Mario 09 de 22 Ilusión desmedida sin razón
“-Sí tía enseguida lo preparo. -Aldo volvía a ser el corderito, o carnero grande, que conocíamos del instituto, de la calle donde los chicos se burlaban a escondidas de su menguada mente, ni Migue ni yo le habíamos tratado mal nunca.”.
Desperté sin saber donde me encontraba y tuve que pensar un momento, pasaba por mi mente todo lo ocurrido en las horas pasadas, permanecía desnudo y llevé la mano a mi culo, sentía la rigidez tirante de la piel por el semen ya seco que Aldo me tiró fuera del ano y del que había ido saliendo de mi ano.
Me miré la mano y sentí asco, rápidamente caminé al baño, pensando que el agua al limpiarme se llevaría el recuerdo.
El abuelo seguía durmiendo, roncaba como un asno sin saber al peligro al que me expuso, cuando Aldo lo dejó en la cama no le había quitado la ropa y por primera vez fui malo, cerré el cuarto sin importarme su estado y lo dejé solo.
Esta vez fue Migue el que vino a buscarme, una acción que cuando éramos niños resultaba frecuente, Patricia y él pasaban mucho tiempo en mi casa cuando aún vivía la abuela y en nuestros juegos de niños y adolescentes disfrutábamos. Marcos era el mayor, el que lo dirigía todo, ayudado por Patricia dos años mayor que Migue y yo.
La abuela Rosa nos gritaba, y a veces usaba la escoba para barrernos de las habitaciones y llevarnos a la sala o la cocina, nunca nos pegaba, por ella podíamos hacer lo que quisiéramos, menos marcharle las impolutas y blancas colchas jugando sobre las camas aunque no siempre se libraba de que se las ensuciáramos.
Migue se sentó sobre la mesa de la cocina observándome hacer el desayuno, leche con cereales, y sin un zumo.
-Voy a poner un poco más y desayunamos los dos. -no me rechazó el ofrecimiento, seguramente él no había comido aún nada.
-Ayer bajé a buscarte.
-Ahora estoy aquí, estuve en la casa de tu primo.
-¿Para follar? -le respondí con acidez, en mi subconsciente hacía culpable a todo el mundo de lo que me pasó con Aldo. Enseguida me di cuenta de que era injusto y me desplacé hasta la mesa, le abracé besándole la cara.
-Perdóname, no quería decir eso. -pero Migue se sentía ofendido.
-Has acertado, tu amigo también tiene un culo que le pica a menudo, yo también necesito una verga que me lo calme y…, ¿cuál mejor que la de tu primito? Tu ya sabes como maneja a los putos y el placer que nos sabe dar.
-Perdóname Migue, no seas así de soez. ¡Joder!, mejor si fuera mudo y así no metería la pata. -sentí las manos de mi amigo abrazándome la cintura.
-Cumplía tus deseos y fui para hablar…, y de paso él aprovechó mi llegada. Ya sabes lo difícil que es resistírsele, folla divinamente aunque luego sea un hijo puta para aguantarle.
-Luego me cuentas, vamos a desayunar o la leche se seca en el cazo. -el enfado había pasado, no podía ser de otra manera.
-Mientras recojo esto y me lavo la boca bajas a coger el dinero que aun quede de don Guillermo, vamos a pasar el día fuera los dos.
-¿La comida de tu abuelo quién se la hará?
-Aun tiene en la nevera la cena de la noche, estoy cansado de cuidarle, no se va a morir de hambre.
-Ja, ja, ja… Asi me gustas más Marito.
Estuvimos todo el día paseando, dando vueltas por la ciudad, comimos en un chino y acabamos tomando un helado anocheciendo. Habíamos corrido y saltado haciéndonos los locos, a veces abrazándonos en la calle y besándonos ante la sorpresa de algunos caminantes. Este era el día de saltarse todos los tabúes y prohibiciones.
-Me he divertido mucho Marito.
-Si, tenemos que buscar días dedicados a nosotros.
En todo el día no habíamos hablado de lo que de verdad nos preocupaba, ninguno de los dos quería pensar y solo gozar de la libertad y de nuestra compañía, con pocos euros en el bolsillo pero suficiente para lo que hacíamos.
