METAMORFOSIS 111
Acto apasionante.
Los trabajos en la abacería continuaban, la clientela era fiel a aquel hombre solo que a más de cuarenta años tenía fama de ser jovial y cortés característico de comerciante habilidoso, la niña se encargaba ya no solo de la limpieza sino que a medias le ayudaba en las ventas pues a sus nueve años algo de pericia tenía en eso que lo había aprendido en la escuela, su hermanito de cinco años le continuaba con el aseo del local y de los objetos guardándolos del polvo imperante por aquellas calles al paso de vehículos, la madre de los niños se había descuidado de ellos y más mucho más cuando el tiempo transcurría y los veía ya crecidos pudiéndose valer por ellos mismos, esa era la frase que le decía al dueño de la abacería y a las amistades de la colonia, la atención la tenía mucho más para aquel hombre que la mantenía con minucia de dinero, ambos enloquecidos de sexo se iban en el carro del patrón a casas de cita llegando ya en avanzadas horas de la noche, era ahí que comían los niños o también lo hacían cuando el cuarentón les convidaba de la comida que hacía, aquel dueño de la abacería, que tiempo atrás también tuvo romance con la madre de los niños cuando el esposo vivía, le insinuaba hacer el amor, ella con coquetería aceptaba brindándole el cuerpo por poco dinero o víveres para que también los tuviera a sus hijos al cuidado, lo que la madre no sabía que ambos niños eran presa fácil de los bajos instintos sexuales de aquel hombre que era bisexual y que ya hacía sexo con ellos, era así que aquellas primeras horas de la noche la mujer salía con su amante dejando a los niños a la espera de que al regreso les trajera comida, sin embargo, el cuarentón se armaba de unos platos con comida y a vista de los niños lo dejaban pasar al cuarto de arriendo, ambos niños con gusto se deleitaban de aquello, y ya al terminar el hombre notaba esas lindas piernas adornadas por el camisón de dormir, ella como de costumbre se dejaba pasar las manos libidinosas por sus muslos, el “niño” lo tomaba con indiferenecia, estaba atento a su delicioso plato con comida, la “niña” iba a lavar los platos al patio pero el cuarentón con su autoridad característica sobre aquellos niños ordenaba al “niño” que lo hiciera, luego saldría a jugar a la calle en compañía de sus amiguitos con su balón regalado por el dueño de la abacería, mientras eso sucedía, aquel hombre miraba a la niña degustando una barra de chocolate que le había obsequiado, sus pies estaban sobre el asiento de la silla, ella arrimada al espaldar de la silla abría las piernas abriéndose el camisón de dormir dejándose ver en el interior la vaginita de la “niña” las rodillas se abrían y se unían al momento de que ella miraba fijamente su golosina y de cómo el hombre se acrcaba gateando por el piso de forma graciosa para luego introducir su cabeza dentro del camisón de dormir, ella reía, el hombre olía la vaginita, ella bajaba sus manos arropando con su camisón de dormir la cabeza del hombre, no paraban de reír, ella sentía cosquillas al paso de la nariz por su labios vaginales y esa lengua que le hacía estremecer, sus manitos apretaban el camisón de dormir que tenía cubierta la cabea del cuarentón, lentamente su cabeza fue saliendo del camisón dándole una amplia sonrisa, se iraron fijamente, ella sin que se lo pida acariciaba con sus manitos el pene vestido que estaba cerca de sus rstro, riendo y mirándole a la cara le deslizó la cremallera sacándole el pene erecto llevándoselo al rostro para olerlo y sentir la tibieza de ese pene en sus mejillas, se lo pasaba por los labios y lentamente fue abriendo la boca y sin de dejar de mirar a a aquel hombre se fue metiendo el pene en la boca, le hacía suspirar, ella sabía ya cómo hacerle sentir bien, vio entrar y salir el pene de esa boquita, la apartó de la silla poniéndola en pie, la abrazó dándose apasionados besos con lengua como él le había enseñado, de eso fue que aprovechaba en llevarla a la “niña” al dormitorio donde estaban tres camas, en la más grande el hombre se sentaba, se bajaba totalemente el pantalón y por el calzoncillo se sacaba de nuevo el pene agitándolo para que la niña arrodillada en su delante nuevamente abra la boca y se meta el pene peludo erecto, los