METAMORFOSIS 104
En la hamaca.
Un pie descalzo se impulsaba en el suelo haciendo mover la hamaca donde estaba acostado Teófilo con su otra pierna alzada bien estirada sobre la tela de la hamaca, el muchacho de doce años se mecía con su cuerpo bien desarrollado heredado de sus madre fallecida y de su padre un peón humilde de la estancia, había terminado su tarea del día y ahora descansaba sobre una hamaca en la entrada de su cabaña, estaba solo, su padre y un grupo de peones estaban en el pueblo, retornaría a casa en las primeras horas de la noche, el muchacho ya se había dado un baño y su piel estaba suave recorriéndola con sus manos, se puso a descansar un poco para luego hacer la comida, seguía meciéndose con la ayuda del impulso de un pie, estaba pensativo recordando, manoseaba su pene erecto, deslizó el calzoncillo que solamente tenía puesto y se vio el prepucio que lo deslizó un poco para verse parte del glande salido, el tronco de su pene lo deslizaba por su mano hecha puño, se estaba dando placer, su calzoncillo lo deslizó más llegando hasta los muslos, miraba su pene erecto y sus testículos con pelusita, de lejos escuchó unos campanazos de bicicleta que se iba acercando, Luis Alfonso era quien la montaba, vestía pantaloncito corto con camisa junto con tirantes y usaba sandalias de cuero propias de la época, el niño de ocho años se detuvo a pedirle agua, Teófilo en su estado de movimiento de mecerse estaba con pereza de levantarse, le dijo que pase a tomar la cantidad que quisiera, Luis Alfonso vio al pasar el pene salido entre las manos de su amigo que se lo mostraba y sonrió, al salir se sentó en un pedazo de tronco cortado a manera de banco, su amigo continuaba manoseándose el pene, se lo mostró a plenitud, el muchacho le dijo que estaban solos, que se acerque, así lo miraba con mayor detalle a ese glande de pene erecto, Luis Alfonso se agachó lentamente para olerle el pene recién bañado, la nariz recorría la piel, Luis Alfonso se incorporó dándole a su amigo una amplia sonrisa, le hizo un espacio para que se acueste, unieron sus frentes y se acariciaron abrazándose mutuamente, Teófilo estaba con más deseo, se podía ver en su rostro y en en el agite de su muy erecto pene, en su piel caliente y en su respiración, voluntariamente Luis Alfonso se quitó los tirantes cayendo al suelo, deslizó su ropa del ombligo a los pies, se ladearon para estar de frente viéndose los penes unidos al frote, se agarraron de la cintura para poderse mover mejor y así de mejor manera puedan frotarse sus penes, luego comenzando el manoseo de sus cuerpos, Luis Alfonso le da la espalda, Teófilo mira ese traserito y agarrado su pene desliza la punta del glande por la piel de los glúteos hasta ponerlo entre ambos e introducirlo con dificultad debido a lo estrecho de la hamaca, Teófilo alza su pierna descansándola sobre la cadera de Luis Alfonso para cogerlo mejor pero la estrechez de la hamaca no lo permitía haciendo solo movimientos cortos, su cara estaba apoyada en el pelo del niño que recibía complaciente esas pequeñas penetradas, después Teófilo le estira el pene al niño, éste se sienta con su traserito desnudo sobre el pene descubierto de Teófilo, lo toma de la cintura y empieza a moverse, luego la espalda del hijo del patrón descansa sobre el pecho del muchacho, su mentón sobre el pelo de Luis Alfonso, ven las manos de Teófilo deslizarse por ese penecito, ambos sonríen, la hamaca poco se mueve, ahora las manos se deslizan por las piernas, le dice al niño en su oído para seguir adentro pues los pueden descubrir aquí afuera, Luis Alfonso toma su ropa, los dos caminando deprisa llegan al cuarto de Teófilo, dejan la ropa en el suelo, aquellos cuerpos desnudos bien abrazados se deslizaban en el catre, se frotaban los pies, se rozaban las piernas y luego hicieron movimientos de penes que se los miraban sonrientes en amplia demostración de entrega sin complejos, solo había calentura en