-Hemos acordado que volveré pero no prometo que pueda durar mucho tiempo, como a ti, me preocupa el pequeño Marquitos, porque le quiero aunque pienso que no corre peligro, sabe hablar, protestar y defenderse.
-El abuelo le lleva a lugares donde hay gente mala.
-Marito, siempre defiendes a tu abuelo y en esto, precisamente, es de lo que no debes preocuparte y lo haces. Él nunca permitirá que a Marquitos le pase algo malo, le quiere lo mismo que a tu primo, a diferencia de ti. Eres tu a quien trata mal y desprecia, ¿no te das cuenta? -me cogió la mano para llevarla a sus labios y besarla.
-Quizá tienes razón pero no puedo evitar preocuparme por él, ellos tres son mi única familia, y mi madre, aunque ella no cuenta.
-No te preocupes más de lo necesario, lo que tenga que pasar será. Ahora cuéntame de ti, ¿como te ha ido con tu viejo amante?…
Primero le conté lo de la noche pasado y como estuve en riesgo de que aquellos dos maleantes, amigos de mi abuelo, me violaran o algo peor.
Luego le referí todo lo que pasó con don Guillermo durante las horas que estuve con él, de momento solo le oculté lo que había pasado con Aldo, para eso tenía un plan que ejecutaríamos mañana.
-Parece que el viejo te considera y no es un bruto, ademas de muy generoso.
-Sí, aunque Guillermo a veces me desconcierta.
-¿Ahora le llamas Guillermo? ¿Tanta confianza habéis tomado? -le miré risueño esbozando una sonrisa pícara.
-Cuando me hace el amor prefiere que le llame papi. -nos miramos y comenzamos a reír hasta salirnos las lágrimas.
-¡Cursi de viejo!
-No seas así, él tiene sus derechos, también a mi me gusta llamarle de esa manera cuando estamos solos, de una manera u otra me siento seguro a su lado, y te diré que es un buen hombre, y la verdad aunque no folla como Marcos tampoco lo paso mal con él jejeje…, y hacemos mal al reírnos de él, con su dinero podremos vivir mejor, pagar los estudios de los dos, en todo ello algo hay bueno.
-Ay Marito, tu siempre ves las cosas buenas de la gente, crees que todos son buenas personas como tu, por eso me alegra tenerte como amigo, y mira yo no voy a comenzar a estudiar, no soy como tu, no me interesa, entiéndelo, voy a buscar un trabajo, algo que me guste hacer.
-¡Si no sabes hacer nada!, y sin estudios no te cogerán en ningún trabajo.
-Vaya, en qué buena estima me tienes, no soy manco, ni un imbécil. -pensé que otra vez me equivoqué al hablar, dos veces en un día.
-Ha sido un decir, se que no eres tonto, y hablemos de otra cosa, no vamos a discutir, necesito que me hagas un favor.
-¿Otro más?, por hoy no me importa…
-Jajaja. Es verdad, siempre te estoy pidiendo cosas.
-Déjate de tonterías y dime lo que quieres que haga.
-Acompáñame mañana al banco y a hacer las compras, tu sabes sobre ropa más que yo y pasaremos el día como hoy, tu y yo solos, gastando el dinero de don Guillermo.
-¿Piensas ir a la fiesta que dará Robert?
-Lo he dado muchas vueltas, por un lado me parece que a Guillermo no le hace mucha gracia que me haya invitado, y por otra será una manera de decirle adiós definitivamente.
-El niñito de papá se vuelve a marchar otra vez, a veces pienso que el destino os quiere separar, pero si tu “papi” no quisiera que fueras no te habría dado el recado.
-No lo se Migue, don Guillermo quiere a su hijo con locura, sería capaz de hacer cualquier cosa por él, y aunque le disguste que yo esté no se lo va a negar.
-¿O sea qué irás? Pues te pondremos guapo para la ocasión.
-Con algo sencillo será suficiente, seguramente estarán en bañador metidos en el agua todo el tiempo.
-Siento tanto que no hayas podido hacer realidad tu sueño con Robert…
-No le demos más vueltas, el camino está tomado y tenemos que seguir adelante. -le hablaba aparentando tranquilidad, no tenía derecho a cargarle con la infelicidad que sentía en esos momentos.
