METAMORFOSIS 109
Algo nuevo bajo el sol.
Ya aparecían las primeras luces del nuevo día, el primero de la década naciente de los cincuenta, sería muy caluroso aquel día, ambas mujeres gozaban recostadas recibiendo los primeros fuertes rayos de sol en aquella alberca construida hace un par de meses en donde se celebró la navidad, para el año nuevo decidieron celebrarlo sólo los tres, la servidumbre las atendía, escucharon un sonido de agua, era Contardo de veintiséis años que se había lanzado al agua, tenía puesta sólo la trusa con su pene amoldado a la fina tela, era visto por Estiven de catorce años, sus hermanos de madre Asdrúbal de nueve años y Milena de seis años, el hijo de Squeo lanzaba agua a su madre y hermana en forma jocosa así también a los niños, la pasividad de sus miradas hizo que Contardo les pidiese que ingresen al agua, las dos mujeres siguieron con la voluntad del joven que al rato ya los niños muy felices gozaban de un delicioso baño en la alberca al que se sumaron su madre y hermana, la madre de los chicos, aquella sirvienta de casa, miraba con júbilo la escena, Asdrúbal era el más inquieto que jugaba con Contardo en contraste con Estiven que con frialdad típica de ser descendiente de inglés se bañaba metódicamente, pese a ello, tenía una fijación en secreto por la hermana de Contardo, desde hace tiempo le había nacido una atracción de cariño hacia ella, pero él comprendía el abismo social que los separaba, aún así, en ese momento sus miradas no tan discretas se acentuaban en el movimiento de la joven en el deslizarse por el agua, Milena se apegaba a su hermano mayor, nadaba con dificultad, jugaron a las carreras en el agua por largo rato, madre e hija fueron las primeras en salir, luego Estiven y su hermanita Milena, no así continuaban jugando en el agua Contardo y Asdrúbal, rato después la mamá lo vino a ver a al pequeño Asdrúbal pero éste insistía en no salir pidiéndole que lo dejase jugar un rato más, la mujer vio el rostro del hijo del patrón con mirada y tono suplicante accediendo a que el niño siguiese jugando con él, ella accedió yendo a hacer los quehaceres domésticos, Contardo lo alzaba de las caderas cayendo al agua, los pies de piel morena clara del niño se posaban sobre los hombros de Contardo, de ahí con las manos sujetas y brazos estirados el niño se impulsaba para caer al agua, las risas eran constantes, al intentar subirlo de nuevo sus espaldas se unían, el niño sentía el roce de aquel pene vestido sobre su traserito cubierto de fina tela remendada que era su interior de baño, a veces antes de elevarlo al niño los dedos de Contardo se deslizaban sobre la piel del traserito dentro de la tela manoseándolo con sutileza y rapidez para no ser vistos, el niño se quedaba quietecito sintiendo aquel manoseo que pasaba por el tronco de su penecito y testículos lampiños infantiles, esa actitud pasiva del niño le gustaba a Contardo que notaba el gusto del Asdrúbal y con su manoseo continuaba mas allá, ahora teniéndolo abrazado por detrás dentro del agua le estiraba el penecito al disimulo dándole besos en el cuello, eso ponía la piel de gallina en el niño que se limitaba a sentir estáticamente y a dejarse hacer todo lo que Contardo le insinuaba, cerca de ahí vieron pasar a Estiven y Milena llevando unos baldes junto con su madre, iban en dirección al establo, tocaba de hacer queso como era de costumbre todas las mañanas de domingo y ese día no sería la excepción así que tardarían mucho, la madre vio a su hijo jugar en la alberca y se resignó a que siguiera jugando no en tanto terminase su juego le pidió que fuese a ayudarles; tiempo después la hermana de Contardo se acerca a pedirle las llaves del auto pues acompañaría a su madre al pueblo a ver comestibles y otros, Contardo salió de la alberca diciéndole que sólo le daría las