ese momento para ambos cuerpos de edades diferentes, tanto así que se agarraban los glúteos con mucha ansiedad y que dejaban marcadas la huellas de los dedos, Luis Alfonso de ocho años acostado sobre el cuerpo de Teófilo de doce años, ya empezaban a sudar ante tanto roce de piel, estaban solos, sus cuerpos desnudos seguían rodando por el estrecho catre, Luis Alfonso se acostó en el extremo del catre recibiendo los frotes del pene de Teófilo en los glúteos, el muchacho de doce años movía con intensidad la cadera, el pene entró un poquito en el ano corriéndose el prepucio al estar piel con piel, le vino el gustito de venirse, le dolía un poco pero no se detenía, el deseo natural de estar así lo incentivaba aún más con las palabras de Luis Alfonso diciéndole que siguiera y que no se detuviese, que se lo meta, que se lo meta, todo, todo, todo adentro, todo adentro y mientras le decía eso fruncía el rostro a ojos crrados agarrandose fuerte del colchón del catre, Teófilo miraba su pene entrando y saliendo con un color rojo amoratado, el gustito de tenerlo así a aquel niño era delicioso y quería seguir, de pronto algo le corrió como electricidad por el cerebro y la espina dorsal, una latente sensación rara que lo contraía todo esto lo sintió con los ojos cerrados, al abrirlos vio su pene posando sobre el trasero de su amigo saliéndole semen entre los glúteos, Luis Alfonso se pasó la mano por el lugar donde estaba el semen, se llevó la mano a la nariz comprobando que era semen lo que le había salido a su amigo por segunda vez estando con él, para Luis Alfonso no era sorpresa, ya conocía el semen de Dagoberto en los encuentros de cogidas qe se daban en el monte, fueron a lavarse y a ponerse luego la ropa, se acostaron en la hamaca, los dos estaban abrazaditos manoseándose mutuamente los penes, tenían unidas las mejillas, se miraban sonrientes llenos de complicidad, estuvieron largo rato así abarzados meciéndose en la hamaca, se miraban los pies descalzos al mecerse mutuamente, eran diferentes sus dedos y empeines, Luis Alfonso miraba aproximarse el ocaso, decidió marcharse, las manos de Teófilo lo retuvieron volviendo al cuarto siendo llevado de la mano, le dijo que quería hacerlo de nuevo, que tenái más para él, Luis Alfonso sonreía, así que rápidamente se quitaron la ropa acostándose en el catre, encima de Teófilo ahora Luis Alfonso alzaba y bajaba su pene rozándolo con el del muchacho, le hizo dar vuelta al niño poniéndolo al extremo de la cama, le abrió los glúteos y ese candente pene entró de nuevo un poquito de ese glande, Luis Alfonso gemía, el dolor que sentía Teófilo era compensado con el placer de sentir piel con piel que se lo estaba metiendo, hizo un alto pues Luis Alfonso le dijo que se pusiera saliva ene l dedo y que se lo metiese por el culo para lubricarlo, Teóflo sonriente así lo hizo, vio la saliva que entraba y salía por el movimiento del dedo en el culito haciendo gemir al hijo del patrón, luego de poner saliva en el glande lo empeó a meter el potito de Luis lfonso, así entraba suavemente y se sentía mejor la cogida que le estaba dando, estaba en todo su apogeo sexual aquel muchacho de doce años con cuerpo desarrollado, poseía unas manos y una adecuada muy desarrollada musculatura que el cuerpo de Luis Alfonso se confundía al solo abrazo corporal del muchacho, Teófilo aguantó el dolor de su pene virgen entrando en ese culito y por eso gusto de cogerle bien metió más su glande, sintió correrse el prepucio de un solo empujón cuando sintió el gustito po eyacular nuevamente en el potito de Luis Alfonso, hizo un alto de exclamación al sentir todo el pene metido en el ano de Luis Alfonso, despacio lo movía al pene sin sacarlo, sentía una grata sensación con un dolor molestoso y sintió venirse ya por completo, el semen quedó adentro, eso ayudó a sacarlo y luego a lubricarlo cuando lo volvió a meter moviéndolo lentamente, sí, le gustaba ese culito por el que ahora