Me violaron en la secundaria por estar nalgón – Parte 2
—Este culo es mío —dijo antes de metermelo todo de golpe. Grité como nunca lo he hecho, y sin embargo nadie pudo escucharme. Sentí el dolor más punzante de toda mi vida y sentí como si mi ano se fuera a desgarrar ante su grosor..
—La perra culona acaba de llegar. Lleguen en… unos 20, primero la voy a usar yo.
A sus palabras yo solo intentaba deshacerme de su agarre con más fuerza, pero que iba a hacer yo frente a alguien como él, quien parecía poder contenerme sin tanto problema.
—Te voy a meter un dedo —me avisó después de verme en silencio por unos segundos—. Y si sale sucio no tienes ni puta idea de lo que te voy a hacer.
—¡Hey, no! ¡Ya!
Me escupió varias veces en el ano y enseguida sentí como su dedo extendía la saliva por toda el área. Antes de que yo pudiera decir algo metió todo su dedo medio de golpe. Su dedo era largo y delgado así que su entrada me produjo mucha incomodidad.
Gemí de dolor mientras el se reía y comenzaba a darle vueltas a su dedo mientras estaba dentro de mí.
—Ya sentí tu mierda —dijo—. Eres una perra asquerosa.
Me saco el dedo de golpe y lo embarró en mis piernas, me tomó del cabello agresivamente y me arrastró hacia las regaderas mientras yo caminaba torpemente por culpa de mis pantalones bajados. Pasó por su mochila para tomar su botella de plástico de litro y medio y me llevó hacia dentro de la regadera, que no se veía -tan abandonada.
—¡Déjate de mamadas y déjame ir ya!
—Desnúdate todo —me ordenó—. Te voy a limpiar el culo.
No le hice caso, al contrario, intenté correr pero por culpa de que tenía los pantalones en los pies no pude llegar muy lejos. Él ni siquiera se molestó en perseguirme, solo se acercó a mi cuando estaba en el suelo y me alzó la cabeza por el cabello para decirme algo en el oído.
—Necesito que no queden marcas, agradece que por eso no voy a meterte una patada en la boca de tu puto estómago.
Después se me acercó a la boca y me obligó a darle un beso, metía su lengua mientras yo intentaba sin éxito alejarlo de mí, esta solo se abria paso por toda mi boca y cara a su gusto.
—Que asco, estás todo babeado y tienes mierda en las piernas, necesitas tomar un baño —dijo, para después comenzar a desvertime el mismo. Me quitó los zapatos y los calcetines, me sacó los pantalones y los calzones y me dio una fuerte nalgada que me hizo gritar de dolor—. Cállate o te meteré a la boca tus propios calzones.
No le hice caso, grité por ayuda e hizo exactamente lo que me advirtió. Mi ropa interior sabía a sudor y casi no me dejaba respirar. De pronto sacó una cuerda de sus pantalones y me amarró las manos en la espalda, después me dio media vuelta de una para seguir desvistiendome.
—Tienes la verga más sin chiste que he visto, lo bueno es que con ese culito no tienes por qué usarla.
Cuando terminó de desnudarme me paró por el cabello y me llevó de vuelta a la regadera, me estampó contra la pared y abrió la llave. El chorro de agua fría me hizo perder la respiración por unos segundos, pero después me acostumbré.
Él me tallaba la espalda, las piernas, pero sobre todo entre mis nalgas.
—A lo mejor y te pongo a correr para que tu culito parado vuelva a oler bien rico a sudor —se dijo a si mismo para después reirse.
Después me hizo a un lado y empezó a llenar la botella que traía con el agua que caía del chorro. Cuando estubo llena ensalivo la zona de la rosca y me hizo darme media vuelta. Me masajeó el ano y metió su dedo un poco, casi nada, para relajarlo. Poco después me metió la rosca de la botella y comenzó a apretarla, haciendo que el agua comenzara a entrar en mí.
—Cuando la saque aprietas bien el culo, perra.
Aplastó la botella todo lo que pudo y yo sentí que mis intestinos iban a reventar. Intentaba hablar, gritar y pedirle que parara, pero era inutil, patalee para deshacerme de él, pero nada funcionaba.
Cuando la saco me recordó que debía apretar y me amenazó con golpearme si no lo hacía, así que tuve que obedecer, aunque sentía que mi panza estaba a punto de reventar.
Tomo la toalla y me secó todo el cuerpo, hasta asegurarse de que no goteara.
Me tomó del cabello nuevamente y me dió una cachetada muy fuerte que me hizo desconcertarme un poco, me jaló hasta el lado contrario de esa ducha, en donde el suelo estaba seco y me estampó contra la pared, ahí me dio otras dos cachetadas igual de fuertes que me sacaron lagrimas de los ojos.