llaves del auto pidiéndole que prometiese manejar adecuadamente, el niño nadando dentro de la alberca vio el rostro de la mujer que sonreía y asentía, Contardo le dijo a su hermana que manejaría su moto por el campo con la intención de cazar o pescar por el lugar, ambos hermanos miraron al niño divirtiéndose en el agua, el pequeño Asdrúbal alcanzó a ver las piernas gruesas musculosas de Contardo por las que se escurría el agua dejando huellas en el piso al caminar, también vio ese pene amoldado en la tela fina de la trusa roja y azul que llevaba puesta, Contardo le hizo un guiño al niño con la intención de que lo espere, ingresó a su cuarto dándole las llaves del auto a su hermana, sacando del llavero las llaves de la motocicleta, su hermana insistía en que las acompañase pero él dijo que eran cosas de mujeres y eso le aburría, mejor hacía lo otro que ra la de pescar o cazar, mientras conversaban Contardo vio por la ventana a su madre en la alberca haciéndole gestos al niño para que saliese, el infante obediente salió en dirección a su cuarto a cambiarse, hubo un gesto disimulado de resignación en el rostro de Contardo, se limitó observar el auto alejarse, fue de prisa al cuarto de la madre de Asdrúbal con la intención de decirle para seguir bañándose y hacerle roces de manoseos en el agua, eso lo estimulaba ahora que estaban solos, al entrar vio al niño aún puesto su interior, en sus manos tenía la ropa para cambiarse e ir a hacer el queso, Contardo lo tomó de los hombros sentándolo lentamente en el filo de la cama, luego de hacerlo, la mirada infantil se concentró en el movimiento insinuante de caderas de Contardo, se concentró en ese pene peludo abultado, erecto bien descrito por la tela de la trusa, los dedos de Contardo lentamente deslizaban su trusa, la mirada fue más fija en ese pene que salió agitado bien erecto que ya estaba descubierto que era todo peludo con glande desflorado hace mucho tiempo, lo acercó, quiso pasárselo por los labios pero el niño hizo un quite de sorpresa, Contardo le dijo que se estuviera quieto, que iban a “jugar”, algo así le dijeron a él hace años y ahora utilizaba la misma táctica con aquel niño de nueve años, ya antes lo habían hecho, el tímido niño se dejó llevar de nuevo recostándose sobre la cama como mirada leve al techo de aquella construcción de madera, luego vio cómo su ropa interior se deslizaba por su piel a costa de los movimientos de los dedos de las manos de Contardo, su pene al descubierto era lamido ansiosamente por Contardo, vio cómo lo ensalivaba, desde ahí le daba sonrisas que lo contagiaban al niño, sentía delicioso, ya antes se lo había hecho, la punta del glande infantil algo descubierto era rozada por la punta de la lengua de Contardo, eso lo estremecía al niño aún más el paso de la lengua por sus testículos lampiños, la sábana era arrugada por efecto de los puños infantiles, el niño abría la boca ampliamente de eso aprovechó en unir los labios en un prolongado beso, esa acción hizo que el niño reaccione tratando de apartarle diciéndole que podía venir alguien pero Contardo con cierta autoridad en su voz le dijo que “jugarían” rápidito y que se dejase, fue a poner seguro a la puerta, Asdrúbal vio ese trasero y pene descubierto de Contardo, se acercaba a la cama agitándose el pene con la mano diciéndole que ahora iban a “jugar”, fue así que se acostó sobre el niño a la vez que alzaba y bajaba la cadera diciéndole que viese los penes frotándose, Contardo no esperó a más dándole media vuelta sobre la cama al cuerpo de Asdrúbal mostrándose ese traserito de piel morena clara, canelita, como le decían con cariño por su piel igual que el de su hermana, abrió, ensalivó, chupó, lamió ese traserito por largo rato, el niño con su carita quedaba pasivo descansando sobre la cama, sentía el paso del pene por