MARTÍN, MI SOBRINO. 2/2.
Sucede algo que ninguno esperaba y comienza a cambiar radicalmente mi vida.
ACCIDENTE FATAL – DECISIONES Y CAMBIOS. (2).
No nos pudimos ir enseguida, hubo varios conocidos que se acercaron a saludarme y me preguntaron por mi sobrino, pero ya en el coche, de regreso a casa y cuando nadie podía verlo por los vidrios polarizados, Martín se lo pasó estirado y acariciando mi bulto con sus manos, hasta el brillo de sus ojos había cambiado, no dejé que lo sacara de mi jeans, tuve que acomodarlo para no sentir que se aprisionaba con la ropa al erectarse y ponerme serio para que se quedara quieto, parecía endemoniado y sapiente de que lo único que lo podría curar era mi “pedazo” en su culo.
Una vez dentro de la seguridad de las paredes, se sacó el jeans con apuro y se colgó de mí para besarme de lengua y recibir la mía que recorría el interior de su boca, mis manos se dirigieron a esas nalgas prodigiosas que me parecían cada vez más tentadoras y se las apreté con deseos y con un cierto rigor del cual no renegó. Yo también estaba un tanto sacado y me senté en el sofá instándolo a que se bajara, me soltó lentamente y con una mano en su cabeza lo llevé hasta poner su cara en mi ariete, el muy putito no tardó en meterse el glande en la boca, pero esta vez no le resultaría tan fácil. Me miraba cuando se trataba de introducir mi verga lo más que podía y se ahogó, tosió y le dieron arcadas cuando presioné y empujé. “Me ahogo tío”, -dijo escupiendo saliva y con sus ojos llorosos y desorbitados, pero lo insté a tratar de insistir-. “Tenés que aprender a chuparla bien, respirá por la nariz y aguantá las arcadas”, -le dije presionando su cabeza-. Sus ganas habían desatado en mí ciertos rasgos sádicos y sentí deseos de hacerle saber quién era el que mandaba, al volver a sacarla de su boca con la saliva que le parecía brotar lo tomé de los pelos y le exigí que chupara y tratara de aguantar.
Su semblante cambió a uno en el que asomaba el temor y se puso nuevamente a la labor. Yo dirigía sus movimientos tirando de sus cabellos y sentía que el glande ingresaba a su garganta, sólo un par de segundos y lo levantaba, siempre de los pelos. Desesperación y miedo era lo que demostraba con sus ojos y sus gestos, pero volvía a intentar, aunque yo tenía claro que estaba siendo imperativo. “Si tenías ganas de verga te la tenés que comer toda, a mí no me gusta jugar con esto”, -le dije volviendo a empujar-, como fuere, no podía lograr que su nariz se aplastara en mi pelvis y le dije que esperaba que estuviera dilatado. Lo levanté y lo apoyé sobre la mesa de algarrobo, su culito de nalgas paradas quedó a la altura justa y escupí en el asterisco para tratar de entrar sólo con saliva. Intenté un par de veces hasta que el glande penetró y le tapé la boca para evitar su grito de dolor, pero no quise avanzar, sabía que así lo rajaría y me acerqué a hablarle en el oído…
- Todavía te falta mucho como para mostrarte desesperado de verga, siempre seré yo quien decida cuándo, dónde y cómo cogerte, además tenés que lavarte bien el culo, anda al baño lavate bien y llevate la crema, luego vení a la cama, -le dije mostrando autoridad-.
- Sí tío, está bien, perdoname, ya voy, ya voy, enseguida me lavo bien”, -expresó y se fue rápido hacia el baño sin poder evitar de mover su culito.
Tenía la necesidad de mostrarle quien era el que decidía, podía haberlo cogido y ya, pero era necesario que entendiera que no podía hacer su voluntad o sólo desear y mover su culito. Al rato ingresó en la habitación, sus gestos eran de acatamiento o casi sumisión y me preguntó como quería que se pusiera, “vení encima de mí, quiero besarte, mimarte y acariciarte, que hagas lo que yo quiera no quiere decir que no puedas obtener tu placer, -le dije estirándole los brazos y se arrojó a ellos poniéndose en modo “carita feliz”-.