se había desvirgado, Teófilo sacó su pene enrojecido en su tronco y amoratado en su glande que estaba al descubierto, Luis Alfonso quedó quieto con su culo abierto lleno de semen, se ladeó para ver a su amiguito que se tocaba el glande con la punta del dedo, ahora ya no lo miraba con el prepucio recubierto sino ya ese glande estaba al descubierto totalmente, bajó su carita y rió entre las sábanas viendo a su amiguito sentado ene l suelo a piernas abiertas tocándose el pene desflorado, su culo lo había hecho, se había comido un pene virgen, Teófilo miraba con extrañeza su pene, le decía al hijo del patrón que le dolía, fueron a lavarse, al pasarse agua por el pene sintió algo de molestia y dolor, Luis Alfonso acuclillado pujaba defecando con semen, miraba a Teófilo pasarse los dedos lentamente por su glande descubierto haciendo gestos de molestia y dolor, caminaba abierto de piernas, el roce de la tela molestaba su prepucio recién descubierto, Luis Alfonso le ayudó a ponerle crema para la irritación, Teófilo permanecío con su pene descubierto acostado en la hamaca, Luis Alfonso vio el ocaso, tomó su bicicleta, la noche se acercaba, a tiempo llegó a la estancia donde una preocupada empleada le increpaba ante la mirada de su hermana perdida en el infinito por su situación de que pronto iba a ser madre de un hijo no reconocido por su verdadero padre, mientras tanto a lo lejos Teófilo seguía acostado en su hamaca pensando en lo sucedido, su padre le decía que su pene sería algun día desvirgado por la vagina de alguna buena mujer, sonreía irónicamente de sólo pensar quién relmente fue el que le desvirgó el pene con su culo, se tocaba con cuidado su pene, deslizando y escurriendo el prepucio con la crema puesta, se notaba lo grueso de su pene que había hecho gemir a Luis Alfonso, la yema del dedo índice topaba la punta de su glande descubierto en su totalidad, Teófilo sintió desde ese momento que ya nada sería igual, se había desvirgado su pene en el ano de Luis Alfonso, ese recuerdo de aquella tarde en la hamaca y en aquel catre quedará grabado en su mente mientras viva por muchos años.
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Lucrecia estaba moviéndose en una mecedora, teniendo en su regazo a su hijo Eleuterio de ocho meses, había nacido sano con piel morena clara, era la alegría de su hermano Clodoveo no así su padre era un poco de trato gélido diferente que con su otro hijo, eso le apenaba a Lucrecia, aquella actitud de su esposo, él que tanto quería que le diese un hijo y ahora que se lo había dado tomaba esa forma de ser, Lucrecia recordaba aquellos vómitos y agriuras que se hacían frecuentes en aquellos pasados días del mes de octubre de 1948, padecía de poco ánimo y en los últimos días se quedaba en casa, el campesino estaba preocupado por aquella situación, trajo al médico del pueblo para auscultarle demostrando que ella esperaba un hijo, estaba con tres meses de gestación, el campesino quedó asombrado, Lucrecia pensaba que iba a saltar de emoción pero aquel hombre lo tomó con una increíble pasividad, el hombre cabizbajo escuchaba las enhorabuenas y algarabías de su hijo y cuñado al saber la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia; ya para el parto en el mes de abril de 1948 todo estaba listo, se escucharon los primeros llantos de aquel niño de piel morena clara, al alzarlo el médico dijo que era un precioso varoncito, el campesino apretó las manos y tragó fuertemente saliva mientras era abrazado por amigos y conocidos en la sala del consultorio, al entrar a ver a su esposa, se limitó a sobarle una de sus manos, su cara puso junto a la de ella, sus labios se acercaron a su oído diciéndole algo que la hizo reaccionar en llanto, el hombre se apartó de su esposa, le había dicho lo que sentía su corazón en ese momento, ella tenía la cara cubierta de sus manos haciendo gestos de negación, el hombre pensó que era momento, y lo hizo, al salir de