entre sus glúteos, despacio lo iba metiendo, al aguante del niño, Contardo complacido viendo el glande punteando la entrada del ano de un Asdrúbal gimiendo pidiendo ya no más porque le dolía, Contardo quiso seguir pero el niño hizo gestos de movimiento rápidos de cadera y estaba muy suplicante a que lo deje a que no podía más por el dolor, quiso calmarlo pero el glande de Contardo había entrado más que las otras veces tanto así que ya sintió la tibieza de aquella entrada del ano en la piel de su glande, fueron varios segundos de súplicas por parte de Contardo hacia Asdrúbal para que aguante, pero el niño de nueve años no quería por miedo a sentir fuerte dolor, ese niño de pelo negro lacio con labios bien formados a más de timidez ahora tenía mucho temor, Contardo se apartó del cuerpo de Asdrúbal, al estar parados se abrazaron moviendo las caderas, lentamente lo acostó boca arriba viéndose de nuevo los penes frotarse y así ahora el semen de Contardo salía del glande y el niño veía cómo recorría la piel de sus caderas, ya antes en varias ocasiones Contardo había terminado así con su semen sobre el cuerpo del niño, sin decir palabra Contardo se puso la trusa abandonando aquel lugar testigo de sexo en aquella cama, ingresó a la casona estancia de su padre Squeo, buscó whisky sirviéndose un buen trago, luego fumaba un habano, hizo una ausa en su bebidaa viendo por la ventana alejarse a Asdrúbal caminando lentamente, iba estirándose la tela del trasero, el pene de Contardo había adentrado más en ese ano haciendo el efecto esperado, hizo una buchada con el trago sintiendo la acidez y fuerza en la garganta, entró a cambiarse, iría en moto de pesca.
* * * * * * *
Pese a los inconvenientes de insurrección social en la capital por aquellos días, los focos se iban controlando, no así en la selva donde se acentuaban más pidiendo la repartición equitativa de tierras, el actual gobierno saliente daba oídos sordos a aquella propuesta social y la represión iba en aumento, pero en las altas esferas de élites sociales todo entraba en calma, las fiestas se daban secuencialmente, los periódicos anunciaban la pomposidad de bautizos, onomásticos y conmemorativos en general, entre ellos se anunciaba pomposamente el cumpleaños del hijo del más alto ministro del gabinete, personas de diferentes partes de la capital se daban cita, entre ellos sobresalía el hijo de Noelia y Carlos, entre los invitados también estaban Elena y Raúl con su supuesto hijo Heriberto de cinco años, los acompañaba también su hijo Melquiades de catorce años; la preciosa Victoria Micaela Arichabala de cinco años hija de Mateo y Fernanda jugaba animosamente con sus amiguitos en el jardín enfrente de sus padres que tenían cuidado, hubo un momento en que Heriberto y Victoria jugaron vistosamente, desde aquel instante hubo una atracción entre ellos con tinte de complicidad, la química entre ellos nació, coincidentemente ambos habían nacido a la misma hora en aquel hospital militar, ella descendía de familia de noble abolengo mientras que él había sido producto de un amor clandestino entre su madre y el mejor amigo de su madre ahora asesinado por la turba según el parte militar, los niños jugaban armoniosamente en complicidad y con absoluta amistad tanto así que sorprendió sus padres tanta afinidad, a unos pasos de ahí Carlos Augusto Rodolfo de tres años jugaba con un grupo de niños de los cuales el mayor era Marcelo de seis años, hijo de Luisiana y Amadeo, ambos burócratas del gobierno que por su eficiencia a la cartera de estado habían sido invitados, Reinaldo el niño anfitrión de cuatro años estaba presto a la piñata y la golpeaba repetidamente cuando de pronto se escuchó en la calle un mortero detonándose, los asistentes llenos de pavor protegieron a sus niños refugiándose en sectores estratégicos de la