MATEO V FINAL
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Luca se veía muy sensual conduciendo.
Esos brazos fuertes sosteniendo el volante y esa mirada seria y despreocupada despertaron en mí, emociones violentas que jamás había sentido antes.
Me sentía raro y confundido, entonces queriendo romper el silencio, pregunté:
—¿Estás enojado?
—Para nada —dijo—.
No puedo enojarme con vos.
Me acerqué a él y recosté mi cabeza sobre sus piernas, él sonrió desde arriba y me acarició la mejilla.
Sus dedos torpes pero suaves estaban tibios y fue en ese preciso momento en que descubrí que me pasaban cosas fuertes con él.
Estaba seguro de que era amor, y completamente enamorado cerré los ojos y no pude evitar dormirme.
Cuando desperté todo estaba oscuro y solo se podía escuchar a lo lejos, el sonido de algunos autos que pasaban a toda velocidad.
Luca había decidido que no llegaríamos a casa de sus abuelos aún.
Pasaríamos la noche dentro del auto en medio del campo, al resguardo de los árboles y la oscuridad de la noche.
—Espero que tus abuelos no se enojen —dije algo preocupado.
—Los llamé, no te preocupes.
Les dije que pasaríamos la noche en casa de unos amigos que vivían en la zona.
—¿Y por qué se te dio por pasar la noche en medio del campo, con tantos locos sueltos por ahí?
—Pensé que sería divertido —respondió y me acercó un vaso con café que traía en un termo—.
Hace frío pese a la calefacción, vamos a tener que dormir bien abrazados.
—Por mí no hay problema —dije al momento que bebía el café con ganas.
Luca se pasó al asiento de atrás y me hizo señas para que lo acompañara.
Me senté en medio de sus piernas y me recosté sobre su torso.
Él nos cubrió con una frazada y pronto dejamos de sentir frío.
—Tus manos están muy frías —comentó Luca.
—Sí, siempre están heladas y más en invierno.
La ropa de invierno estaba en mi valija dentro del baúl del auto y no pensábamos movernos.
Luca calentó mis manos frotándolas con las suyas y luego me abrazo con fuerza apretando su miembro contra mí trasero.
Me giré y sin pensarlo comencé a tocarle el enorme bulto.
Baje el cierre y saqué el pene fuera, el olor era intenso, llevaba caliente largo rato.
Sus testículos hinchados pedían que los estrujen de placer.
Mientras agarraba el tronco grueso y firme del pene, y lo deslizaba de arriba abajo descubriendo el glande húmedo, pregunté:
—¿Qué es lo más loco que serías capaz de hacer por mí?
—Cualquier cosa que me pidas —dijo, mientras gemía en voz baja.
—Quiero que me cumplas una fantasía —dije, seguro de que no se negaría—.
Y necesito que te lo tomes en serio.
Me miró con curiosidad al momento que soltaba su verga y continué diciendo:
—A partir de ahora somos dos desconocidos… Yo, soy un pobre chico que se quedó sin combustible y no tuvo más remedio que pasar la noche en medio del campo.
Tu papel será el de un lugareño cualquiera que al pasar y descubrir a un pobre e indefenso chico decidió, que era la oportunidad ideal para abusar sexualmente de él.
Vas a bajar del auto y a caminar lejos, vas a tomarte el papel en serio, y como todo abusador, vas a ser violento y extremadamente cruel.
Luca me observó asombrado por todo lo que acababa de oír.
Y no tardo en entrar en acción.
Era el Luca que yo conocía bien, atrevido y valiente como nadie.
Me sujetó ambos brazos con fuerza y mirándome a los ojos hizo la pregunta:
—¿Estás seguro de que es eso lo que tanto deseas?
—No dudo jamás —respondí—.
Y ninguno de los dos puede retractarse ya.
Es a todo o nada.
—Entonces que así sea.
Luca bajó del auto no sin antes abrigarse bien, y en cuestión de segundos se perdió en la oscuridad.
Él, a partir de ahora, era un perfecto desconocido para mí.
Cerré bien todas las puertas del auto y apagué las luces del interior de este, me fui acomodando en el asiento trasero mientras pensaba hasta dónde llegaría todo esto.
Los minutos pasaron con lentitud y faltaban unos pocos para que fuesen una hora.
Me senté expectante y miré alrededor del auto, tratando de distinguir a Luca entre la maleza.
El silencio era denso y la noche cada vez más escalofriante.
A lo lejos pude ver el movimiento, se acercaba alguien a paso lento.
