MATEO III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Aquél domingo por la mañana, desperté antes que Luca y esperé a que este lo hiciera, pude ver su expresión de desconcierto al ver que llevaba puesto los calzoncillos de su hermano Mateo.
Me reí en silencio cuando estos se le cayeron de lo grande que le quedaban, y su pene se tambaleaba graciosamente, en el afán por cubrírselo con las manos lo antes posible.
Estos no son míos, exclamó todavía incrédulo.
Me hice el distraído y seguí cambiándome, mientras recordaba lo sucedido anoche.
Esa tarde, quedé al cuidado de Mateo, debido a que mi amigo Luca había salido de compras con sus padres.
No podía ni quería desaprovechar cualquier oportunidad de estar a solas con él, entonces dije que no me sentía bien y que prefería quedarme en cama mirando televisión.
Minutos después, me encontraba mirando una película sin mucho interés, recostado en cama, cuando Mateo entró al cuarto para decirme que se daría una ducha y que cualquier cosa que necesitara, lo llamase a la puerta.
No pasó mucho para que me levantará de la cama y saliera fuera, recorrí el pasillo y una vez en la puerta del baño, me asomé para espiar a través de la cerradura.
Al notar que no había nadie dentro, giré con prisa para toparme de frente con Mateo.
Sonrió descaradamente.
No te sonrojes, comenzó a decir, entra conmigo y de paso me das una mano.
Asentí, esperando a que dé una primera indicación.
Se sacó la remera y se bajó los pantalones junto con los calzoncillos.
La luz del día que entraba por la ventana, dejaba ver todo su cuerpo desnudo con mejor claridad que las veces anteriores.
Tengo mucho vello púbico, continuó diciendo, mientras se hacía unos recortes con las tijeras que previamente había tomado de entre sus cosas.
Te gusta así, preguntó balanceando un poco su pene y testículos.
Entendió por mi expresión, que me encantaba.
Mis piernas están más peludas, comentó, están bien así supongo, lo que no me gusta es el vello en el culo.
Me acercó una maquinita de afeitar y me dijo que con mucho cuidado le rasurara la zona del ano.
Esto me la puso tan dura, que sentí que no me cabía en los pantalones.
Suave como la cola de un bebé pensé al terminar, mientras no le quitaba los ojos de encima.
Me dio las gracias y a continuación se apoyó contra la pared.
Los testículos le colgaban redondos y repletos, y el tronco del pene se iba engrosando paulatinamente.
Con una mano se agarró el miembro pesado y se lo golpeo con la otra para conseguir una mejor y poderosa erección.
Se endureció al instante que juntaba saliva y escupía desde la boca y sin errarle, al glande colorado de excitación.
Esta noche vendrá a dormir a casa un amigo, se apuró a decir, y quiero que le des una muy bienvenida.
Lo vas a sorprender como lo hiciste conmigo, eso lo a volver loco.
Es un chico por demás atractivo, así que no vas a tener problemas.
Cerró los ojos, se mordió el labio inferior y hasta mis pies saltó un blanquecino semen.
Mateo dejó que lo enjabonará y fuera acariciando todo el cuerpo mientras se duchaba.
Sus nalgas se apretaban con fuerza cada vez que mis manos le acariciaban los huevos.
Sin duda, fue lo más lindo que me tocó experimentar con un hombre.
Esa noche, llegó Agustín, el amigo de Mateo.
Era rubio y de ojos verdes, media alrededor de 1,90.
Se quedaría a dormir en el cuarto de huéspedes, lo cual me facilitaría las cosas.
Mateo me había dicho que Agustín era bisexual y que tenía fascinación por los mocosos como yo, y más cuando de inocentes no teníamos nada.
Me dio órdenes precisas de sorprenderlo dormido, amarrarlo bien a la cama, sin posibilidad alguna de liberarse.
Debía practicarle la mamada de su vida, aunque este oponga toda resistencia.
Era parte del juego y no tenía que ceder por ningún motivo.
Luego de la cena ya en cama, con Luca jugamos hasta tarde, contamos historias macabras que se nos venían a la mente y la pasamos genial.
También hablamos de cómo pudieron haber aparecido los calzoncillos de Mateo en él.
Hablamos de sus fantasías sexuales con las chicas y yo no me animé a contarle sobre mis preferencias.
Luego de tanta charla, se durmió.
Como siempre, esperé hasta la medianoche para comenzar a ejecutar mis planes.