Nos besábamos y mis manos recorrían su espalda, sus nalgas y parte de sus piernas, se lo notaba contento y me dijo que quería hacerme muy feliz y ser “mi putito” cuando yo quisiera. Le contesté que sería así, pero que yo tenía otras obligaciones y mujeres, que odiaba las actitudes de celoso o de imperativo en ciertas cosas y que él debía aceptar eso, de lo contrario, no lo vería ni lo cogería nunca más, él aceptaba todo lo que le decía mientras me acariciaba el miembro con una mano llena de lubricante, entonces le pedí que se pusiera en cuatro.
En esa oportunidad mi verga se ensañó con su culito, mordió las almohadas, lloró quedamente y golpeó la cama, pero se aguantó los pijazos como el mejor, eso sí, todo hasta que comenzó a gozar y me costó aguantar sus movimientos y su acople a mi ritmo, lo llené dejando salir un grito de descarga y me apretó aún más con sus músculos. Era innato en él, aprendía por “motus propio” a usar sus músculos para darme placer y evitaba con esto que mi verga se desinflara totalmente, a más, como yo me dejaba mimar, pronto estuve listo para otro round y lo cambié varias veces de posición, escuchando sus grititos y sus pedidos de más y más.
Lo tenía con las piernas para arriba, salía casi todo de su interior y volvía a entrar hasta chocar las pieles mientras miraba su cara de goce por lo que estaba sintiendo, pensé incluso en tomarme alguna pastillita azul para poder cogerlo a gusto todo lo que pudiera porque mis ganas no disminuían y estaba sobrepasado de calentura. El sonido del celular me sacó un poco del trance y por la posición en que estaba pude ver la pantalla que brillaba arriba de la mesa de noche, aparecía allí el nombre de mi padre y me extrañó su llamado, seguro era por algo importante, pues no solía hacerlo, además, ni siquiera saludó.
- ¿Estás en tu casa con Martín?, -preguntó con la voz un tanto alterada-.
- Sí, está en su habitación jugando con la Play, ¿qué sucede?, -pregunté sin sacarla del culo de mi sobrino, pero intrigado por la pregunta-.
- Hijo, me acaban de llamar de “tal” Municipalidad, parece ser que tu hermana, junto con el marido, tuvieron un accidente de tránsito fatal.
- Pero, pero, no puede ser, ellos debían regresar el domingo a la tarde-noche, ¿de dónde viene la noticia?, -expresé dejando al nene de lado-
- De parte del propio Intendente de “tal” zona, está a pocos kilómetros de dónde me dijiste que irían, fue un poco después del mediodía y me dijeron que me darán más noticias apenas sepan algo, pero no quiero que esto te tome de sorpresa.
- Decime donde fue, voy a tratar de salir de raje para allá, trataré de ocuparme.
- Fue en tal ruta a la altura del kilómetro doscientos… ¿Qué vas a hacer con Martín?
- Nada, lo llevo conmigo y trataré de explicarle con tacto, cualquier cosa te llamo, -dije antes de cortar la comunicación-.
- ¿Pasó algo malo tío?, tenés una cara…, -me preguntó y dijo incorporándose en la cama-.
No podía mentirle y explicarle, aun sin darle muchos datos porque no los tenía, derivó en una crisis de llanto que solventé apretándolo fuerte contra mi pecho, lo dejé llorar, pero le dije que me tenía que acompañar para averiguar qué había pasado. Su reacción me sorprendió, se puso serio, limpió sus lágrimas y me dijo de bañarnos para salir rápido. Fue lo que hicimos y pronto estuvimos listos para viajar.
No salí a correr como desesperado, tenía claro que, a esa altura, nada podía hacer, si ambos estaban muertos no podría resucitarlos así viajara a la velocidad del sonido y si estaban heridos sólo me quedaba cruzar los dedos y confiar en los Médicos. Martín hizo el viaje en casi un absoluto silencio, de vez en cuando llorisqueaba quedamente y yo no sería el que le llenara la cabeza con preguntas que, seguramente, no querría contestar. Casi tres horas después arribé al lugar y vi que la ruta estaba limpia, pero se notaban vidrios rotos por doquier y un camión estaba orillado un tanto alejado de la banquina.
