METAMORFOSIS 100
El caudillo.
Era viernes, día soleado perteneciente al noveno día del cuarto mes de mil novecientos cuarenta y ocho, pasado el mediodía, tiempo en que todo hijo del país de la canela almuerza, el caudillo va sostenido del brazo, de repente certeros disparos, ni la transfusión pudo con la parca, se fue el caudillo, era el grito de una huérfana multitud al que su líder había dejado terrenalmente, la angustia y el instinto de venganza primaron en la muchedumbre y no ha de ser así cuando te zanjan la esperanza de días mejores, la ciudad dantesca ante fuego y humo, las llamas cobijaban la capital, se extendía al resto del país, por radio y prensa escrita tardía los sectores rurales de uno y otro océano daban cuenta de lo sucedido, a su estilo e intereses, lo que hacía más caótico el suceso, nada volvería a ser igual, todos tenían conciencia de aquello, el mundo también remecería las entrañas al ser testigo de macabro hecho de matarse entre hermanos, sin embargo, la vida continuaba, el primer conmovido en sus interese era el rico hacendado, comerciante, industrial o transportista, este último, el más afectado por la muchedumbre, eran los primeros días de ingreso a la milicia por parte de Gustavo Adolfo que ya tuvo su primera misión de repeler a la muchedumbre a bayoneta y fuego limpio candente, los nervios primaban a la calma escasa, el muchacho de dieciocho años cerraba los ojos antes del tiro, sus jefes arengaban a que mate a sus hermanos, de ello sus familiares no tenían conocimiento, junto a él Heriberto Alpízar un militar conservador gustaba de disparar a quemarropa, la milicia avanzaba rodeando el palacio presidencial, sin importar qué civil caía, ellos avanzaban, una mala maniobra los obligó a formar circulo y a retroceder un poco, Gustavito seguía disparando, de pronto detrás suyo sintió el estallido consecutivo de tres disparos, su mejilla se impactó de sangre, gira para ver detrás y ve los ojos de su superior bien abiertos igual que su boca manando sangre también por los oídos, quiso ayudar pero vio la herida de entrada y salida con secuelas de disparo en masa cerebral regada, escuchó a lo lejos la voz que le decía se cubra, pero fue tarde, de la muchedumbre se escucharon varios disparos que impactaban los proyectiles en la pared y suelo, dos ellos alcanzaron a Gustavo Adolfo, uno de gravedad en el pulmón derecho y otro de no menos agravante en el cuello que milagrosamente no perfora la yugular, milagrosamente alcanza arrastrarse hasta cubrirse el cuerpo de cartones y basura, no suficiente para ser visto por un protestante que a punto estuvo en darle el tiro de gracia, al voltearlo vio la cara de niño de Gustavito, su intención fue interrumpida viendo que el populacho arengaba en golpear el cuerpo sin vida de Heriberto Alpízar, el hombre que era su líder los detuvo, algo tarde ya porque los intestinos del hombre estaban al descubierto igual que uno de sus ojos, vino el refuerzo militar y de inmediato os insurrectos se retiraron, los compañeros trasladaron el maltratado cuerpo de Gustavito y en pocas horas ya estaba una desesperada Noelia rezando por la salvación de su hijo, un apesadumbrado Carlos Felipe consolaba a Noelia, los médicos periódicamente comunicaban el estado del muchacho, así pasó el primer día de incertidumbre cuando sorpresivamente la figura de un anciano irrumpió las puertas del hospital militar, con vehemencia decía que no importaba cuenta de gastos para que su nieto esté bien, hubo que hacer transfusión de sangre, irónicamente Carlos Felipe Del Olmo era compatible con la sangre del muchacho, cabizbaja Noelia asentía abrazada por su inseparable nana Dulce, los compañeros cadetes hacían ronda en ayuda por su compañero recién herido, hacía falta más sangre para que ese pulmón pueda funcionar, un compañero donó, pero no era suficiente, se necesitaba más, Serafín era compatible, el médico asintió con firmeza que había que estar a la espera del desenlace, Josefina llegó tan pronto supo la noticia consolando a su madre, Noelia no podía más con la desesperación y la angustia veía a su hijo en débil recuperación, la herida era considerable, escuchó detrás de la pared una discusión de voces conocidas, Noelia se soltó de la mano de su nana Dulce, escuchó que don Rodolfo le decía a Carlos que jamás aceptaría un nieto de su enemigo como así Carlos años atrás irreverentemente se había declarado ante el anciano, Carlos responde con fuertes palabras agraviantes, el anciano en su turno con bastón en alza trata de renegar y maldecir al hijo de Carlos y Noelia, ella