reojo vio al recién nacido, desde ese momento la relación entre ambos no iba a ser la misma; aquel día lleno de sol Lucrecia se preparaba para honrosa ceremonia del bautizo, tenía a su hijo vestido de marinerito para la ocasión y seguía meciéndose en su mecedora, su hijo Clodoveo de once años entra para cargar a su hermanito, detrás su hermano Dagoberto que la espera para salir, ella se incorporó de la mecedora estirándose la tela del vestido, su hermano la llevaba de gancho, el campesino en la puerta vestido de blanco igual que todos los hombres de la casa se enrumbaron a la iglesia, en la ceremonia también hubieron otros niños para el bautizo pero el de Lucrecia por su piel resaltaba entre los niños presentes, la mirada del campesino al niño era fija, igual que los ojos de Lucrecia se fijaron en el rostro de su esposo, el campesino logró observar metros atrás la presencia de Luis, el cambio de su expresión facial fue notoria entre los que estaban a su lado, a la salida de la iglesia los presentes rodearon a los esposos, Luis a prudente distancia se limitaba a observar, todo hacía suponer en la normalidad del evento pero fue interrumpido por balazos al aire, un grupo político insurrecto que se había alzado en armas causaba terror en la población desde hace días atrás, a la respuesta salió otro grupo reaccionarios, los presentes se encontraba entre los dos fuegos logrando milagrosamente entrar a la iglesia, afuera era una batalla dantesca, sangrienta con tintes de crimen político, a los vitrales llegaban los impactos de bala, todo hacía suponer que seguirían en la lucha hasta que llegó un pequeño regimiento dispersando a los dos bandos, muchos vieron dentro de la iglesia a heridos graves y varios muertos, entre los heridos se encontraba el sacerdote quien antes había instado a la calma sin ser escuchado por los vándalos, Lucrecia había sufrido un roce de balas, el padrino del niño había fallecido, aquel no fue un día como cualquier otro para el campesino, se hizo especial cuando Luis se acercó muy preocupado para saber de su estado, esto alegró mucho a aquel hombre, era evidente la proximidad entre ambos, más fue su satisfacción cuando Luis pidió marcar al pequeño Eleuterio, a los mimos dados se sumó Clodoveo, Lucrecia se limitaba a observar, Dagoberto con recelo estaba a cierta distancia con la intención de no ser visto por Luis, su pasado así lo exigía de su parte, Luis devolvió al niño a los brazos de su madre y salió en cuanto supo que la situación estaba ya controlada, unas lágrimas salieron del campesino, su impulso fue desfogar abrazando a su hijo Clodoveo, mienras que Lucrecia y Dagoberto miraban al campesino con un poco de extrañeza en su actitud.
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Próximas estaban las navidades de 1948, por esas fechas la gente se preparaba para el acontecimiento, todos tenían una buena esperanza al aplicar la tradición, Luis estaba en la estancia de su abuelo, se encontraba buscando unos libros en su cuarto, recordó que los había dejado en la estancia Pérez y hacia allá se dirigía cuando fue mayor su sorpresa de encontrarse montado a caballo a Nicolás de diecisiete años, detrás venía la carreta de su abuela llevando en brazos a una pequeña de cuatro años, iban en dirección a la estancia del abuelo Rodolfo Buonanote, hizo la venia en saludo y se retiró, momentos después al pasar por un sendero que acortaban camino vio salir extrañamente del monte a Teófilo que se arreglaba el pantaloncito corto estirándose la costura de la entrepierna y el trasero vestido, Luis cruza en su delante saludándolo, mientras se iba alejando vio en su costado a metros de distancia la figura de un niño que iba saliendo lentamente entre el monte, se trataba de Rómulo, hijo de aquel capataz encontrado muerto desnudo junto a la esposa de su padrastro Luis Daniel Pérez, iba cabizbajo y al levantar la carita y que al ver a Luis se sorprendió mucho, con