METAMORFOSIS 107
Contemplaciones.
Los golpes en la puerta hicieron abrir los ojos de la “niña” que aún no conciliaba sueño debido al calor imperante en aquella madrugada, escuchó unos presurosos pasos, la puerta chirriaba dando giro rápido a los goznes, miró a su hermanito destapado de la sábana con piernas abiertas y brazos extendidos abiertos, sus ojitos cerrados, los labios entreabiertos, apenas alzó su carita de donde estaba acostada en la cama, la penumbra hizo que viera el movimiento de dos figuras humanas, ella lo tenía claro, era su madre y aquel hombre que gemía borracho acostándose en la cama, ella le iba sacando la ropa de a poco, el hombre la tomó bruscamente de los brazos haciéndola acostar encima de su cuerpo colmándola de besos y caricias diciéndole frases cariñosas acompañadas de obscenidades que la “niña” escuchaba claramente mientras estaba acostada durmiendo supuestamente, vio una sombra que se le acercaba, era su madre tratando de cerciorarse que ella y su hermanito estuvieran bien dormidos, la mujer los vio y regresó a atender al visitante, alzó la carita viendo a su madre desvestirse delante de aquel hombre casado que era su amante, el hombre libidinosamente pasaba las manos por las piernas de la madre de la pequeña, manoseaba la vagina, el hombre desnudo se levantó manoseándolel culo de la mujer, la “niña”, de ocho años, vio que ese hombre acostaba a su madre en la cama lentamente para luego montársele encima, vio ese pene erecto acercarse a la vagina de su madre, al entrar en la vagina la hizo gemir a causa del constante meter y sacar, no podían esperar los besos apasionados y las promesas de amor, la “niña” instintivamente metió su mano en el camisón de dormir, la punta de los dedos llegaron a los labios vaginales, cerró los ojos autosatisfaciéndose debido a los gemidos escuchados, abrió los ojos y vio a su hermanito con su trusa de tela moldeando el penecito, el niño dormía profundamente, la niña miró al hombre que la sentaba a su madre sobre su humanidad, los resortes de la cama hacían un paulatino ruido producto de las poses sexuales que hacían los amantes, la sesión sexual duró bastante tiempo, la niña vio a su hermanito girarse un poco, pero seguía dormido profundamente, escuchaba los gemidos de su madre y aquel hombre que durante el día en sus visitas sobrio era muy cordial con ella y con su hermanito de cuatro años, vio que los amantes quedaban desfallecidos por el exceso de acto sexual, pasaban los minutos y se escuchaba los ronquidos del hombre, la madre de la niña había quedado dormida abrazando al hombre con su cara sobre el pecho, la “niña” escuchó los primeros cantos del gallo, al sentarse sobre la cama sintió mojada su vaginita, sus piececitos buscaban las sandalias en la oscuridad, es que le vino el deseo de orinar, la bacinilla estaba llena de orina, dio unos pasos acercándose a ver aquellos cuerpos desnudos, le atrajo ese pene flácido descubierto, instintivamente su mano la llevó a la vagina, los labios vaginales estaban húmedos, le vino más el deseo de orinar, dio unos pasos, jaló el picaporte con sutileza, algo de brisa fresca le impacto la cara, caminaba lentamente en dirección a la letrina, se sentó a orinar, en eso vio una luz de candil prenderse por la ventana de la casa del hombre cuarentón, vio abrirse las ventanas saliendo la cara del conocido personaje que tosía y esupía repetidamente, se arregló la ropa y al salir de la letrina vio las señas que el cuarentón le hacía desde el interior de su casa, sin pensar mucho le asintió, esperó por unos segundos ahí parada hasta que la puerta trasera de la casa del cuarentón se abría lentamente, entró con rapidez, sin dedicir palabra alguna la abrazó, el hombre pudo ver que dl rotro de la pequea se dibuja aqul deseo, sí, lo deseba pues miraba sus manitos rascándose la vaginita vestida por el camisón