a tomar algo al bar y ya bajamos. -caminé a su lado mientras se sacudía el polvo de la ropa mientras andábamos.
-Voy a hablar con Paco y lavarme la cara. -se aproximó para decirme en secreto susurrando en mi oreja. -Y a mear que ya no aguanto.
-Yo me senté en una mesa mientras esperaba, el sol comenzaba a quemar y escogí una de la zona verde a la sombra de un árbol.
-Volvió enseguida y la muchacha venía tras él. -era rubita con el pelo recogido en una coleta y la cara sonrosada.
-Qué quiere tomar. -me preguntó con voz infantil.
-Tu qué has pedido. -le pregunté a mi vez a Guillermo.
-Un refresco de te.
-Tomaré lo mismo. -la muchacha se quedó un instante mirándome.
-¡Ah! El es Mario, amigo de Robert, y ya ves parece que no le gusta la montaña. -me puse un poco rojo y la muchacha también.
-¿Tendrá ganas de que regrese?
-¡Va! En poco tiempo volverá a marchar, pero bueno, Mario me hará compañía. -parecía que don Guillermo era asiduo de ese lugar.
-Un día les pediré que preparan una paella y comeremos aquí, es buenísima y a Robert le encanta, a ti también te va a gustar.
Comencé a pensar que Guillermo, a pesar de lo que era, y lo que le rodeaba, ya pensaba que se iba a quedar muy solo con la marcha de Robert.
Pero seguía sin entender lo nuestro y su interés en mantener sexo conmigo, el podría tener a quien quisiera, chicos y chicas, mujeres, hombres, a los hubiera usado desde el primer día y no le habrían hecho trabajar tanto, y además yo hubiera estado a su lado sin haber llegado a ser amantes, solo hubiera tenido que hablarme.
Nos sacaron un plato que me dijo que era oreja de cerdo y me animó a que comiera, y me gustó aunque al principio me resistía a comer algo con ese aspecto.
Llegamos a la gasolinera y su hombre de confianza estaba esperando, se hizo cargo del todo terreno y las motos, también de la bolsa con botellas de agua y frutas que no habíamos probado, y regresamos a casa.
-Mientras me doy una ducha prepara la comida, busca en la nevera, además de los emparedados de ayer habrá otras cosas.
Encontré pollo preparado y frío que solo tuve que poner en el microondas un minuto, ensalada sin aliñar y sándwiches que sobraron la noche pasada, con eso teníamos bastante, aunque empaquetado había otra comida preparada.
-Lo tienes todo dispuesto, como una ideal amita del hogar.
-Siempre lo hago en mi casa, estoy acostumbrado y no me coge de sorpresa. -había sacada unas cervezas pensando que sería lo que tomara.
-Voy a por una botella de vino, esto merece la pena. -sacó dos copas enormes y descorchó la botella sirviendo el rojo liquido.
Comimos con ganas, también yo tenía hambre, alabó como había preparado la ensalada, se le notaba jovial y feliz.
-Le has dicho a la chica del bar que Robert volverá pronto. -no paraba de meter comida en la boca, dejé el tenedor y le miraba esperando la respuesta. Su cara cambió ligeramente y se atirantó.
-¿No te lo había dicho?
-La semana que viene estará aquí viene con algunos de los compañeros que van a estudiar con él, quiere darles una fiesta. -sentía una tristeza inmensa y profunda, Robert se alejaba más y más, nuestras vidas se separaban sin remedio, en realidad ya lo estaban, qué pensaría si supiera mi relación con su padre, yo mismo había cavado el enorme foso que nunca tendría un puente que lo salvara.
Guillermo se limpió la boca, bebió un largo trago de vino mientras me miraba estudiándome.
-Quiere que vengas a la fiesta, me ha insistido para que te localice y te lo diga. Será el próximo sábado, luego sus compañeros marcharán a sus ciudades, tienen que prepararse para regresar a Chicago y comenzar sus estudios.
-¿De verdad quiere que yo esté en ella?
-¿Por qué te extraña? Habéis sido amigos desde niños, él te aprecia y querrá despedirse, se va para una larga temporada.