no puede más con furia los increpó recordando el estado de su hijo militar postrado en esa cama de hospital, que se olviden por ahora de sus diferencias, y les pide que se callen, lo caliente del momento no da para eso, la soberbia actitud del anciano hace sacar de quicio a Carlos que lo toma del cuello y lo lanza al suelo, el anciano saca un revolver escondido dentro su ropa, a punto estuvo de disparar cuando en último impulso sobrehumano Noelia alcanza a decirle a su padre que no lo haga porque mataría al padre de su hijo Gustavito, desfallecida a punto de desmayarse con el rostro cubierto de lágrimas Noelia confesaba su verdad guardada desde aquella noche hace más de diecinueve años en que quiso decirlo, pero su nana como ahora con súplica también trataba de hacerlo reiterando que en verdad Carlos Felipe del Olmo es el verdadero padre de Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, Noelia era objeto de observación ante la mirada de los presentes, más sorprendidos estaba el padre y el apesadumbrado esposo que se apoyaba con una mano en la pared y otra en el pecho, ella con mirada al piso casi sin fuerzas a levantarse, confesaba la verdadera paternidad de su hijo Gustavo Adolfo, gritaba:… si… si… si… Gustavito era hijo de Carlos Felipe del Olmo, no era hijo verdadero de Gustavo Pozzo, el anciano abrió sus ojos con increíble asombro también abriendo su boca, negaba lo que escuchaba con fuertes movimientos de su cabeza llevándose las manos a su plateada cabellera, se tapaba los oídos, no se sabe si era el momento oportuno para decirlo pero aquellas palabras trajeron inercia a los contrincantes, llegaron más testigos a ver la escena, Carlos se arrodilló tapándose los ojos que se cubrían de lágrimas, lloraba como a un niño, su cara se posó en sus rodillas, Serafín que había escuchado todo se arrodilló junto a su padre abrazándolo llorando juntos, el muchacho ahora entendía por qué esa afinidad de espíritu y alma en todo momento y esa angustia con Gustavito, era la esencia de su hermandad, el llamado de la sangre, Noelia fue levantada con ayuda de los compañeros de Gustavito recién llegados sin saber la verdad, de igual forma el anciano fue llevado a sentarse en un sillón pasándoles agua endulzada, Carlos salió corriendo del lugar exigiendo a la enfermera que lo deje pasar a ver a su hijo, sí… su hijo, ese hombre estaba como loco, decía desesperado que podía más sangre y su vida si fuese posible para salvar a su verdadero hijo, Serafín lo acompañaba tratando de calmarle, ante tanta suplica fue atendida su petición, ver así al muchacho en la cama lo angustiaba de solo pensar que era su hijo que agonizaba, le dio un beso en la frente cayendo con sus lágrimas, le susurraba al oído que era su padre que estaba con él que lo amaba mucho, de pronto sintió que sus manos eran agarradas levemente por las manos de Gustavito, eso era buena señal para su recuperación, el médico llegó de inmediato pidiendo a Carlos su salida de la habitación, en la sala todo era silencio, ya no había para discrepancias, Rodolfo muy meditativo aún no salía de la sorpresa, Noelia abrazada por su nana e hija en un rincón descansaba, Serafín tenía sentimientos encontrados, por una parte se alegraba de ser hermano de Gustavito, los dos hijos primogénitos de Carlos Felipe del Olmo nacidos en el mismo día y a la misma hora pero a su vez tenía recelo de lo que Gustavito piense de aquello si llegase a recuperarse, Carlos por su parte pensaba en sus hijos, su hijo fallecido, su hijo desaparecido, su hijo reconocido y ahora su hijo declarado biológicamente con otro apellido, la vida había sido bastante irónica con él, pensaba; el médico tratante salió el primero en abordarlo fue Carlos, la iniciativa, los demás se levantaron a escucharlo, con amplia sonrisa dijo que había evolucionado bien a las transfusiones y que pronto tendría una vida cotidiana con sumo cuidado, hubieron abrazos, el anciano salió del hospital complacido, Luis lo acompañaba, no articuló palabra al retirarse, quería estar mejor para ver a su nieto más tarde, Carlos y Serafín se abrazaron orgullosos de su obra, su sangre había salvado a hijo y hermano a la vez; Carlos miró a una perturbada Noelia llena de lágrimas, el esposo simplemente agradeció el haberle dado ese hijo, y la besó apasionadamente, Josefina entre triste y contenta se resignaba con leve sonrisa a presenciar el abrazo de los esposos, ella comprendía pese a todo que Gustavito era a ahora su medio hermano, solo restaba por evitar decirle la verdad durante su tratamiento de mejora.