de dormir que él se lo había regalado como premio a su trabajo en la abacería, sonriente se deslizó el calzoncillo para mostrarle el grueso venoso y peludo pene erecto, mientras se lo agitaba en su delante le preguntó si quería “jugar” con su “amiguito el gusanito” a lo que ella simplemente sonrió asintiendo sin dejar de ver ese órgano viril, se subió el calzoncillo y la tomó de la manito conduciéndola a la cama, lentamente le fue quitando el camisón de dormir, la sentó en la cama, muy cerca a la cara de la niña estaba el pene amoldado por la tela del calzoncillo de aquel cuarentón, sentía el olor característico de aquel pene, el cuarentón deslizó la única prenda puesta cayendo a los tobillos, frente a ella estaba aquel erecto pene listo para hacerle el amor, el glande rozaba los labios, mejillas, frente y mentón, súbitamente la infante se sintió bien, deseosa de seguir así que abrió la boca metiéndose parte del grueso pene latente, tibio con prominentes venas, el glande y parte del tronco del pene era ensalivado, la lengua de la “niña” rodeaba el pene, le daba de besitos, el hombre reía, hizo una pausa, apagó el candil, la penumbra se apoderó de la habitación, el sexo oral continuó por unos cuantos minutos más, ella estaba segura de lo que hacía, ver hacer el sexo a su madre la estimulaba quería parecerse a ella, instintivamente se sentó sobre el cuarentón, su traserito infantil de ocho años rozaba aquel peludo pene de más de cuarenta años, la piel de ella sentía lo humedecido del pene, la saliva quedaba impregnada en su piel, las manos del hombre acomodaban el pene en la entrada del ano de la niña que alzaba y bajaba lentamente su cuerpo, el glande entró unos milímetros y eso hizo que la niña mordiera los labios con los ojos cerrados sintiendo aquel delicioso placer, unos milímetros más y ella gemía con fuerza, no se hicieron esperar las suaves alzadas y bajadas de su cuerpo por ese pene, hasta que los movimientos fueron rápidos y los gemidos de ambos incrementándose, el hombre se contuvo, le dio unas palmaditas a los glúteos de la niña en señal de jocosidad, la espalda de la niña quedó sobre el colchón le hizo abrir las piernas quedando los pies de la niña en el suelo con su cuerpo encorvado con su vagina descubierta, de ahí que la niña vio acercarse el pene peludo rozándole los labios vaginales y vio que el hombre le introdujo el pene haciéndole el meter y sacar, aquel cuarentón le dijo que probase de su vagina y así lo hizo, la niña estaba caliente como nunca, de ello se dio cuenta el hombre, la “niña” sin inmutarse abrió su boca metiéndose aquel pene que antes estaba dentro de su vagina y en ese momento el hombre sintió la delicadeza de los labios infantiles rozando e impregnando saliva a la piel de su pene, ese movimiento y roce hizo que el hombre eyaculase semen cayendo en el rostro de la niña, se pasó los dedos para sacarse el líquido, el hombre fue por papel para limpiarle la cara, iba retornando a la cama limpiándose el glande con papel cuando vio la actitud de la niña sentada en la cama, cayendo su espalda sobre la cama, las rodillas infantiles topaban el pecho de la niña, sus piernitas dobladas con pies al viento, así acostada miraba al cuarenton cuya cicatriz en el abdomen podía verse bien, ella suspiraba cerrando los ojos y al abrirlos allí estaba ese hombre muy cerca del costado de la cama, con sus bracitos recogía las piernas llevándolas a su pecho mientras lo piraba pícaramente con amplia sonrisa, comoinvitandole a a ver lo que seguía y es que a continuación ella bajaba los pies al viento posandlos sobre la cama abriendo después las piernas y ya estando así con sus deditos se estaba abriéndose esos bien descubiertos labios vaginales, ella lo miraba sonriente, el hombre estaba conforme con esa actitud, sonrió, su pene se puso erecto, la niña de ocho años vio a ese hombre