Memorias sexuales 1: Antonio, el militar brasileño
Primer relato basado en hechos reales. Solo he cambiado los nombres. En esta oportunidad, como conocí a Antonio, un militar extranjero, e hicimos un trío con un invitado..
Conocí a Antonio, mi actual pareja, hace como cinco años y en circunstancias nada santas. Estábamos en un cine porno, al cual yo acababa de llegar sin muchas ganas de hacer otra cosa que no sea ver la película. Pasó una hora y tuve que ir al baño y ahí encontré a un tipo como de 25 años, piel oscura, como de 1.80m, con un excelente cuerpo y una cara de cholo pendejo bien rica y con corte de milico. Se estaba masturbando en el urinario así que eché un vistazo a su pene y… vaya, no estaba nada despreciable. Buen tamaño, buen grosor. Me calentó un poco pero la verdad yo estaba como que en otra, así que salí del baño y regresé a mi butaca en el cine. Habrá pasado como una hora más cuando me dieron ganas nuevamente de ir al baño y en lo que entro me encuentro con un tipo alucinantemente bello: moreno, como de 45 años, piel muy oscura, 1.85 metros, como 95 kilos, agarradísimo, cuerpo perfecto, el pelo del pecho se le escapaba por encima de su camisa naranja y tenía una barba de dos días que se anunciaba poblada y que debía raspar como lija de reja (me aluciné esa barba castigando mi espalda); también tenía corte de cabello tipo militar. Estaba masturbándose en el urinario y obviamente había como cinco chibolos babeando por su deliciosa verga: una herramienta completamente erecta que superaba los 25 centímetros adornada por unos pendejos muy ensortijados. Los chibolos eran como de mi edad y de mi porte: yo entonces tenía 19 años, medía 1.70 metros, pesaba unos 73 kilos, llevaba la piel blanca pero tampoco estaba pálido y era bastante guapo; en mi caso, además, se notaba que yo hacía ejercicio (entonces era parte de la selección de natación de mi universidad). Vi la situación y no tuve muchas ganas de pelearme por ese tipo con cinco pasivos hambrientos, por más rico que haya estado el activo, así que regresé nuevamente a mi sitio.
Grande fue mi sorpresa cuando al poco rato el morenazo se sienta en la butaca al lado mío. Me preguntó si el sitio estaba ocupado y yo le dije que no, que podía sentarse. Hablaba con un acento evidentemente brasileño, así que le hice la pregunta que se caía de madura. Me dijo que sí, y que se llamaba Antonio. Yo guardé silencio, tratando de tragar toda la saliva que se me juntaba en la boca cuando lo escuchaba hablar. “Soy militar en retiro y vivo en Lima, pero a veces debo regresar a Sao Paulo por negocios”, dijo. “Ah, manya”, respondí y guardé silencio por varios minutos. Esto evidentemente incomodó a Antonio, quien sin mediar más palabras se retiró.
Yo no quise ser maleducado, solo que Antonio me pareció tan perfecto que no me imaginé que podría haberse interesado en mí un tipo que ocupaba la fantasía de todos los homosexuales del Perú (y fácil que del 95% del planeta). Por último, pensé que sería pasivo o moderno porque nada podía ser tan perfecto en este mundo. Así que lo dejé ir. En mi cama, el único que recibe soy yo.
Pasaron como tres horas y ya la película se estaba poniendo aburrida, así que decidí salir del cine e irme a casa, para pajearme y dormir. Eran como las 10 de la noche, además, así que fui al baño para mear por última vez. Volví a encontrar al primer tipo que vi, nuevamente masturbándose en el urinario, y yo me quedé mirando fijamente su verga. Pasé mi lengua por mis labios y lo miré a los ojos, y le hice una seña con los ojos para entrar a una de las cabinas de los baños. Me sorprendió su respuesta: “vamos a un telo”. Yo no supe qué decir y me quedé inmóvil unos segundos, y justo en ese momento entra Antonio al baño seguido por los cinco o seis chibolos que le hacían la guardia, y saca su magnífica verga y se pone a orinar sin más. Eso me puso a mil, y dije casi sin querer: “si ustedes dos son totalmente activos, vamos a un telo los tres”.
Antonio volteó y me miró, luego miró al otro hombre y dijo, “vamos”. Así, sin más, acordamos hacer un trío y ambos guardaron sus pingas en sus respectivos pantalones. “Espérenme afuera del cine, que tengo que achicar de verdad”, dijo el primero, quien luego se presentó como Lucho.
