ME INICIÉ CON MI ENEMIGO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi sexualidad adolescente fue algo atípica. Mucha masturbación, experiencias sexuales zoofílicas (que relaté en la sección específica de este sitio) y algunas chicas. No muchas chicas, porque debo reconocer que no era muy atractivo: muy delgado, algo tímido, pero con un buen desarrollo de mi bulto.
Cursé todo el colegio secundario en la misma institución, donde desde el principio hice grandes amigas y amigos, salvo uno que -por privacidad- voy a llamar Coco.
A lo largo de todo el secundario (que en ese entonces en mi país Argentina duraba cinco años) nunca pude hacer amistad con Coco, quien desde el principio se mostró agresivo y despreciativo conmigo. Yo no era bueno en los deportes pero era uno de los mejores alumnos, con altas calificaciones. Tal vez por eso, Coco siempre trataba de ridiculizarme, ello a mi pesar pues además de la molestia y tensión por esa actitud suya, le tenía mucha admiración y -sin darme cuenta entonces- atracción.
Ello así porque si bien no era buen alumno, sí era un gran deportista, se destacaba en todas las actividades desde sus 13 años. Era el más atractivo de todos, con rasgos muy varoniles y bellos, hermoso pelo lacio, un cuerpo escultural desde el inicio de su adolescencia, y una actitud avasalladora. Todas las chicas estaban muertas con él y andaban detrás de él.
Mi realidad bisexual me hacía sentir mucha atracción por Coco, igual que temor por sus constantes cabronadas conmigo. Muchas veces en vestuarios, después de hacer deportes en el colegio, nos duchábamos todos juntos. Allí aprovechaba yo para observarlo disimuladamente, contemplando su cuerpo trabajado y su aparato sexual impresionante. A Coco le gustaba permanecer desnudo en el vestuario todo el tiempo que podía, exhibiéndose. Generalmente se le notaba una ligera erección, la verga se le ponía más hinchada y gruesa y él se pavoneaba andando de un lugar a otro del vestuario.
En una ocasión, recuerdo que estuve junto a él en las duchas, y sin decir palabra, mientras se duchaba, ejabonó sus bolas y su verga y tomando con una mano todo el bulto, me lo mostraba y sonreía, como provocándome, como queriendo decir "te gusta eh…", y yo no tenía otra alternativa que ponerme serio y hacerme el distraído.
Así siguieron las cosas, hasta llegar a nuestro 5to. año y nuestros 17 años. Coco ya estaba convertido en un atleta espectacular, más atractivo que nunca, pero seguían sus cabronadas conmigo, aunque menos (tenía cosas más interesantes en que ocuparse). Pero yo siempre seguí morboseando con él en mi mente.
Casi terminando nuestro secundario y acercándose la graduación, hablé un día con una de las chicas -compañeras de curso- que era más amiga de él desde la infancia. Me dijo que Coco siempre hablaba mal de mi y se burlaba, y que ella creía que era por envidia por ser yo un alumno muy aplicado y con buenas calificaciones.
Entonces -como estrategia- aproveché para decirle que eso siempre me había dolido mucho, porque yo creía que él era buen chico y además lo admiraba, y seguí diciendo cosas halagadoras sobre él. La chica -por ser muy sentimental y apreciarme mucho a mi- soltó algunas lágrimas y me dijo: "Que malo es Coco con vos, que tenés tan buen sentimiento con él, no puede ser asi…". Seguramente ella, tan sentimental, hablaría con él.
Días después comprobé que mi estrategia había funcionado. Noté que Coco cambiaba rotundamente su actitud para conmigo, me trataba amigablemente y hasta con afecto. Asi siguieron las cosas, tratando yo de consolidar esa buena y afectuosa relación, conversando mucho con él. Incluso, un día lo invité a comer a mi casa, con mi familia. Eso nos unió todavía más. En efecto, Coco no era mal chico y nos apegamos mucho. De todas formas, creí intuir que deseaba hacerme algo sexualmente, pues el morbo nunca se pierde y él era muy sexual. Por otra parte, sus actitudes exhibicionistas de siempre, entre varones, indicaba que algo le gustaba la cosa.