labios se pegaban al desliz de la piel del pene de aquel hombre que cerraba los ojos apretando los labios en señal de placer, el pelo de la niña le cubría la cara rozando el pene haciéndose a un lado el pelo y continuaba con el sexo oral, luego la tomaba de los hombros, le desabotonaba el camisón de dormir cayendo al piso, por instantes contemplaba ese cuerpito infantil femenino que iba creciendo sobre todo aquellos pezones, sus deditos alargados de pies y manos los besaba, pasaba sus manos por todo ese cuerpito infantil, luego con sus dedos iba bajándole el interior viéndose la “niña” su vaginita descubierta, la tomaba de la cintura en sostenido abrazo llevándola a sentar en el extremo de la cama, la abría de piernas, ella toda desnuda se recostaba viendo acercarse la cara de su iniciador a la vagina lampiña, ahí se la lamía, la chupaba, la niña del gusto cerraba los ojos abriendo la boca, expulsando alaridos entrecortados con mezcla de gemidos, quebrantando su cuerpo, contorsionándolo, él observaba aquellos movimientos, la tomaba de las piernas deslizando sus libidinosas manos llenas del deseo carnal y lentamente besaba aquellas piernas infantiles bien abiertas, gozaba abriendo los labios vaginales depositándole saliva, y con la lengua, en combinación con los labios, chupaba y estiraba con los dientes ese delicioso clítoris de niña hermosa, ella aún más gemía, la respiración aceleraba, tenía a su disposición aquel dulce manjar infantil jugoso de deseo, de placer sexual, ya para esas instancias a la “niña” le gustaba todo aquello, por eso tomaba con sus manos femeninas ese grueso pene llevándoselo a su vaginita y el hombre complementaba empujándolo de a poquito para no hacerla gemir mucho a aquella preciosa niña pobre que se entregaba por necesidad a ese cuarentón bisexual, mientras sentía la entrada de ese pene en sus entrañas recordaba lo que días atrás vio a su madre con este cuarentón dueño de la abacería, en la cama, desnudos los dos, a altas horas de la noche haciendo el amor, a trasluz observaba escondida desde un rincón donde la cortina se abre al pene que entraba y salía de la vagina de su madre y ese hombre que le decía obscenas palabras, su madre lo abrazaba y lo besaba, la niña no podía dejar de ver fijamente aquellos cuerpos moviéndose, aquel pene entrando y saliendo con salvajismo desde la vagina de su madre, de aquella postura en cuatro donde miraba entrar y salir el pene del ano de su madre, la niña todo eso pensaba con los ojos cerrados, pensaba en aquel grueso pene que ahora estaba dentro de su humanidad infantil, abrió los ojos al sentir el semen dentro de su vaginita, el hombre lentamente se apartó del cuerpo infantil, se limpiaba viendo el cuerpo rígido de la niña sobre la cama limitándose a pasar sus dedos alargados por la entrada de la vagina ya que le salía semen, el hombre fue con papel a limpiarle la parte intima, le decía en cada paso de la mano por su piel, que ella era suya, que le pertenecía y que no divulgase lo que ambos pasaban, ella algo sorprendida por aquellas palabras se limitaba a ver cómo la limpiaba aquel cuarentón bisexual, ella se puso el camisón de dormir careciendo de su prenda interior, caminaba lentamente hacia la letrina, iba a asearse y a lavar un poco de ropa, aquel hombre sabía que ella se demoraba, quiso ir a la la abacería y d epronto el “niño” ingresa al cuarto, con absoluta confianza le pide dinero al cuarentón amante de su madre, el hombre sonríe ampliamente, le mira a los ojos diciéndole que también había leche para él, en un acto inusitado y de sorpresa el “niño” vio que de un fuerte temple le bajó el short quedando al descubierto traserito y penecito, lo abrazó por detrás no dándole reacción, lo cargó en peso, el sorprendido niño de cinco años se dejaba llevar a la cama siendo acostado con rapidez, el hombre vio por la ventana que la letrina donde estaba la niña seguía cerrada, lo abrió de piernas al niño, besó el traserito dejando saliva en la entrada del ano, luego lubricaba la punta de su dedo índice en la entrada del anito lampiño infantil, luego aquel hombre sostuvo su pene grueso en ese descubierto anito y procedió a introducir el glande lentamente al aguante del niño que hacía gestos de dolor en su carita