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Los atentados de aquel día hacían que el servicio de electricidad en la capital sean racionados, ya entrada la noche por aquel sector las casas estaban al uso de velas y lámparas de kerosene, los niños jugaban atrapando las luciérnagas con tarros encerrándolas, Leandro jugaba animadamente con sus amiguitos, camina despacio apartándose de los demás , de pronto escucha unos gemidos por el monte detrás de la explanada de juegos, caminó despacio, se imaginaba algo, sonriente con mucha curiosidad caminaba despacio, los gemidos se escuchaban más claramente, entendía que estaba muy próximo a ver de lo que se trataba, con cautela dejó el tarro entre el monte y al acercarse a través de la luz de luna se mostraba al dueño de la abacería que tenía sentado sobre sus piernas al primo de su vecinito al que cariñosamente le llamaban el “niño” quien a su vez estaba sentado en el suelo viendo lo que le hacía ese hombre a su primito, el pequeño primito alzaba y bajaba las caderas como si estuviera cabalgando sobre el pene del cuarentón que simplemente le rozaba el traserito, se podía ver el glande entre los glúteos al alzarle al pequeño de sus caderas, el hombre lo suelta y se recuesta en el suelo, llama al otro pequeño llamado “niño” que se acerca arrodillándose delante de las pierna abiertas del adulto viéndole el pene como mástil, con una mano toma el pene y se lo lleva a la boca tal y como el adulto le había enseñado, el hombre gemía despacio viendo el deslizamiento de esa lengua corta sobre su pene peludo y venoso, el “niño” lo hacía muy bien con sus manitas apoyadas en el pene que lo ensalivaba con su boquita metiéndoselo y sacándolo, Leandro conocía a ese hombre, le había hecho el amor tiempo atrás de la misma forma, pero entre los dos había un gran secreto en no decirle a nadie lo sucedido, ahora el dueño de la abacería llamó al otro niño que estaba en cuclillas limpiándose la saliva de su ano, se puso en pie se acerca a donde estaba acostado el hombre mientras el niño seguía haciéndole sexo oral, el primito pone sus pies descalzos a los costados de las costillas del hombre, se inclina y abre más las piernas sobre las costillas del hombre acercando su penecito colgado a la boca, sus manitos estaban apoyadas en el suelo, se notaba un casi “69” algo original en ese trío, el hombre lame y chupa ese pedacito de carne lampiño a la vez que a él le hace lo mismo el “niño”, voltea al primito del “niño” y le lame el traserito, el pequeño ríe por las cosquillas que le hace, los acuesta boca abajo y a cada uno le roza el pene en el traserito, lo mete en la entrada del ano y se despliega con caricias y besos sobre sus espaldas que quietecitos sienten el movimiento del pene sobre sus pieles, al más pequeño lo sienta para que le chupe el pene y al primito lo tiene acostadito y con el brazo estirado le hunde el dedo ensalivado en el traserito haciéndole retorcer, desde hace rato estaban haciendo eso, el “niño” se aleja del pene, en su cara cae semen que la cubre a medias, le pasa el glande por los labios, se acuesta sobre el primito que estaba acostado y le introduce un poco del glande en el ano, gemía cada vez más fuerte y luego se apartó, lo levantó y ahora al “niño” hizo que se acueste, le abrió el traserito y el primito tomando su pene virgen se acuclillaba delante agitándose el penecito como el adulto le estaba enseñando y acostado luego trataba en algo le introducirle en el ano infantil, Leandro a distancia miraba la silueta de esos niños, uno acostado sobre el otro, el de arriba, el primito alzaba y bajaba las caderas viéndose apenas el pene erecto deslizarse por la piel del trasero de su primo el “niño”, mientras que el de abajo estaba quieto recibiendo ese movimientos, después el hombre los cambió de posición, los pequeños gemían, les recordaba que eso ellos ya lo hacían antes cuando quedaban a solas en el cuarto de arriendo se los padres, el hombre miraba esa acción con alegría sin dejarse de agitar el pene, se escuchan a lo lejos el llamado de sus amiguitos bordeando el sitio, el hombre se pone alerta, los limpia de semen, les dice que se vistan y vayan junto a ellos, que sigan jugando, y que no digan lo que pasó aquí, los dos niños en carrera se unen a sus otros amiguitos y después llegan a casa, muy cercano a donde estaban haciendo ese jueguito con el dueño de la abacería quien salió luego entre la penumbra rodeando el lugar como si nada hubiese pasado, Leandro