Me acerqué a un policía que había por la zona aledaña al camión, me presenté diciendo que era el hermano de una de las víctimas y le pregunté por el accidente. “Con el hombre no hubo nada que hacer, la mujer se encontraba mal, pero todavía estaba con vida y fue trasladada al hospital zonal”, -me dijo conciso y concreto-. Regresé al auto y le dije a mi sobrino que teníamos que ir al hospital para ver qué había pasado con sus padres, no le quise decir la primera verdad que me había casi “escupido” el policía, a la vez, sentí un cierto alivio al saber que mi hermana tenía alguna posibilidad.
En el hospital no me quisieron dar detalles, sólo me informaron que la paciente estaba en la Sala de Operaciones y aún no había novedades. Le avisé a Martín y nos dispusimos a esperar, estando allí sería el primero al que le informarían, pero por los movimientos que observaba y los apuros de un Médico y una Médica que entraron corriendo por la puerta principal, me hice a la idea que todo estaba complicado. Martín me había dicho que le parecía que había pasado algo malo y se fue quedando dormido mientras yo lo abrazaba.
Lo llamé a mi padre para avisarle y casi una hora después entraron en el Hospital, un enviado del Intendente de la zona y un Oficial de la Policía. Lo dejé a Martín durmiendo entre dos sillas, nos apartamos y me dispuse a escuchar lo que esas dos personas tenían para contarme. Parecía ser que una camioneta de gran porte cargada con varillas de hierro circulaba a bastante velocidad en el sentido contrario, por un desperfecto que se estaba tratando de dilucidar con las pericias, se cruzó de carril y la posterior maniobra para evitar la colisión con el auto que venía de frente, más la frenada, hizo que salieran despedidas varias varillas lanzadas como si fueran jabalinas.
Las varillas convertidas en armas impactaron en el frente del automóvil y varias de ellas traspasaron el parabrisas. La mayoría había impactado en el cuerpo del conductor del auto causando la muerte casi instantánea de mi cuñado que perdió el control del auto y éste se estrelló contra el costado de la camioneta causante del accidente para, finalmente, quedar detenido en la banquina contraria. A mi hermana le habían impactado dos varillas que incluso traspasaron el asiento en que venía sentada. Una de ellas había dado en la zona abdominal y la otra a la altura de su hombro izquierdo. Todo eso se había podido saber por el conductor del camión que venía detrás, el cual tuvo que maniobrar para evitar chocarlos y había ido a parar a la banquina, pero que tuvo la sangre fría de avisar y trató de ayudar a los accidentados.
En primera instancia, cuando llegaron al lugar las ambulancias se constató el deceso de mi cuñado y el del conductor de la camioneta, ambos por las varillas despedidas y que mi hermana aun respirando con dificultad y desmayada, estaba viva y se actuó contra reloj para cortar las varillas sin extraerlas de su cuerpo en el lugar y se la trasladó al hospital. Asentí al relato diciendo que todavía estaba en la Sala de Operaciones, pero que no se sabían los resultados de la o las operaciones a que estaba siendo sometida.
Quedé en pasar por la comisaría para retirar algunos objetos personales y ver las declaraciones del conductor del camión por el tema del Seguro y, cuando estaban a punto de retirarse salió un Médico por una puerta lateral y preguntó por los parientes de la mujer accidentada, me acerqué con el culo fruncido por las noticias que podía darme, su cara no auguraba nada bueno, pero había muchas esperanzas de que saliera bien. Me explicó que se habían extirpado partes del intestino, pero que la varilla no había interesado órganos importantes, lo mismo había sucedido con la parte superior de su cuerpo, el objeto había estado lejos del corazón, aunque había roto varios huesos que deberían soldar y rehabilitar los músculos a posteriori, eso sí, me hizo la salvedad del tiempo que se debería esperar para saber cómo evolucionaba, casi como por lógica, las próximas cuarenta y ocho horas darían un panorama más completo.