que se acostaba sobre ella dándole prolongados besos con lengua que él le había enseñado, sintió de nuevo a ese pene entrar por la vagina lentamente, los movimientos de cadera del hombre no se hicieron esperar incrementándose, eso lo hicieron por prolongados instantes, tanto así, hasta que la niña desfalleció perezosamente de tanta embestida, el cuarentón sacó su pene lentamente de aquella vagina no sin antes decirle que esa panocha le pertenecía a su “gusanito”, que era sólo suya y de nadie más, le preguntó que si estaba de acuerdo y ella respondía afirmativamente muy sonriente, así se la mandó a guardar de nuevo en la vaginita con embistes muy rápidos de meter y sacar que a la niña la hacían gemir, le complacía ver a ese hombre cómo su pene entraba y salía de la vaginita de la “niña” el solo sentir la tibiea de esa conchita le daba a animo a seguir cogiéndola, ella traba de ver cómo la penetraba encorvándose un poco pero se limitaba a sentir esos embistes desaforados, ella cerraba os oos recordando cómo se sentiría sus madre cuando aquel hombre le hacía penetrar el pene en la vagina, lo que ahora ella sentía con el dueño de la abacería, el pene del hombre sintió la humedad salida de la vagina de la niña, había hecho su orgasmo y lo demostraba con largos suspiros, le dio embestidas de por esa vagina hasta el cansancio, esa vagina y pene estaban muy rozagantes, la besaba mientras la penetraba, le decía que era suya, sólo suya, le sacó el pene quedándose acostado sobre ella que respiraba aceeradamente, con sus manoitos le insinuaba que se hiciera a un lado pues su peso le afectaba, así que la levantó lentamente en la cama para que diera vuelatas mostrándose esa vaginita humeecida y ese traserito voluminoso, vio por la ventana la aparición del alba, de inmediato la acostó d ecara al colchón abriéndole el traserito enslivandolo, ella sentía el pase del glande por entre los glúteos, le metió algo del glande que la hizo gemir lentamente trataba de desvirgarle el potito pero ella gemía mucho, prefirió hacerlo en otro momento y luego aydarle a poner el camisón de dormir la condujo afuera de su casa, al oído le dijo que tendría un regalo, ella lo miró sonriente asintiendo de aprobación, ya los rayos de sol estaban a punto de aparecer, entró al cuarto, todavía su madre seguía con aquel hombre en profundo sueño igual que su hermanito cuando se acercó a verlo y a seguir acostada a su lado a seguir durmiendo, pensativa, se tocaba el clítoris estirado por la boca del cuarentón, los dedos se introducían en esa vaginita desvirgada desde hace tiempo por aquel dueño de la abacería, aquel cuarentón bisexual que le hacía el amor a ella y a su hermanito, de nuevo mordió los labios al sentir el pase del dedo, pensaba a ojos cerrados como aquella vez en que se le introdujo el pene, suspiraba pensando pero ahora eran sus dedos que le daban placer, pasaron tan solo unos instantes después, a solas el cuarentón se preparaba el desayuno escuchó chirriar la puerta del patio, aparece la figura de la “niña” ambos sonríen, ella queda arrimada del marco de la puerta la sonriente “niña” se tocaba la vaginita vestida con sus manitos, los dedos pulgares hacín círculos, él lentamente se deslizó el calzoncillo haciéndolo a un rincón quedando desnudo, sabía lo que ella le pedía, se le acercó para sacar el camisón, la marcó llevandola a la cama, puso las piernitas a los hombros y le fue metiendo el pene despació como a ella inicialmente le gustaba en las cogidas que se daban, la embistió en esa postura por unos instantes, la fogosa niña quería más y m´s de ese pene, acercaron sus labios para besarse apasionadamente, ella había salido del cuarto para coger más, lo deseaba y él la complacía, ella le demostraba que le pertenecía, la embistió hasta el cansancio, esta vez no hubo eyaculación pero si sus órganos genitales quedaron