Memorias sexuales 3: Otra vez con Henry… y dos amigos suyos
Tercer y último relato basado en hechos reales aunque con nombres cambiados. Esta vez, narro cómo Henry y dos amigos suyos me hicieron de todo… ¡y con mi pareja al teléfono!.
Henry se había quedado a dormir esa noche. Toda la madrugada tuvo sexo conmigo una y otra vez cuando se despertaba, y el chiste fue que no sacó su pinga de mi culo más o menos desde las 9pm hasta las 7am, en que se fue a bañar. Le serví desayuno, lo tomó y se fue a trabajar. “¿Cuándo te veo?”, le pregunté. “Cuando me dé la gana de cacharte otra vez, puta”, me dijo. Al ver mi reacción de palteado, me dio un tierno beso con lengua y agregó: “sabes que no pienso que seas una puta, en verdad eres un chico de tu casa y te estoy obligando a ser infiel”. Yo lo besé abriendo la boca para que introduzca su lengua hasta donde quiera, y le dije sin mirarlo a los ojos: “ya soy tu mujer, pero también soy tu puta”.
Pasaron los días como siempre: yo teniendo con Antonio por teléfono las mismas conversaciones eróticas, pero pensando en Henry y su verga del ancho de la de un caballo. Cómo me habría calentado la última vez que se quedó a dormir que cuando se fue y se me regresó la leche, no la boté al inodoro sino que la recibí en mi mano y la lamí. No llegué a tragármela pero sí la saboreé un buen rato.
Antonio aún iba a demorar unos días más yo me sentía desaforado. Ya había pasado una semana desde la última visita de Henry y yo solo vivía de las conversaciones con Antonio, que siempre me dejaban a punto de explotar, pero desde que Henry me hizo suyo la primera vez había dejado de masturbarme con Antonio; lo hacía pensando en Henry.
Una noche, después de chatear con Antonio pasé como una hora tocándome las tetillas (Henry me había hecho descubrir que ese era mi punto erótico, mientras que Antonio me había enseñado a disfrutar de las mordidas en mi nuca, las cuales obviamente yo no puedo hacerme a mí mismo). Últimamente me quedaba dormido así, tocándome, cuando a eso de las 9:30pm sonó el teléfono de la casa. Era Henry, preguntando por Antonio. Le dije que seguía de viaje y ahí me preguntó si él podía venir a mi depa. Le dije que sí, a lo cual agregó, entre risas: “voy y vengo”. Yo pregunté que por qué la prisa, y me dijo “no, no; quise decir que voy y ME vengo en tu culo”. Y se carcajeó. Yo ya me estaba acostumbrando a su trato chabacano, así que le dije que eso de venirse en mi trasero solo iba a suceder si se tomaba su tiempo para hacerlo. Se quedó callado y me dijo: “ya, okey; estoy con un amigo, ¿puede ir él también?”.
Yo me quedé frío. “¿Un amigo?”. “Sí, un amigo activo, cachacabros. Hemos estado tomando unos tragos y estamos cerca a tu jato. Habla.”. Titubeé un poco pero al final acepté.
Colgué el teléfono y me temblaban las piernas. Había hecho pocos tríos en mi vida (había conocido a Antonio años atrás en un trío junto con Lucho, un militar huancaíno). Hacerlo con Henry me ponía nervioso y estaba por llamar para cancelar el asunto cuando sonó el timbre… me pareció muy pronto para ser él, pero era. Como nunca, me saludó por mi nombre y me dio la mano: “hola, Santiago”. Cruzó la puerta y me dijo: “te presento a Carlos”.
Carlos apareció en el umbral de la puerta: un cholón blanco como de 1.80m, muy guapo, cabello corto, excelente cuerpo y mejores modales. Su actitud me tranquilizó mucho, pues se veía que era menos patán que Henry, y le hice pasar luego de darle la mano. Estuve a punto de cerrar la puerta cuando de pronto Henry agregó: “aguanta, que falta Eddy. Eddy, te presento a Santiago”.