Le agradecí al Médico y entendí que mi presencia en el hospital era al pedo, entonces les pregunté a los señores anteriores dónde podría alojarme para no tener que ir y venir lo que implicaría una “amansadora” en viajes. El policía me llevaría a unas cabañas de la zona que tenían un buen servicio, quedamos así, lo desperté a Martín y camino a la comisaría hablé con mi padre para pasarle las últimas novedades. El nene siguió durmiendo en el auto mientras yo iba a recoger las cosas de mis parientes y luego nos instalamos en una de las cabañas mencionadas.
Me fue más engorroso y difícil explicarle a Martín lo que había sucedido que a él entenderlo y comprenderlo desde su lógica, me sorprendió que, al margen de derramar algunas lágrimas, lo tomara, algo así como, “cosas que pasan”, pero dijo algo que me dejó pensando, “Dios lo castigó a mi papá, pero ahora no nos va a pegar más ni a mi mamá ni a mí”. No quise indagar más en este problema, por lo escuchado, bastante habían pasado ambos y me quedaba claro que “cada casa es un Mundo” o que “no todo es del color en que lo pintan”.
Nos bañamos juntos antes de acostarnos y el putito me demostró que a él le interesaban más las cosas tangibles y que le pudieran causar placer, tal que se prendió a mi verga como ternero a su teta y trató de tragar lo que más podía, “tengo que lograr meterla toda en mi boca porque es como a vos te gusta”, -había dicho mirándome cuando pretendía tragar tratando de ignorar las arcadas-. Con su “culito pedigüeño” a mi disposición me olvidé completamente del problema de mi hermana convaleciente y de mi cuñado en su mejor vida.
Me desperté con el sol alumbrando toda la habitación y recién allí me di cuenta que Martín seguía en “cucharita” y con el glande de mi verga aun metido entre sus nalgas. Lo cargué semi dormido para evitar que mi semen manchara las sábanas y lo llevé al baño para poder lavarnos bien, “¿vamos a ir a ver a mi mamá?”, -preguntó besándome en la boca-. Le dije que íbamos a ir a averiguar como estaba, pero que no podríamos verla hasta que pasaran un par de días, antes desayunaríamos e iríamos a comprar algunas cosas que necesitábamos porque nos teníamos que quedar un tiempo allí.
Lo entendió perfectamente y su actitud me demostró que tenía más edad mental de la que acusaba su físico, algo que pude comprobar en otros muchos chicos a los que los adultos solemos tratar como si “no entendieran” y, sin embargo, son mucho más prácticos y de aceptar sin tantos dramas ni “rasgaduras de ropa” las cosas que la vida nos presenta. Su padre estaba muerto, no lo vería más, su madre seguía viva en espera a que se recuperara y él era el primero en saber que nada podía hacer al respecto, sólo pretendía seguir su propia vida y estaba bien, mal que nos pese a muchos, estaba bien.
Desayunamos tranquilos y luego compramos algunas cosas que necesitábamos para el aseo personal, ropa interior y otra ropa que nos venía bien, lógicamente, me detuve al ver un sex-shop y me bajé a comprar lubricante anal, con saliva solamente no alcanzaba, ya había comprobado que nos dolía a los dos y yo no estaba dispuesto a dejar de seguir usando el culito de mi sobrino, esto sin contar que Martín insistía continuamente con tener su culo relleno de mi carne en barra.
Tal como esperábamos, no pudimos ver a mi hermana, sin embargo, me dijeron de pasar a ver al Director del Hospital, evidentemente los contactos políticos por medio de mi padre y del Intendente de la zona, de cuya Municipalidad dependía el nosocomio, estaban dando sus frutos. Nos presentamos ante la Secretaria del Director y nos hizo pasar a la oficina sin esperar casi nada, allí me presenté y lo presenté a Martín como sobrino e hijo de mi hermana accidentada.
- Bien, entonces puedo hablar con tranquilidad, este hermoso niño debe saber que su mamá salió de su estado crítico, todavía hay mucho por hacer y recién mañana podrán pasar a verla, aunque ya nos habló todavía sufre de muchos dolores, -nos dijo, sin hacer mención al tema del padre delante del nene-.
- Muchas gracias Doctor, es un alivio escucharlo.