humedecidos, estuvieron abrazaditos sobre las sabanas por unos instantes, él le dijo que se fuese al cuarto pues la madre podría despertar y llamarle, ella obediente se levantó de la cama, se acuclilló para tomar el camisón siendo ayudada a vestirse, antes de despedirse se dieron muchos besos, él la vio lentamente yéndose en dirección al cuarto de arriendo, a través de la ventana la miraba estirándose su humedecido pene, sonreía de sólo pensar que ese cuerpito era suyo, que la “niña” se estaba haciendo adicta a su pene y eso le congrutaluba mucho, ella entró viendo aún dormida a su madre y a su amante roncando acostados en la cama, su hermanito aún dormía, se acostó suspirando emitiendo una sonrisa picaresca, se sobaba la vagina sonriente a ojos cerrados, luego se llevaba la manito a la nariz oliendo pausadamente y pensando en lo que hizo hace algunos instantes con ese cuarentón bisexual, los rayos de sol en el nuevo día golpeaban su carita, cerró sus ojos quedándose profundamente dormida.
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La llegada de Carlos Felipe del Olmo a la estancia Buonanote fue muy complicada ya que su suegro había sido secuestrado con presión de que firme acuerdos de entrega de tierras a favor de los campesinos, el anciano europeo altivo se negaba, Carlos era escoltado por un grupo insurrectos de peones y campesinos, muchos de ellos eran amigos de la infancia de Carlos que le manifestaban sus derechos para con la posesión de aquellas tierras, al entrar a la estancia se encontró a un anciano desmejorado junto a su inseparable Amacilia, fue corto el diálogo, primaban las miradas serias y contundentes, la anciana jaló una silla para que el visitante se sentase, estaban en la terraza amplia de aquella casa victoriana que desde niño Carlos la veía de lejos distancia tan alta y distante, la vida había cambiado mucho, todo era oscuro y gris en lo social, la muerte del caudillo ha provocado una espiral violencia incontrolable en el país de la canela, los pobres al poder, se decía por el campo y la ciudad más cultural, pregonando esperanza, el país en llamas, sobre todo la capital, el yerno contemplaba al suegro en los movimientos de mano y cabeza, primaba las miradas fuertes, el anciano Rodolfo Buonanote hizo gestos a su acompañante para quedarse a solas, la anciana Amacilia a pasos lentos pero firmes caminó a la gran puerta cerrándola con golpe fuerte, ahí dentro quedaron los dos hombres, la muchedumbre en los alrededores de la estancia con antorchas amenazantes de prender fuego, Carlos salió lentamente con papel en mano, el anciano y el espacio de reunión quedaron atrás, el anciano desde la ventana escuchó y vio la algarabía de la muchedumbre, había cedido por escrito bajo palabra de compromiso la cuarta parte de su vasta extensión territorial; la noticia no fue grata para toda la familia pero hubo resignación.
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Aquella mañana nublada del primer día de diciembre de 1949 se encontraba en el garaje de la estancia Pérez un contrariado Luis Alfonso que no daba tino al arreglo de su bicicleta, furioso como el que más con berrinche lanzó la bicicleta al suelo y salió a caminar por los alrededores de la estancia, decidió ir por la margen de la carretera asfaltada que daba al pueblo, en aquella media tarde llevaba consigo una resortera, su intención era de llegar a los linderos de las tierras propiedad de su padre Luis Daniel Pérez para cazar palomitas silvestres que por esa época se daba el vuelo en gran número de ejemplares en aquel lugar junto a una laguna, el pequeño de nueve años iba solo, de pronto que escucha el ruido de motores de vehículos pasar por su lado, no se dio por enterado el ruido de un motor de motocicleta que lentamente se acercaba, el niño escucha pitadas repetidas, giró su torso viendo la figura de