—Esto es lo que vamos a hacer ahora perra —me dijo acercando su cara a la mía todo lo posible, su aliento olia como el de mi papá—. Te vas a poner de cunclillas y te voy a quitar eso de la boca, me harás una mamada y en cuanto termine en tu boca iremos al baño para que vacies tus intestinos. Si haces un solo ruido que no me guste cuando te quite eso te voy a meter una verguiza, te voy a poner en cuatro y te voy a dejar ir la verga de una. ¿Entendiste?
A mi silencio, agregó.
—Tu fuiste el pendejo que se vino a meter acá, tu usaste esos putos pantalones pegados todo el año, tu te ganaste esto, ¿por qué no quieres disfrutar tu premio? No saldrás de aquí por las próximas horas, si colaboras no te vamos a lastimar y mañana tu vida seguirá como igual, tu decides perra, si es por las buenas o por las malas. Entonces, ¿entendiste lo que te acabo de decir?
Asentí, mientras las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas, finalmente había aceptado mi destino, Rafael me iba a violar.
—Bien —dijo, y me sacó mi prenda de la boca—. Ah, otra cosa. Si veo que una sola gota se te sale del culo mientras me la estas chupando te haré todo lo que dije antes.
—Pero ya no aguanto —le dije con la voz cortada, mientras él me empujaba los hombros hacia abajo para que me pusiera de cunclillas.
—Pues apúrate con la mamada —rió—. Recuerda que iremos a vaciarte hasta que me venga en tu boca.
Dicho eso, procedió a desabrocharse el cinturon que los de prepa tenían que usar de forma obligatoria. Se lo bajó lo suficiente para sacarse el pene y aquello que vi frente a mis ojos era demasiado grande. Era moreno, grande, grueso y venoso, estaba circuncidado y olía raro, no feo, solo raro.
—19 centimetros —dijo al ver mis ojos llorosos— digo, por si quieres saber cuanto media la primera que te comiste.
En cuanto termino me la puso frente a los labios, su olor masculino se hizo más fuerte y como yo ya no aguantaba el agua en mi culo tuve que comenzar a mamarsela. «Sin dientes, o te parto tu madre». Yo definitivamente lo hacía con torpeza y sin cuidado por la prisa y porque era mi primera vez.
Se quitó las prendas de arriba mientras yo hacía aquello, emitia expresiones de placer y a veces movía las caderas con cierta rapidez para que se la mamara más rapido. Yo solo me había metido a la boca unos 8 cm por lo grande y gruesa que era. A veces me daban ganas de vomitar pero solo tenía que sacarla un poco y respirar.
Así pasaron unos dos minutos y yo en serio ya no aguantaba el agua que tenía dentro, así que deje escapar unos chorritos. Él se dio cuenta y me saco el pene de la boca, me tomó del cabello y me llevó con fuerza al cúbiculo que había más cerca mientras yo le suplicaba que no me pegara, que había sido un accidente.
Me sentó en la taza y yo automaticamente comenzé a sacar toda el agua con fuerza mientras el se terminaba de desnudar completamente, lo vi sacar otra cuerda de su pantalón. Sentí como salía todo y al final me sentí un poco más aliviado. Cuando terminé, Rafael entró al cubiculo y cerró la puerta desde dentro con todo y seguro, me dio la cachetada más fuerte que he recibido en mi vida, caí al suelo y él le bajó al baño.
Me puso de pie con un jalón de cabello, yo ya estaba llorando y gimiendo de dolor, seguramente tenía toda la cara roja, sentía mucho frío por todo el cuerpo a pesar de que afuera estaba muy caliente. Me tomó del cabello para que no moviera la cabeza cuando me diera la siguiente cachetada en el otro lado de la cara.
Se arrodilló y comenzó a atarme los pies, yo ya ni siquiera me molesté en forcejear, me limité a llorar, sentado en la taza del baño.
Cuando me terminó de amarrar me lamió los pies unos segundos antes de salirse del cúbiculo para ir a otra parte. Escuché como abría una puerta y sacaba algo que se escuchaba como un costal, y arrastrarlo. Después vino y me echó sobre su hombro para llevarme hasta el fondo de aquel lugar, me dejó caer y entonces me di cuenta de que lo que había arrastrado era una colchoneta gruesa que usabamos en clase de educación física.
Después comenzó a sacar otro bote de su mochila que estaba ahí cerca, este era diferente, tenía una punta alargada y se parecía a los que usan en los puestos de comida rapida para tener las salsas, me di cuenta de que tenía un líquido viscozo parecido al que tenía en la punta de su pene. Se untó un poco sobre el pene y se acercó a mí.
