Memorias de un felador "El mototaxi"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La lluvia había dejado de mojar la noche caraqueña, pero su caos aún quedaba en las calles, embotellamiento vehicuar, sonidos de cornetas, gente caminando frenética.
Salía del gimnasio en el centro comercial El Recreo, llevaba una fuerte cantidad de dinero y por la delincuencia imperante me daba miedo montarme en el metro, así que decidí tomar un moto taxi.
Llego a la parada, hablo con el fiscal y solicito una carrera hacia La Candelaria, el tipo revisa el listado y llama al mototaxista, al verlo me palpitó el culo: 1.
75 mts aproximadamente, piel negra (son mi debilidad), cara de macho, ojos negros, mirada penetrante y sonrisa pícara, estaba todo vestido de blanco (Era santero y estaba en el proceso de iniciación), aunque la ropa que llevaba era holgada, se notaba que estaba fibroso.
Me monto y automáticamente mi lado morboso del cerebro empezó a activarse, he tenido distintas aventuras sexuales (las cuales iré relatando por acá) pero la pieza del mototaxista no la tenía en mi catálogo.
– ¡Agárrate duro, panita! – dijo el mototaxi.
– No vayas a ir tan choleado, acaba de llover y quiero llegar a casa vivo.
El tipo se echó a reír, yo le obedecí, le tomé por la cintura y me acerqué hasta a él, su nunca expedía un aroma a colonia, sudor y gasolina que me volvió loco, quise besarle el cuello, pero me contuve.
Repentinamente da un frenazo por un carro que se detuvo delante de nosotros y sin querer, mi mano rozó su miembro.
– ¡Disculpa! – dije apenado, porque en verdad no era mi intención tocarlo.
– ¡Tranquilo, panita!
El tono con el que dijo esa frase me hizo sentir que al tipo le había gustado y cuando empezó a bajar la velocidad confirmé mis sospechas.
Suavemente comencé a sobarle la pierna (él tenía un pantalón deportivo que facilitaba las cosas), lo rozaba con cuidado, a medida que me sentía confiado aumentaba la intensidad, repentinamente el mototaxi puso su mano sobre la mía; yo me asusté terriblemente, pensé que me reclamaría, pero no, la condujo hacia su entrepierna y pude sentir su bulto más crecido y duro.
El corazón se me aceleró a tal punto que pensé iba a estallarme, en la garganta se me hizo un nudo y empecé a temblar.
Le masajaeba el pene por encima de lo ropa, hasta que en una de esas metí mi mano dentro de sus pantalones y empecé a masturbarlo.
Que sensación tan excitante, sentir su miembro erecto mientras el viento corría y los carros pasaban junto a nosotros.
Estábamos a punto de llegar a la dirección de mi casa, cuando vi que el mototaxi cambió el rumbo.
No hice reclamos ni pregunté nada, yo seguía manoseando sus 17 cms de verga, la mano la tenía enchumbada de líquido preseminal, yo estaba tan excitado que me animé a besarle la nunca y pude sentir como toda su piel se erizó, cosa que me excitó muchísimo más.
El mototaxi se metió por una zona industrial desolada, detuvo la moto.
Nos bajamos, él se bajó el pantalón y el boxer.
Su verga negra contrastaba con el blanco de su ropa, la pelvis asomaba los cañones del vello púbcio rasurado recientemente, de su uretra chorreaba precum a borbotones, yo me agaché y me lo metí en la boca, chupaba como un desesperado, jugaba con sus bolas, pasaba mis uñas por su pelvis, él gemía, gritaba de placer y eso me incitiba a chupar con más frenesí, me lo saqué de la boca y empecé a lamerle las bolas, ese hombre enloqueció de placer, me las devoraba mientras lo pajeaba, el mototaxi estaba en extásis.
– ¡Voy a acabar! – dijo con voz ahogada por el placer.
Yo me enloquecí, dejé de chuparle las bolas y volví a concentrarme en su miembro, no hice más de tres chupadas cuando sentí un abundante chorro de semen en mi boca, a medida que él eyaculaba yo succionaba más, cosa que lo volvió loco, vinieron dos chorros más de leche y yo seguía ahí pegado, el seguía gimiendo, hasta que apartó mi boca de su pene, yo me tragué toda la leche, aunque era tan abundante que había restos en mis labios, él la limpió con su dedo índice y me lo metió en la boca.
– Marico , primera vez que me dan una mamada tan criminal.
Anota mi número, pero no me escribas mariqueras porque mi mujer me revisa el teléfono.
Anoté su número, nos montamos en la moto y el me llevo hasta mi casa.
Un par de días después le escribí para repetir la historia, pero la línea aparecía como desconectada, así que supongo le habían robado el teléfono.
pero el sabor de su semen aún lo llevo en mi memoria.
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