vio a uno de los niños con la tela del trasero manchada y el otro tenía de restos de semen y que fue a un tanque a lavarse la cara y el traserito, Leandro quedó impactado por lo que vio, acostado en su cama aún no dormía, se estiraba el pene pensando en lo que había visto, ese pene del hombre tratando de entrar en ese anito, cerraba los ojos dándose placer al pasar la yema del dedo índice y pulgar por el pene erecto, miraba la mecha del candil que alumbraba su pijama que llegaba al muslo, se apretaba el pene, se ladeó pasándose el dedo por entre los glúteos con dirección al ano, su dedo ensalivado entraba de buena forma por ese ano latente de deseo, se volvió a virar, vio su pene erecto con unas venas sobresaliendo en su blanca piel, acarició suavemente los testículos con las yemas de los dedos, abrió sus piernas y se volvió a meter los dedos por el ano ahora gimiendo más tal cual como se acordaba de lo que había visto, olía el dedo que se metió al ano, la punta del dedo la pasó por el prepucio corrido pasándola por el glande, al pasar el tiempo, ya se estaba quedando dormido cuando de pronto se escuchó unos pasos presurosos en el entablado de la casa, sus padres salieron a recibir a don Rodolfo acompañado de su nieto Luis, el anciano con pasividad caminó hacia el cuarto que le habían preparado su ahijado que era el padre de Leandro, Luis dormiría en la habitación infantil de Leandro, la puerta se abre, la luz del candil no era tan intensa en ese momento, se acercó a subir la llama, Luis pudo ver la figura de Leandro que lo miraba acostado en la cama con las piernas de rodilla doblada y alzada, sus pies de piel blanca alargados descansaban sobre el colchón, las manos metidas en el pijama haciendo bulto en señal que acariciaba su penecito lampiño, Luis sonrió, se quitó la camisa larga abotonada, el niño seguía con el movimiento de las manos dentro de su pijama, le insinuaba hacerlo, Luis muy sonriente cerró la puerta con seguro, poco a poco se iba quitando la ropa viendo la cara de Leandro que le miraba desvestirse, su atenta mirada estaba sin perder detalle, su pene estaba erecto al ver el gesto del niño, se acercó y le dijo que mire a su pene, Leandro con sonrisa franca deslizó su pijama fino regalo de Rodolfo Buonanote dejándose ver ese penecito blanquito agitado muy erecto, la cara de Luis se acercó al penecito a oler y lamer, Leandro suspiraba, Luis al pene se lo pasó por los labios, Leandro se limitaba a cerrar los ojos y lamía ese pene, Luis se sentó en el colchón y Leandro fue acuclillado por ese pene a mamarlo apasionadamente, Luis se contuvo de no eyacular, quería hacerle el amor por más tiempo, sentir esa piel blanca y suave, ambos ahora acostados en la cama se confundieron en un abrazo con manoseos, se amaban, deseaban tenerse el uno al otro, tiempo atrás Luis le había declarado su amor al pequeño y éste le correspondía de buena forma, más ahora que tenía presente lo que hace poco había visto, lo de ambos era pura atracción del iniciador con el iniciado, difícil de olvidarse, no esperó a más acostándolo de bruces de cara a las sábanas, ensalivando pene y ano, vino el gemido al sentir entrar el glande de Luis, Leandro apretaba con fuerza las sábanas, se estaba cumpliendo su deseo, aquello que vio momentos antes de acostarse, Luis satisfecho viendo su pene entrar y salir del ano de Leandro l decía que se acuerde de la primera vez en aquel lugar donde le rompió el culo, aquel sitio donde fue suyo, Leandro al escuchar eso se relajaba un poco, así después entrelazaron las manos mientras sentía la penetración de Luis, luego se acostaron de perfil besándose apasionadamente, por insinuación de Leandro hicieron el acostumbrado 69, lo puso en posición perrito sobre la cama haciendo que el glande entre y salga por el desvirgado traserito blanco y en eso de tanto meter y sacar Luis eyaculó previniendo que la sábana no se manchase de semen, el pene con semen entró en el ano de Leandro ahora se sentía mejor, los testículos de Luis chocaban con la piel de los glúteos de Leandro haciéndolo mover sobre la cama desordenando las sábanas, tiempo después Luis se puso boca abajo y ahora Leandro le daba de embestidas en el ano peludo, quedaron exhaustos viendo el techo, Leandro se agitaba el pene, Luis se acostó sobre el niño viéndole fijamente a la cara colmándolo de besos a los que el niño correspondía, al final una sábana cubría los cuerpos abrazados con piernas entrelazadas producto de la atracción mutua.