Se detuvo a buena distancia, como si estuviera inspeccionando el terreno.
No paso mucho para que se acercara y fuera rodeando el auto sin quitarme vista de encima; su mirada era la de un loco sediento.
Intentó en vano abrir las puertas, acercando su rostro a la ventanilla y devorándome con los ojos.
No lo vi venir, no puedo creerlo todavía.
Y por eso lo relatare tal cual sucedió.
Este sujeto entró en cólera al ver que no pensaba abrirle la puerta del auto.
No fue con una piedra ni con una gruesa rama con la que rompió el vidrio de la ventanilla, fue con su codo derecho.
Fue tal la violencia con la que golpeó el vidrio que no necesito de un segundo golpe.
Grité ante el estruendo y el pánico, los pedazos del vidrio me alcanzaron y no hubo tiempo para ver si me habían causado alguna herida.
El sujeto metió la mano y abrió rápido la puerta, entrando como un lobo hambriento.
Me agarró las piernas y me arrastró hacía su lado.
—¡Por favor, no! —grité una y otra vez.
—¡Cerrá la boca, maldito maricón! —dijo, mientras intentaba asfixiarme.
El sujeto me dio una trompada en la cara y no dudó en darme otra cuando vio que no me quedaba quieto.
La ira que me invadió al ser golpeado por este sujeto, me transformó por completo.
Lo empuje con todas mis fuerzas y le di una patada en la cara.
Abrí la puerta que tenía mi lado y escapé.
No se iba a quedar así como si nada, me las iba a pagar.
Corrí a través del campo, con dirección a la ruta.
Pensaba parar al primer auto que viera próximo y ver qué se le ocurría luego.
Le hice señas al primer auto que se acercaba a toda velocidad, pero el maldito no freno.
Cuando quise ver qué tan lejos estaba el sujeto de mí, este apareció de repente y me agarró de los pelos, para llevarme a rastras por el suelo.
Entre tropiezos fui cediendo ante tal violencia y a medio camino, antes de llegar al auto, me dejé caer exhausto.
Él, se abalanzó encima y con prisa, mientras yo me quejaba con rabia.
Me bajó los pantalones a los tirones, sin soltarme de los pelos.
Sentí la hierba fresca bajo, maltratando mis los genitales y las piernas.
La lengua del extraño se hundió en mi ano, húmeda y escurridiza, para darle paso a algo más grande y grueso.
Su verga entró toda de una sola vez y me ardió hasta el alma.
Sus testículos rebotaban sobre mis nalgas como rocas, mientras me penetraba sin reparo alguno.
Sentía el fibroso trozo deslizarse dentro, causándome dolor y placer, su vello púbico rosaba mi piel y su pelvis y abdomen quemaban mi espalda.
Su respiración agitada al oído y sus manos sujetándome los brazos me estremecían sin medida.
Sacó su falo de mi ano y me levantó de los pelos, para arrastrarme hacía el interior del auto.
Yo.
veía como el pene pegajoso de este sujeto se tambaleaba con dureza de un lado a otro, caminando y sosteniendo sus pantalones con la otra mano.
Una vez dentro, empezó a chuparme la verga.
La lengua subía y bajaba por el tronco mientras encerraba mis pelotas con una mano y las apretaba causándome extremo dolor.
Sentía cosquillas en la cabeza de mi pene y este sujeto lo devoraba como a un helado en verano.
Me corrí en su boca en una gran explosión, derramándose mi semen por sus labios al momento que succionaba todo de mí.
Ahora era mi turno devórarme su pene hinchado y rojo de tanto darme por atrás.
Su glande se dibujaba a la perfección fuera del prepucio, olía a hombre, y chocaba contra el interior de mi boca entre arcadas y lágrimas, de sabor fuerte y delicioso.
Fue tanto el semen que tragué que estuve a punto de vomitar.
Lamí su verga salada, le chupé las pelotas peludas y sudorosas.
Me besó con fuerza y finalmente pude decir:
—¡Bravo!
Nos acurrucamos en el asiento trasero.
Luca me abrazo con fuerza y su calor era el de un hombre, ya no un adolescente.
Su pene era enorme y el vello púbico rubio abundante, como a mí me gustaba.
Llegamos a casa de sus abuelos esa mañana.
Luca y yo teníamos moretones en la cara, tuvimos que decir que habíamos peleado en el camino, pero que ya estábamos en paz.
Los abuelos eran agradables y atentos, pronto me sentí como en casa.