Y continuamos hablando, ahora de tonterías y bobadas, deseaba retrasar lo más posible el momento de ir a casa y enfrentarme a las preguntas del abuelo.
**************
Estaba con la televisión encendida y sin otra luz en la sala, la única iluminación que tenía era la de la pantalla de la tele y la que salía por la puerta entornada de la habitación de mamá.
-¿Está mamá en casa? -fue la primera pregunta que le hice.
-No hay nadie en esta casa más que yo. -encendí la lámpara del techo, aún no se había afeitado y tampoco parecía que hubiera pasado por la ducha.
-¿Por qué tienes la luz de su habitación encendida?
-Te he dicho que no está, se despidió el otro día.
-¿Se despidió? ¿Hasta cuándo? -no es que tuviera mucho interés, solo era por tener algo de que hablar y que no sugieran otras preguntas.
-No va a volver, ha encontrado un trabajo, ¡hija ingrata!, no se quiere ocupar de su padre. -pensé que sería como en otras ocasiones que estaba una temporada sin aparecer y luego volvía.
-¿Has comido algo abu?
-¿Qué voy a comer?, no hay comida en la casa, no hay nada.
Fui a la cocina, la cena del día anterior había sido su comida, el plato estaba sin lavar en el fregadero, lo lavé y volví a la sala.
-¿Dónde has estado todo el día? Me dejas solo como si fuera una basura, nadie piensa en mi. -en aquel momento me arrepentí por no haberme acordado de él en todo el tiempo que estuve con Migue, me acerqué para besarle, olía muy mal, a rayos.
-No te has duchado hoy, ni afeitado.
-Déjame tranquilo, ¿te ha dado algo don Guillermo para mi? ¿Quiere que vuelvas? -otra vez sentí una rabia inmensa, solamente se preocupaba de él, me contuve aunque deseaba responderle de malas maneras.
-Dentro de esta semana regresa su hijo, dará una fiesta para sus amigos y me ha invitado para que vaya, o sea que la respuesta es afirmativa. -la rabia me consumía.
-Quiere que vuelva, sí, para continuar follándose a tu nieto, ¿estás ahora satisfecho? -entré en mi habitación sin poder contener el llanto, antes de cerrar la puerta le escuchaba murmurar furioso a la vez que pateaba el suelo.
-¡Puto, puto, puto como tu madre!
**************
A la mañana siguiente me levanté con otro ánimo, había llorado mucho tiempo, reprochándole a mi madre que se fuera sin despedirse, y por el egoísmo de mi abuelo. El me había hecho un puto amancebado y cargaba en mi toda la culpa.
En el banco no tuvimos que esperar mucho tiempo, una chica me guío hasta una mesa, el cartel de plástico negro con letras doradas, además del nombre anunciaba un cargo. “Subdirector”. Un señor entrado en años se levantó de su sillón de ruedas y me tendió la mano.
-Lo tengo todo listo siguiendo las ordenes de don Guillermo.
-Yo le traigo un formulario relleno y fotocopia del DNI.
-Bien, es pura formalidad para completar la ficha y tener su firma.
Me explicó con detalle, y muy amable, en lo que consistía la cuenta y como funcionaba.
Mis ordenes son que el saldo medio no baje nunca de seis mil euros, de eso me ocuparé personalmente, y ahora le enseñaré como usar la tarjeta de crédito. Tuve que firmar algunos documentos más que tenía preparados y salimos a la zona de los cajeros.
Migue se había quedado esperándome fuera y al vernos salir se incorporó a nosotros.
-Solamente puede sacar novecientos euros en metálico diariamente, está limitado por su seguridad y por si le roban o pierde a tarjeta, el crédito para compras esta también limitado a dos mil euros mensuales, pero si lo necesita puede llamarme para que se lo libere y vuelva a comenzar de cero.
-Ya ve que todo es muy sencillo, ahora en este sobre tiene la clave para acceder a todos nuestros servicios.
Me hizo una muestra práctica sacándome trescientos euros que me entregó y ya nos despedimos de él.