- Yo les preparé un informe que seguramente les pedirán desde el seguro y usted va a tener que pasar por el subsuelo por lo Legal del Reconocimiento, usted me entiende, -dijo en referencia al reconocimiento del cuerpo de mi cuñado que, aunque era fea, había que pasarla-.
- Sí, sí, claramente, apenas salga de aquí, pasaré por allí.
Nos dijo también que no hiciera caso al horario de visitas, que podría pasar a ver a la internada desde la once de la mañana, sólo era necesario avisar en la parte de ingresos y una empleada me acompañaría hasta la habitación en que estaba. Le agradecí sabiendo que era una excepción extraordinaria y luego de saludarlo lo dejé a Martín esperando en el hall de entrada y averigüé por dónde ir a la morgue, me lo indicaron con diligencia y fui a identificar el cuerpo de mi cuñado.
Tenía la mandíbula desencajada porque una de las varillas había entrado por su cara y se la habían acomodado sin mucho sentido de la estética, pero sin dudas que era él, así lo reconocí y lo dejé asentado en el libro que había al efecto. Después hablé con un señor serio y circunspecto que pertenecía a la Funeraria de la ciudad, (nos guste o no, siempre están al acecho de deudos para convertirlos en clientes), con él arreglé para que retiraran el cuerpo y lo cremaran sin hacer velatorios, ya vería si después retiraba o no las cenizas.
Cuando regresé a la Sala de Espera me lo encontré a Martín sentado y aburrido, se le iluminaron los ojos al verme llegar y me salió con algo inesperado que me siguió dando la pauta que muchas veces los chicos están de vuelta de las cosas, por más que los adultos pretendamos hacernos los “misteriosos” de la historia. “¿Fuiste a ver si el muerto era mi papá como hacen en las películas?”, -me preguntó como algo de lo más normal-. Le tuve que decir que sí, esperando algún tipo de reacción adversa que no apareció y luego le dije de irnos a almorzar.
El caminaba tomándome de la mano como cualquier chico normal, que lo era, lo que sucedía es que yo sabía que en la cama y con sus gustos sexuales no era tan normal o si, pero eso no era algo que me iba a poner a averiguar. Luego de almorzar en que me volvió a demostrar la alegría que le causaba salir de lo normal y estipulado que solía vivir en su casa, me preguntó que íbamos a hacer y lo llevé a recorrer el centro de esa ciudad, no era más que cualquier ciudad, aunque no tenía nada turístico, luego nos fuimos para el lado de las cabañas, allí sí se estaba mejor porque un río bastante ancho pasaba cercano a éstas y había bastante actividad náutica.
Como fuere, era todo bastante chato y como si estuviera “adormilado”, se lo comenté a mi sobrino y me dijo muy campante y risueño, “debe ser porque es la hora de la siesta, en mi casa siempre me hacían dormir la siesta a esta hora”. A mi mentalidad de citadino más cercano a la Capital Federal ese razonamiento fue como un cachetazo, porque debería haberme dado cuenta de eso, el caso es que Martín me tomó de la mano y, con un brillo pícaro en los ojos que estaba comenzando a conocer, dijo de irnos a la cabaña.
Una vez que entramos en ésta, comenzó a despojarse de la ropa y su culito blanco, redondo y de nalgas duras y paradas quedó frente a mis ojos, “¿querés que te saque la ropa a vos?, -me preguntó girando su cuerpo y sin esperar respuesta procedió a aflojarme el cinturón-. Ya no sólo me calentaba con su culito, su mirada de deseos anticipando lo que vendría era especial pues sus ojos recorrían mi cuerpo y se estacionaban en lo que hacía con sus manos, a la par que se mordía quedamente los labios.
Terminó de bajarme los jeans y esperó a que me lo sacara de los pies para proceder con el bóxer. Veía su pitito erecto y palpitante ante la maniobra pues su cuerpo no podía disimular la excitación por lo que se encontraría. El bóxer quedó a la altura de las rodillas y Martín tomó mi verga con sus manos y se la llevó a la boca para tratar de tragarla. Lo saqué de ese metiers pues, si había que “bailar”, la “pista de baile” estaba en la cama y hacía allí lo llevé. “Tío, si yo no puedo solo vas a tener que empujar vos porque yo quiero que entre toda en mi boca como a vos te gusta”, -me dijo en tono normal y natural que a mí me paraba hasta los pelos de la nuca-.