astucia dio unos cuantos trancos caminando junto al monte, se bajó del caballo para ver qué estaban haciendo, Rómulo estaba al paso arreglándose la ropa, tenía la espalda algo sucia, el pelo alborotado con restos de suciedad del piso, ambos se pararon de frente metiéndose dismuladamente la mano entre los shorts arreglándose los penes, la atenta mirada de Luis se centraba en los mutuos manoseos en el trasero arreglándose la tela, Rómulo discretamente se iba alejando, Luis vio escondida entre el monte la bicicleta de Teófilo de doce años, al pasar por donde Luis le dijo que se detuviera y lo invitó a bañarse al río, el muchacho agradeció pero salió en carrera montando su bicicleta hacia el pueblo por unos encargos, un tramo más atrás al virar la curva vio rezagado caminando a Rómulo, lo alcanzó y lo invitó a montarse para llevarle al pueblo, el niño tímidamente no deseaba hasta de tanta insistencia fue convencido de Luis para hacerlo, desde lo alto de un cerro vieron la casa en la que ahora vivía cerca del pueblo con su madre y hermano, estaba bajando la hondonada cuando de repente Luis dio un giro adentrándose en el monte, dejó amarrado su caballo y sacó del morral la cantimplora para beber agua, se la pasó al niño de nueve años, se sentaron a conversar de cómo le iba la vida junto a su madre y hermano en el pueblo vecino, mientras el niño iba platicando fue que de eso se aprovechó Luis para pasarle las manos delicadamente sobre las piernas, se paró en su delante haciéndole acostar lentamente, al principio no quería obedecer pero se impuso la autoridad de Luis sobre todo al decirle que lo había visto haciendo algo con Teófilo allá en el monte por la hondonada, el asombro de Rómulo hizo que se delate mediante las expresiones de su rostro, su actitud hacía que permitiera que Luis le deslice la ropa junto a la suya viéndose así los penes que se frotaban saliéndose y deslizándose entre los testículos, a Luis Izaguirre le encantó ver aquel pene que desde hace mucho tiempo no lo sentía en su piel, se lanzó a chuparlo como si fuese un helado, el niño asombrado miraba aquellos movimientos sexuales, Luis desaforado estaba bien prendido de aquel penecito lampiño, la lengua siguió su ruta entre los testículos, lo hizo virar poniéndolo boca abajo, el niño ya se imaginaba lo que vendría y comenzó a moverse inquietante, Luis lo sostuvo lamiéndole la entrada del ano, lo ensalivó quedando brillosa la piel, escupió su mano en varias ocasiones ensalivando su glande, el niño no pudo ver pero si sentir el momento en que le entraba el pene de Luis, las caderas se movían, la expresión de Rómulo fue de bastante dolor, gemía y pujaba jadeante, Luis como un enloquecido anhelaba desvirgarlo, era el momento propicio que esperaba desde hac ya mucho tiempo, deseaba haora tener metido todo su pene dentro de ese ano infantil, los gemidos de ambos no se hicieron esperar, las caderas de Luis se movían adelante y atrás en el sentido de ir penetrándole así como también se alzaban y se bajaban haciendo rítmico el querer meter y sacar hacia el ano del niño de nueve años, pero cual fue su sorpresa para Luis que el glande entró sin dificultad en el ano del pequeño, Luis daba cuenta que hace ya tiempo había sido desvirgado, sonrió haciendo pausa, vio las manitos y brazos extendidos del pequeño, puso su mentón sobre el pelo de Rómulo y empezó a meter y sacar más seguido y constante ese erecto pene, Rómulo decía suplicante que ya no siga, que le dolía, Luis en silencio a ojos cerrados se limiataba a sentir, sí, sólo a sentir que lo estaba penetrando, degustaba con su pene las entrañas del pequeño, ante tanta súplica insistente del pequeoño Luis le decía que haga silencio y que le pertenecía su cuerpo, así lo emebestía como desaforado, el nene no paaba de pujar, se notaba la silutea del cuerpo de Luis sobre el de Rómulo, hasta que de pronto Luis se quedó quieto dejando el semen la entrada del ano, de a poco fue