Luca aprovechaba cada vez que estos no nos miraban, para tomarme la mano y darme un beso en la mejilla.
Empezaba a tener una rasposa barba.
Nuestro cuarto estaba arriba, teníamos una cama para cada uno.
Incluso había una para Mateo, quien todavía no aparecía.
Esa tarde recorrimos parte de la ciudad, era realmente hermosa.
Las montañas nos rodeaban de manera extraordinaria.
Pronto nevaría y sería de lo más bello.
Ya por la noche, después de cenar, estábamos por fin en cama.
Luca me llamó a la suya y no pude negarme.
Estaba desnudo y se apretaba contra mí.
Lo hicimos dos veces antes de caer rendidos.
Pero yo tardé un poco más en dormir, me gustaba observarlo como dormía tranquilamente.
Me encantaba acariciarle el pene flácido y los testículos aplastados, sabiendo que este estaba dormido.
Era un chico realmente lindo y lo amaba de verdad.
Me dormí enseguida muy pegado a él.
—Así que ahora te coges a mi hermanito —sentí que me decían al oído.
—¿Mateo?
Mateo me alzó y me llevo a la otra cama.
Me sacó los calzoncillos y los lanzó al piso.
Apretaba su miembro en mi trasero desnudo y me miraba fijo a los ojos.
—Dicen que la muerte no es más que una ilusión… nos volveremos a ver si vale la pena, si estamos dispuestos a encontrarnos.
—Te amo Mateo —dije.
Mateo me besó suavemente, nuestras lenguas jugaban entre sí, de forma especial.
Cerré los ojos tratando de aferrarme al momento.
Le desabroché la camisa, botón a botón, y acaricié su pecho, suave y terso.
Sus pezones rosados se endurecían al tocarlos con mis dedos.
Besé su cuello, mientras este se sacaba los pantalones.
El pene blanco y de cabeza rosada se asomaba con ímpetu.
Grueso y largo como el de una estrella porno.
Sus risos desordenados cubrían buena parte del tronco venoso.
Así de caliente lo metió dentro de mi interior, en suaves y medidos movimientos.
Subí mis piernas a sus hombros y el empezó a masturbarme mientras me empujaba con su pene dentro.
Mis manos apretaban el culo de Mateo, firme y redondo contra mí.
—Pensaba llevarte a otro lugar, escaparnos a Ushuaia —dijo Mateo, mientras me daba con todo y mis piernas temblaban de placer—.
Ese era mi plan, el sur…
—No puedo dejar a Luca, no me lo perdonaría.
—Lo sé, eso es realmente bueno.
—Los amo a los dos con la misma intensidad.
—Mi hermano te conviene mejor —sentenció.
Sacó su pene y me hizo señal para que me acercara.
Me lo metí a la boca y eyaculó dentro, espeso en mi lengua pasó directo por mi garganta.
Se vistió rápido y de entre sus cosas sacó una carta.
—Es para que la leas cuando regreses a Buenos Aires —dijo, al instante que se abrigaba bien.
—Está bien, Mateo.
Supongo que te vas a ir, otra vez.
Él se limitó a asentir con la cabeza.
Me besó en la frente y luego salió por la ventana.
Al asomarme por la venta lo vi marcharse entre los árboles, saliendo a la vereda, mientras la nieve comenzaba a caer delicadamente.
No volteó a mirar ni una vez.
Desapareció entre las pintorescas casas y los faroles, que se vestían de blanco esa noche.
Fue la última vez que vi a Mateo.
Mateo se quitó la vida meses después, antes de cumplir 27.
En la carta que leí al regresar a casa en Buenos Aires, decía que una vez se había enamorado de alguien, cuando tenía doce años.
Lamentablemente esa persona se decidió por otra y esto lo destruyó para siempre.
Conmigo quiso que no sucediera lo mismo, es decir, que al momento de darse cuenta que yo estaba enamorado de él, se decidió a corresponderme.
Comprendí que nunca me amó, pero entendía mis sentimientos y se propuso a protegerlos del rechazo y el abandono.
Fue, sin duda, la persona más tierna y bondadosa que conocí jamás.
Mi primer gran amor.
NOTA:
Gracias a todos los que siguieron esta breve serie de relatos, y agradezco los comentarios que me animaron a que continuara.
Pido disculpas por los errores, sobre todo en la redacción de los primeros relatos, fueron más que nada por falta de tiempo.
Queda a criterio y a gusto de ustedes, qué sucedió de verdad y qué no de esta historia.
Buena vida a todos.
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