Mis manos recorrieron toda su piel haciéndolo gemir, mi boca se adueñó de la suya y le pedí que no hiciera ruidos porque, aunque las cabañas estaban alejadas entre sí, alguno podría escuchar, lo aceptó y luego lo moví a gusto, su físico lo permitía y cuando quedó boca abajo, le “gasté” el asterisco con lamidas y penetraciones linguales que lo dejaron hablando pavadas que no entendí. “Metémela en la boca, quiero tomarme tu leche”, -pidió luego dándose vuelta para apretar mi verga con sus manos y le di gusto-.
Ya no hubo toses o arcadas que me amilanaran, cuando no podía por el rechazo natural tomé su cabeza con mis manos y empujé hasta que su nariz se estrelló en mi pubis. No fueron dos segundos y lo dejé salir, mi glande me había transmitido la violación de su garganta y su cara demostraba el esfuerzo, pero pidió que lo hiciera de nuevo. Hice lo mismo unas cuatro o cinco veces pidiéndole que respirara por la nariz y se adaptó para que yo comenzara con un entrar y salir placentero cogiéndole la boca a mi pequeño y muy putito sobrino.
Se la dejaba adentro por unos segundos más y cuando se ponía rojo y resoplaba la sacaba dejando salir la saliva convertida en baba. Se lo notaba contento porque lo había logrado e instalado en la mitad de su boca yo me dejé ir, se esforzó por tragar todo lo que le di sin perder nada, pero los sonidos que hacía y el deleite que parecía sentir y me trasladaba no dejaron que se me bajara, tampoco dejé que me la limpiara, me puse gel en el glande y le levanté las piernas.
El glande ubicó enseguida el lugar y rápidamente mi pelvis hundió sus nalgas, se la había metido de una, pero tuve la precaución de taparle la boca pues el grito se hubiese escuchado en todo el lugar. No esperé para moverme en una cogida monumental y los ojos abiertos por la sorpresa y el dolor se normalizaron cuando comenzó a gozar con la verga loca que se movía en sus intestinos. Estuve un rato “dando bomba” a ese culito hermoso y pensé que aguantaría más, aunque no tuve en cuenta que con su vocecita de deseos me pidió que le diera más, que lo cogiera más fuerte y lo llené sin poder aguantar.
Sus piernas cayeron a mi costado y, aun con la verga dentro de él, lo tapé con mi cuerpo y le comí la boca recorriendo su interior con mi lengua, más no podía, estaba “fusilado” y, por lo visto, él también porque su panza y pecho brillaban con los líquidos transparentes que había vertido mezclados con orina. “Me hice pis como dos veces, no te enojes”, -me dijo quedamente, pero no contesté, sólo quería dormir-.
Mi sobrino parecía una recién casada deseosa de verga y yo un marido primerizo dispuesto a satisfacerlo pues nos despertamos para cenar y volvió a pedir su, a esa altura, “rapidito”. Hablé con él después de haberle llenado el culito de leche y le hice entender que no podíamos estar cogiendo a cada rato como desesperados, “pero, es que a mí me gusta mucho y tu verga ya no me duele, ni cuando entrás rápido me duele”, -me dijo poniendo voz de inocente que no rompió un plato-. Le dije que él también me gustaba mucho, pero que se darían situaciones en que no sería posible.
- No importa tío, yo siempre voy a tener ganas, pero si no se puede me aguanto, -dijo aplicando su “normalidad” y no quise decir más que:
- Bueno, sólo hay que buscar los momentos y recordá que yo tengo vida de adulto que no puedo descuidar…
- Está bien tío, pero lo que tendrías que hacer es que, cuando mamá se cure, nos dejes quedarnos contigo para poder vivir todos juntos.
- Ya veremos Martín, jajaja, seríamos como casados y yo no me puedo casar con tu mamá porque es mi hermana.
- Sí, bueno, pero yo soy tu sobrino y a los dos nos gusta cuando nos cogemos, con mi mamá podrías hacer lo mismo, seguro que la vas a tratar mejor que lo que la trataba mi papá que a veces le pegaba.