infantil de cinco años, el hombre continuaba con su tarea, en eso se abre la puerta y ve a la “niña”, el hombre se da por indiferente, la pequeña de nueve años ve las piernas de su hermanito que daban a sus pechitos conjuntamente las rodillas de éste, siendo sujetas por las estiradas manos de aquel hombre, vio además aquel pene grueso que antes había entrado en su vaginita, ahora queriendo entrar en el ano de su hermanito escuchándolo gemir en aquella habitación iluminada a medias, ella pidió suplicante que lo soltase, era la primera vez que los había visto hacer algo así, el hombre se apartó del “niño” y tomó bruscamente del brazo a la “niña” acostándola donde antes estaba su hermanito, le puso el camisón al pecho, se tomó el pene introduciéndolo en la vagina de la “niña” que gemía en esas embestidas, el “niño” presenciaba pasivamente aquello sin dejarse en cuclillas de restregar sus dedos por el anito por donde antes le habían pasado el pene, miraba con desconsuelo a su hermanita siendo sometida de las más bajas pasiones que aquel hombre le estaba haciendo, la sentó y le hizo introducir su pene por aquella boca infantil, el niño que había visto todo desde aquel rincón en silencio sin articular palabras se limitaba caminar por los alrededores de la cama para apreciar mejor aquello, después lo sentó a él haciendo también sexo oral al pene de aquel cuarentón, ya complacido salieron de aquel cuarto a la improvisada sala comedor, los sentó diciéndoles que nada de esto de contar a la gente o les pasaría mal, sintieron la prepotencia de aquel energúmeno, tenían que comprender que él les daba comida y regalos que pidiesen, los niños cabizbajos asintieron teniendo cada uno sus manos entrelazadas, su mirada estaba tan fija puesta en el suelo que no vieron alejarse al hombre pues tan solo sintieron su ausencia al escuchar los platos ser llevados y el siguiente golpe de la puerta.
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Era muy interesante observar a los niños divirtiéndose en aquella tarde soleada en el amplio jardín de la estancia de Noelia, ella había salido con su esposo Carlos Felipe a ver los avances de la construcción del negocio que había invertido con Lucrecia y sus esposo, en eso llega una carreta de finales de siglo pasado, de ella se bajó Don Rodolfo Buonanote, abriendo los brazos muy emotivo para abrazar a su nieto favorito Carlos Augusto Rodolfo, el niño tenía una química verdadera con su abuelo, ya pronto cumpliría años y el anciano se adelantaba con su regalo, detrás de la carreta venía amarrado un pequeño corcel que al verlo el niño se emocionó tanto como también de un paquete envuelto en regalo que al abrirlo le gustó su contenido, era un auto a escala de metal, igual hizo el anciano de entregarle un obsequio a su bisnieto Andrés que había salido a recibirlo con cariño, el anciano llevó al niño junto al corcel diciéndole que era suyo, las manos de piel blanca con sus deditos alargados pasaban por el fino pelaje del animal, el niño no paraba de sonreír, el anciano emocionado marcó a su nieto que no soltaba de una mano su cochecito a escala, se alejaron de la carreta y el corcel en dirección de la entrada de la gran casa, lo iba abrazando de la cintura su inquieto bisnieto Gustavo Andrés Teodomiro, junto a ellos entraba su nieto Luis, en la puerta lo recibió con fuerte abrazo su nieta Josefina, el anciano se enteró del paradero de su hija y yerno, mejor así se dijo el anciano en su interior, pese a que su yerno Carlos Felipe Del Olmo en algo había ayudado en su problema de tierras pero aún todavía existía el rencor entre ambos; los niños jugaban sobre la gran alfombra en la sala de estar con los obsequios del anciano, Luis tenía fijación por aquellos niños, sobre todo por el de mayor edad, Josefina le dijo a su abuelito que lo acompañase para que observe el criadero que estaba construyendo junto a una extensión en el establo, deseaba que le diera consejos al respecto, el anciano aceptó gustoso al sentirse importante de juicio ante su nieta que lo respetaba mucho, no así Luis que prefirió quedarse a jugar animosamente con los niños sobre la amplia alfombra, así, miraba el traserito de los niños en especial el que más le ataría era el de Andrés que estaba