casa, lamentablemente la fiesta había sido alterada, alguien dijo acerca de la noticia en los periódicos del control de la insurrección es puro cuento, pero realmente ahí está la realidad, un comando del ejército llegó a las inmediaciones de la residencia del ministro informando que todo estaba bajo control, el funcionario de estado iracundo acompañó al comando, dio órdenes expresas de castigo con tortura, la fiesta se reinició pero con pocos invitados, los más leales a los intereses del ministro, Melquiades aburrido salió de aquella fiesta infantil e inspeccionó el lugar de la detonación en compañía de varios transeúntes curiosos, a su lado notó la presencia de una señora que tenía de las manos a su hijo, intercambiaron miradas y sonrisas estableciendo un corto diálogo de lo sucedido, Melquiades no podía resistir la atracción de ver fijamente la belleza de aquel niño con su piel blanca que lo hacía resaltar en su ropa, aquel niño correspondió también a los gestos de sonrisas que daba Melquiades, le preguntó a la señora su nombre, Ana le dijo, y su hijo de nombre Daniel Eduardo de tres años, por unos instantes Melquiades acariciaba al pequeño del pelo y mejillas luego se despidieron, la mirada de Melquiades se centraba en el traserito amoldado del niño en aquel short ajustado a su cuerpito, seguramente pensó eran gente humilde, el instinto hizo seguirlos por muchas cuadras sin ser visto, hasta que madre e hijo entraron en una humilde casa con cuartos de arriendo, retornó pensativo en un no sé qué atrayente de aquel niño precioso, lo pensaba y lo soñaba al quedarse recostado sobre un amplio sillón dentro de la casa, entre abierto sus ojos al disimulo vio desde la ventana a lo lejos en los rincones que daban al jardín extremo alejado a una camarera y al chófer besándose, restó importancia siguió con su sueño, los pocos adultos que se habían quedado hicieron un circulo de conversación animosamente conversaban con algarabía mientras que los niños correteaban por el amplio jardín y por los interiores de la casa al pretexto del juego de las escondidas, algunos los más pequeños no sabían del juego pero se dejaban llevar, Melquiades decidió hacer su necesidad en el baño, estando adentro vio a Reinaldo el niño homenajeado de cuatro años caminando presurosamente siendo llevado de la mano de Marcelo de seis años, ambos se detuvieron frente al muro donde otro niño ya terminaba de orinar y salía en presurosa carrera, se vieron las caras sonrientes y se bajaron las cremalleras de sus pantaloncitos cortos con tirantes, todo eso miraba fijamente Melquiades desde su escondite del baño, los niños se miraban los penecitos lampiños manoseados que los agitaban, los movían haciendo figuras en el aire y en el suelo, todo fue corto, se subieron las cremalleras, el niño más pequeño se dobló acuclillándose con las manos en el estomago en señal de la necesidad de defecar, se puso en pie y caminaron en dirección al baño, ya cuando ellos llegaron Melquiades estaba detrás de la pared del baño, la vegetación tupida que daba al baño por detrás hizo que Melquiades se suba sobre un barril de madera viendo por el tragaluz amplio a los dos niños dentro, el niño más pequeño sentado con su pantaloncito corto a los tobillos moviendo sus piecitos al aire, mientras que el otro lo miraba con una mano metida dentro del pantaloncito corto seguramente manoseándose el pene vestido, no pasó mucho que Marcelo deslizó su cremallera sacándose a estirones su pene lampiño de seis años, Reinaldo miraba ese movimiento, sus manitas de cuatro años se estiraron a tocarlo bajo la orden de Marcelo, el niño más pequeño se puso en pie y se puso detrás de su amiguito encorvándose tomando papel pasándoselo por el traserito, Marcelo le ayudaba a limpiárselo de mejor manera, Melquiades abrió más sus ojos con incrementada