No entendí bien qué sucedía. Cuando en eso apareció un tipo más en la puerta de mi depa… ¡era el tal Eddy! ¡Un adonis absoluto! Un cholón como de metro noventa, piel oscura, con una cara recontra varonil y una mirada pícara… de macho cachero recontra pendejo de esos que se las saben todas. Cuerpo grueso, con algo de panza pero nada grave, solo lo justo como para no dejar dudas de que era un semental bien pero bien macho.
A mí las piernas casi se me doblaron y solo atiné a decirle “hola” y sonreírle. “mierda, creo que has impactado a Santiago”, dijo Henry. Todos se rieron y entraron, cerré la puerta con llave y los invité a la sala. Ellos habían traído varias latas de cerveza helada; Henry abrió una y me hizo beberla rápido. Yo le dije que recordara que me mareo fácilmente y él dijo “esa es la idea”, mientras me daba una palmada fuerte en la nalga. Todos tenían una lata de cerveza en la mano, la cual tomaron en un dos por tres. Eddy me pidió ir al baño y le indiqué el camino, pero Henry me dijo “tienes que llevarlo tú, pe”. Yo me puse muy nervioso y le dije que mejor no… pero Henry me tomó de la mano y nos acompañó a Eddy y a mí hasta el baño. Eddy se puso a orinar con la puerta abierta mientras Henry se sacaba la verga y de un empujón me obliga a mamársela… como la última vez, su vacilón fue atorarme y hacerme dar arcadas. Eddy miraba la escena y empezaba a pajearse mientras me agarraba el culo con la otra mano.
“Chúpasela”, me ordenó Henry y yo obedecí en el acto. Eddy me ponía calientísimo y me metí su verga, un poco más larga pero igual de gorda que la de Henry, en la boca. Esa me entraba sin problemas, no sé por qué, y la verdad es que por algún motivo mi boca salivó más de lo normal, pues se la dejé bien lubricada. Eddy me hizo incorporarme y me dio un chape alucinante, para luego pasar a lamerme una tetilla. Luego Henry aprovechó y me lamió la otra tetilla. ¡Yo estaba en el cielo! Así que agarré ambas vergas con sendas manos y empecé a pajearlas. “Despacio, huevón”, dijo Eddy. “Perdón, papi; es que estoy muy excitada”, dije. Luego traté de corregir: “excitado”, pero Eddy ya había sonreído.
Regresamos a la sala, yo sin polo y con una pinga en cada mano. Carlos se quedó mirando la escena y dijo “no empiecen sin mí”, y se sacó la verga… ni tan gorda ni tan larga como las otras, pero definitivamente una muy buena herramienta. Y así empezó la diversión.
Poco a poco todos nos sacamos la ropa. Me puse de rodillas ante Carlos y empecé a mamársela como me nacía en ese momento; lo hice gemir con algunos lengüetazos. Mientras, Henry y Eddy me metían un dedo cada uno en el culo, luego dos, previamente ensalivados, mientras que con la otra mano me acariciaban las tetillas. Yo gemía de placer, como una perra.
“Yo me lo cacho primero, como quedamos”, dijo Carlos y me hizo echarme en el suelo bocarriba. Puso mis piernas en sus hombros y colocó su pinga en la entrada de mi culito. Empujó un poco unas cuatro o cinco veces hasta que, por el trago y la excitación, mi culo alojó en su interior por completo esa gran verga. “¡Qué rico por la puta madre!” resoplaba Carlos, y me la metía hasta el fondo diciendo: “¡siente la rataza que te estás comiendo! ¡Siéntela!”. Yo no podía decir nada porque Henry y Eddy me tenían la boca bien ocupada, y con la excitación Henry ya podía metérmela hasta la campanilla y más allá, y me decía que ahora sí le chupaba la pinga como dios manda. Luego alternaba con la pinga de Eddy, quien se echaba saliva en el glande pero también escupía en mi lengua. La primera vez yo me tragué la saliva y le pedí más, a lo que Henry reaccionó escupiendo dentro de mi boca. “Son unos cerdos”, dijo Carlos mientras seguía entrando y saliendo de mi culo a placer.
