Me cogí a un motorizado en la procesión de nazareno, Venezuela.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por alej97.
Para los que viven en Venezuela ya sabrán cómo son este tipo de cosas.
Todo sucedió este miércoles santo, donde la gente iba a pagar sus promesas y esas cosas raras que hace la gente católica.
Pasé cerca de la iglesia porque por ahí es que pasa el autobús.
Y decidí quedarme un rato a ver qué tal era la procesión.
En el rato en el que estuve parados oyendo la misa, me encuentro a un amigo que tenía tiempo sin ver.
Su instagram es / @alfrestrada / pregúntenle para que vean que no miento y les muestre fotos de lo sucedido.
Hablamos paja un rato y luego decidimos caminar un rato a ver qué hombres buenos se podía encontrar uno.
Y realmente había bastantes tipos buenos, porque la iglesia de Valencia estaba repleta de gente.
Había demasiadas personas.
Bueno, comienzo.
Cerca de ahí había una línea de moto-taxistas que hacían carreras a cualquier lugar.
A mi amigo y a mí obviamente nos gustaban todos jajaja.
Pero había uno que se veía más machito que todos, que me encantó de pie a cabeza.
Estaba bello.
Tenía su suéter de moto-taxi negro.
Usaba gorra y lentes.
Se reía bello, y era acuerpadito, no era flaco ni gordo, estaba lo que se dice en la línea perfecta para mí.
Era trigueño.
Supongo que estaba quemado por el sol.
Que para estos días, está más caliente que yo.
La cosa comienza cuando mi amigo y yo nos proponemos levantarnos a alguno de los moto-taxistas.
Yo ya tenía mi objetivo claro.
Me acerqué a preguntarle cuánto cobraban una carrera a tal sitio.
El carajo estaba pilas y era muy activo, se movía a un lado y a otro.
Era como de los más resaltantes del grupo.
Me respondió y hasta ahí llegaba la cosa, pero obviamente me le insinuaba un poco a lo que él quedaba como cortado, como dudoso, me miraba con los ojos entre abiertos pensando.
El anzuelo estaba lanzado.
Por un buen rato estuve rondando el lugar, hasta que vi que estaba fumando y me le acerqué a pedirle prestado el yesquero.
Él me encendía el cigarro mientras yo lo veía sin quitarle los ojos de encima, eso de seguro lo intimidaba.
Al final obtuve su número con la excusa de que seguramente iba a necesitar quien me llevara a casa porque la procesión terminaba tarde.
Mientras pasaba rato, yo le escribía diciendo que era yo y eso.
Escribía bien, lo cual me impresionó, porque la mayoría son tierruitos.
Después la conversa se tornaba algo caliente, de mi parte obvio.
Hasta que me la cortó con un:
“Yo no cojo maricos, mano, estás equivocado”.
No le respondí y pensé que ya estaba todo perdido, hasta que me dijo:
“Aunque un amigo me dijo que los maricos lo maman chulo”
/chulo: bien, genial/
“Uno sieeeempre tiene un amigo…” fue lo único que le respondí.
Pero como no respondía, le escribí nuevamente diciéndole que eso tenía que comprobarlo él, si es que ya no lo había comprobado antes.
Como a las siete y media de la noche me llega un mensaje del motorizado diciéndome que tenía cigarro, que si quería uno, que él lo brindaba.
Obvio que acepté.
Antes de llegar a la línea de taxis vi que no estaba ahí sino que estaba como una cuadra más lejos, me hizo señas para que me acercara, y si verme a la cara me dijo que me montara.
Le pregunté que para qué, que para dónde íbamos, y me dijo que ahí había muchas “brujas” a lo que se refería era a que había muchos chismosos, gente metiche.
Pasa por una estación de policía, luego por la casa Páez, hasta que llega como a una cuadra media solitaria, nos bajamos y para pegado a la pared, enciende su cigarro y habla:
—Mámamelo pues a ver qué es lo que es.
Todo era tan loco y tan rápido que no me daba chance de procesar la información.
Este se la daba de digno y ahora quería que se lo mamara.
Ok, vamos a mamárselo pues.
Me le fui encima a ese guebo de una.
Me di cuenta de que el tipo era más lampiño que nada.
Lo tenía más oscuro que su piel normal.