sacando su erecto pene del culo infantil, vio al nene que quedaba abierto de piernas saliendo por el culo el semen dejado allí, dicho liquido seminal se deslizaba por la piel pasando por los testículos, Rómulo giró abriendo las piernas arqueándolas pasando sus dedos por la piel donde se deslizaba el liquido seminal quitándoselo al desliz de sus dedos, Luis complaciente se limitó a agitar el pene apretándose el glande botando las últimas gotas de semen, le dijo con autoritarismo que su cuerpo le pertenecía, se arregló la ropa, aún con respiración acelerada le hizo señas y al montarse vio al niño todavía acuclillado rascándose el traserito y se puso a micciar, Luis se acercó dándole unas monedas de mediana denominación, desde su caballo lo vio al niño acostado contando el dinero, allí quedó Rómulo semidesnudo con ano latiendo arreglando las monedas en el bolsillo; Luis llegó a la estancia Pérez pero cual su sorpresa al ver cerrada la casa, preguntó a unos de los peones el motivo, le informaron que todos fueron al pueblo al entierro de un peón, indignado tomó el camino de regreso a casa de su abuelo, se encontró con Nicolás donde sostuvieron una amena plática junto a ellos estaba Leandro que con sus padres había venido de visita a don Rodolfo a pasar las navidades, Luis se enteró que Nicolás y su abuela junto a los padres de su sobrina eran los huéspedes de don Rodolfo, enterarse de aquello fue grato para Luis, de entre los invitados de su abuelo solo faltaba su primo Gustavo Adolfo, aquella semana de navidad y año nuevo sería especial.
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En la capital los insurrectos eran perseguidos por policías y militares, esa dura tarea era encomendad a Raúl, el padre de Melquiades, ya habían muchos presos políticos en mayoría con respecto a los delincuentes por saqueos o asesinatos, la policía era ineficiente en aquellos días, las pesquisas se daban por empirismo, mucha gente inocente por envidia de otras caía en desgracia, sorprendentemente fue visitado por su esposa en el cuartel para informarle que Melquiades había caído en una redada, todo el vecindario era víctima de la violencia, el militar supo que su hijo estaba en alguna de aquellas celdas, al girar la esquina del pabellón, vio la figura de un muchacho semidesnudo con muestras de flagelación en la espalda y en parte se podía ver en los glúteos, su sorpresa al verlo siendo manoseado por los compañeros de celda gritándole invertido, rareza humana y demás epítetos de su inclinación sexual, el militar se tomó la cabeza, iracundo irrumpió en el lugar abriendo la celda con las llaves del gendarme a su orden, a los dos compañeros de celda del muchacho le dieron una tremenda paliza dejándolos sanguinolentos e inconscientes moribundos, de un brazo el militar tomó a su hijo llevándolo a un lugar apartado, miró a los celadores y les dijo que les dará de corretivos, llamó a dos subordinados apresando a los celadores cómplices del maltarato de Melquiades, aún retumbaban esas palabras en su cerebro cuando sacó su cinto y golpeó a Melquiades aborreciéndolo, diciéndole que se sentía avergonzado por lo que había sucedido, Melquiades lloraba desconsoladamente, aquellas palabras venidas de su padre eran más dolorosas que las proferidas por sus compañeros de celda, el muchacho se lanzó al suelo, pidió a su padre que lo matase, el militar respondió con fuertes patadas en los glúteos del muchacho levantándolo y llevándolo a las duchas, luego fue llevado por un recluta a la madre de Melquiades, el militar activo Raúl no quiso ver a su esposa e hijo, se sentía avergonzado por este último, Raúl sentado en un sillón lloraba entrecortado por la suerte de su familia, una familia a la que no se sentía orgulloso de que le perteneciera, pensó en Melquiades su hijo mayor con inclinaciones homosexuales, Domingo su segundo hijo ya fallecido y Heriberto su tercer hijo aquel al que más distancia mantenía.