- ¿Era muy seguido eso?
- Sí, yo los escuchaba, y a veces era con una paleta, aunque a mamá parecía que le gustaba y le decía que después le diera por el culo golpeado, pero mucho no podía escuchar porque si mi papá me veía me pegaba a mí.
Estaba claro que cada casa es un Mundo y que mi hermana era una sumisa o que, por lo menos, gozaba con el dolor físico en el acto sexual, no era lo que yo le había enseñado desde que éramos chicos, pero, “la gente cambia” dicen, ¿no?… En la mañana me volví a tentar cuando nos estábamos bañando y luego de ir a desayunar en una confitería aledaña al Hospital, entramos para ver la posibilidad de visitarla.
Antes de entrar en su habitación hablé unas palabras con el Médico que estaba a cargo, él me explicó que estaba medio bajoneada porque ya se había enterado lo del marido, pero que la presencia del hijo la ayudaría mucho, “es más, nos pidió que la peináramos y la arregláramos un poco porque le dijimos que el hermano y el hijo iban a venir a verla, eso sí, van a tener que ver la posibilidad de trasladarla porque nuestra capacidad de tratamiento llegó hasta aquí, la rehabilitación y análisis más profundos, al igual que las posibles cirugías plásticas para que no se noten las cicatrices tendrán que hacerlo en otro lado”, -me dijo con sinceridad-.
La cara de mi hermana no era para quedarse viéndola de frente, el golpe que se había dado sobre el parante de la puerta de su lado denotaba una hinchazón que había disminuido, pero que había dejado una marcha verde-violácea que abarcaba oreja, sien y mejilla, parte del labio y llegaba casi hasta la barbilla, el brazo lo tenía en un cabestrillo e inmovilizado y estaba vendada desde el pecho hasta su ingle, pero eso no se veía. El abrazo con el hijo generó lágrimas y me quedé a un costado viendo la escena que era bastante desgarradora.
Me hizo señas para que me acercara y me senté a su lado en una silla, Martín lo había hecho en la cama teniendo cuidado de no tocarla y tratamos de hablar de cosas insustanciales para no tocar el tema de la muerte del marido. “No lo vimos venir, estábamos discutiendo y nos veníamos antes por un problema que había surgido”, -me dijo-, le contesté que lo que importaba ahora era que se restableciera bien y que se preparara porque habría que trasladarla, mientras tanto, yo me ocuparía de todo lo necesario para que ella estuviera tranquila.
En definitiva, tres días después, con mi padre moviendo sus contactos, la trasladamos a una Clínica Privada en la Capital Federal. Del tema del Seguro me ocupé yo y, además de hacerse cargo de los gastos que insumiría su internación y la rehabilitación, mi hermana recibiría una cantidad enorme por daños y perjuicios. De la casa y de sus cosas se ocuparía ella cuando estuviera recuperada, pero, aunque pensaba en venderla, no había mayores problemas porque figuraba a su nombre, habida cuenta que había sido un regalo de mi padre y no había impedimentos legales para hacerlo ni reclamos.
Ella tenía que dedicarse a ponerse bien y yo me ocuparía de Martín que seguiría a mi lado. Por el colegio de mi sobrino tampoco hubo mayores problemas, aunque faltaban unos quince días para terminar las clases, al estar bien conceptuado se pudo arreglar para que pasara de año sin necesidad de asistir a clases en lo que restaba. También me ocupé de las cenizas de mi cuñado, le dije a ella que las había arrojado a las aguas del río cerca de la zona a la que solía concurrir, pero en realidad las tiré al costado del camino, nunca me importó demasiado, mucho menos después de muerto.
Mi hermana estuvo casi dos meses internada, las cirugías habían hecho desaparecer las cicatrices y aparte del régimen de comidas para no exigir a su intestino y salvando el brazo en el que estaba haciendo rehabilitación, se movía con bastante soltura. Estaba delgada y se le notaba en los pómulos y la quijada, pero sus tetas no habían perdido consistencia, mucho menos su culito parado, esto porque la había visto infinidad de veces al ayudarla a vestirse o desvestirse.