Entre sus embestidas, los pellizcos en mis tetillas, las mamadas y las cosas que me decían todos yo no pude más y terminé dándola. Eso hizo que apretara el culo y Carlos, con un gruñido, me la empujó bien al fondo y me dejó toda su leche. Demoró como dos minutos en vaciar sus testículos en mis tripas. Luego me la sacó y, para sorpresa mía, me hizo un beso negro riquísimo. Prácticamente, lameteó toda su propia leche, por lo menos la que estaba más afuerita de mi trasero.
Fue el turno de Henry, en la misma posición. Puso mis piernas en sus hombros y me la metió de golpe, pero con delicadeza. Él siempre tenía otro ritmo y eso me hizo calentarme de nuevo, ya que si bien al comienzo me dolía porque ya la había dado, me volvió a excitar; especialmente porque Carlos y Eddy empezaron a lamerme las tetillas mientras yo los masturbaba. “Despacio, que la voy a dar”, dijo Eddy, a lo que yo respondí: “ah, no; si no es en mi culo nadie se viene en esta casa”.
La situación era arrechantísima. Dos bellos tipos me lamían las tetillas y me acariciaban el cuerpo mientras Henry me clavaba como sólo él sabe hacerlo. Yo lo veía y solo con notar el grosor de su cuello ya me excitaba al máximo. De pronto dejó de moverse, se detuvo para luego clavarme cual metralleta, metiéndola y sacándola con rapidez. “Uffffff…” dijo, mientras se vaciaba en mi culo. Era la primera vez que lo hacía mientras le miraba la cara. ¡Yo estaba delirando!
Henry siguió con su pinga en mi trasero unos minutos mientras Carlos y Eddy seguían en lo suyo. Henry me la sacó y Eddy tomó su lugar, pero me hizo ponerme bocabajo. Cuando ya estuve así me la clavó hasta el fondo, haciéndome gritar: ya estaba irritado y me ardía, pero también estaba excitado y quería más pinga. Eddy era el que más grande y gorda la tenía de los tres hombres que me estaba comiendo.
Él estuvo, y no miento, como una hora clavándome la verga, diciéndome cosas como “¡qué rico culo!” y luego “¡qué rica conchita tiene esta huevona!”, con lo cual me ponía a mil. Yo le seguía el juego: “viólame la conchita, lléname de leche de macho, embarácenme todos, quiero tener diez crías como la perra que soy”. Carlos y Henry se pajeaban a un lado de la sala.
“¡Se me viene!”, dije. “A mí tambiééééén…!” gritó Eddy, y lo obvio sucedió: nos vinimos juntos. Mi ano rebosaba leche. Las piernas me temblaban y casi me caigo después de que Eddy me la sacó y yo traté de ponerme de pie para ir al baño. Henry tuvo que ayudarme, sin perder tiempo para manosearme, claro está. En el baño, regresé la leche de los tres sementales que me habían llenado el tanque. Como yo estaba sentado en el inodoro, Henry no tuvo mejor idea que orinar sobre mí. Después me besó como siempre y dijo “¿lista para el segundo polvo?”. Yo le dije que “¡por supuesto que no!”. “Lávate el culo, nomás, que nosotros vamos a pasar la noche y el día aquí y te vamos a cachar duro y sin parar”, dijo, y eso me asustó, aunque no dejó de excitarme. Salí del baño y Carlos y Eddy tenían unas señoras erecciones. Yo les dije que me dolía el culo pero quería seguir, y que se me ocurría ponerme una crema que era anestesia local, solo que eso iba a hacer que ellos demoren más en venirse porque también les iba a quitar sensibilidad. No les pareció mala idea.