Convencido de ello, tomé la decisión de crear una situación que facilitara el acercamiento. Aproveché que un fin de semana, mi familia decidió pasar esos días en la casa quinta de amigos. Yo pedí quedarme, por tener otras cosas que hacer, y mis padres estuvieron de acuerdo. Les solicité permiso para invitar a un amigo a acompañarme en la casa, y me autorizaron.
Llegó el día y habiendo partido mi familia, llamé por teléfono a Coco y le dije que me quedaría solo cuidando la casa y si quería pasarla conmigo para acompañarme. Me sorprendió aceptando con mucho entusiasmo la invitación.
El primer día lo pasamos muy lindo juntos, tomando sol en mi casa, bebiendo y conversando mucho de todo. Yo procuré halagarlo mucho y sacar temas de sexo. Así, a lo largo del día no se habló de otra cosa, él me contó muchas experiencias suyas y lo fui notando cada vez más excitado. Incluso percibí que me miraba distinto, algo lúbrico, como escondiendo una intención.
Por la noche, yéndonos a dormir, le dije de compartir mi cuarto. Allí, los dos solos, vestidos con un shorcito y el torso desnudo, seguimos hablando. Lo halagué más, le dije que siempre lo había admirado por atleta y macho, y cosas así, mostrándome intencionalmente muy sumiso con él.
Viendo ese panorama y predisposición mía, a Coco se le empezó a notar una importante erección bajo su shorcito, y se decidió a dar rienda suelta a su verdadera idea oculta.
Se quitó el shorcito y enseguida ví su impresionante erección sostenida por un par de bolas hermosas y grandes. Tomó la actitud del vestuario, me miraba fijo sonriendo y acariciándose el bulto. Lo invité a sentarse en la cama, a mi lado.
No me dejé dominar por mi timidez, y empecé a acariciar sus bolas y su verga, y a recorrer todos sus músculos con mis manos. Él, muy experimentado en sexo, comenzó a quitarme toda la ropa, se extendió en la cama, y con sus brazos me hizo recostar sobre él, frotándonos los bultos erectos. Mientras nos frotábamos, me acarició la espalda -muchísimo menos ancha que la suya-, fue bajándo sus manos hasta tomarme las nalgas y abrirlas bien fuerte. Allí, mientras seguíamos frotándonos, comenzó a masajearme el ano con sus dedos. Yo, enloquecido, le recorría el cuerpo, chupando sus axilas, sus tetillas, todo su pecho. Con una mano, él fue guiándome más y más abajo, hasta hacerme mamarle los huevos y la verga.
Nunca pensé que iba a poder tener toda esa enorme pija en mi boca, que casi no me entraba de hinchada y roja. Bombéo en mi boca con toda su fuerta, sosteniéndome la cabeza con sus manos, hasta que llegó y me lanzó una interminable eyaculación dentro de mi boca. Sostuvo mi cabeza y me exigió que la tragara, me decía que quería que yo fuera suyo, y para eso debía tragarle la leche. Y asi lo hice, excitado como estaba.
Luego, seguimos acariciándonos mucho. Coco me pedía que le masajee la espalda y el pecho y que volviera a mamar su bulto. Volvió a hacer una impresionante erección. Pero allí, me hizo poner en cuatro patas en el borde de la cama, con mi culo hacia arriba, y comenzó a lamerme y chuparme el ano largamente. Hasta llegó a salivarse un dedo y colocarlo dentro de mi ano, luego dos dedos.
Yo estaba excitado, gozando esa situación caliente, y me dejaba bien sumiso. En un momento, apoyó su glande en mi ano y me penetró con fuerza, haciéndome gritar. Me sostuvo fuertemente de las caderas, mientras me hablaba para tranquilizarme. Siguió empujando y penetrando hasta llegar al final. Sentí sus pendejos raspándome mi piel. Me hizo sentir su bombeo, mientras gemía y me decía cosas calientes, hasta que llegó y me llenó de leche dentro del culo. ME HABIA DESVIRGADO Y LLENADO.
Hoy, tantos años después, recuerdo esa experiencia con agrado. En un primer momento me traumó, pero luego lo retuve como una vivencia hermosa de placer, con un tremendo macho que yo tanto había admirado y deseado.
Es mi historia, real, y quiero compartirla con ustedes.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!