Estaba semi erecto, era grueso y algo largo, pero estaba direccionado a la izquierda.
Comencé lamiéndoselo de abajo a arriba, hasta llegar a la cabeza, la cual le pasé la lengua lentamente haciendo círculos, para luego comenzar a succionar solo la cabeza, como si fuese una chupeta, hasta que seguidamente me lo metí todo lo que pude en la boca, recibiendo de su parte un gemido fuerte; cosa que me encantaba.
Entonces él me tomó del cabello para marcar el ritmo.
Al principio me daba suave, pero luego comenzaba a cogerme por la boca.
Me atragantaba todo lo que podía.
Habían segundos en los que me tapaba la nariz y me metía el guebo hasta la garganta.
Eso me excitaba mucho más y a él también.
Luego me atreví a tocarle las nalgas pero me quitaba las manos disimuladamente, pero luego yo se las volvía a tocar, hasta que se cansó de quitármelas, o se le olvidó volvérmelas a quitar, o le empezó a gustar.
Yo creo que esto último.
Supe que me daría culo o que al menos tendría chance de intentar cuando mientras se lo mamaba, empecé a chuparle las bolas, hasta llegar a su culito, donde al pasarle un lengüetazo, se erizó tanto que me apartó de una.
— ¿Qué pasa?
—No, mano.
Eso sí no.
— ¿Qué? ¿De qué hablas?
—Nada.
Seguí mamándoselo, hasta que finalmente dejó que le pasara la lengua por el culo.
Le dije que se diera la vuelta pensando que se negaría pero mi sorpresa fue que sí se dio la vuelta.
Lo único que dijo fue:
—Rapidito, menor.
Comencé a abrirle las nalgas, y mientras comenzaba a pasarle la lengua por el culo, se las masajeaba.
De momentos le daba nalgadas y escuchaba uno que otro gemido.
Cuando le empecé a chupar bien el culo, chupar chupar de verdad, así, que se lo succionaba, se lo mordía y le metía la lengua lo más que podía, sus gemidos fueron en aumento, y ahora se partía como una perra en celo, lo cual me resultaba extrañamente nuevo, pero lo disfrutaba incluso más.
Me levanté de golpe y me bajé un poco el pantalón y le dije que se abriera las nalgas.
—No mano, eso me va a doler.
—Dale, dale, no seas gafo.
—Eso debe doler chamo.
—Se te va a pasar rápido.
No se negó más y se abrió las nalgas, mientras su cabeza quedaba recostada en la pared.
Yo me echaba saliva en el guebo y le echaba en su culo, y comencé a metérselo.
La cabeza entró de coñazo y él casi que se va corriendo.
— ¿Viste que esa mierda duele?
—Qué es, quédate quieto, eso es porque no estás relajado.
Se lo volví a meter y se relajó un poco más.
—Ahhh.
Qué rico, vale.
—dijo.
— ¿Viste que sí te gusta, zorrita?
—Ahhh, sí.
Se siente rico, marico.
Cuando se lo comenzaba a sacar, soltaba más gemidos.
— ¿Te gusta mucho, no?
—Se siente como cosquillas cuando lo estás sacando.
Su cara me lo decía todo.
Era genial y raro y sexual y excitante a la vez, porque era un macho machito que se partía como mujercita porque estaba disfrutando ser cogido.
Fue realmente la única posición en la que lo pude tener, porque obviamente no teníamos mucho tiempo.
Pero la disfrutaba lo más que podía, y él, también.
Le daba como a perra, se lo metía todo de golpe, él gemía y luego se lo volvía a meter.
No aguanté más y comencé a acabar.
Lo masturbé un poco y acabó también.
—Nagueboná e rico, menor —dijo.
Y me extrañó porque pensé que se arrepentiría, pero no.
—Se nota que te gustó.
Cuando quieras repetimos.
—Si va, espérame a que termine la misa, ¿si va? Que tengo que hacer unas carreras ahí.
—Dale, si va.
Nos fuimos en su moto hasta cerca de la iglesia, me dejó donde estaba mi amigo @alfrestrada y él se fue con sus amigos.
Más tarde fuimos a su casa, pero esa esta otra historia que está en mi blog: http://alfrestrada.
blogspot.
com/
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