Martín seguía disfrutando de los “rapiditos”, lo no tan rápidos y de las mamadas de “garganta profunda” que cada vez me daba mejor. “Tenemos que aprovechar, -me decía el muy putito-, cuando mami venga a vivir a esta casa no vamos a poder tan seguido”. Al final se salió con la suya, mi hermana no podía ni debía estar sola y ¿quién mejor que el hermano que fue su primer hombre para atenderla?… Hablamos mucho sobre esto y me contó intimidades.
El marido le había hecho sentir desde novios su gusto por el Sadismo que él ejercía y ella aceptó su papel de Masoquista, sin que las cosas pasaran a mayores, aunque los ardores y los momentos de placer habían disminuido sustancialmente. El día del accidente habían tenido una discusión muy grande porque él le había pedido que se acostara con su jefe y ella se había negado enfáticamente a ello, por eso habían salido antes de la reunión, ni siquiera se quedaron para la ceremonia de casamiento.
- Yo puedo ser muy puta para mi marido y aceptar sus “rayes”, pero no pienso entregarme para que otro me use para tratar de obtener un mejor puesto, -me dijo convencida-.
- Conmigo vas a tener que actuar igual, -le dije-.
- ¿por qué me estás diciendo eso?, -preguntó sorprendida-.
- Es muy simple, con Martín en casa y vos en la Clínica me alejé de mis “puntos de descargas”, de hecho, me debés mis vacaciones porque no me pude ir a algún lado, así que vas a tener que hacer de esposa con tu hermano y no pienso aceptar un no por respuesta.
- Estás loco, puedo estar con vos cuando quieras, podrás calentarme el culo, atarme a la cama y cogerme cuando te vengan ganas, pero no podemos convivir como marido y mujer, además, ¿cómo se lo explicamos a Martín?
- Eso será lo más fácil, de hecho, fue él quien me lo propuso, disimulamos para afuera y para adentro dormimos juntos.
- No te veo en el “papel”, aunque… creo que podría aceptar sin joderte la libertad que tenés.
- Ahora quiero que me expliques…
- A mí no me cabe la infidelidad, soy mujer del hombre que elijo y me equivoqué antes pues siempre debiste ser vos el elegido, el “qué dirán” y los tabúes me estropearon en parte la vida, pero ahora sólo tengo que aceptar que hagas tus cosas sin que a mí me faltes ni que tampoco me entere, ¿te podría ir así?, decime que sí y tendrás mujer por siempre, aunque para el mundo sea sólo tu hermana.
- Me gusta el trato, pero ya sabés que los condicionamientos no van conmigo.
- Ya lo sé, ni condicionamientos ni celos, vos sos “el único”, lo acepto, pero no me dejes con las ganas cuando yo quiera. ¿Es trato?
- Si es trato, raro, pero es trato, veremos cómo funciona, por ahora andá preparando las valijas porque nos vamos los tres unos días a la casa de la Costa.
- Está bien, pero primero sacá las sogas que tenés guardadas y atame a la cama, tengo ganas de sentirte en mi cola y toda esta conversación me puso a mil, aprovechemos que Martín se fue a ver a papá.
Así están las cosas, mi padre volvió a ganas las elecciones y sigue en su cargo, yo sigo “pegado” a su lado con alguna participación más en Política, mi Título de Contador quedó estancado en dos materias finales y mi hermana se queda en casa cuidando de su hijo, aunque cuando yo llegó, puertas adentro las cosas cambian, al igual que mi vida porque, aunque todavía lo de Martín sigue oculto, esas dos “fieras” no me dejan resto para pensar en ninguna más.
FIN.
Hay material para secuela…
Creo que deberías hacer una secuela o simplemente continuarla. Ya que esta historia entre tío y sobrino tiene mucho mas que dar y yo claramente estoy dispuesto a leerla.
Es una lastima que solo sean 2 capítulos.
Muy buen relato, me encanta como lo has desarrollado y la forma que tienes que escribir.
Espero que aunque solo has pensado hacer 2 partes, te replantees seguir con esta historia como ha dicho el usuario Gyrlasspty.
10/10 🔟🔟
Buen relato espero sigas escribiendo más continúa que sean mucho más felicidades