METAMORFOSIS 115
Padecer de amor.
La luz de luna imperante aquella madrugada, las manos femeninas agarradas a las ubres vacunas estiradas daban la leche depositada en baldes metálicos, aquel fornido hombre de antaña peleas callejeras observaba a la joven de cumplida mayoría de edad reciente, en boca masticaba una pajilla igual que ella, en eso se notaba la tradición de aquellos lares, el hombre la miraba con detenimiento, sus miradas se cruzaron con amplia sonrisa, ella agitaba las manos llenas de leche limpiándoselas en su delantal, de un salto estuvo abrazando a aquel fornido personaje, se limitó a decir lo complacido que estaba viéndola, ella sonriente sin palabras regresó a su lugar de trabajo a veces viéndole con suma candidez, de pronto se apareció la figura de una mujer ya de mediana edad, ocupaba arrimada el otro lado del marco de la gran puerta del establo, se abrazaron, la muchacha los miraba acerca de sus caricias en su delante, sonriente levantó los dos baldes contenidos totalmente de leche, se había levantado temprano, su figura esbelta dando pasos lentos en dirección a la cabaña contrastaban con el paisaje, en la entrada lo esperaba un niñito con ropa remendada, brincaba de emoción al ver tanta leche en el recipiente, la pareja seguía abrazada viendo adentrarse a la joven dentro de la cabaña, dijeron que había crecido, que ya era toda una mujercita, responsable, estudiosa, los abrazos fueron más fuertes entre ambos caminando luego abrazados por largo rato prolongado por los alrededores de aquella pequeña propiedad, tanto fue el recorrido que fue suspendido por los llamados de la joven desde la ventana para proseguir con el desayuno que les estaba preparando, los padres de la joven entraron en la cabaña, el niño menor de casi dos años estaba sentado en un rincón remolineando con plato y cuchara el alimento puesto siendo corregido por su hermana mayor, al entrar sus padres ya estaba servido el desayuno, ambos esposos rieron, era siempre así los fines de semana cuando ella los visitaba, la joven caminaba alegremente por el campo con su hermanito recolectando fruta silvestre que servía para elaborar jalea casera, se encontraba con muchos amigos de su edad conversando de muchas cosas, dentro de sus amigos estaba Rolando, un joven de sus misma edad que le era mayor con un par de meses, desde muy niños habían sido amigos, él la cuidaba y con el pasar de los años tenía un cariño oculto hacia ella, ambos jóvenes veían al niño revolcándose por el pasto de la pradera amplia, el sol era fuerte, a lo lejos ella vio a su madre con pasos presurosos, tomó de la mano al niño yéndose a casa, ella quedó con el joven, desde una colina miraban el horizonte contrastado con el verdor del lugar, por sus hombros sintió el recorrer de unas manos que aligeraban el escote, ella sorprendida por la acción hizo un quite severo al muchacho, dando unos pasos más se sentó algo alejada, seria con semblante de preocupación miraba al cabizbajo joven, antes le había dicho que la quería, ella estaba contrariada, el cariño que sentía hacia él era de hermano, no de hombre, se lo hizo saber, el muchacho al escucharlo dio impulso y corrió alejándose del lugar dejándola sola, Rolando era un joven muy humilde y sincero, no se podía esperar a más en cuanto a salir lagrimas por ese desamor recientemente recibido, hizo un alto, la miró a lo lejos, se limpió las lágrimas de la cara y continuó con su precipitada carrera, se recostó a un frondoso árbol en la orilla del río, lanzaba piedras sin dejar de lamentarse reclamándose por la forma inadecuada de haberse declarado a la joven.