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Pensaba en ese momento, y no me lo explicaba, ¿cómo era posible que Guillermo, siendo tan inteligente y de mundo, nunca se hubiera dado cuenta de lo que yo sentía por Robert, y que llegué a pensar que él sentía hacía mi?
Posiblemente fueran cosas de niños, juegos y sentimientos infantiles nada más pero que nosotros tergiversamos para nuestro interés y conveniencia.
Su madre, más sensible si lo había adivinado. Su alma de mujer había sabido, desde que éramos pequeños, la atracción que sentíamos el uno por el otro.
{“-Vamos mi precioso niño, tenemos que bañarnos, ya es tarde.
-No mamá, un ratito más, quiero jugar con Marín.
-Mañana volverá, doña Rosa y lo traerá cuando venga a trabajar, ahora despídete y se obediente.
Robert obedecía, como hacía siempre, era innato en él, y antes me abrazaba y me besaba los labios, quizá por la costumbre de hacerlo también con su madre y con don Guillermo. Era un niño bueno y cariñoso.
Ya entonces yo le abrazaba más fuerte, queriendo que ese contacto no se rompiera.”}
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-El lunes pásate por el banco como te he dicho, pides que te den dinero y compras algo de ropa para la fiesta, también para tu casa y algo para tener aquí y que puedas cambiarte, ropa interior sobre todo.
Supuse que tenía razón, si debía pasar alguna noche en su casa, algo tendría que ponerme. Asentí con la cabeza y continuamos comiendo. Sobró comida otra vez, pero ahora tiró lo que había sobre la mesa a la basura, se me rompió el corazón, esa comida nos hubiera venido muy bien en mi casa al día siguiente.
-Vamos a tomar un poco de sol y nadar. -lo mismo que ayer no tenía nada para ponerme, fui tomando nota mental de lo imprescindible que debería comprar y traer a esta casa: un bañador, braguitas y slips, alguna camisa, y poco más.
Desnudos nos colocamos en tumbonas, el sol picaba y pronto empecé a sudar, miré a Guillermo y le vi dormido. Para no quemarme cambiaba de postura, tostándome como un pollo, de espaldas y de cara al sol.
Decidí buscar una crema solar en la casa, Guillermo me había dicho que en aquel armario del baño había de todo, y no se si eso era cierto, pero parecía las estanterías de una farmacia, con multitud de cajones con el frente de cristal para saber lo que contenían.
En uno de ellos se observaban distintas boquillas, que era fácil deducir, servían para la limpieza rectal, el abuelo me había enseñado a hacerlo con el flexo de la ducha sin más, las fui cogiendo una a una, las había muy curiosas y de distintos grosores, también cantidad de fármacos que no sabía para que servían, cremas y colonias, un buen surtido de todo y escogí una botellita azul de plástico, “defensa solar 30”.
Volví a la piscina, Guillermo estaba despierto pero somnoliento.
-¿Te has marchado de excursión?
-Tenía que buscar una crema para el sol. -le mostré lo que llevaba.
-Tenía que haber pensado en ello, tienes la espalda y el culito rojos, túmbate que te la doy. -me tendí en la hamaca y él se colocó a caballo, sin sentarse, sobre mis piernas. Sentí el frio de la crema, muy líquida, al caer sobre mi piel y luego sus manos repartiéndola por ella.
Volvió a tirar más, en este caso en la hendidura de mis glúteos e instintivamente abrí las piernas, empezó a pasar la mano y con la punta de los dedos acariciaba mi ano. No podía evitar contraerlo y relajarlo según avanzaba en sus caricias.
Tienes el ano muy sensible, no necesitarás mucho estímulo para empezar a gozar con lo que te toque en esta parte del cuerpo.
-¡Ummmmm! Sabe rico papi, sigue, no te detengas. -pero no me hizo caso y solamente extendió la crema por la redondez de mi culito y las piernas.
-Eso será para más tarde. -seguimos tomando el sol, nadando y jugando en la piscina hasta que Guillermo decidió que fuéramos a la casa.