atención cuando el pene de Marcelo rozaba el trasero del niño de cuatro años que doblaba su cuello mirando lo que le estaban haciendo, inocentemente no se daba por enterado de lo sucedido, era la primera vez que se lo hacían a Reinaldo pero no así a Marcelo que ya varias veces se lo habían hecho y como cadena estaba transmitiendo esa experiencia en una posible metamorfosis, ese descubrimiento en Reinaldo le llamó la atención dejándose hacer ese movimiento en postura perrito por unos instantes en que las caderas de ambos se hacían para adelante y para atrás sujetos sobre el inodoro, después lo puso frente a frente, ambos viéndose los penes lampiños que se frotaban con movimiento de caderas de Marcelo, se abrazaron y sujetaron de las caderas, ahora arriba y abajo hacia ese movimiento las caderas de Marcelo, el otro niño estático solo se sujetaba, eso Marcelito lo había aprendido y se lo estaba transmitiendo a su amiguito Reinaldo, no duró mucho aquello, se vistieron saliendo del cubículo como si nada a seguir jugando, Melquiades estaba caliente por lo visto, su pene a explotar del deseo, se quedó por un largo rato en ese lugar, deseaba hacer sexo, simplemente sacó su pene con la intención de masturbarse en recuerdo de lo que había visto para seguir en la fiesta animada del ministro pero en eso escucha las pisadas de un niño acercándose, la intención del pequeño era esconderse en ese tupido monte detrás de la pared del baño ya que estaba jugando a las escondidas, se detuvo sorprendido al ver a Melquiades quien rápidamente le hizo gestos con el dedo en la boca de que hiciera silencio y que se acercase, el niño era Reinaldo, ambos sonrieron, estaban sentados arrimados a la pared, los cubría un tupido monte a su alrededor, desde ahí no podían ser vistos, Melquiades lo miró fijamente con detenimiento en cada una de las líneas de su cuerpo infantil, le hizo que se siente sobre su regazo para con eso supuestamente estaría mejor escondido, el niño obedeció, sintió los movimientos que venían debajo de su cuerpito, sintió un bulto debajo de su traserito, luego vio los manoseos en sus brazos y piernas, un golpe de respiración muy seguido en su cuello y lamidas en sus mejillas, vio la mano de Melquiades que manoseaba su entrepiernas deslizando su cremallera, el niño inocentemente fue informado de un jueguito como el de hace rato, se dejó llevar por aquellos movimientos, rápidamente lo acostó a Reinaldo sobre el suelo haciendo a un lado los tirantes deslizándole el pantaloncito corto con cuidado que la ropa no se manche mucho con tierra y la hierba seca, vio ese traserito a su disposición y empezó a besarlo, lamerlo, abrió los glúteos para oler ese ano que minutos antes había defecado y tenía restos de su olor, así arrodillado deslizó la cremallera de su pantalón jean que llevaba puesto sacándose el pene pasándolo por el trasero del niño, así sin saliva trató de introducirlo de a poco, la punta del glande tenía liquido pre seminal, latía con las venas agrandadas hinchadas del deseo sexual, ahí tenía el traserito de aquel niño que antes le habían hecho sexo, con decisión el glande de Melquiades se introducía milímetro a milímetro dentro del ano de Reinaldo que respondía con gemidos y suplicas, Melquiades se detuvo en su intención de seguir sodomizando, le vino por lanzar semen en el traserito del niño, le dijo que se estuviera quieto, su pene pasó varios segundos descansando sobre el traserito del niño entre la separación de los glúteos, luego como pudo le limpió el semen impregnado en la piel infantil, le dijo que se fuera sin decir nada, tiempo exacto pues ya al salir un par de niños estaban cerca del lugar y de no haber salido antes serían descubiertos, pero ahora los tres corrían a donde estaban los demás niños a seguir jugando, Melquiades estaba satisfecho.