-¡Cabrón de viejo, cuánto dinero tiene! -exclamó Migue al salir a la calle.
-Jajaja. No hables así de él, no seas envidioso.
-¿Cómo que no? Unos tanto y otros tan poco.
-A nosotros nos viene bien que tenga mucho dinero, ¿no?.
-Ahora vamos a regresar al barrio, a la tienda de don Andrés, necesito liquidar la deuda de mi abuelo y alguna cosa más.
Don Andrés estaba tras la caja como siempre, Aldo se ocupaba de reponer las estanterías y tiraba de una plataforma con ruedas llena de cajas, se dio cuenta de nuestra llegada, bajó la mirada al suelo y su cara grande se cubrió de rojo. En la galería superior se veía la sombra tras las cortinas, de la verdadera dueña de la tienda.
-Que haces aquí, no hay nada para tu abuelo, ni siquiera ha pasado a pagar la deuda que tiene. -nos miraba desconfiando, pero revisándonos de arriba abajo a Migue y a mi.
-¿Qué, ya desde la mañana estáis vagueando y haciendo el golfo? -su tono resultaba grosero e insultante.
-Quiero hablar con la señora Rita.
-¿Acaso la ves por aquí? Está ocupada y no tiene tiempo para hablar con un golfo.
-Está arriba en la oficina, si no la llama gritaré y haré un escándalo. -había pocas personas haciendo compras, pero las más cercanas dejaron de mirar estanterías y clavaron sus ojos en nosotros.
-Está bien, la llamaré, pero dejar la caja libre y colocaros al lado. -debió de tocar algún timbre oculto y al cabo de dos minutos bajaba las escaleras la dueña.
-Habló un momento con su marido y éste nos señaló a nosotros, la señora Rita nos interpeló, era una señora alta y fuerte, como Aldo su sobrino al que tenía recogido y viviendo con ellos, ella había sido siempre buena gente con nosotros y apreciaba a la abuela.
-¿Marito, Miguel, queréis hablar conmigo?
-Si señora, quiero que usted personalmente ordene a su marido que prepare la cuenta de lo que debe mi abuelo.
-Pero no hay prisa cariño, se que pasáis un mal momento, entre amigos siempre nos ayudamos. -se acercó y me acarició el pelo.
-Tienes el mismo pelo que tu mamá… Tu familia siempre ha sido cliente de esta tienda y tu abuela era amiga mía, por lo tanto ya pasará tu abuelo cuando tenga el dinero.
-No señora, necesito liquidar la deuda de mi abuelo, desde ahora yo me ocuparé de los pagos. -me miró dudosa pero reaccionó pronto.
-Andrés haz lo que pide el muchacho. -entonces le alargué una lista que llevaba para comprar.
-También quiero que me preparen esto para llevar y que lo incluya en la nota. -la mujer, aunque con incertidumbre, cogió el papel y buscó con la mirada a su sobrino, le hizo señas para que se acercara.
Aldo no se atrevía a mirarme, era como siempre había sido, no como la otra noche.
-Prepara esta lista y luego llevas el recado a la casa de don Roman, ¿está claro?
-Sí tía, enseguida lo preparo. -Aldo volvía a ser el corderito, o carnero grande, que conocíamos del instituto, de la calle donde los chicos se burlaban a escondidas de su menguada mente, ni Migue ni yo le habíamos tratado mal nunca.
-¿Puedo pagar con tarjeta de crédito?
-Haz lo que desees Marito, pero tu familia siempre tendrá crédito en esta casa. -la señora se despidió, no sin antes volver a acariciarme la cara y también a Migue. Susurró mientras marchaba: Sed buenos chicos…
Esperamos a que Aldo terminara de meter en una gran caja lo que había encargado, se hacía el remiso y andaba lento hasta que acabó y volvió a nuestro lado.
-Lo siento Marito, no se lo que me pudo pasar, te pido perdón por lo que te hice, y gracias por no decírselo a mi tía, me hubiera echado a la calle o hasta metido en la cárcel.
-Estuvo mal aquello Aldo, pero también es cierto que fuiste muy valiente y me salvaste de aquellos tipos. -entonces dejó de desviar la vista y me miró con franqueza a los ojos.