de cuclillas empujando su autito, Luis se acercó más pasando la mano por el trasero empinado del niño mayor que le respondía con sonrisas, los juegos seguían, ahora la mano de Luis se posaba sobre la manito de Andrés, los manoseaba por la cara, pecho y espalda con caricias insinuantes que Andrés ya daba cuenta de aquellas intenciones, más cuando Luis insinuaba decirle algo en el oído acerca de aquel “juego” que por primera vez habían hecho en su cuarto hace poco tiempo, el inquieto Gustavo Andrés se quedaba pensativo y cabizbajo con sonrisa entrecortada sin perder la picardía en su mirada heredada de su padre aquel hombre aventurero asesinado, el ambiente en la casa era pasivo, así lo sentía Luis, vio a una empleada que estaba en la cocina junto a un muchacho moliendo café tostado, mientras tanto aprovechó Luis subiendo las escaleras de la casa en dirección a la terraza en lo más alto, Carlos Augusto y Andrés quedaron en la sala jugando distraídos con los obsequios del anciano, la vista desde ese lugar para Luis era interesante, de pronto siente la presencia de Andrés, obedeciendo al llamado de Luis, tomó al niño del hombro llevándolo a su cuerpo con un fuerte abrazo pasándole su mano por ese pelo lacio hermoso, contemplaron por unos instantes el panorama, de ahí vieron a Josefina y a su abuelo alzándole las manos en señal de saludo con amplias sonrisas mutuas, Luis lo tenía marcado, ambos se retiraron de la terraza yendo al corredor donde estaban los dormitorios, los fueron viendo a uno por uno, hasta que llegaron al dormitorio de Andrés que antes era de su tío el ahora militar Gustavo Adolfo, el inquieto niño dio unos pasos súbitos en carrera lanzándose a la cama quedando acostado boca arriba con las piernas abiertas, su camisa recogida en su pantaloncito corto con tirantes de la época se agitaba al moverse en la cama, Luis parado observaba los infantiles movimientos del hijo de su prima, su sobrino, se acostó junto al niño quedando en silencio con quietud por unos minutos, escuchaban el ruido del viento y las aves trinando por los alrededores de la gran casa, el niño vio moverse la mano de Luis llegando a su entrepierna siendo deslizada por el pene vestido del niño que al ver eso sonrió, Andrés vio la cremallera que se deslizaba, los dedos de Luis hurgaban dentro de la tela hasta exponer el penecito del niño que luego de tanto frote se puso erecto, el niño no para de reír moviendo las caderas a los lados en sentir que las manos de su tío le hacían cosquillas en la piel del pene, los dedos se deslizaban sobre el pene erecto, el niño miraba esos movimientos de arriba – abajo, el tiempo transcurría, Luis le preguntaba si le gustaba y el niño sin dejarse de ver el pene manoseado asentía sin dejar tampoco de sonreír, sus deditos se unieron a los de Luis para hacerse lo mismo, ya en eso el pantaloncito corto estaba desabotonado viéndose el niño los muslos de sus piernitas, la cara de Luis ocupó el espacio de la entrepierna del pene lampiño de ese precioso niño de piel canela, las pieles contrastaban, Andrés vio su pene siendo lamido por la lengua del primo de su madre, su tío, su sonrisa pasó a seriedad y concentración abriendo la boca, sintiendo ese placer de sexo oral que estaba recibiendo por ese adulto, vio que toda la capacidad bucal penetraba su pene, luego aquellos labios fijos y sujetos se iban deslizando luego arriba – abajo junto a la piel del penecito lampiño, el niño con sus dos manitos se aferraba a sus muslos, alzaba y bajaba su cabeza si dejar de abrir la boca crrando ahora sus ojos, Luis de reojo miraba esos movimientos del niño y se complacía brindándole sonrisas, hizo pausa, el niño estático en la cama miraba su penecito ensalivado, le hizo dar vuelta, ahora sentía una rara sensación en sus glúteos y en la entrada de su ano, es que Luis estaba chupándole y lamiéndole, el niño no vio aparecer el pene de Luis del pantalón, le dijo que se estuviese quietecito que ahora vendría lo mejor del jueguito, que iba a sentir rico y que hiciese lo que le pedía su tío, el niño se limitó escuchar y a moverse asintiendo inocentemente, el pene de Luis se posó por vez primera entre esos suaves glúteos, a mandato de Luis el niño movía su traserito haciendo que el glande suba y