Antonio y yo salimos del cine y esperamos en la esquina más cercana. Lucho se demoró unos minutos, tiempo que aprovechó Antonio para cogerme un brazo, mirarme a los ojos y preguntarme: “y si el tipo no viene, ¿tú irías conmigo al telo? ¿tú y yo solos?”. Yo no entendía la pregunta, así que se lo hice saber: “¿te parece que existe un solo homosexual en diez galaxias a la redonda que se negaría a ir contigo a un hotel?”. Antonio soltó una carcajada. “Pensé que yo no te gustaba”, me dijo. Y yo lo miré con cara de “WTF?”. “¿Y de dónde sacaste esa idea?”, le dije. “Es que no me diste bola en el baño ni en el cine, estoy acostumbrado a que todo el mundo quiera chupármela siempre”, me dijo en su medio castellano; “no estoy acostumbrado a que me vean pasar y no me persigan, je je”. “Yo no soy la excepción, me encantaste ni bien te vi”, le dije, “pero tenías tanto chico bonito alrededor que pensé que ya estaban copadas las localidades”. Él agregó: “tú me gustas mucho”, con un dejo brasileño tan pero tan sensual que casi me cago los pantalones, pero como ya había tasado que Antonio se había enganchado con mi supuesto desprecio, no dije nada. Solo me mordí la lengua para no gritar de gusto. ¡A veces hay que darse su lugar!
Lucho salió del cine, nos alcanzó en la esquina y subimos a un taxi. Directo a un telo, sin más. Llegamos como en 20 minutos que para mí fueron una eternidad porque tenía ganas de comerme a esos dos activos hermosos. En el taxi supe que Lucho también era milico, peruano, exactamente de Huancayo, y que estaba de descanso en esos días. Era teniente y me dijo que estaba destacado en el VRAE. No dije nada; miré de reojo a Antonio y como no reaccionó ante esa noticia, asumí que no sabía qué sucedía en el VRAE peruano. Antonio repitió lo que ya me había dicho. Yo también les conté algo de mí: la universidad, la natación, el grupo de jazz en el que toco piano, actividades a las que Antonio respondía con un sincero “¡qué interesante!”. Llegamos al telo, alquilamos la habitación, compramos condones y lubricante y subimos las escaleras casi corriendo.
Dentro de la habitación ellos se desnudaron casi en el acto y sus pingas estaban a punto de estallar. La erección de ambos era tal que parecía que se les iba a reventar la piel del pene. Yo me puse de rodillas y empecé a mamar ambas vergas: primero la de Antonio (hay que ser hospitalarios con los turistas extranjeros, je je) y luego la de Lucho, alternando (¡a las fuerzas “armadas” peruanas se las respeta!). Estuve un buen rato en esas hasta que Antonio me preguntó si podía metérmela; tuve ganas de gritarle: “¡obvio que sí! ¡clávame de una vez y hazme sentir el rigor paulista, negrao!”, pero solo le dije de manera muy calmada: “hazlo despacio o no podré con ambos porque soy bastante estrecho”. “Yo te la meto primero y te abro despacio para que puedas con los dos”, dijo Antonio y yo acepté con la cabeza. Me puse al borde de la cama en posición de perrito mientras se la chupaba a Lucho, y Antonio me hizo un riquísimo, repito, RIQUÍSIMO beso negro mientras se ponía el condón. Luego me puso la pinga en la entrada del culo y trató de meterla. “Me duele un poco”, le dije. “Ajusta y relaja para que te la vayas comiendo poco a poco”, me dijo y yo obedecí. La técnica brasileña fue genial porque en 15 segundos toda la verga de Antonio ya estaba dentro de mí y ya había empezado a meterla y sacarla mientras me besaba la espalda y me mordía la nuca y la cabeza, algo que me hacían por primera vez y que me puso a mil. Mi reacción fue darle una excelente mamada a Lucho, quien se estaba ganando con el trabajo que hacía Antonio y me dijo que si seguía así la iba a dar en mi boca. Yo le dije que si quería que la dé, que como eran dos habría tiempo para que se vuelva a erectar y no terminé de decir eso cuando Lucho eyaculó dentro de mi boca cantidades ingentes de semen mientras sostenía mi cabeza con sus manos para que su leche no se chorrease. Solo atiné a pasármela toda.
