Memoria de un corazón desahuciado III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Caballerogris.
Me gustaba recostarme en mi cama y levantar poco a poco mi playera, deslizar mis dedos sobre mi torso frio y plano, erizarme la piel, elevar más mi temperatura a casa instante mientras imaginaba que mis manos eran las suyas, las de mi tío, me mordía los dedos cuando alcanzaba el clímax de la excitación y mi cuerpo me pedía que lo sacara de apuros, me pedía satisfacer mis deseos sexuales y rogaba porque la noche llegara para que mi visitante abriera la puerta de mi habitación y me dejara hundido en mis pensamientos más pecaminosos mientras su fuerza me envestía y sus jadeos se liberaran en mis oídos.
Me encantaba tocar mi cuerpo, a mis 17 años, era una de las cosas que se habían convertido en una adicción para mí, sentirme, conocerme, terminaba cubierto en sudor y cansado cuando me venía sin siquiera tocar mi pene, solo estimular mis puntos débiles y recurrir a algún fantasía, estaba más que claro, estaba convirtiéndome en un ninfómano.
Ya no le encontraba otra salida a mis pesares, me acostumbre a vivir así, desahuciado, molesto, frio pero al mismo tiempo apasionado, de vez en cuando dejaba mi puerta sin seguro para que mi tío entrara, desde aquella noche en que estuvimos juntos, pasó más o menos un mes y hasta ese momento no había ocurrido nada.
Me preguntaba si había hecho algo mal, si acaso, no le atraía a mi tío Marcelo, si se había arrepentido de nuestra aventura juntos, además, cuando trataba de insinuárselo me cambiaba el tema ¿Acaso no soy atractivo? ¿No puedo despertar el deseo en nadie? Me preguntaba frente al espejo al levantarme mi camisa y verme allí, entonces al inspeccionarme volvía a tocar mi piel y volvía al ritual de excitación que me dejaba sin esperma y con los labios partidos de tanto morderlos, amaba el sexo, me encantaba y eso me daba todavía más miedo
— Tío yo… Quiero hablar contigo— Dije cuando mi tío Marcelo había llegado y después de saludarme se dirigía al segundo nivel de la casa— ¿Qué pasa Leoncito?¬¬¬— Preguntó, rayos como me calienta que me llamen así— Por qué ya no… Bueno, tú sabes— Dije apenado y mirando hacía el suelo, entonces se acercó a mí hasta sentarse a mi lado— ¿Tienes ganas?— Preguntó para hacerme sentir peor por la vergüenza, yo sólo asentí sonrojado¬— Siempre— Dije en voz baja y sintiendo mi erección otra vez— ¿Y por qué no me lo dijiste antes?— Porque no es algo que pueda hablar con libertad contigo, no conozco nada de esto, solo sé que siempre quiero hacerlo, quiero tener sexo una y otra vez hasta quedarme dormido, no sé por qué pero es lo único que quiero— Dije poniéndome de pie y caminando de un lado a otro— Me gusta, me gusta todo esto, me encanta, me toco todos los días pensando en aquella noche y justo cuando ya no puedo más, mi cuerpo me lo exige, me da miedo porque se ha vuelto una adicción para mí, me siento culpable por hacer todo eso, me siento mal, y lo peor es que no tengo idea de por qué lo hago… Tío ayúdame por favor— Dije sentándome en el sillón junto a él y tomándolo fuertemente del cuello de su camisa.
— Se llama Homosexualidad— Habló mi tío mirándome y viendo su entrepierna que al parecer comenzaba a crecer cada vez más— No me interesa cómo se llame, pero me gusta, no me importa que nombre tiene o si alguien piensa que no está bien, me gusta y es todo lo que me importa— En un instante volví a tomar a mi tío del cuello de su camisa y mirándolo a los ojos le dije— Me gusta y es todo lo que necesito saber— Dije y después él atrevido fui yo al besarlo, necesitaba volver a sentir esas manos sobre mi cuerpo, esa barba raspándome, sus labios finos marcando el camino hacia mi ombligo, necesitaba gemir, sudar, arder en deseo, lo necesitaba o iba a morir de la desesperación.
Lo jalé para que cayera sobre mí y así poder quitarle su camisa lentamente, cada botón que quitaba me dejaba acariciar un centímetro más de él, de su pecho, de su abdomen, le besé el cuello con inocencia, sonando mis besos para que supiera que eran sinceros, que no mentía cuando decía que era especial, me entregué a esas sensaciones que tanto me gustaban cuando en un instante sus manos buscaron mis costados y sus piernas se entrelazaron con las mías.
Él me quitó mi playera y comenzó a jugar con mi cuerpo, como de seguro lo hacía con tantas mujeres, tenía tanta experiencia que ningún encuentro se parecía a otro, sus movimientos eran siempre diferentes, tan cálidos y precisos que juro sentirlos en las madrugadas como si mi piel me los pidiera a gritos. Sus dientes eran como los sellos que dejaba en mi cuerpo para marcar su territorio, para dejar en claro su pertenencia, sus caricias siempre eran nuevas, siempre me tomaban por sorpresa y siempre se llevaba el tiempo preciso en excitarme tanto hasta que mientras le jalaba el cabello le suplicaba que estuviese dentro de mí.