baje entre los glúteos, Andrés sintió una rara sensación que se estaba convirtiendo en placer, Luis estaba en el clímax, algo intentó penetrar respondiendo su sobrino con un gemido breve algo sorprendido por aquello, la mitad del tronco del pene de Luis se deslizaba por la suave piel de aquellos glúteos, la sensación era deliciosa para los dos cuando los testículos rozaban la piel del traserito de Andrés, y sin reparos Luis botó todo su semen entre los glúteos y parte del coxis del niño, lentamente se alejó agitándose el pene apretándolo suavemente hasta sacarse las gotas de semen que quedaban ese movimiento lo vio el niño, vi pr vez primera el pene Luis y la “cosa” que le había causado esas extrañas sensaciones, es que era la primera vez que lo sentía así, vio con mucha atención las manos de su tío Luis que agitaban su pene, vio también que ese liquido era limpiado de su piel, el niño se vistió lentamente, le dijo a su tío que deseaba ir al baño, Luis sonriente comprendió, antes de salir del cuarto le dijo al niño que no dijese nada de lo ocurrido, el niño asintió y salió pensativo de la habitación caminando pausadamente por el entablado de la casa bajando las escaleras hasta llegar al baño mientras dentro del dormitorio del niño Luis se limpiaba el pene, al descender de la habitación vio a la empleada atendiendo al niño rubio que había estado a su cuidado, ambos sonrieron, la empleada le sirvió jugo, desde la ventana miraba a su prima y abuelo acercarse, charlaron un poco, pidió permiso para ir al baño donde con agua se limpió el pene evitando así los olores de semen que podía delatarlo, al regresar a la sala vio a los dos niños jugar, Luis se complacía con una mueca de sonrisa disimulada recordando la acción sexual hecha con el niño momentos antes, se estaba interesando mucho por aquel niño, en donde la discreción tendría una importancia muy significativa.
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Elena era invitada a muchas fiestas ofrecidas por esposas de militares, su esposo Raúl ya había ascendido a capitán, primaba en ella el sentirse bien, jovial, de fluida conversación, poco a poco se filtraba en los altos círculos sociales participando de obras de caridad y demás eventos de beneficencia, el mundo se abría a su alrededor, su fijación por esas actividades de nuevo hacían que se descuide de la educación de sus hijos, sobre todo de Melquiades que agregado a su amaneramiento se tornaba en un joven rebelde, por eso iba con su hijo menor a las fiestas, el mayor quedaba en casa, en algunas ocasiones recibía a sus amigos y en la intimidad se dejaba sodomizar, era un secreto a voces lo de su inclinación sexual, aún así a solas aquel muchacho se sentía seguro y complacido en hacerlo, uno de esos días en que se encontraba solo sentado en la acera en la entrada de la casa que arrendaban vio a un chico ropavejero, tendría como unos siete años, lo invitó a pasar a su casa para darle trastos viejos, luego de hacer los bultos del material en desuso lo sentó brindándole fruta, lo acariciaba, el niño por la experiencia de la calle sabía lo que le estaba haciendo e insinuando pues veía que Melquiades se metía la mano dentro de su short estirándose el pene y al sacar la mano se podía ver el asomado glande del pene de quince años erecto amoldado en la tela del short, a esa edad Melquiades estaba en todo su apogeo sexual, más con la intención de hacerle a aquel niño que siempre pasaba por su casa, había hecho amistad ya regalándole anteriormente objetos y también comida, esta vez aquel niño caminaba solo, pero en otras ocasiones lo acompañaba un niño más pequeño con un saco llevando también cosas desusadas, aquel niño instintivamente se hizo en aparte con timidez y recelo poniendo una carita de preocupación, pero el breve diálogo y las promesas de Melquiades hicieron tener confianza en el niño que instintivamente se manoseaba el pene vestido tras las seguidas caricias recibidas por Melquiades, de a poco lo fue convenciendo para entrar en su dormitorio, la mirada de aquel niño recorría con pausa y detenimiento el interior del cuarto del amanerado hijo del militar, de un impulso cayeron en la cama, allí acostados aprovecha Melquiades en acariciarle y besarle, el niño no dejaba de