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Sara Guillermina desde lejos miraba la silueta de aquel hombre de piel blanca caminando por la amplia sala de en la mansión Del Olmo, la madre de aquel joven militar estaba por cumplir los cuarenta y un años en aquel año del principio de década, las amistades reunidas elogiaban su figura esbelta que seguía en vigencia, un orgulloso esposo recibía sonriente las lisonjas para con su esposa, el pequeño de cuatro años Carlos Augusto Rodolfo hijo de la pareja se encontraba jugando con Emilio José de cinco años y Gustavo Andrés Teodomiro que el pasado 30 de noviembre de 1950 había cumplido ya los nueve años, los tres niños corrían por el lugar alejados de los adultos por mandato de sus padres, a ellos se les unían otros niños en sus juegos, la regia fiesta estaba en su apogeo, el baile no se hacía esperar, la gente feliz llena de bebida y comida abundante, carros de lujo parqueados, todo eso miraba el recién llegado Luis sobrino de la homenajeada, a su encuentro estuvo una de sus amigas de la capital, el gran ausente el padre de la homenajeada Don Rodolfo Buonanote, se escuchaba lo tenso de la política y los incrementos de casos de violencia que todo hacía creer que se convertiría en una espiral sin control, en verdad que la situación era difícil, y en los lugares selváticos del país de la canela es donde se daban los cruentos combates entre ejército y rebeldes, de eso estaba comentando Gustavo Adolfo cuando sintió un toque en su espalda, al regresar vio que era una distraída damita con su escote y espalda descubierta había sido la causa del toque en su atención, se brindaron sonrisas y gestos de disculpas, de ahí en adelante el diálogo entre ambos se dio toda la noche, ambos habían quedado deslumbrados, él viendo a esa rubia imponente de piel delicada al tacto con sonrisa sugerente con porte de reina, ella viendo al apuesto joven descendiente de fina descendencia caucásica mostrada en su cuerpo de hermosura física, ambos bailaron, conversaron, rieron y pusieron de toda la cordialidad para pasarla bien, los padres de la pareja celebraron la amistad, en ella se pudo notar su altivez, descendía de nobles Hidalgos españoles, a la mente de Gustavo Adolfo vino como flash la información que su verdadero padre Carlos Felipe Del Olmo también descendía de nobles Hidalgos españoles, la química se incrementó, de lejos Sara Guillermina miraba a la pareja de amigos recientes, bajó su cara pensativa y con pasos lentos se retiró del lugar, fue a llorar a un rincón alejado de la gran casa, los brazos de su madre rodearon a la joven de diecinueve años, Griselda había notado desde hace mucho tiempo el cariño que su hija sentía por el joven militar y ahora lo confirmaba viéndola llorar, lamentaba que entre su hija y Gustavo hubieran esas brechas sociales, a fin de cuentas Sara Guillermina era bisnieta de una mujer de color y nieta de mulatos con mestizos, ella era el resultado de esa mezcla de razas, lo que ella no sabía que aquel hombre que abandonó recientemente a su madre no era su verdadero padre, nana Dulce se unió al abrazo, Sara les confesó la verdad, confirmó que amaba a Gustavo Adolfo.
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El patrullaje de la fuerza pública era intenso en aquella navidad, muchos estudiantes universitarios reaccionarios pasarían aquella navidad en la cárcel por sus actos insurrectos que para el gobierno era penalizado con mano dura, de igual forma para los civiles que habían atacado en el campo varios destacamentos policiacos en donde ya intervendría la ayuda el ejército, las carreteras eran cercadas por los insurgentes pero reabiertas por la fuerza pública, pese a todos los agravantes sociales y políticos aquel año fue de significancia para el negocio del comercio influyendo en el crecimiento de divisa, el doctor Pérez había alcanzado el escaño de senador del país de la canela, su influencia se incrementaba a voces en los corredores de palacio de gobierno, Carlos Felipe dl Olmo, uno de los beneficiarios, logró para su hijo Serafín el encargo de asistente en las embajadas por cupo político, su amante Sandra tras bastidores muy orgullosa de su designación, indirectamente se beneficiaba tras las