MENTES PERVERSAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Su nombre era Santiago, tenía 17 años y era el último año que estudiaba en el colegio, al que con Bruno, mi loco compañero de clases, acabábamos de empezar.
Este muchacho, Santiago, de bucles perfectos, casi dorado y ojos verdes, se había convertido en nuestro principal objetivo.
Bruno no solo era mi compañero, era amigo, hermano, éramos almas gemelas.
Ya el primer día de clases nos entendimos, apenas nos vimos y comprendimos que seríamos lo mejor de ese inmundo colegio.
Bruno era rubio de ojos castaños, alto, esbelto, aniñado y de aspecto andrógino.
Ambos estábamos locos, en el peor sentido de la palabra y, ese grado de locura nos atrajo como imanes.
Nuestras miradas se encontraron y se unieron para siempre.
Yo me sentía en la gloria por haber encontrado a alguien con quien pudiera compartir mis más oscuros pensamientos, porque sabía que él me entendería como nadie y me guiaría a la perfección de mis objetivos.
El timbre había sonado y con mi nuevo amigo, nos dirigimos al patio donde la horda de inadaptados se juntaba.
No vimos a nadie que nos interesara entre los más adultos, los de quinto año, no veríamos a nadie menor.
Fuimos al baño, él orinaba mientras yo le hablaba bajo.
—Pensé que eras hombre —le dije.
—Callate, no la tenes más grande que yo.
—Cierto, pero por lo menos tengo algo de vello púbico.
—Empate.
En ese momento entró Santiago, tenía los auriculares puestos, sin darle importancia a nada.
No fue a los orinales, fue al cuarto de baño y cerró la puerta.
Con Bruno nos miramos y reímos, lo habíamos encontrado.
Eran tres divisiones, él se había metido en la del medio, yo me metí en el de la derecha y Bruno en el de la izquierda.
Pisamos los inodoros y nos asomamos para ver al muchacho.
Tenía el pene en la mano y orinaba con fuerza.
—Eso es un pene —dijo Bruno.
El muchacho nos vio por debajo y se enrojeció de vergüenza y rabia.
—¿Qué mierda están haciendo?
—Solo miramos, ¿por qué no orinaste afuera?
—Que les importa.
—¿Sos tímido, cómo te llamas?
—Dejenme en paz, váyanse!
—Santiago, lo tenes escrito en la muñeca —dije.
—Es más grande que la de mi hermano —dijo Bruno.
—Y cuántos años tiene tu hermano?, Bruno…
—20.
Y Santiago la tiene más grande y peluda, hay que rasurarlo, así le crece más.
Santiago no decía nada, estaba incrédulo, ya había terminado de orinar y no se guardaba el pene, que se le había puesto duro como un fierro.
No sabía si estaba soñando o qué, y cuando volvió en sí, se dio cuenta de la erección y se lo cubrió rápidamente.
—Sos gay, Santiago lo sabíamos —dije.
—Cerra la boca.
—Te vamos a secuestrar, disfruta tus últimos días de libertad —dijo Bruno.
Santiago estaba furioso, iba a golpearnos, pero se contuvo y salió enseguida.
Lo que había dicho Bruno era cierto.
Bruno y su hermano solían ir a una casa alejada de la ciudad, otra propiedad de sus padres, cuando necesitaban estar a solas para tener sexo.
Tenían relaciones sexuales desde hacía años, y no fue su hermano mayor quien abusó de él, como suele suceder.
Bruno me lo contó en la segunda hora de clases, previo al primer recreo.
—Cuando tenía 10, me obsesioné con mi hermano.
Cada noche, mientras dormía, le sacaba los calzoncillos y se la chupaba duro, hasta dejarle el glande rojo como una cereza.
Él no se daba cuenta, porque siempre tomaba hasta emborracharse.
Creía que era su novia.
Y yo aprovechaba para metérmela toda en la boca hasta que saltara el semen.
Le lamia las bolas y lo hacía gemir como loco.
Hasta que un día se dio cuenta y me dijo que no lo hiciera más.
Entonces lo amenacé con decírselo a nuestros padres, que él me violaba.
Mi hermano estaba aterrado y aceptó a que se la chupara cuando yo quisiese, pero nada más.
Pero yo quería más, quería cumplir con cada escena que miraba en las películas porno que él tenía en su computadora.
Lo manoseaba mientras cenábamos en familia, incluso con la novia presente, lo hacía correrse y mancharse los pantalones bajo la mesa.
Él no podía negarse, yo tenía 10 años y me iban a creer a mí, si decía que él me violaba.
Le dije que en cuanto se mudara, yo hablaría y lo mandaría a la cárcel, donde los violadores no la pasan nada bien.
Pensó en matarse, pero no se animaba, no lo hizo hasta ahora.
En el fondo le gusta, hasta me lleva a otra de nuestras propiedades para que disfrutemos a solas.
Me desnuda y me lame el culo para después meterme la pija y hacerme temblar en la cama, mientras me besa mi cuello y espalda.
Al final me prefirió a mí, antes que a la escuálida de su novia.
La tiene enorme, gruesa, y muchas veces paramos un tiempo hasta que le crecen los testículos, de tanta leche que acumula, y me toca mamarsela hasta que me explota todo en la cara, y me termina limpiando con su lengua.
—No puedo creerlo —le dije, en ese momento.
Después de conocer a Santiago, vimos la oportunidad de repetir el jueguito como lo había hecho Bruno con su hermano.
Pero lo perfeccionaríamos, sin dudas.
Ya cuando habían terminado las clases ese día y estábamos caminando a casa de Bruno, seguimos con la charla.
—Vamos a secuestrarlo —dijo Bruno.
—Si vamos a hacerlo, tenemos que planearlo extremadamente bien.
Esperemos que no le cuente a nadie de lo que paso en el baño, entraríamos en la lista de sospechosos.
—Nadie va a sospechar de nosotros.
—No de nosotros, si de nuestros conocidos.
Y si vamos a llevarlo a esa otra de tus casas, tu hermano sería nuestra perdición.
—Entiendo, hay que dejar pasar unos meses.
Cuando llegué a casa de Bruno, conocí a su hermano mayor.
Esteban era guapo y muy varonil.
Tenía un aspecto grunge, de lo más excitante.
Esa vez, sería yo quien lo manosearía bajo la mesa.
NOTA: Dejo otros relatos escritos por mí, todos tienen cierta relación con el primero, y si quieren que continúe con alguno que no este finalizado, solo comenten.
Gracias por leer!
Saludos 🙂
MATEO:
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TATTOO, SEXO Y ROCK
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