estirarse el pene, ya antes había presenciado algo así entre su familia y los adultos, a su corta edad ya algo entendía de sexo, el niño sonreía sarcástico, como si nada, como que fuese realmente un juego que se tenían en mente, señalo aquel juguete queriéndolo poseer, Melquiades le dijo que sería suyo si se dejase llevar por él, aquel niño sonreía, con mirada fija vio a Melquiades quedarse desnudo en su presencia, luego fue por desvestirlo al niño, al quedarse los dos desnudos se abrazaron dando vueltas en la cama, ya el niño parecía saber aquello quedándose boca abajo riendo prolongadamente, el glande de Melquiades rozaba la separación de los glúteos en el niño que pujaba y gemía, lo ensalivó y se lo iba metiendo lentamente, el niño ponía una cara contraída en sus facciones que descansaban en la tela de la sábana sobre el colchón de aquella amplia cama, los gemidos se hacían más seguidos, el pene entraba de a poco en poco, el niño gemía y gemía aguantando, sorpresivamente las manitos del niño tomaron los glúteos abriéndolos más para que el pene de Melquiades pueda entrar más, Melquiades algo sorprendido por la actitud del niño sonrió tomando más confianza en metérselo más profundo al pene, así lo hizo, algo aumentaron los gemidos de aquel niño hasta que sintió Melquiades que todo su pene estaba dentro del ano de aquel niño, a su mente la conclusión de que ya antes alguien lo había desvirgado, con rapidez le hizo mover la cadera en el meter y sacar repetitivo, el pene ensalivado hacía de las suyas dentro de ese ano infantil, los movimientos sexuales continuaron, el niño agarrado con fuerza de las sábanas seguía pujando, todo era movimiento en aquella cama, la cara de Melquiades descansando sobre el pelo del niño oliendo el sudor característico de niño, Melquiades cerraba los ojos con infinito placer en lo que estaba haciendo, hasta que su semen quedó dentro del niño que instintivamente se hizo a un lado dejándolo sentado a Melquiades con su pene en semen en el glande y en todo el tronco, el niño se acuclilló a pujar, estaba cabizbajo, un tanto enojado y contrariado, con la trusa se limpió el pene, el hijo del militar vio con detenimiento y sorpresa que el pene de aquel niño había sido desflorado, estaba erecto y de adecuado tamaño para su edad, se acostó en la cama con el trasero empinado, le hizo gestos para que el niño se acerque, aquel niño desnudo se acostó sobre Melquiades acomodando su penecito lampiño desvirgado lo introdujo en el ano de Melquiades que antes se había puesto saliva lubricándolo con el dedo índice, rato después Melquiades sentía placer de que ese penecito entraba en su ano, el niño aceleradamente lo hacía y en cada embestida se la salía, Melquiades lo acomodó y abriéndose los glúteos sintió mejor las embestidas de ese penecito de niño hermoso, lo sentó al niño en el borde de la cama, su trasero abierto de glúteos hacía que el penecito del niño entrase en el ano, Melquiades con sus brazos extendidos y sus manos apoyadas en el acama alzaba y bajaba su humanidad de tal forma en sentir de mejor manera la entrada de ese penecito lampiño, el niño gemía con sus piernas abiertas, miraba con paciencia los pausados movimientos de Melquiades haciendo que su penecito entrase y saliese de aquel voluminoso ano de quince años, Melquiades se entregaba a aquel niño que posaba su carita en la espalda del hijo del militar oliéndole el perfume de la época de moda, quedaron acostados en la cama, desnudos viéndose los penes, Melquiades unió las frentes, el niño le pidió el juguetito señalándole con los brazos estirados, Melquiades se levantó a verlo, el niño vio el caminar amanerado de Melquiades, tuvo en su delante aquel juguetito, se vistió sin dejar de ver aquel regalo, Melquiades le dijo que tenía más juguetes y se los regalaba siempre y cuando hicieran eso cada vez que pase por aquel lugar, el niño se limitó a ver su juguetito y alzó su mirada viendo a Melquiades con sonrisa cómplice, le ayudó al niño con los objetos hasta prudente distancia de su casa, al verlo marchar quedó impresionado con el niño, desde ese momento siempre estaba a la expectativa de que pase por su casa.
FIN DEL CENTÉSIMO DÉCIMO PRIMER EPISODIO
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