-No volveré a hacerlo, ni a ti ni a nadie. Ahora llevaré el encargo a tu casa. -se iba a dar la vuelta pero se detuvo.
-No te he preguntado por tu abuelo.
-Ya está bien, esperando que vayas con el encargo para hacer la comida. -sonrió un poco bobo y me alargó la mano.
-¿Somos amigos Marito?
-Si tu quieres lo seremos. -observé que Migue nos miraba sin entender lo que hablábamos. Pagamos la cuenta, no era tanto como imaginaba y don Andrés no habló para nada.
Salimos a la calle y agarré a Migue del brazo.
-Ahora vamos a comer para ir de tiendas a la tarde.
-¿No tienes algo que contarme?, ¿algo que no conozco o se me escapa? -mientras caminábamos le referí todo lo ocurrido, desde que salí de casa para buscar a mi abuelo hasta cuando Aldo salió por la puerta después de violarme.
-Ya y cuando llamaste a Marcos él estaba follándome…
-Podías haberlo denunciado.
-Soy mayor de edad Migue, sería su palabra contra la mía y no ganaría nada, no quiero hacer daño a nadie, ha sido mejor así, la tía y él son buena gente y ahora tenemos un amigo más. -Migue me cogió la mano y me la apretó sin decir nada.
Comimos una pasta en el italiano de la estación de ferrocarril, estaba rica o era yo que me sentía contento.
Los escaparates de ropa eran la tentación de Migue, le encantaban los trapos y las telas, en el barrio viejo entramos en una tienda que nos llamó la atención por lo que enseñaba. Estaba vacía y solamente un chico doblaba prendas para colocarlas en los estantes, nos acercamos a él observando los colgadores llenos de bonitas ropas.
-Queréis que os atienda o solo vais a mirar. -era relativamente joven, de unos treinta y…, bien vestido, alto y con el pelo de corte moderno, un buen mozo diría mi abuela Rosa.
-Miraremos si no te importa. -le dijo Migue.
-La tienda está para eso, si encontráis algo que os vaya me decís.
Dimos varias vueltas y nos gustaba todo.
-Está bueno el dependiente, ¿no te parece?
-A lo nuestro Migue, a este paso no terminamos hoy.
-Es que no deja de mirarnos y me pone nervioso.
-Pensará que igual le robamos algo.
-No pierde de vista tus nalgas, no te hagas el listillo.
-Pidamos que nos aconseje. -fuimos hasta él y salió del mostrador.
-Mi amigo tiene una fiesta informal y necesita ponerse guapo. -tenía una bonita sonrisa que lució ante la pregunta de Migue
-Guapo lo está ahora también, los dos sois una belleza. -El tipo era gay y al parecer un activo de los que hay tan pocos.
-Déjame que te vea bien. -me cogió la mano y me hizo caminar y darme la vuelta.
-Algo que destaque tu pompis, que por cierto es precioso, pequeñito y redondo. -me ruboricé sin remedio.
-Se lo que te va a caer bien y no está muy visto aún. -se alejó y buscó en una estantería, mientras Migue me hacía señas pícaras señalándome el culo. Le hice un gesto para que se contuviera.
-Mirad este bonito pantalón que acabo de recibir, es divino para lo que queremos.
-Pero eso es una falda.
-Lo parece, pero es mejor que te lo pruebes, sin ropa interior te sentará como un guante. -buscó una talla que me fuera y me lo entregó.
-Allí tienes el probador.
Me encaminé hacía donde me indicaba seguido por Migue.
-Está buenísimo este dependiente y tu le vas a hacer que se vuelva bizco, no sabe mirar a otra parte que no sea tu culito.
-Deja de decir tonterías y ayúdame. -me quedé desnudo de cintura para abajo y me embutí aquella rara prenda.
-¡Joder!, si que te sienta bien, ese tipo sabe.
-No se, me oprime el culo, es como llevar un bóxer.
-Yo te veo de maravilla, vamos a ver que dice él. -el chico se me quedó mirando, ¿o miraba la prenda?
-Sin dudarlo está hecha para ti. -se acercó y pasó la mano por mis nalgas alisando la tela.