No me decía nada pero yo lo adivinaba, por las repetidas veces que le observé tocarse la polla, como a veces se le endurecía y en nuestros juegos la metía entre mis piernas haciendo movimientos de coito a punto de penetrarme sin hacerlo.
-Tu culo redondo es una provocación.
-Es tuyo cuando lo quieras papi.
-Quiero gozarte bebé, dártela bien por el culo.
Entramos en su habitación tirando las toallas en el suelo y quedándonos desnudos.
-Ve al baño y lávate bien. -sabía lo que tenía que hacer, adivinaba que de esta no me salvaba, que era la hora de la verdad, de sentir toda la masculinidad del hombre deseoso, desesperado por la espera, perforándome el trasero.
-Voy a tomar algo mientras te preparas.
Iba a estrenar una de aquellas boquillas y escogí la que tenía la punta como una bolita, delgada y de unos doce centímetros, le vi buscar entre los fármacos y luego me dejó solo. Resultaba sencillo quitar el cabezal de la ducha y colocar la boquilla, le pediría que me regalara una para llevarla a mi casa.
Lavarse con aquello era una autentica delicia, me apliqué una crema y la tenía dentro notando solamente como se deslizaba en mi culo, hacía el vaciado lento, aguantando el agua cálida en mi vientre. Una vez limpio me introduje con los dedos aquella crema espesa, y dejé para el final secarme mi hermosa cabellera, sin emplear el secador.
Me esperaba sentado en una butaca al lado de la ventana, la cama seguía con la ropa revuelta. Me miró entre serio y divertido, de arriba abajo, de abajo arriba, y me puse las manos delante de mis genitales.
-No seas bobo, ja, ja, ja. Acércate. -estaba totalmente desnudo, se acariciaba con una mano la polla, a veces la utilizaba para coger el cigarrillo, fumar y volver otra vez a cogerse la verga en una caricia suave, para mantener la tensión sexual, los cubitos de hielo tintineaban contra el cristal del vaso que, cuando no fumaba se llevaba a los labios.
Guillermo resultaba un dios del Olimpo hecho hombre, el cuerpo curtido, moreno y duro, la sonrisa difusa pero continua en la boca, las piernas estiradas para que la verga sobresaliera.
-Arrodíllate. -ahora teniéndola más cerca, el fulgor del rojo glande deslumbraba.
-¿Te gusta mi polla? -incliné la cabeza asintiendo.
-Demuéstraselo adorándola. -avancé la mano, él retiró la suya, la sujeté delicadamente con dulzura y me incliné sacando la lengua.
-No la chupes, solo quiérela, dale besos.
-Así, así en la punta.
-Ahora coge la baba que le sale, con el dedo, solo con el dedo, cómelo. -yo actuaba como un autómata siguiendo sus órdenes, todo lo contrario a lo que mi boca deseaba, llenarse de aquella polla exuberante en su grandeza.
-No la toques con las manos. -había dejado de fumar y colocado el vaso sobre la mesita cercana. Se sujetaba con fuerza en los brazos de la butaca y tiró el cuerpo hacia adelante abriendo las piernas, podía verle el perineo cubierto de negros vellos, y su ano semi oculto bajo el manto de pelo.
-Los testículos puedes lamerlos.
-¡Oh si! Intenta meter los dos en tu boca.
-Sí, lo haces rico. ¡Ahhhh!, besa…, bésame la verga otra vez, acaríciala por tu cara. -de su polla, ahora tremendamente dura y poderosa, manaba un río de baba, pero no me atrevía a lamerlo, esperaba atento sus órdenes.
Me sujetó del pelo y tiró para que colocara el rostro entre sus genitales.
-¿La notas como desea ya tu culito? ¿has visto cómo la pones? -después de unos segundo restregándome la cara por su pubis, me sentó en su regazo.
-Díme que te gusta mi rabo, que no hay otro igual.
-Si papi, no hay verga como la tuya.
-¿Deseas que te la meta? -sentí un escalofrío de deseo y el ano me comenzó a palpitar.
-Quiero tu verga papi.
-¿Por dónde la quieres? -estaba sentado sobre ella y palpitaba furiosa, rebelándose de que la tuviera aplastada.