indicaciones que le daba en su beneficio, las peleas menguaron, la relación por conveniencia se fortalecía, desde lejos Squeo miraba con detenimiento su beneficio también, empezaba así un nuevo año de 1951 y los altos funcionarios del gobierno y el senado se preparaban para la fiesta que fue opacada por un rebelde civil que se inmoló en la entrada a palacio, la conciencia ciudadana de un mejor vivir se incrementaba, la desidia, diatriba del gobierno en cambio, al contrario, se consolidaba su accionar represivo, la gente en el campo saldría a guerrear, la situación para los terratenientes se hacía otra vez complicada ante el pueblo deseoso de sed de venganza y supuesta justicia con las manos, no olvidaban la muerte de su benefactor, las carreteras se dificultaban ante el transporte, pese a ello el comercio consolidaba picos ya que una Europa reconstruida necesitaba materia prima que de este lado del continente se le brindaba, en una carretera llena de obstáculos salvados iba Dagoberto de veinticuatro años conduciendo su motocicleta iba acompañado de su sobrino Eleuterio de dos años, el polvo incesante por aquel atajo se hacía evidente en la poca visión, de pronto que ve en la espesura la figura de un niño caminando solo al margen del camino, se detiene, le hace gestos para llevarlo, el niño sonríe y acepta sentándose detrás de Dagoberto, era Luis Alfonso que rodeaba con sus brazos la cadera del conductor, apegó su cintura al trasero de Dagoberto, su cara apoyada en la espalda del conductor, Dagoberto vio las manos de aquel niño ya había cumplido los diez años y era un amanerado al caminar, de instinto sintió la erección de su pene al sentir el roce de las manos infantiles y esa respiración golpeando su cuello, la marcha se hizo lenta, se detuvo al margen del camino adentrando la moto unos pasos debajo de frondosos árboles, a lo lejos se podía escuchar el golpe de agua del río sobre las rocas, la brisa de la mañana y el aire puro hacían grato el ambiente vivido en esos momentos, Dagoberto hacía ademanes contrariado por el supuesto desperfecto en la motocicleta, ambos niños fueron a recorrer las orillas del río a jugar no tan lejos, Dagoberto estaba muy concentrado en la pieza, escuchaba el trinar de las aves y el rugiente sonido del agua, pese a todo se sentía calma, vio a Luis Alfonso que tomaba de la mano a su sobrino haciéndolo caminar por los troncos en la orilla, aquel apartado lugar era lleno de verdor, los tupidos arbustos y maleza creciente hacía que ambos niños el uno de diez y el otro de dos años se perdieran de la visión de Dagoberto, se imaginaba el trayecto de aquellos niños, sonrió y continuó con su labor, sudoroso al terminar se acercó a la orilla a lavarse brazos, manos y cara, vio hacia el sol y se preocupó al no ver a los niños, quiso gritar desesperado en llamarlos cuando al instante entre la espesura aparecen, por unos instantes Dagoberto estuvo quieto, vio a su sobrino Eleuterio de dos años con su pelo lacio algo alborotado, uno de sus brazos todavía tenía arena igual en su pelo lacio d epiel morena clara, Luis Alfonso sonriente haciendo muecas de sorpresa, le vio el pecho de diez años con arena, algo en su rostro, en sus piernas igual, caminaba lentamente como acomodándose el interior que tenía debajo de su short por donde le salía arena, Dagoberto sin decir palabra pero viendo fijamente a Luis Alfonso condujo a su sobrino a sentarse bajo el árbol junto a la motocicleta a seguir reparando la cadena, Luis Alfonso se uso a su lado pasándole as herramientas, estaba acuclillado de lo que aprovechó para verle el pene por las mangas del short que llevaba puesto ahora con manchas de arena en lo mojado de la tela, vio a su sobrino que cabeceaba de sueño, sacó su camisa y lo recostó junto al árbol con la ayuda de Luis Alfonso que tendía la camisa de Dagoberto, y fue así que luego de acostar al pequeño Dagoberto de inmediato lo abrazó por detrás a Luis Alfonso, le dijo al oído lo que suponía que él le había hecho a su sobrino, y que para él era señal de iniciar con el sexo igual que el que lo hizo con su sobrino en el monte, e preguntó que si se lo había hecho, Luis Alfonso estaba cabizbajo, no respondía, instintivamente se tomaba el pene, eso era frnca