Marito 3
Daniel confronta sus pensamientos.
Marito 3
Los pensamientos de Daniel
Daniel era un hombre dedicado a su trabajo académico, era profesor de física en un instituto universitario donde impartía clases a estudiantes del primer curso. También ofrecía tutorías individuales a jóvenes con dificultades o dotes especiales. Sentía pasión por su profesión, por la ciencia y la gente joven que le rodeaba. Daniel era un tipo normal, un profesor de instituto normal, con la vida habitual de los señores de su edad. Se había divorciado de su mujer tres años atrás y en los fines de semana correspondientes compartía el apartamento con sus dos hijos: Tony y Sami, de 9 y 7 años, que eran el centro de su vida. En su tiempo libre Daniel practicaba el ciclismo para mantenerse en buena forma y despejar la mente. Era alto y moreno, labios carnosos enmarcados por un bigote bien cuidado que le hacia lucir un poco mayor. Sus manos grandes parecían las de un jugador de baloncesto.
Daniel regresó los niños con su madre aquella misma tarde. No había ganado ninguna apuesta en las carreras pero no le importaba. Mientras conducía el coche interrogaba a los niños sobre el tiempo que pasaron en el salón de juegos de la cafetería: que cuántos juegos ganaron, que si vieron a sus amigos, que si llegaron chicos nuevos, quiénes son sus padres, etc. Así, con preguntas sueltas y las respuestas rápidas de sus hijos, Daniel fue atando cabos y descubrió que Marito era el sobrino pequeño de Ady, a quien conocía un poco a través de algunos amigos en común y de las tardes de carreras.
Daniel dejo a los chicos con su madre y condujo a su apartamento, tenía prisa por llegar.
El profesor de física era un tipo normal pero había vivido una experiencia insólita en la tarde del domingo. Un deseo prohibido, encerrado en el último cubículo de un baño público, sosteniendo aquel niño en sus brazos, gozando, gozando mucho aquel cuerpecito que se ofrecía generoso, procurando no hacer ruido. Su verga dura pulsando sobre la piel suave de Marito, marcando la ruta de sus partecitas. Y el pequeño dejándose hacer, lamiéndole suavecito, mamándole la verga hinchada que no le cabía en su boquita. Y la mano grande y temblorosa de Daniel tocando el culito de un niño pequeño y desconocido por primera vez. Sentir los pliegues tiernos de esa entradita apretada y el temblor del pequeño entre sus brazos. El orgasmo torrencial apretando su verga dura contra el penecito paradito del niño. La leche derramada y el alivio de ambos. Había sido brutal.
Era un secreto que no podría compartir con nadie. Sentía temor a ser delatado, a que alguien descubriera sus pensamientos o peor, que se notara en su mirada las imágenes grabadas. Su pulso latía fuerte y se preguntaba cómo pudo dejarse llevar por ese impulso obsceno pero ya no había marcha atrás.
Comenzaba a oscurecer y Daniel encendió la lámpara de lectura de su escritorio. Se sirvió dos tequilas; el primero lo tomó de un golpe y dejó caer su cuerpo molido sobre la butaca de cuero reclinable.
Cómo pudiste hacerlo, cabrón–se preguntaba sin remordimientos, mas bien felicitándose.
Le preocupaba que el chiquillo contara algo. Mientras sorbía el segundo tequila miraba los mensajes en su celular. Ninguno urgente o inquietante, el chico debia guardar silencio. Seguro sentía el mismo temor que Daniel a ser descubierto. Daniel terminó su tequila y encendió el ordenador. Buscó en las redes sociales de la tía Ady y encontró varias fotos familiares en las que aparecía Marito. Guardó y editó algunas fotos, eran de buena calidad y se podía apreciar la hermosura del niño. Allí estaba ese pequeño que le sedujo con solo una mirada; despertando en Daniel un deseo irreprimible, golpeándolo con una dosis de erotismo que le aflojaba las piernas y le endurecía la verga. El gusto por un deseo tabú.
Daniel miraba las fotos de Marito y sintió el deseo de masturbarse. Solo pensar que su verga habia iniciado aquella boquita lo ponía muy duro. Bajó sus pantalones y calzoncillos hasta las rodillas. Su verga, dura como un leño, goteaba precum. El gesto y la mirada de Daniel se transformaron.
–Ven putito, chupame la verga como esta tarde.
Había en el gesto de Daniel un ansia por poseer al pequeño. Apretaba los ojos y se mordía los labios como queriendo transmitir el fuego de sus pensamientos. Su verga crecía dura, con mucha potencia, con ganas de ser clavada en aquel culito virgen. En el hoyito suave y tibio que había acariciado esa misma tarde. Tendría que volverlo a hacer, estaba decidido. Pensó en su bigote rozando las tetillas pequeñas y rosadas de Marito, en su lengua caliente lamiéndole los pechitos y el pequeño dejándose hacer, entregado a los placeres de su boca grande y húmeda. Sentía las manos de Marito apretando su cabeza contra su pechito sensible, sus tetillas paraditas y firmes; bigote y lengua jugando a las chupaditas y mordiditas que Marito agradecía con chillidos de placer.
El pequeño pene del niño llevado a los labios de Daniel como una delicia delicada. El penecito duro bañado en la saliva tibia de Daniel y el calor del tequila en su aliento. Marito abriendo sus piernitas más aun, pidiendo más, con los ojos tornados, las caderas temblorosas, las piernitas tensas, muy tensas…golpeando la cabeza de Daniel como un aviso de explosión. Y Daniel esforzándose, tomando su penecito en lo profundo de su boca, raspándole con el bigote su piel sensible y tierna.
—VERGA!!!…chillaba el pequeño entre espasmos de placer.
Pensaba Daniel en las nalguitas suaves y tibias de Marito desnudo sobre su torso. En aquel estuche perfecto de carnita de niño que le acomodaba tan bien la verga dura, mientras le tallaba la rajita. Pensaba en el culito cerrado de Marito, el umbral de lo prohibido. Pensaba Daniel en su glande esponjoso y duro abriendo sus pliegues, pulsando en la carne virgen, resbalándose en un mete y saca profundo, muy profundo, todo adentro. Llenándolo todo y quemándole de ardor el hoyito caliente de Marito. La verga de Daniel bombeado aquel culito sin piedad, la verga de Daniel hasta el fondo, sintiendo la resistencia del culito apretado. Daniel dándole su verga dura, pegándole fuerte, dejando caer el peso de su cuerpo sobre el niño, sudando de calor, empujando sus caderas hasta las pelotas, remendándose, clavándolo fuerte, mas que fuerte….reventando el culito de Marito.
Marito sollozando de dolor y placer, y Daniel susurrándole al oído:
–VERGA!!! putito… VERGA!!! -mientras vaciaba su leche en el niño empalado. Un derrame de leche que se mezclaba con su sudor y le mojaba las pelotas.
Daniel miraba la foto de Marito y ya pensaba en como lograrlo.
Excelente relato, muy bueno sin duda alguna. Espero con ansias la continuación.
Buen relato me gustaría fueran más largos
Que poema!!!! 💯