Dagoberto puesto un casco sonriente invitándole a pasear, Luis Alfonso se puso cabizbajo continuando su caminata cmo dando a entender que no era con él la cosa, Dagoberto le llamaba la atención y de cerca lo seguía lentamente e insistiendo en invitarlo a dar un paseo, recorren un buen tramo recorrido hasta que el niño acepta, al subirse ve entre las montañas unas nubes grises señal de aguacero que era típico en esas fechas en aquel lugar campestre, el recorrido lo sugirió el niño de nueve años, llegaron con dificultad por el camino de herradura al apartado lugar de las palomitas silvestres, las contemplaron en su alto vuelo en gran cantidad de especies, la resortera del niño tuvo efecto en una palomita, estaba animado con cazar más pero el tino fracasaba, de pronto a sus espaldas escuchó un ensordecedor tiro, el susto hizo que regrese por instinto a ver al causante de aquello, era Dagoberto portando un revolver, lejos de ahí una palomita caía, el niño con sorpresa pero alegre fue a recogerla estirando sus brazos en señal de muestra del ejemplar a su amigo Dagoberto, con el tiempo la camaradería entre ambos se solidificaba, se sentaban juntos a arreglar la resortera, la carita de Luis Alfonso muy cerca de oreja y cuello de Dagoberto, la respiración de Luis Alfonso chocaba en la nuca de Dagoberto que de inmediato se vio el pene erecto amoldado a la tela, ambas mejillas se deslizaban entre sí, de igual manera el pelo y las orejas de ambos, caminaron por los alrededores, Dagoberto disparaba y Luis Alfonso lanzaba su proyectil de la resortera, las palomitas caían, esa acción de caza hizo que sea tanta su confianza incrementada hasta tal punto que llegaban a los abrazos durante la caminata de adentrarse en el bosque regresando al lugar donde habían dejado bien resguardada la motocicleta, Dagoberto se sienta en el piso, haciendo maniobra de manos le mostraba el manejo del revólver, el niño se sentó a su lado, seguían las indicaciones, se sentó detrás del pequeño rodeándole su cuerpito con los brazos, la espalda del niño rozaba el pecho de aquel hombre de veintitrés años, su traserito sintió el roce del pene y las manos de aquel hombre por sus bracitos de nueve años, en esas maniobras de manos y brazos enseñándole a disparar con abrazos y caricias fue que lentamente Dagoberto llevó al suelo a Luis Alfonso, le dijo de cosas en el oído haciendo que el niño sonría y se dejase quitar cada una de las prendas de vestir hasta mostrarse ante Dagoberto completamente desnudo, quedaba acostado en el suelo con las piernas abiertas y dobladas en las rodillas al alto, se topaba el penecito que había incrementando su tamaño con los manoseos notándolo así Dagoberto un tanto crecidito desde la última vez hace meses en que le hizo el amor, ambos cuerpos desnudos se manoseaban, vio aquel pene peludo en contraste con su pene alargado lampiño que se rozaban, la boca de Dagoberto chupaba ese penecito por largo rato, el niño sentía placer, eso había deseado desde hace mucho, cerró sus ojos para sentir mejor, luego los abrió al sentir más delicioso el paso de la lengua de Dagoberto entre sus testículos tras haber alzado la cadera, el niño sonreía, su amigo le correspondía, ahora Dagoberto era el que mostraba ese erecto pene peludo con un glande bien descubierto venoso, la boca del niño se abrió en cuanto pudo tener dentro parte de ese grueso glande que meses atrás había desvirgado su traserito, el niño estaba con su iniciador, a Dagoberto le vino un sentimiento de pertenencia al recordar cómo lo había desvirgado a ese niño de nueve años hijo del patrón de la estancia Pérez, de inmediato lo puso boca abajo sobre el suelo, el niño se dejó llevar por las manos de Dagoberto mostrándose ese trasero, abrió el ojo del ano y escurrió saliva adentrándola con el dedo índice, el niño gemía, el glande ensalivado entraba lentamente, Dagoberto