-Por el culito papi, mi culito la quiere, toda, toda ella.
Guillermo actuaba ahora en automático, con movimientos bruscos y excitado, su delicadeza y suavidad se había evaporado, se levantó conmigo en sus brazos y me llevó hasta la cama, no me depositó, me tiró como si se desprendiera de mi y luego se tiró aplastándome bajo él.
-Dame el culo, ven. -me movía como a un muñeco, tiro de mis caderas y me dejó arrodillado, él detrás y aplastó la verga en mi culo.
-Te la voy a meter duro, no te quejes y déjame gozar, me sujetó de los hombros y me llevó hacía él, la verga entre mis piernas me dañaba los testículos.
Sabía que ahora no habría piedad, tenía que arreglármelas solo ante aquel macho sediento por meter su rabo en mi culo. Agarrado a mis hombros se movía, buscando encontrar el agujero donde meter aquella inmensidad.
Pensé que había tomado algo que lo demenciaba.
-Espera papi, espera, ya me coloco yo. -hundí el pecho en la cama y elevé el culo dejándolo a la altura de su verga, y las manos las llevé a mis nalgas para abrirlas y dejarle mi culo expedito, temeroso y a la vez deseoso de ser perforado.
-¡Ahhhh! Sí, si ya te encuentro. -la verga había hecho diana, sin tocarla con la mano, ella misma había encontrado el camino. Sentí un ligero dolor cuando el gordo glande penetró como si me desgarrara pero no, continuaba tirando de mis hombros, llevándome con fuerza hacia él y consiguiendo que el enorme cíclope fuera horadando mi culo.
-Ya te tengo clavado, ya no vas a escapar. -sentía expandirse mi ano, mi recto, mi tripa como se hinchaba, y aunque no era una fuerte clavada, si lo era muy intensa y continua.
Estaba dentro de mi, aquel vergón terrible estaba llenando mi tripa, haciéndomela crecer, era la segunda vez, pero diferente, ahora no sentía aquel dolor terrible, tampoco la inmensa felicidad, me concentré en relajarme mientras Guillermo ahora, sin considerarme, iniciaba una sucesión de movimientos laterales, forzándome a que mi culo se adaptara a su monstruo.
-¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh! -largos gemidos me salían sin poder evitarlos.
-¡Te gusta, eh, te gusta! -no iba a decirle que mis gemidos eran más de dolor que de placer. Me atacaba muy duro entrando y saliendo, sacando y metiendo aquello que antes me parecía divino y ahora me castigaba el culo.
Y de repente todo cambió. Algo que tocaba a veces me daba placer, el culo no me dolía, la sensación era excitante y placentera.
-Así papi, ahora está bien, sigue, sigue. -nos habíamos encontrado al fin y para bien.
-Sabia que te gustaría, a todos los culos les gusta mi polla, toma la verga de tu macho, siente quien te controla.
Se movía sin pausa, ahora como máquina perforadora, después profundo y fuerte, diez o quince minutos de duro folleteo que me gustaba haciéndome también gritar, y pedirle más, con palabras que de otra forma me avergonzaría pronunciar.
Me sujetó del pelo y tiró de mi.
-Dame la boca, necesito besarte. -elevé a cabeza para que llegara a mis labios, me los mordió de forma rabiosa, luego los paso con la lengua y me soltó el pelo dejándome caer.
-Ya eres un puto, mi puto para lo que yo quiera.
-Si papi, si, tu putito, tu mujercita, tu amor, dame fuerte, dame más.
-¡Ayyy! que gusto papi, que verga más rica amor. -aquello era diferente a la primera vez, era un placer inenarrable e increíble, puro deleite, y mi culo se contraía abrazado a su tremenda polla.
-Me voy a correr papi, lo siento papi. -sin tocarme sentía correr la leche por los conductos seminales engordando mi polla.
-Correte ya, que yo voy.
Sin pretenderlo fue sincronizado, a la vez que él me llenaba de semen, yo me vaciaba del mío, los dos temblando entre angustias de placer sensible y mórbido, contrayendo nuestros cuerpos para que saliera hasta la última gota de semen.
…
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