Nos deshicimos de nuestra ropa interior y otra vez nuestros penes se juntaron, se acariciaron y él con sus manos los estimuló. Vaya que me hacía liberar suspiros— Tío, ya no puedo más, por favor, hazlo de una vez, siento que me quemo¬¬— Le supliqué mirándolo a los ojos, él sonrió y en mi oído dijo¬¬— Tus deseos son ordenes Leoncito…
El costado del sillón era donde liberaba mi placer a mordidas, era como recibir una descarga de adrenalina y cosquilleos cuando mi tío Marcelo me envestía y me golpeaba en los glúteos, era tan rápido y tan preciso que me quitaba el habla, la voz se me iba y no era capaz ni de pronunciar su nombre.
Entonces mi tío me llevó a las escaleras y allí siguió castigándome, usaba su fuerza para contorsionarme y ser su esclavo, era lo único que quería, cada centímetro de su sabroso miembro que entraba y salía de mí con desesperación era la gloria, sus besos masoquistas y sus mordidas en mi espalda, cuando estimulaba mi pecho y cuando de pronto me hacía cabalgarlo de la nada, justo cuando iba a dar hasta mis profundidades y con su mano acallaba mis gritos, era las mejores cogidas que me han dado en mi vida.
Después me llevó hasta su habitación, la que compartía con mi tía Laura, en el suelo me dio su vigor poniéndose encima de mí y jadeando, como si mil espíritus libidinosos lo hubiesen poseído y como si viese en mi la liberación de sus más oscuros deseos.
Un rato después escuchamos que la puerta se abría, la puerta principal y entonces el corazón se nos heló, mi tía regresaba de su trabajo, el tiempo había pasado tan a prisa que ni siquiera nos habíamos dado cuenta, solo nos dio tiempo de ocultarnos en el closet (Vaya ironía he) Y desde allí detrás de la ropa escuchamos como mi tía entraba.
— ¿Dónde abre dejado esas infernales llaves? Qué raro que ni León ni Marcelo hayan llegado ya— Dijo mi tía para sí misma y entonces se dirigió a inspeccionar los cajones.
— No hagas ruido Leoncito, será nuestro fin si nos descubre…
No voy a negarlo, aquella sensación de peligro me causó mucho morbo y placer. Mi tío estaba detrás de mí tapándome la boca con su mano, desnudos los dos con el corazón a mil y con miedo a ser descubiertos, su cuerpo sudado se pegaba a mi espalda y mi erección crecía y crecía, sus piernas se juntaban con las mías para tratar de escondernos en esa pequeña oscuridad…
En un instante llevé mi mano a su pene para masturbarlo y apretarlo— Oh por favor detente, me vas a hacer venirme— Imploró mi tío, pero yo no me detuve, me senté en sus piernas e introduje su pene en mi trasero y lo cabalgué en silencio, con suspicacia y con atrevimiento, sintiendo cada parte de su barra y recibiendo apretones de sus dedos en mis muslos. Cómo él no quería que solo yo la pasara la tortura, él tomó mi pene con ambas manos y lo recorrió de arriba abajo jadeando y mordiendo mi oreja, allí estábamos los dos, cogiendo en el closet de mi tía Laura mientras ella buscaba sus llaves.
Mi tía Laura revisó su bolso y se dio cuenta que allí estaban las llaves, por las pequeñas rendijas del closet puse ver como si iba y escuchamos como su auto se lejaba con ese extraño ruido que hacía el motor al arrancar. Mi tio Marelo se sintió aliviado y puse sentir dicho alivio en que ahora me estaba penetrando con lentitud y me besaba el cuello con cariño.
Cuando estuvimos seguros de que mi tía ya no estaba, salimos y él cerró la puerta con seguro por si acaso, allí me puso de espaldas en la cama y se introdujo en mí con lentitud mientras yo ahogaba mis gemidos en la cama con desesperación. Me jalaba el cabello mientras jadeaba él también en mis oídos y con los roses de la cama mi semen quedó en las sabanas mientras que el suyo en mi interior como ya estaba acostumbrado. Cuando se salió estuvimos besándonos mientras nos abrazábamos y mirábamos al techo. En silencio pensamos en lo que había sucedido nuevamente y si debíamos sentirnos culpables.
Después de cada encuentro con mi tío Marcelo parecía como si la culpa nos golpeara a los dos y por eso preferíamos callar, pero en el fondo de mi corazón yo quería decirle que él era parte de mí, que era la razón de mis sonrisas y mis desvelos, de mis malas calificaciones, de mis tristezas, de mis suspiros, era mi razón para despertarme en las mañanas pero no podía decírselo, al menos no es ese momento.
Me dormí en sus brazos debido al cansancio que me produjo nuestro desahogo, cuando desperté horas después estaba en mi cama, mi tío me había llevado cargándome como muchas veces cuando era un niño. Cuando me di cuenta que estaba en mi habitación con la lámpara de noche encendida supe que él había hecho todo eso y simplemente abracé mi almohada con cariño y con un suspiro volví a dormir porque sabía que él estaba conmigo, a pesar de no poder decirle cuando lo amaba.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!