-Marca a la perfección tu trasero y verás que es divertido, mete las manos en los bolsillos y cierra los puños, al moverlas cerrándolas, la costura se te saldrá del culete normalmente, y cuando estires las manos se te cambiará la forma del trasero. Hazlo por favor y que lo vea tu amigo, es cuestión de que hagas pruebas.
-Realmente es una falda pantalón según como te pongas Marito, te hace irresistible, quédatela.
-De acuerdo seguiré vuestro consejo, y para arriba que llevo.
-Esta camisa, con la tela justa para que puedas llevarla metida en el pantalón o por fuera, como desees, pero colócatela para ver el conjunto. -no marché al probador y allí mismo me cambié.
Perfecto ahora te faltan una zapatillas de tela para completar el conjunto. -me entregó unas especie de bambas modernas en color azul con bandas amarillas.
-¡Vualá! Perfecto para una fiesta, solo te falta soltarte el cabello.
-¿De verdad te gusta Migue?
-No te voy a regalar los oídos, pero estás monísimo, para comerte y que Robert renuncie a marcharse. -pensé en el motivo de mi compra, y también en como me vería Robert.
-De acuerdo, la compra está cerrada.
-Después miramos bañadores, distintos tipos de calzoncillos y le enseñé unas braguitas que llevaba en el bolsillo, de las que me compraba el abuelo.
-Necesito algunas de estas.
-¿Braguitas de nena? Tengo algo de eso también y recibiré más en la semana, se está poniendo de moda para ir a la cama. A algunos cuerpos les hace parecer una nena de verdad.
Me molestó que pensara que era una nena por usar aquello que se me imponía por mi abuelo, el chico debía de ver mi gesto de desagrado.
-Perdona si te he molestado pero, la verdad, esto lo compran en su mayoría las chicas trans, y yo estoy para vender lo que mis clientes quieran.
Le pedí que lagunas piezas me las pusiera en una bolsa diferente para llevar a la casa de Guillermo y el resto para mi casa.
-Coge algo para ti Migue, lo que desees, el banco se ha abierto hoy y regala el dinero. -escogió un par de camisas que necesitaba, pagamos y al marchar.
-Esto es para vosotros, un regalo de la casa y para que me perdones mi torpeza. Volved cuando queráis y si os apetece tomaremos algo en una cafetería.
-¿No se enfadará tu jefe por el regalo? Mira que no queremos que tengas problemas por nosotros.
-Mi jefe soy yo mismo, no te preocupes.
Por la calle íbamos llenos de paquetes, así no podíamos ir en el autobús.
-Será mejor que cojamos un taxi, ya que estamos metidos en gastos por unos euros mas no habrá problema.
-¿Le has escuchado Marito? -Migue me tiraba del brazo obligándome a detenerme.
-Lo que ha dicho el buenorro de la tienda, es el jefe, me encantaría trabajar en algo así, con ropa bonita y la moda. ¿Crees que necesitara un ayudante?
-Tendrás que preguntarle a él.
-Tu no tendrías problemas, seguro que a ti te cogería sin dudarlo.
-Migue…, tu eres un chico precioso.
*************
El abuelo comenzó a hacer preguntas cuando entré en casa, no tenía claras las respuestas y a mi vez le pregunté si le habían subido el pedido de la tienda para que dejara de preguntar.
-Estuvo el sobrino de la señora Rita, empezó a hablar de que me había traído a casa la otra noche, ¿tú sabes algo de eso?
-Se habrá equivocado, déjalo abu.
La semana se hizo muy larga, todos los días pensaba si ya habría llegado Robert, no sabía la fecha, solo cuando se celebraba su fiesta. Tampoco Guillermo me dijo a que hora debía estar. Podía llamarle pero sería importunarle si estaba ya con Robert.
¿Cómo sería nuestro encuentro? ¿Me prestaría atención? Y lo mejor sería que no se diera cuenta de que estaba, ¿para qué me había comprado esa ropa si quería pasar inadvertido?
Me animaba pensar que, al menos, le vería otra vez antes de que desapareciera. Esos días Migue regresó con mi primo y el pequeño estaba ahora al cuidado de mi amigo, pero el abuelo iba a buscarle algún día, quería de verdad al pequeño.
…
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