Mateo no estaba dormido esta vez y me indicó que ya era tiempo de actuar.
Cuando crucé el pasillo, seguro de que los demás dormían plácidamente, entré al cuarto donde se encontraba Agustín.
Al contrario de Mateo, Agustín había demostrado ser más simpático y amable durante las pocas horas que llevaba en casa.
Esto me daba algo de tranquilidad, en cierta manera.
El televisor en la habitación estaba encendido, para mi suerte, vería por dónde pisar.
Agustín si no estaba dormido, lo simulaba a la perfección.
Procedí a amarrarlo con unos cordones que Mateo me había dado.
Él, solo llevaba unos calzoncillos blancos.
Su cuerpo era el de un modelo, de esos con el abdomen marcado e interminable, de pectorales prominentes y brazos bien marcados y fuertes.
Sus piernas largas se extendían a lo largo de toda la cama, anchas y peludas.
Cuando empecé a palparle el bulto apretado, Agustín abrió los ojos.
Qué haces, dijo casi gritando.
Yo me asuste un poco pero no baje la guardia.
Le apreté el paquete, con la intención de que se le pusiera dura y así continuar con lo planeado.
Agustín se movió con fuerza, queriendo zafarse de los amarres, lo cual fue imposible.
¡No! ¡No me toques! ¡Estás loco! Puede venir alguien.
Estaba visiblemente asustado,
No dije nada, Mateo me dejó bien en claro, que no podía decir absolutamente nada.
Le baje los calzoncillos un poco, el pene salió con fuerza, grueso y levemente inclinado hacia adelante.
Se me hizo curioso.
Tan duro se puso que el prepucio bajo por su cuenta, los testículos sí que eran enormes.
Tenía poco vello, en esa zona.
No me importó.
Agarré el pene moviéndolo de un lado a otro hasta que este se empezó a humedecer.
Lo metí a mi boca y Agustín ya no quiso resistirse.
Le pasé la lengua de arriba abajo, como a un helado, y volvía a metérmelo todo dentro.
Esto lo hacía gemir violentamente.
Me senté en sus piernas, le pellizqué los pezones, mientras presionaba con fuerza mi culo con su pene, causándole cierto dolor.
No me detuve, y me seguí montando sobre él.
Sentí el líquido caliente mojándome la cola.
Me incline a besarle el pecho, duro como una roca.
Mi lengua le recorrió desde el ombligo hasta las axilas.
Cuando terminé, me contó que era la primera vez que lo hacía con un chico y que yo le había dado la mejor mamada de su vida.
Me enteré que no era bisexual, y que solo le gustaban las mujeres.
Le desanudé los cordones y este, ya liberado tomo posición dominante, me dio la vuelta con delicadeza, metió la lengua dentro de mi ano mientras sus dos manos me apretaban los cachetes, luego el pene entró a medias, lo saco y lo volvió a meter hasta entrar del todo.
Sentí la presión entrar y salir, los testículos golpeándome las nalgas, el ruido al chocar.
Sus enormes manos me agarraban de la cintura y yo gritaba en mi interior.
Sabía que Mateo nos observaba desde la puerta.
Ese mentiroso, seguramente riéndose de mí.
Agustín aumentó la velocidad, no le importó que fuera un niño y me trato como una puta más de su colección.
Explotó en mi conducto y tan caliente me dejó que me sentí caer desmayado.
Al día siguiente, me desperté al lado de Luca.
Teníamos clases.
Agustín se había marchado y no pensaba regresar.
Durante los días siguientes, con Mateo aprovechábamos cada momento a solas.
Sobre todo en las noches, él me esperaba en su cama.
Aprendí a chupársela como a él le gustaba, girando mi lengua alrededor del glande, siempre humedeciendo con mi saliva todo el pene, pasando la lengua con suaves movimientos por los testículos, el tronco y la cabeza.
Aprendí a volverlo loco, y a darle los mejores orgasmos, mientras jugaba con sus abundantes risos.
Fue mi maestro, el mejor.
Cuando tuve que regresar a casa, con mis doce años ya sabía del sexo como ningún otro de mi edad.
No volvería a ver a Mateo hasta cumplir diecisiete años, puesto que así lo había ordenado él.
Pretendía un reencuentro excepcional.
Un viaje, junto a Luca.
Hacía el sur, rodeados por los imponentes paisajes de montañas y lagos cristalinos.
Sería un viaje extraordinario, sin duda.
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