* * * * * * *
Sara sufría con las discusiones más frecuentes entre sus padres Griselda y Ramón, éste último de un tiempo acá había cambiado de ser un hombre comprensivo y pasivo a intolerante, pese a los consejos de nana Dulce la pareja no mejoraba en su relación, ni los llantos de sus hijos Sara que ya cumpliría la mayoría de edad y Juan Asdrúbal de doce años paraban esa disconformidad que se estaba haciendo inquina, era cierto que su responsabilidad en el hogar era el adecuado pero el trato afectivo dejaba mucho que desear, contrariado, sojuzgado a algo lo hacía irritable, había noches que no dormía en casa, al llegar por la madrugada se excusaba del juego y la libación pero pocas veces se tornaba en cordial con su familia, Griselda pensó que pesaba en su relación aquel secreto guardado por la pareja, aquello en que Sara no era hija de Ramón, sino de Guillermo Izaguirre, eso seguramente pensaba la mujer era lo que estaba minando la relación, pero se decía ella, ahora, por qué no antes, se propuso tolerar y a la vez investigar el cambio repentino de su esposo, aquella noche de bohemia decidió seguirlo, no había otra salida para saber el objeto de su cambio, lo siguió por aquellas calles poco iluminadas en los alrededores capitalinos, a paso seguro y firme Raúl llegó a una casa de arriendos, Griselda vio que su esposo tocaba presuroso una puerta, de pronto que ésta se abre, la luz de luna describe la salida de una mujer en camisón de dormir que le da la bienvenida con un apasionado y alargado beso, luego abrazos y consecuentes repetidos besos para ingresar al cuarto, Griselda haciendo puño lo llevó a su boca mordiéndolo con saliva y combinándolo con las lagrimas vertidas de sus ojos, no había duda, su esposo la engañaba con otra mujer, ese era el motivo de su cambio, decidió qué hacer.
* * * * * * *
Fue gran sorpresa recibir por parte de Noelia en la estancia de campo a su hija Josefina con su yerno Emilio con su nieto Gustavo Andrés Teodomiro de ocho años y Emilio José de cuatro años, la algarabía se transmitió hasta la servidumbre y sirvientes, Noelia no se esperaba de esta visita sorpresa, todos ellos felices con el encuentro, Emilio respetaba y consideraba mucho a su suegra, aquel “hombre de negro” se sentía realizado, ahora hombre de negocios había sentado cabeza, amaba a Josefina y a sus hijos, juntos fueron de visita a la estancia Buonanote, allí vieron al anciano de setenta y nueve años atento a la lidia de su ganado, unas manos cubrieron por detrás sus ojos, con prepotencia propia del europeo pidió ser liberado de sus ojos, al regresar una amplia sonrisa, eran las manos de su nieta posadas en su cara, abrazó a su nieto político y se acuclilló para abrazar a sus bisnietos rodeándolos con cada brazo, al más pequeño lo marcó y al otro lo llevó de la mano, la otra la sujetaba su abuela, entraron al gran salón, la conversación fue larga, el anciano sorprendido de ver a sus bisnietos ya grandes, los visitantes le hablaron de los países visitados, entre ellos Crimea, Austria, la región del Cáucaso, el anciano al escuchar ese nombre de impulso se puso en pie con mirada nostálgica puesta al infinito preguntó lo que sabían,de la guerra, de los vestigios, le dijeron que estaban en reconstrucción a cargo de los aliados y de los rusos especialmente por ese sector, la mayoría de la población fue exterminada por los nazis, pocas familias autóctonas de siglo pasado quedaban en el lugar, el anciano nostálgico de cara al piso y con manos hecho puños pedía que continuase a su nieta con el relato, Josefina no deseaba por verlo en ese estado pero el anciano insistentemente exigía le hablasen de los lugares visitados por ellos en el Cáucaso, Noelia preocupada se levantó y fue a la cocina a pedirle a Amacilia le hiciera una bebida calmante a su padre, los niños saltando le pedían a su padre que los llevase a la caballeriza a cabalgar, el anciano dio aprobación asintiendo, era lo mejor deseaba estar a solas con su