Fui por la crema y esta vez me agarró al hombro Eddy. Era bello, un machazo precioso, hermoso, tan varonil y arrechante que no pude aguantar y me vine sin tocarme. “Vaya que sí te gusta Eddy”, dijo Henry. Eddy demoró como una hora en venirse y su lugar fue ocupado por Carlos, que también demoró una hora aproximadamente. Luego, Henry me puso bocabajo y estuvo cachándome como dos horas mientras Eddy y Carlos dormían. Henry terminó y salió de mi culo, y cuando yo estaba por dormirme Carlos volvió a clavarme, esta vez con más furia; eyaculó por tercera vez. Terminó y Eddy me agarró otra vez al hombro. Luego Henry al hombro, Carlos bocabajo, Eddy, Henry, Carlos… ya estaba amaneciendo cuando en eso sonó el teléfono. Como era inalámbrico, Henry me lo acercó y yo contesté. Carlos seguía clavándomela al hombro. ¡Era Antonio! Decía que estaba caliente y que quería morbosearse conmigo. Yo le dije que no era momento, que estaba cansado, cuando de pronto siento que Carlos vuelve a eyacular en mí. “¿Y ese ruido?”, preguntó Antonio. “¿Cuál?” pregunté yo, y Antonio dijo que lo olvide, que quería hablar de sexo. Yo le dije que estaba cansado mientras Henry se acomodaba debajo de mí y me metía la pichulaza de golpe, haciendo que lo cabalgue y arrancándome un gemido de dolor y placer. Antes de que Antonio sospechara, le dije que estaba metiéndome el dedo pensando en él. Y Antonio comenzó a decirme las cosas calientes que siempre me decía mientras Henry entraba y salía de mi culo sin resistencia. De pronto, siento que alguien más se pone detrás de mí. Cuando volteé, vi al papacito de Eddy tratando de hacerme una doble penetración junto con Henry. Lo dejé hacer mientras me pajeaba y hablaba con Antonio y le decía cosas. Carlos apareció y empezó a lamerme las tetillas, eso hizo que me excitara aún más y Eddy pudo entrar, con algo de dificultad pero finalmente entró.
Estuvimos así un buen rato hasta que sentí que Henry eyaculaba dentro de mí. Lo miré a los ojos y su cara me lo decía todo: estaba viniéndose otra vez. Le hizo una seña a Carlos y cambiaron de lugar, Eddy me la sacó para que Carlos pudiese entrar y finalmente Eddy volvió a entrar en mí. Estuvimos así todos hasta que nos vinimos al mismo tiempo. Antonio, que se estaba masturbando, también la dio.
“No veo las horas de estar allá contigo en la cama para hacerte mío”, dijo Antonio. “Te amo”, le dije, y colgué la llamada.
Henry, Carlos y Eddy se quedaron un día más cachándome sin parar, llenándome y hasta haciendo que beba sus orines directamente de la fuente. Henry me orinaba el culo, como era su costumbre. Luego se fueron y a los tres días llegó Antonio… el sexo con él nunca fue igual, así que ahora cada vez que él se va de viaje, yo llamo a Henry, Eddy y Carlos, en ese orden. Algunas veces vienen todos juntos, a veces solo dos, otras veces solo uno, pero eso sí, siempre tengo por lo menos un macho dominante a mi disposición.
Por si alguien está interesado en seguir mi copiosa «producción literaria», pongo los links de mis relatos previos.
- Memorias sexuales 1: Antonio, el militar brasileño
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/memorias-sexuales-1-antonio-el-militar-brasileno/ - Memorias sexuales 2: Con Henry, el mejor amigo de mi pareja Antonio
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/memorias-sexuales-2-con-henry-el-mejor-amigo-de-mi-pareja-antonio/
Y estos son relatos que escribí en la versión previa de la web de Sexo sin Tabúes, la cual desapareció. Solo que alguien tuvo a bien traerlos a esta nueva web (y poner mi crédito). Salvo los nombres cambiados y una que otra exageración deliberada para aumentar el morbo, siempre hablo de mis experiencias.
- El amigo de mi hijo
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/el-amigo-de-mi-hijo-2/ - El profesor de filosofía
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/con-el-profesor-de-filosofia/ - En casa de Víctor 1: amigos con derechos
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/en-casa-de-victor-1-amigos-con-derechos/ - En casa de Víctor 2: orgía con él y dos amigos
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/en-casa-de-victor-2-trio-con-sus-dos-amigos/ - Orgía en un cine porno
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/orgia-en-un-cine-porno/
Santiago Rodríguez.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!