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Elena no pudo disimular la cara de horror al enterarse del destino final de su amante venidas de las palabras de su esposo, a quien le curaba las heridas pues él también había sufrido los embates de los disturbios callejeros, toda la noche pasó meditando, vio a donde estaba su hijo Heriberto dormido, lloró pensando que el niño había perdido a su verdadero padre, el esposo la miró centellante de cólera, y más se le incrementó viendo entrar a su amanerado hijo Melquiades acompañado de Wilson, ese cadencioso amaneramiento lo irritaba, mejor decidió salir a tomar una copa sin decir palabra aprovechando su licencia, el muchacho se enteró por boca de su madre lo que había sucedido, la noticia la tomó con indiferencia, simplemente se limitó a escuchar, no opinar y salir con Wilson que se despedía cordialmente, iban a jugar cartas al parque y ya entrada la noche hacían el amor en el cuarto de Wilson, Elena se acostó junto a su hijo Heriberto de tres años a llorar desconsoladamente por la pérdida de su amante padre verdadero de su hijo al que abrazaba con ternura.
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Un pensativo Carlos Felipe del Olmo se debatía entre sus pensamientos y sus emociones, a boconadas botaba el humo del habano fino, Gustavito ya estaba en casa, convaleciente, era centro de muchas visitas entre ellos un grupo de militares de alto mando que le impusieron una medalla al mérito, siendo tan joven ya hacía historia en el ejército, ignoraba la realidad, los últimos acontecimientos familiares, su madre no se despegaba de su cama, igual su hermana y su nana Dulce, Carlos y Serafín veían a cierta distancia, estaban recelosos de la mirada de Gustavito, en cualquier momento tendrían que decirle la verdad, Rodolfo Buonanote llegó con regia estampa, tenía un obsequio para su nieto, al abrirlo vio asombrado ese revolver de plata, irónicamente el joven militar lo apuntó en dirección a Carlos quien sintiéndose ofendido salió de la habitación, Noelia fue a consolarlo pidiendo que perdonara al hijo de ambos, Carlos rió irónicamente diciéndole que ese muchacho nunca les perdonaría el no haberle dicho la verdad, de pronto una visita alegra el semblante de Gustavito, Sara Guillermina se abraza a su abuela la nana Dulce, el muchacho extiende los brazos, tomándola de las manos sentándola junto a él en la cama, los presentes notaron el cariño prodigado, tenían atracción afectiva, Carlos pidió estar a solas, aún no asimilaba la idea de ser padre de aquel muchacho que tiempo atrás solo era oposición, agarró un vaso con whisky bebiéndolo de un sorbo, lanzándolo al suelo, los presentes miraron a la habitación donde venía el sonido, Carlos tenía sentimientos de ir y abrazar a ese muchacho como también mejor alejarse con prudencia, hizo lo segundo, decidió viajar, alejarse un poco de la casa, Noelia con pesar aceptó pidiendo que Serafín lo acompañase pero Carlos se negó, recorrió sus empresas de comercio, se distrajo en sus viajes de trabajo, constantemente llamaba a Noelia para saber el estado de su hijo, que ironía su hijo, el primogénito junto a Serafín, uno de sus cuatro hijos varones, comprendía a Noelia por su silencio ante Gustavo Pozzo pero estaba herido al no saber la verdad de sus labios a tiempo, esperaba que pronto se calmasen las aguas y hablar con el muchacho; a las pocas semanas regresó a casa, vio caminando al muchacho con algo de dificultad su ceño no había cambiado, sentía el igual trato que antes, quiso acariciarlo pero el muchacho lo esquivaba, Carlos sentía la necesidad de abrazarlo y decirle cuanto lo quería como hijo y que estaba orgulloso de su persona, pudo ahora comprobar con claridad su poca semejanza física, más hubo orgullo y cariño que angustia, sin reparos lo abrazó con fuerza, tanta que Gustavito no entendía, el muchacho con sutileza se apartó, Noelia que lo había visto todo lloraba con su hijito tomada de las manos, Carlos se acercó a su hijo más pequeño y desfogó todo el cariño contenido que tenía para con su primogénito, el niño quiso acercarse a su hermano estirando los brazos, Carlos lo acercó y Gustavo Adolfo aceptó las caricias, los tres se fundieron en un abrazo, la lluvia empezó a caer torrencialmente en la capital devastada del país de la canela, Carlos a solas tomó otro vaso con whisky, ahora lo bebió con más calma, recostó su cara al cristal de la ventana por el otro lado escurría el agua de lluvia, vio al cielo la lluvia precipitada, le salieron lágrimas espontaneas diciéndose, es simplemente la lluvia… sólo la lluvia.
FIN DEL CENTÉSIMO EPISODIO
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