nieta, Emilio entendió y preparó a sus hijos para montar, los peones ayudaron en su cometido, cabalgaron lentamente por el lugar, Gustavo Andrés cabalgaba solo en su caballo, Emilio llevaba en su delante a su hijo Emilio José, el niño tomó la delantera, su padre gritó que tuviera cuidado, el niño había heredado lo aventurero y sagaz de su difunto padre Teodomiro, el caballo que llevaba al niño se adentraba por la espesura del bosque, se preocupó pues se había alejado más de lo debido, quiso regresar pero por dónde se decía, astutamente subió a una loma de ahí divisó una cabaña muy bien adecuada, hizo gestos llamando con arrogancia a un niño que estaba sentado comiendo fruta, el niño se acerca, Gustavo Andrés se presenta como el bisnieto de Rodolfo Buonanote ante el niño y deseaba que lo lleve a la estancia de su bisabuelo, el niño sonríe no queriéndolo acompañar, la angustia de Andrés le hizo desistir de su arrogancia y consecuentemente pedir el consabido por favor, ya para ese momento había emitido sus primeras lágrimas de desesperación e impotencia, el niño de doce años al ver esa escena muy apesadumbrado se montó detrás de Andrés tomando la rienda del corcel cabalgando en dirección a la estancia Buonanote, Andrés había galopado mucho alejándose considerablemente del lugar, en el camino fue interceptado por un angustiado Emilio que iba reprendiendo a su hijo por esa falta de consideración, el niño decidió dejarlos pero Emilio dijo que siguiera hasta la estancia Buonanote, que los acompañase pues merecía una recompensa, el niño gustoso decidió acompañarlos, al llegar Josefina supo las andanzas de su hijo, lo sentó a aconsejarlo, eso irritó a su esposo que esperaba un castigo mayor retirándose con su hijo menor a darse una ducha, ella besó a su hijo y agradeció al niño por su noble gesto, lo llevó a la gran mesa de aquella casa victoriana, era la primera vez que aquel niño estaba allí, su mirada recorría por todo el lugar, junto con Andrés comieron fruta y dulces, la mano de Emilio extendió un billete de baja denominación que fue tomado por el niño de doce años, antes de irse Andrés le hizo recorrer los cuartos de la gran casa victoriana, escucharon un silbido característico, Andrés salió en precipitada carrera, el silbido era de su tío el ahora teniente Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, ambos bajaron presurosos las escaleras, fue sorpresa para el niño ver a toda la familia de Andrés reunida alrededor de Gustavito y también de su primo Luis que lo acompañaba, la mirada entre Luis y el niño visitante fue de gran sorpresa sobre todo para Luis que no se lo esperaba, se dieron un estrechón de manos, hubo quien dijo que la presencia del niño se debe a que había ayudado a llegar sano a casa a Andrés ya que se había perdido en el bosque, Luis agradeció, Emilio montó a caballo y en otro Clodoveo Aristófulo que sin saber toda su familia ahí reunida aquel niño de doce años era hermano de Luis por línea paterna, sólo Luis lo sabía y era grato verlo pero ahora se despedía el niño cabalgando junto con Emilio para dejarlo en casa, antes de alejarse Luis sacó un objeto de su bolsillo regalándoselo, era una navaja suiza a medio uso, el niño sonriente agradeció el gesto lo cual con sonrisa también correspondió Luis, el paso a caballo era lento y pausado, tocó pasar por una hondonada de arena y arcilla en donde la vegetación poco se daba, el lugar polvoriento con poca vegetación tenía alrededor uno que otro árbol, Emilio hizo una pausa y se bajó, antes había estado allí rescatando los restos de su hermano Teodomiro, los guantes pasaban por la tierra, decidió sacárselos para sentir mejor la calidez de aquella tierra, Clodoveo desde su caballo miraba al jinete de negro con sobrio sombrero acuclillarse en señal de respeto, al verlo montar en su caballo pudo notar sus ojos vidriosos, viró la cara en señal de respeto y un tanto de miedo, siguieron galopando, de pronto la figura de Andrés y Gustavito se