le preguntaba al niño si se acordaba de esto y el niño haciendo pausa en sus gemidos asentía, Dagoberto le preguntaba si le gustaba y el niño volvía a asentir, el pene en eso entra todo, el niño bufaba con gritos entrecortados, abrió la boca y los ojos en señal de sentirse sodomizado a plenitud, comenzó el lento meter y sacar que se iba incrementando tras las frases soeces que Dagoberto le decía al niño, las manos de nueve años se aferraban al monte y tierra húmeda del lugar, los gemidos eran fuertes, lo agarró de la cintura infantil llevándolo más a su cuerpo de tal suerte que los glúteos del niño rozaban las caderas de Dagoberto viendo claramente el entrar y salir del pene por ese trasero que había sido suyo por primera vez, a la vez le estiraba el penecito al niño, Dagoberto sintió el deseo de eyacular y de inmediato sacó el pene descansando sobre la raja de separación de los glúteos, vio el semen deslizarse por la piel del coxis y resto de la espalda del niño, luego gotas de lluvia caían, los dos se limpiaron y fueron a vestirse, arreglaron el producto de la caza, se desviaron en dirección al río caudaloso, ya para ese momento estaban completamente empapados de agua, prefirieron sacarse la ropa, ya desnudos entraron al agua, la lluvia caía con fuerza, sin embargo ellos se bañaban, en la orilla se sentaron limpiándose los penes, de nuevo entraron al agua, Luis Alfonso hizo gestos de movimiento de caderas insinuando que le hiciera el amor por el ano, Dagoberto sonriente se acercó abrazando al niño por detrás llevándolo a una roca por la que pasaba algo de correntada, el pecho del niño se pegó a la roca, sintió que algo se metía en su ano, era el pene de su amigo Dagoberto, cerró los ojos muy sonriente, mientras sentía el mete y saca Dagoberto lo colmaba de besos en las mejillas, cuello y pelo diciéndole obscenidades, entre otras, que Luis Alfonso era suyo, la lluvia golpeaba las manos de dedos alargados del niño, Luis Alfonso vio las gotas de lluvia chocar en sus manos aferradas al suelo que estaban deslizándose por su piel, vio por la roca que la lluva que se deslizaba a su pecho y a su mejilla apoyada en la gran roca donde estaba siendo sodomizado, Dagoberto se esmeraba para que el niño sintiera lo mejor, le hizo arrimar de espaldas a la gran roca, lo alzó haciendo que las piernas de nueve años rodeasen la cadera de veintitrés años, las manos con dedos alargados del niño se agarraban del cuerpo del hombre al que lo estaba haciendo sentir divinamente con esa postura, los brazos rodearon el cuello de Dagoberto, el niño sintió un dedo entrando en su ano, otro estiraba su penecito al mismo tiempo que ambos se besaban con pasión, le estaba enseñando al niño a besar con lengua de una forma hermosa muy diferente a lo de antes, el gemido del niño fue prolongado, Dagoberto vio esa carita infantil con ojos cerrados por su pelo se deslizaba la lluvia, al unir los labios iban con restos de lluvia, sus cabezas golpeadas estaban por efecto de la lluvia, vinieron los truenos y relámpagos, el agua del río se hacía más turbia, el niño no dejaba de abrazar a su mentor sexual, la barbilla del niño descansaba sobre el hombro de Dagoberto que le lamía la oreja y le decía obscenidades, se separaron saliendo a la orilla donde el agua de lluvia había hecho hilillos en la orilla, Dagoberto lo agarró de la cintura por detrás cayendo ambos sobre el lodo recién hecho por la lluvia, sus cuerpos cubiertos de lodo de pies a cabeza, quedaron acostados así ante la caída de lluvia que rozaba sus cuerpos, los dos se veían aquellos cuerpos desnudos, el niño se acostó de espalda sobre el pecho su amigo e iniciador, sus piernas descansaban sobre aquellas piernas velludas, el pelo con lodo del niño rozaba la barbilla de Dagoberto y sus manos recorrían por aquella piel infantil de nueve años, Dagoberto cerró sus