Mariposa de Metal – Prólogo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
OBERTURA
Prólogo
En un cuarto de motel barato sólo se escucha el sonido de un viejo y desbalanceado ventilador de techo y una respiración acelerada. En el centro de la habitación hay un extraño artefacto de madera maciza que contrasta con el desgastado y corriente mobiliario del motel, se trata de un cepo, uno de esos instrumentos de tortura y humillación pública utilizados en la antigüedad, donde los acusados eran expuestos al escarnio del pueblo sujetos por el cuello y las muñecas por gruesos tablones.
A diferencia de esas deterioradas y enmohecidas piezas de museo, éste era nuevo y reluciente, hecho de madera de roble, sólido, perfectamente pulido y lacado, con brillantes bisagras y seguros de acero inoxidable. Prisionera de dicho aparato, estaba una joven mujer, de cuerpo delgado y atlético, con una cabellera color carmesí. Los agujeros del cepo estaban a la altura del pecho, por lo que tenía que estar inclinada hacia adelante, con la espalda casi en posición horizontal, el cepo contaba, además de esos tres orificios principales, con otros dos en la base para aprisionar también los tobillos.
Su cara, naturalmente hermosa, estaba distorsionada en una mueca grotesca, había una mordaza en su boca, pero no era un pañuelo o algún otro objeto que cubriera o llenara la cavidad, al contrario, consistía en un anillo de acero colocado entre sus dientes, tan grande que hacía que su quijada se abriera de una manera antinatural y pareciera que se iba a dislocar, debido a que no podía cerrar la boca, y que el cepo mantenía su cabeza mirando hacia abajo, su saliva no podía hacer otra cosa que escurrir hacia el suelo, frente a ella había un charco de líquido cristalino y resbaladizo creciendo poco a poco.
Su cuerpo desnudo mostraba claros signos de haber sido azotado con una vara delgada, incontables líneas rojas y otras blanquecinas se marcaban en la piel de sus glúteos y muslos, como una red que la envolvía.
Junto a ella, un hombre de pie observaba su obra complacido, estaba completamente vestido de negro, usaba una máscara de plástico rígido, como una armadura que ocultaba todo su rostro. En su mano aún sostenía la vara de madera de un metro y medio que había utilizado.
Sobre la cama alguien había arrojado despreocupadamente unas prendas, aún conservaban la dulce fragancia de la piel de la joven, parecía tratarse de un uniforme de animadora color azul con detalles morados, y sobre la almohada una peluca rubia estilizada con dos coletas.
Por último, a unos metros de distancia, sobre un trípode, una cámara encuadrando toda la escena.
Él se paró frente a ella, lentamente la chica levantó la cabeza para verlo directamente a los ojos, aunque sólo pudo ver su propio reflejo sobre unos lentes de acrílico tintado, estaba exhausta, apenas podía sostener su cabeza, respiraba agitadamente por la boca y lágrimas corrían copiosamente por sus mejillas. Pero no parecía haber perdido del todo su fuerza, sus ojos mostraban un fuego ardiendo en ellos, su actitud aún parecía desafiante a pesar del predicamento en que se encontraba, trató de decir algo, se escuchó como “ya déjame”, pero la mordaza convertía cualquier palabra que intentara decir en sonidos guturales casi ininteligibles.
Sea lo que haya dicho ella, pareció provocar al hombre aún más, bajó la cremallera de su pantalón sacó su pene y lo puso frente a su cara, la salivación incontrolable de ella lo empapó por completo, él frotaba su saliva para distribuir el viscoso líquido por toda la superficie de su miembro, cuando creyó que era suficiente, repentinamente, colocó una bolsa de plástico transparente sobre la cabeza de la joven y con cinta adhesiva la selló alrededor de su cuello sin dejar ningún espacio para que circulara el aire.
La chica quiso gritar, pero sabía que eso agotaría el escaso oxígeno que le quedaba, así que trató de controlar su ansiedad e hizo un gran esfuerzo para respirar lo más lentamente posible.
Él sujeto se colocó detrás de ella, y sin más preámbulo insertó su pene dentro de su vagina. El sorpresivo intruso provocó que ella inhalara bruscamente, y echó por tierra sus intenciones de hacer durar el aire que le quedaba.
El hombre se movía rítmicamente, cada vez más rápido, ella también respiraba más deprisa, cada inhalación hacía que el plástico cubriéndola se pegara a su rostro, pero cada respiración era más difícil que la anterior, el oxígeno era cada vez más escaso, el pánico comenzó a llenar cada neurona de su cerebro, las zonas más básicas de éste iniciaron una verdadera lucha por su vida, su torrente sanguíneo se inundó de adrenalina, todos sus músculos se tensaron, luchó por librar sus manos o sus pies de sus confinamientos, pero el diabólico artefacto estaba muy bien construido y no cedió. No iba a ir a ninguna parte a menos que él lo permitiera. Estiró completamente los dedos de sus manos, trató de acercar lo más posible su cabeza hacia ellas para tratar de arrancar el plástico, primero a la derecha, después a la izquierda, pero nada, no pudo librar la distancia que las separaba.
La batalla parecía excitar aún más a su verdugo, quien acariciaba su espalda, sus costados, alcanzaba sus pechos y los apretaba con fuerza, y cambiaba de ritmo, quería aplazar al máximo su clímax.
Ya no quedaba más aire respirable, el plástico humedecido por su aliento y sudor se había quedado adherido a su piel, ella succionaba con toda la fuerza de su tórax, lo que hacía que el plástico sobre su boca se hundiera profundamente en su boca, si tan solo pudiera morder el plástico, pero el anillo no permitía mover la quijada ni un milímetro. Sus músculos se tensaron dejándola inmóvil como una estatua, sus dedos congelados en una posición que los hacían parecer garras de animal, sus ojos, a pesar de estar abiertos, desorbitados, comenzaron a dejar de ver, y poco a poco todo se volvió negro…
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