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Justin Daniela hija del doctor Luis Daniel Pérez a sus veinte años era una señorita de sociedad por la que jóvenes de su edad se manifestaban en admiración y en poder tener una sincera relación afectiva, ella correspondía con garbo a las galanterías, durante su época en el internado tras la muerte de su tía, su vida la pasaba entre visitas a sus amigas y amigos así como las que hacía esporádicamente a su padre ya sea en la capital o en la estancia de campo, fue allí en donde conoció el verdadero amor, Justin durante estos últimos años no había tenido noticia de Bonifacio quien ya tendría sus veintidós años, todavía recordaba esos besos que recibió de él siendo niña, aquellos roces que por vez primera sintió su vaginita al contacto del penecito de Bonifacio, ella tendría muchos pretendientes que lograron algo de calentura pero ninguno como Bonifacio, en vacaciones decidió ir a su encuentro en el pueblo, a saber de su vida, pero no supo ninguna referencia ni rastro de su vida ni de su familia.
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Unas manitos blancas de dos años apretujaban una flor llevándola a su nariz oliéndola, la madre del niño a cierta distancia miraba aquellos movimientos, Noelia se encontraba junto con la nana Dulce en el cementerio velando la tumba de Leonor y sus hijos, empezaron a rezar mientras el niño sentado jugaba con los pétalos de las flores, a cierta distancia un niño de trece años por cumplir en esos días de diciembre estaba velando la tumba de aquella anciana que le salvó la vida, presuroso ante el viento quiso evitar que la vela se apague pero no pudo evitarlo, se buscó en los bolsillos los cerillos pero no tenía alguno, caminó lentamente a donde se encontraba Noelia y solícitamente le pidió cerillos, la mujer con una sonrisa sincera miró al muchacho de pies a cabeza, sorprendida igual que la nana viendo el físico de aquel muchacho rubio bien parecido y bien vestido, el niño accidentalmente lanzó unos tallos con pétalos a los zapatos lustrados y a la parte inferior del pantalón bien planchado, tuvo que sentarse y las dos mujeres lo auxiliaron en su limpieza, sorprendentemente el niño de dos años se aferra abrazado a la pierna del muchacho, las dos mujeres observan al muchacho levantar al niño llevándolo a sus brazos meciéndolo animadamente, el niño apoyaba su carita en el pecho del muchacho muy cariñosamente, su manito estirada estaba apoyada en un hombro y la otra acariciando la nariz y boca del muchacho junto a sus mejillas, lo tuvo por un buen rato sentándose junto a las mujeres a una leve conversación, el niño parecía entreabrir los ojos en señal de sueño, la nana lo tomó de los brazos del muchacho para llevarlo al carrito cuna, el muchacho se despide agradeciendo por los cerillos, instantes después para su sorpresa el niño se le acerca a su lugar de velorio, las mujeres habían permitido sacarlo del carro cuna ante la insistencia de que deseaba estar con él, las dos mujeres se complacían viéndolos jugar a la prudente distancia donde se encontraban, nana Dulce vio un cambio de expresión en Noelia, estaba pensativa viendo fijamente al muchacho, unas lagrimas se deslizaron por sus mejillas, había visto tantos muchachos como aquel en los que ella se imaginaba que tal vez fuese su hijo pero siempre la realidad y los hechos se imponía, esta vez su instinto de madre trataba de consolarla haciéndose otra vez esa idea, cuando fue a ver a su hijo de dos años se despidió del muchacho con un fuerte abrazo acariciándole su rostro maternalmente y dándole un beso en la frente que el muchacho fulminado lo sintió grandemente al sentir la bendición de esas pálidas manos, Pedro Artemio se alejó pausadamente del lugar, desde muchos años no había recibido tales caricias consideradas maternales, llegó a su cuarto, así de pensativo estuvo por unas horas estuvo, Guillermo muy preocupado le preguntó por su estado ánimo viéndolo llorar, en un impulso de súbito arranque emocional el muchacho le preguntó al hombre de cuarenta y seis años acerca de su verdadero origen, Guillermo hizo una leve pausa, cabizbajo giró sobre sus talones sin decir palabra, no era aún el momento, se escuchó en la habitación el sollozo del muchacho y una puerta que fuertemente se cerraba.
FIN DEL CENTÉSIMO CUARTO EPISODIO
Quien va a leer esa basura? Ridículo y asqueroso!!