Yo comencé a llorar en silencio.
Sin decir nada me dio la vuelta colocándome boca abajo, yo aún tenía las manos amarradas sobre mi espalda y los pies llenos de saliva, después de unos segundo comencé a sentir como ese líquido caía sobre mí espalda y piernas, era aceite y me lo frotó por todo el cuerpo hasta dejarme viscoso.
Después sentí como metía la punta de ese bote en mi culo y comenzaba a meterlo dentro de mi ano. Se fue un momento para ir por algo y cuando regresó lo hizo con mis calzones en la mano, me lo metió en la boca nuevamente y enseguida puso la punta de su pene en la entrada de mi ano.
Yo enseguida, a pesar de que ya sabía que iba a hacer eso, comencé a asustarme y a forcejear pero el me aplacó con algunos puñetazos en la espalda.
—Este culo es mío —dijo antes de metermelo todo de golpe.
Grité como nunca lo he hecho, y sin embargo nadie pudo escucharme. Sentí el dolor más punzante de toda mi vida y sentí como si mi ano se fuera a desgarrar ante su grosor.
—Estás bien apretado morro —gimió.
Quise forcejear, pero cualquier movimiento con eso adentro me provocaba mucho dolor.
Se quedo quieto un minuto entero, ambos lo hicimos, la diferencia era mi llanto descontrolado y mi falta de esperanza. Acababa de perder mi virginidad de la peor forma posible.
—Resta unos cuantos centimetros por ahora —rió—. Tus nalgas hacen que no pueda metertela toda en esta posición.
La sacó lentamente y con eso el dolor disminuyó un poco.
Él se rio.
—Ni siquiera sangraste joto, no fue para tanto —me dio un jalón de cabello—. Al menos parece que estas totalmente limpio. Todavía tienes chance de cooperar puto, tu sabrás, relaja ese culo y no te dolerá tanto.
Yo suplicaba que parara, pero él no entendía, al contrario, volvio a colocar su pene en la entrada de mi ano y comenzó a meterlo lentamente, el dolor punzante regresó pero ya no era tan fuerte como el de antes, mi ano se había entumido.
Cuando su pene volvió a estar dentro de mi completamente, retrocedió de golpe y yo me daba cuenta de que el dolor cada vez era menos. Lo escuchaba gemir de placer y decir cosas como «Que rico» o «Estás bien apretado». Hizo eso con la misma velocidad durante unos segundos, lo metía lentamente y después lo sacaba de golpe mientras yo lloraba como nunca por el dolor. Después de un minuto así él comenzó a aumentar la velocidad poco a poco mientras se colocaba detrás mío.
Se detuvo un segundo para tomar otra vez el bote de aceite y me vació un buen dentro y se frotó otro tanto en el pene. Luego me lo colocó de nuevo en la entrada ya dilatada y me lo metio tan fuerte como la primera vez.
Yo grité de nuevo, sentía como si su pene topara con algo dentro de mí que me dolía, esta vez lo saco rapido y comenzó a embestirme con todas sus fuerzas, una y otra vez mientras yo lloraba como nunca lo había hecho.
—¿Te gusta perra? ¿Te gusta?
De vez en cuando sentía que me iba a desmayar y esperaba que por favor pásase para no tener que seguir viviendo ese infierno. Tenía la vista borrosa y todo me daba vueltas, en los pocos segundos de lucidez que tenía volvia a sentir el dolor de sus embestidas.
Su pene grueso y largo me estaba partiendo a la mitad, mientras yo lloraba por el dolor y nadie me escuchaba, así pasaron unos diez minutos, al final yo ya no sentía tanto el ano y seguía teniendo la vista borrosa.
Cuando se vino dentro de mí sentí como su semen me bañaba todo por dentro después de tres grandes chorros. Me dio un par de embestidas más y lo sacó.
Por un momento me sentí aliviado de que al final terminara, me dio la vuelta y comenzó a desamarrarme, sabía muy bien que yo ya no tenía fuerzas para correr o moverme siquiera. Me quede acostado sintiendo como el semen se me escaba del ano mientras él tomaba su celular y hacía algunas cosas sin alejarse de mí.
De pronto a mi alivió se le sumó una sensación de esperanza cuando escuché que la puerta se abrió y Rafael se puso de pie de golpe, pensé que lo habían descubierto, que alguien lo haría pagar por lo que me acababa de hacer.
Pero cualquier esperanza abandonó mi cuerpo cuando vi lo que era en realidad.
Eran otros amigos de Rafael, seis de ellos, y a juzgar por las sonrisas en sus rostros y sus manos acariciando vulgarmente sus entrepiernas, mi martirio estaba lejos de terminar.
comos igue
Quiero más me encanto