ojos con seguridad, sentía suyo ese cuerpito, su pene algo flácido dejaba de serlo al sentir el roce del movimiento de aquel traserito infantil, al incorporarse el niño vio el pene erecto de Dagoberto, el penecito también estaba erecto, corrieron adentrándose en el agua, al salir a la orilla Dagoberto lo hizo acostarse boca abajo al niño así que se acostó sobre él besándole la espalda y el traserito abriéndolo y viendo las gotas de lluvia deslizándose por toda esa deliciosa piel de niño, puso el glande entre los glúteos y lo empezó a meter lentamente, el meter y sacar pausado duró mucho tiempo así, el niño en esa postura olía el lodo de sabia tierra y vegetación del lugar, dentro de sus entrañas sintió un liquido, era el poco semen que esta vez había eyaculado Dagoberto, entraron al agua, se vistieron viendo con fijación aquel lugar, la lluvia iba disminuyendo, Dagoberto encendió la motocicleta con dificultad, el niño sentado en su delante, durante el trayecto lo llevaba colmándolo de besos y caricias sexuales, lamiéndole el pelo, las orejas y el cuello, lo dejó al niño con su parte de caza a unos cientos de metros de la estancia Pérez, al entrar se encontró con unas miradas inquisidoras de las empleadas y de su hermana, alzó sus manos mostrando el producto causa de su ausencia, les dejó el premio de cacería a las empleadas para que lo prepren como cena o desayuno, fue a bañarse, al pasarse el jabón por entre los glúteos hizo que su dedo roce el ano sintiendo placer, cerró sus ojos imaginándose que el dedo suyo era el pene de su iniciador, mordió sus labios de placer, en su mente sentía la fijación por el órgano sexual de Dagoberto, al salir, estaba sólo puesto de toalla, en su intención de salir de la letrina apartada de la gran casa se encontró con aquel chico de trece años, se activaron los saludos con sonrisas, lo había seguido hasta ahí, aquel muchacho se rascaba su entrepierna, el hijo del patrón de la estancia Pérez vio ese movimiento y sonreía con mirada cómplice aprobatoria, notaron que no había gente a su alrededor pues todos ya estaban comiendo dentro de la gran casa, el niño dio unos pasos atrás haciendo caer la toalla, con amplia sonrisa vio Teófilo cómo Luis Alfonso doblaba su cuerpo poniéndose delante suyo en posición perrito dejándole ver su ano desvirgado, Teófilo sin dejar de reír, deslizó la cremallera sacándose el erecto pene con pelusita, con una mano deslizó la saliva que había depositado pasándolo por su glande, lo metió lentamente en ese ano infantil, el niño daba cortos gemidos, los movimientos de caderas fueron rápidos, Teófilo sintió el hormigueo en su cerebro, ante sentir su gusto le vino botando un líquido que mojó la piel infantil de sus caderas, el niño vio la piel enrojecida de aquel chico de trece años, con la toalla se limpió el semen, el chico de trece años agitó su erecto pene haciéndolo orinar, a su lado también orinaba Luis Alfonso, se miraban los penes orinando y se reían de lo que habían hecho, jugaron con toqueteos de estirarlos, y salieron de la letrina al disimulo, miraron al firmamento, no se apreciaba el ocaso de aquella tarde pues otras nubes grises bien cargadas se acercaban, aquella noche fue de fuertes lluvias, los relámpagos mostraban la cara de Luis Alfonso sobre una almohada, contemplaba el mechero así como el alrededor de la habitación, aún no conciliaba el sueño, deslizó sus manos por el pijama quitándoselo del cuerpo, se sentía mejor dormir desnudo pasándose el dedo entre sus glúteos dándose mucho gusto al rozarse el ano con las manos, el pequeño nene sentía dentro de su ser el inmediato deseo por tener en su boca y en su traserito el pene de Dagoberto, su iniciador, la metamorfosis en Luis Alfonso se iba consolidando.
FIN DEL CENTÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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