METAMORFOSIS 117
Aquella cama.
La gran casa mostraba en sus interiores la fastuosa vida de Squeo, pese a tener un bienestar económico se contrastaba con su vida personal, iracundo de carácter no sostuvo una relación férrea con sus mujeres y una a una la iba sacando de su vida romántica, el corpulento hombre tenía la fama de sr un as en los negocios ilícitos, se había formado solo en las calles como un gran peleador pero también astuto al momento de la ventaja y en salirse de embrollos, aquel hombre agestado miraba con insistencia el lujoso reloj de pared, la hora se acercaba, de pronto, el rugir de un auto, de él salía su hijo, su único varón, pudo ver en el interior del auto a unos amigos algo avanzados en la libación pues se podía verlos alzando botellas, el muchacho se acercó sonriente a su padre dándole un beso en la mejilla y luego le dio un beso prolongado en su mano derecha en señal de obediencia, Squeo recibió a su hijo con señal de desaprobación por lo que estaba viendo, se lo hizo conocer, el muchacho se limitó a darle justificación escueta, no lo convenció, sin embargo se resignó a escucharle, regresó su mirada viendo a esos muchachos alegres, se preguntó si esa hubiera sido su juventud, no la que pasó con hambre y necesidad, el mundo estaba cambiando, el hijo se despidió del padre con otro beso en la mejilla saliendo presuroso llevando un objeto entre sus manos, el muchacho accionó el auto y se escuchaba la algarabía fuerte de los muchachos, hace tres meses le había regalado ese auto a su hijo y dudaba si había sido lo adecuado, caminó lentamente agarrando un portarretrato donde se apreciaba a un niño sentado sobre un carrito de hojalata accionado a pedal, el niño estaba vestido de marinerito con su acostumbrado corte hongo de época, Squeo se sentó en el amplio sofá viendo sentidamente aquel retrato donde estaba un niño con amplia alegría, pensó en lo que pudo ser y no fue, sus recuerdos taladraban su cerebro y se dejó llevar, las imágenes se desarrollaban en su mente, se iban consolidando, recordaba estar parado junto al gran ventanal de su casa de campo y ver a través del cristal a su hijo corriendo por el amplio césped de la entrada a la casa detrás de él lo perseguía su fiel guardaespaldas Jairo, un tipo grueso y regio, el niño tenía gran afecto con ese hombre al que su padre le había confiado su cuidado, ambos corrían por los alrededores, el cariño y afecto eran mutuos, Squeo se sentía seguro confiar el cuidado de su hijo a Jairo, tendría que salir todo un fin de semana por asuntos de negocios, pocos meses habían pasado tras el divorcio con su esposa, la hija de Squeo era más afín de afecto con su madre ya que Squeo a su hija desde muy pequeña no daba el cariño necesario, aducía que deseaba un varón y cuando nació su hijo varón todo fue algarabía quedando más aislada de afecto su hija, las atenciones eran para su hijo varón, desde muy pequeño hizo que lo cuidasen evitando que tuviera rasguños y cuando esto sucedía mandaba a despedir a los irresponsables del cuidado de su hijo, esa fría mañana campestre Squeo llegó a la terminal del tren con ruta a la capital, se bajó con su hijo del auto llevándolo de las manos, detrás iba Jairo como siempre mirando fijamente al niño, el guardaespaldas les abrió la puerta, estaban sentados esperando la llegada del tren, de súbito se escucha la llegada del coloso de hierro llevando madera en su vagones traseros al mismo tiempo que habían vagones para pasajeros, Squeo acarició el pelo de su hijo dándole besos en la mejilla infantil mientras su hijo le besaba las manos en señal de obediencia, la amplia sonrisa de Squeo fue para Jairo a quien le pidió que se preocupase hasta el mínimo detalle del cuidado de su hijo, sonriente el guardaespaldas sólo se limitó asentir pausadamente haciendo especie de venias, desde el cristal del vagón Squeo agitaba sus manos en señal de despedida a Jairo y al niño, el guardaespaldas agitaba su mano y la otra la tenía posando sobre el hombro del niño, ambos vieron al tren alejarse por ese paisaje verde y húmedo, Jairo manejaba el auto a su lado estaba el niño jugando con el auto de juguete que lo pasaba por el tablero, luego por las piernas infantiles y también por la pierna del guardaespaldas, las manos del hombre le indicaban al niño que lo pase por la entrepierna, el niño jocosamente obedecía, la mano de Jairo acariciaba las mejillas y pelo del niño ante esa travesura de pasarle el carrito d ejuguete por la entrepierna, el niño pudo ver como cercíe el bulto por la tela del pantalón, hicieron un alto en el pueblo, se sentaron a comer, Jairo miraba esos labios rozagantes infantiles que absorbían el espagueti, ese pelito haciendo cerquillo en su frente, esos deditos bien formaditos que sostenían los cubiertos, esos bracitos de piel suave descansando sus codos en la mesa, Jairo disimuladamente pasaba las manos por debajo de la mesa manoseando las piernas infantiles, el niño se limitaba a reaccionar con una amplia sonrisa cómplice pensando como siempre en los “juegos” que hacían, luego de comer retomaron el camino de regreso a la gran casa de campo, el niño fue el