Me entregué una vez más
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Como siempre comento, cuando soy hetero soy activo y cuando soy homo soy exclusivamente pasivo. Estoy siempre dispuesto a vivir experiencias distintas pero cuando se trata de sexo, comprobé después de varios intentos, que con hombres o travestis solo quiero que me penetren y me hagan sentir una nenita, frágil y putita.
Hay pocas cosas que me calienten tanto como sentir un pene erecto dentro de mí. Y de eso trata la historia que quiero contarles hoy.
Me sucedió hace algunos años, tengo ya varios, no importa cuantos. Mientras trabajaba en una provincia, dictando cursos de informática, me alojaba en un hotel céntrico al que iba, prácticamente, solo a dormir porque durante todo el día estaba trabajando. Por las noches, en la recepción del hotel trabajaba un muchachito de unos 25 o 26 años, muy atento y con mirada cómplice, con el que habitualmente charlaba antes de irme a dormir. Cualquier tema venía bien, podía ser mujeres como fútbol o política, me daba lo mismo lo único que buscaba era charlar de cualquier tema que no fuera trabajo y distraerme un rato antes de dormir. Normalmente cenaba fuera del hotel, pero esa noche llegué del trabajo directamente al hotel y les pedí que me subieran unos sándwiches. Este joven me dijo que estaba solo en ese momento y que cuando llegara su reemplazo me lo subía.
Esperé cerca de 40 minutos y sentí que golpeaban a mi puerta, este chico me trajo lo que había pedido y hablando en la puerta de la habitación me dijo que su turno había terminado y le dije si quería quedarse y tomar una cerveza conmigo. Aceptó. Saqué dos latas del frigobar y lo invité a sentarse en la cama mientras mirábamos un poco de televisión. A esta altura yo, que no había tenido ninguna fantasía en ningún momento con este joven, empecé a tenerlas…
Traté de orientar el tema de la conversación hacia el sexo, hablamos sobre gustos y experiencias, aventuras que hayamos tenido cada uno, etc. Probablemente sin que yo me haya dado cuenta debo haberlo provocado al punto de que él me preguntó si yo estaba interesado en él, podría haberle dicho que me estaba mal interpretando y todo terminaba ahí, pero le dije que sí, que estaba interesado. Su reacción podría haber sido, discúlpeme, usted me confunde…Pero no, su reacción fue otra, se acercó hasta donde estaba yo, me tomo de las manos para que me ponga de pie y me abrazó, agarrándome directamente de mis nalgas, pegando mi cuerpo al suyo. Respondí el abrazo rodeando su cuello con los míos y dándole un beso, un jugoso beso, en sus labios.
Estaba todo dicho. A partir de ahí fue una marea de caricias y besos mientras nos sacábamos mutuamente la ropa. Una vez desnudos me puse de rodillas frente a él y me metí de un golpe su miembro, ya erecto, en la boca. Recorrí minuciosamente su tronco con la lengua mientras él, tomaba mi cabeza y me imponía el ritmo de la chupada, yo terriblemente excitada, me gusta hablar en femenino cuando estoy con un hombre, quería comerme ese pedazo rígido de carne y me lo metía todo en la boca y lo sacaba subiendo y bajando, dejando que mi saliva se escurriera por mis comisuras y escuchando a mi varón gemir de placer.
Fuimos hasta la cama, donde no lo dejé tener dudas de que era lo que quería, me puse en cuatro y con mis manos me separé las nalgas, dejándole a su disposición la entrada a mi cuerpo. Movía mis caderas invitándolo, metía mis propios dedos en mi orificio para incentivar su lujuria mientras jadeaba como una adolescente deseosa de ser mujer. Mi macho no se hizo esperar, apoyó su pene en la puerta de mi ano y yo empujé para atrás, forzando su penetración. Sentí entrar su glande y luego el cuerpo de su miembro, centímetro a centímetro iba yo misma ensartándome su hombría en mi canal hambriento hasta que me detuve al sentir mis nalgas apoyadas en su cuerpo. Me quedé quieta y lo dejé a él. Lentamente fue sacando su pene y volviéndolo a meter, con cada embestida yo soltaba un gritito de placer, él me tenía agarrada por la cintura y como un émbolo me atravesaba cada vez a mayor velocidad, sentía su transpiración o saliva caer en mi espalda, estaba desbordada de placer, gemía, gritaba, jadeaba, le pedía que no parara, que siguiera haciéndome suya hasta que no pude más y solté mis flujos por mi pene entumecido y sentí como él, sacaba su miembro y terminaba eyaculando en mi espalda.
Fue una experiencia fantástica. Todas las noches siguientes hasta que me fui, me encontré con mi varón, ya sea en mi habitación o en su departamento, pero mi única obsesión era que me hiciera su mujer una vez más.
Quien quiera compartir oiniones o experiencias puede escribirme a arcami@hotmail.com .
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