unieron, ello a petición del inquieto Andrés que deseaba conocer el lugar y el recién llegado tío en un impulso aventurero aún con uniforme puesto cabalgaron, Emilio tras reprender a su hijo sonrió y continuaron el camino, Clodoveo se admiró que Luis no los acompañase, cabalgaron por las riveras del arroyo que daba a la acomodada cabaña, ahí el padre de Clodoveo salió a recibirlos, Emilio le contó lo que su hijo Clodoveo había hecho por su hijo Andrés agradeciéndole, el niño de doce años mostró el billete, el hombre se limitaba a ver y a escuchar sin articular palabra, el inquieto Andrés exclamó por sed, el hombre reaccionó invitándolos a sentarse y a darles jugo de fruta, de reojo con mirada reprobatoria Emilio le hacía saber su indiscreción a Andrés, quisieron irse pero el hombre insistió en atenderlos, Lucrecia salió con unos vasos de porcelana y también lo hizo Clodoveo junto con su hermano el pequeño Eleuterio de apenas un año que intentaba servir, las miradas de Lucrecia y el homre de negro fueron relampagueantes desde ese primer momento en que se vieron, mutuamente compartieron sonrisas haciendo breves diálogos, de pronto se escucha el pitar de una moto desde el sendero, Lucrecia con cesta en mano se despidió, iba al pueblo en compañía de su hermano Dagoberto en su moto, Emilio la vio con detenimiento, un hermoso cuerpo de hembra se dijo para su adentros, fue el momento atrayente pues antes ella desde dentro de la casa ya se había fijado en la figura bien parecida de aquel hombre de negro, Andrés jugaba con el pequeño Eleuterio mientras los adultos conversaban, aquel hombre iba perdiendo el recelo pues sabían de que los visitantes pertenecían a la casa Buonanote, para el modesto campesino eso le recordaba a su amada Andreina Buonanote, la madre de su hijo Luis, el campesino con sonrisa forzada correspondía a las aseveraciones de los visitantes en cuanto al trabajo y a la situación social del país con el comercio de producción de materias primas; al campesino le dio gusto de enetrarse acerca del progreso de vida del nieto favorito de Rodolfo Buonanote, ahora era un teniente del ejército, gran cosa, su abuelo se sentiría orgulloso teniendo en alto el apellido, al escuchar eso el joven de veinte años simplemente se puso cabizbajo en gesto que el campesino lo entendió con ese gesto de humildad innata pero que en realidad era otra la actitud y pensamiento que tenía con respecto a aquellas palabras, se despidieron cordialmente una vez más agradeciendo Emilio a Clodoveo por su noble gesto, se estrecharon las manos viéndose fijamente con sonrisas, la mirada del campesino era fija en el nieto favorito de Rodolfo Buonanote, se dijo para así internamente, otra hubiese sido la suerte de su hijo Luis en esa familia si no fuera por todo lo ocurrido, al verlos alejarse se contuvo de no llorar, sus hijos vieron que atragantaba saliva mordiéndose los labios, se arrodilló y dio de puños en el suelo, ambos niños asustados entraron en la cabaña nunca habían visto a su padre con tanta desesperación; Emilio cabalgaba pensando recurrente en ese cuerpo bien formado de Lucrecia, de su sonrisa y cordialidad, de su jocosidad y ocurrencia lingüística propia de comerciante, iba tan concentrado que luego fue interrumpido sus pensamientos por los gestos de Andrés que se detuvo instintivamente en un paso donde había un tronco de árbol inclinado dando gran sombra, Emilio y Andrés se sorprendieron al ver cabalgar presuroso a Gustavito alejándose de ellos como que el lugar no era de su agrado, era lógico, en ese lugar encontraron ahorcado a su padre y se decía porque no soportó la afrenta de su hija, el pequeño Andrés le preguntó a Emilio el hombre de negro cómo se llamaba aquel lugar, con los dientes rígidos, mirada fija propia de la rabia y el rencor vengativo Emilio solo emitió una palabra creada en su cerebro y dentro de sus entrañas: justicia.
FIN DEL CENTÉSIMO NOVENO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!