“¡Es la primera vez que trago leche! ¿Ves lo que ocasionas con esa cachada tan rica?” le dije a Antonio, quien en respuesta me saca la verga del culo y me pone piernas al hombro para seguir clavándome, esta vez con algo de salvajismo que no había sacado a relucir antes. Lucho se masturbaba en la cama mientras Antonio me hacía cambiar de pose casi cada diez minutos: me sentaba sobre él, me ponía boca abajo en la cama, me hacía levantar las caderas y él me clavaba desde arriba, luego de costado… el carrusel de poses duró como una hora, tiempo en que a Lucho se le volvió a armar y dijo que era su turno. Se puso un condón y ni bien salió de mi culo la vergaza de Antonio, Lucho me clavó la suya medio desesperado: era menos larga pero más gorda, así que se hacía sentir bien, además de que el condón tenía textura. Me cogió de perrito sobre la cama y pasó sus brazos por debajo de mi cuerpo, agarrándome de los hombros y así me clavó salvajemente. Apenas habrá durado unos cinco minutos cuando anunció entre gritos que se venía. Me la sacó, se sacó el jebe y apuntó a mi cara, llenándomela de leche. Lucho acercó su verga a mi cara y con ella juntaba la leche de mis mejillas y de mi frente y me la ponía en la lengua; yo tragaba feliz. Antonio se masturbaba y veía la escena con arrechura pero su gesto era extraño.
Lucho se lavó la verga y se vistió. Dijo que tenía que hacer al día siguiente, así que nos quedamos Antonio y yo solos en la habitación. Él se puso otro condón e hicimos otro carrusel de poses mientras me acariciaba la espalda, me mordía la nuca, pellizcaba las tetillas o todo eso junto. Me dijo que yo le gustaba mucho y yo le dije que él también me gustaba y que me tenía recontra arrecho, que no podía más de la arrechura, a lo que él agregó “demuéstramelo”. Yo le pregunté cómo así, y él, que me la estaba metiendo al hombro, me sacó la verga del culo, se quitó el condón y me la clavó una y otra vez toda hasta los huevos mientras eyaculaba y gritaba: “¡ASÍ! ¡ASÍ! ¡ASÍ!”.
Me pareció justo. Obviamente, le había llegado al pincho que Lucho la diera en mi boca y que yo me tragara su leche dos veces, así que él no podía hacer menos que llenarme las tripas de semen brasileño. Fácil que estuvo como tres minutos eyaculando, gritando y embistiéndome. Yo también me vine como loco.
“Nunca había botado tanta leche, es porque me gustas mucho”. Dijo. Esa noche nos quedamos en el telo casi cinco horas, tirando una y otra vez. Salimos e intercambiamos teléfonos, pero a los pocos días yo lo llamé y no me contestó. El número había sido desconectado. Perdí la esperanza de volver a verlo, pero un día, varios meses después, regresé al cine porno y me lo volví a encontrar en los baños. “¡Hola!”, le dije y lo abracé. “Te he extrañado, ¿por qué no me contestabas el teléfono?”. Antonio se quedó de una pieza. Me dijo que había esperado mi llamada los días siguientes y que había tenido que regresar a su país de improvisto, por lo que tuvo que cambiar de teléfono. Y dicho esto, ¡me cogió del brazo y me hizo salir con él del cine porno! “Pensé que nunca iba a volver a verte y no pienso correr el riesgo de que así sea. Me gustas mucho, vamos a mi departamento de una vez”, dijo sin dejar de jalarme del brazo… hasta que se detuvo. “Salvo que tengas pareja o enamorada, y en esas circunstancias no me molestaría ser solo tu amante. Solo no quiero perderte”. Yo le dije que estaba solo pero que veía algo así como “un militar brasileño en mi horizonte”. Sonrió y me chapó con lengua en plena calle. Yo me asusté, de hecho la gente a nuestro lado se palteó, pero él estaba embalado. Tomamos un taxi hasta su depa y estuvimos ahí tirando y durmiendo, tirando y durmiendo, tirando y durmiendo sin siquiera almorzar, por casi 72 horas seguidas. Fue un reto de resistencia para mi culo, porque su pinga estuvo perfectamente erecta durante todos esos días.
Antes de despedirme se me declaró y desde entonces nos hicimos pareja. De hecho, ahora vivo con él, en su depa.
Hola muy buen relato y bien escrito
Y recontra arrechante
Sigue así muy buen comienzo
Un saludo desde lima peru
gracias 🙂
Gracias por tan rico relato, espero que continúe la historia
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