señal de afirmación para Dagoberto, rato después vinieron los manoseos por parte de Dagoberto llevándolo al matorral, lentamente se desvistieron, la piel del niño de diez años sintió el roce de las ardientes manos de Dagoberto y aquellos labios que besaban los glúteos infantiles en la posición de encorvado sobre una gran roca entre el amtorral, Luis Alfonso cerraba los ojos sintiendo placer al sentir ese roce de lengua en su culo descubierto, ya pronto ambas pieles se confundían en lo caliente de sus cuerpos, se besaron apasionadamente, de improviso lo hizo abrir de piernas y le lamió el pene lampiño por largo rato, de igual manera lo hizo el niño con sus rozagantes labios que recorrían la piel del pene peludo, se miraban complacientes en 69 que hacían sobre esa gran roca ntre matorrales, de lejos se veía la moto y el niño que por efectos de mosquitos se iba despertando bajo el árbol, Eleuterio llamaba a su tío Dagoberto desde el lugar donde estaba sentado, esa llamada hizo que los dos amantes al sexo lo hicieran rápido, esto es, ponerlo al niño Luis Alfonso en posición perrito y meterle el pene por repetidas ocasiones haciéndolo gemir, Dagoberto se contenía en eyacular, deseaba disfrutar mayormente ese anito que hace tiempo había sido suyo, los movimientos de cadera eran cada vez más fuertes entre ambos, los gemidos del niño se hacían cada vez más intensos, el sudor recorría sus pieles, Dagoberto sintió eyacular dentro del ano de Luis Alfonso, ahí quedó nomás desfallecido su cuerpo sobre el del niño, estuvieron así ambos cuerpos desnudos así en esa postura por unos instantes, la cara de Dagoberto se deslizaba por el pelo lacio del niño de diez años, al incorporarse del suelo lleno de arena vieron sus cuerpos con ese material y se limpiaban con las manos, se manoseaban los penes, Luis Alfonso caminó lentamente dando cortos pasos y al acuclillarse a pujar para sacarse el semen de su ano que recorría sus glúteos vio entonces a Eleuterio de casi dos añitos parado en un lado de la entrada a los matorrales, la cara de sorpresa de ambos no se hizo esperar, Dagoberto simplemente se limpió como pudo y se vistió tomando de la mano a su sobrino llevándolo a donde estaba la motocicleta reprochándole por su desobediencia, mientras tanto Luis Alfonso algo sonriente miraba la orina que salía de su pene a la vez el semen de su ano, caminó desnudo a la orilla metiéndose en el agua del río, de lejos tío y sobrino lo miraban dando movimientos de nado con su cuerpo, Dagoberto miraba ese traserito voluminoso cuyo brillo lo daba el agua escurrida en su piel, ese ano que antes le había pasado su duro pene y sonreía, vio a su lado a su sobrino sentado que se ladeaba estirándose su interior dando señales de molestia con los ademanes que hacía a su traserito, el tío le preguntó que si le dolía el potito a lo que el sobrino asentía, el niñito le decía a su tío que le dolía un poco, haciendo señas a su traserito entre los glúteos, Dagoberto entonces entendió que mientras arreglaba la motocicleta Luis Alfonso había llevado a su sobrino Eleuterio al monte a hacerle el amor, se imaginaba que el pene lampiño que antes había lamido y chupado había pasado por entre los glúteos de su sobrino, apretó los dientes ajustando la sien, el pequeño vio a su tío que se sacaba la ropa y entraba al río donde lo abrazaba por etrás a Luis Alfonso sometiéndole acostandole de cara a la arena, le bajó el short y le introdujo el pene por el culito, Luis Alfonso le pedía que se detenga pues el niño los estaba viendo, Dagoberto sólo se limitaba a sujetarle y a introducirle el pene grueso, lo embistió varias veces, le dijo que era su mujer, el meter y sacar siguió por un tiempo, luego lo dejó a Luis Alfonso recostado en la orilla con su short a los tobillos que de inmediato se lo acomoaba al cuerpo, sin decir nada sentó a su sobrino en la motocicleta dejando al desnudo Luis Alfonso bañándose en el río tal vez como castigo de lo que había hecho, sin embargo en su recorrido de retorno Dagoberto iba sonriente de la audacia que había hecho con su sobrinito aquel niño de diez años al que él tiempo atrás había desvirgado.
FIN DEL CENTÉSIMO DÉCIMO QUINTO EPISODIO
saludos amigo buenos relatos y esperando los demas …..:) 😉 🙂 😉