primero en salir del auto corriendo por el amplio jardín, lo seguía Jairo, las risas entre ambos eran intensas, con ellos solo estaba la sirvienta anciana en aquella gran casa, ella escuchaba los pasos fuertes sobre el entablado de la casa, los vio subir presurosamente las escaleras, las risas del niño eran intensas, ella ya estaba acostumbrada a escuchar de esos juegos entre el guardaespaldas y el hijo del dueño de la mansión, ella quería mucho al niño, tenía un gran afecto de lealtad con el patrón Squeo quien le había ayudado a dar trabajo a toda su familia en los negocios que tení en diferentes partes, el destino le daría a ella la oportunidad de conocer a un hombre que le cambiaría la vida, la mujer observaba el correteo de ambos, parecían dos hermanos jugando animosamente, en carrera por el pasillo estrecho el niño fue agarrado por Jairo de la solapa de su traje de marinerito, los pasos de ambos eran lentos por ese pasillo, las paredes manchadas del lugar y lo claro oscuro llamaba la atención del niño, poco tiempo había pasado por ese lugar destinado a los criados, a miradas del niño Jairo sacó de su bolsillo una llave que al girar abrió la puerta, Jairo ingresó al niño dándole un empujón, el niño ya un día antes había estado en el cuarto de Jairo, sabía que dentro de la mesita de noche habría alguna sorpresa para él, Jairo sonreía abarzandole por detrás del niño viéndolo sonriente con un autito de metal en sus manos, Jairo le dijo que era su regalo, el niño brincaba alegre, el guardaespaldas se sentó con el niño en el extremo de la cama, el niño vio las manos de Jairo deslizando la cremallera del pantalón, por entre el calzoncillo mostró su pene peludo erecto, la yema de los dedos lo frotaban a ese glande bien descubierto, tomó la mano del niño para que hiciera lo mismo, luego las manos de Jairo deslizaba la cremallera del pantalón corto blanco del niño, por entre ese abotonado calzoncillo se mostraba ese penecito suavecito que Jairo se agachó a olerlo y a manosearlo con sutileza, también bajó sus labios besando repetitivamente sus muslos y piernas, Jairo levantó la cara y reía viendo que el niño se reostaba en la cama y que se agitaba el penecito que se ponía erecto ante el manoseo y frote de la piel mostrando la punta de su glande infantil recubierto por el prepucio mostrándose ese penecito aún virgen, después el niño se dejó acostar acomodándose de mejor manera por Jairo muy lentamente sobre la cama, sus manitos y las de Jairo alternadamente agitaban aquel penecito lampiño suave de piel, Jairo vio al niño quietecito con los ojos cerrados en señal de gusto abrindo su boquita, ya antes se lo había hecho pretextándose de un “juego” muy rico pero en secreto de los adultos, olió el penecito y pasó la lengua entre los testículos y llegando a la punta de aquel penecito erecto, donde lo ensalivaba repetidamente, el niño abrió los ojos viéndole lo que Jairo le hacía, la seguridad de estar solo provocaba aquello, vio la cara rojiza del guardaespaldas, la piel calienta la sentía cuando le acariciaba las mejillas al guardaespaldas, el niño vio las manos de Jairo desatar los cordones y sacar los zapatos negros, también vio deslizarse la tela de sus calcetines saliendo por los pies dejando al descubierto esos piecitos bien formaditos y aseados, llegando a besar esos piecitos hermosos bien formados, el niño reía cómodamente viendo los labios de Jairo que chupaba cada uno de los dedos de los pies, le decía que los tenía bonitos y se concentro a lamerle y chuparle los dedos gorddos de cada pie, luego vio la tela de su pantaloncito corto que se deslizaba por sus caderas, el roce de la tela con su piel le hacía más observador hacia las manos del guardaespaldas que luego puso ese pantaloncito corto sobre una silla que estaba en ese lugar claro oscuro, el niño se vio su medio cuerpo desnudo, luego se sentó viéndose el pene descansar sobre la sabana de la cama, obedeció en alzar los brazos y Jairo le ayudó a quitarse la camisa de marinerito jalándole desde la solapa, el niño lentamente se acostó en la cama, era la primera vez que estaba desnudo ante Jairo, se ruborizó, el guardaespaldas de nuevo fue a manosearlo por todo el cuerpo teniendo más atención en su pene volviendo a lamerlo y a chuparlo ensalivándolo totalmente, fue a sus labios a morderlos suavemente y a besarlos, el niño sentía eso raro, Jairo estaba yendo más allá de los juegos que normalmente se hacían en tocamientos simples y roces de pene vestido abrazandole por detrás en su culito vestido, el niño vio a Jairo que en esa habitación de un rincón se sacaba la ropa poniéndola encima sobre la del niño en aquella silla, el guardaespaldas se acostó detrás del niño cubriéndose con una sábana, sus piernas velludas rozaban sobre las piernas lampiñas infantiles pacostados como estaban de perfil, el niño sintió un bulto de roce entre los glúteos y sintió en su cuero cabelludo el golpe de respiración y caricias de los labios de Jairo, los manoseos sobre el cuerpo infantil era repetitivo, el niño miraba sus manitos que estaban sobre la sabana y sobre las suyas estaban las manos más grandes de Jairo, la nariz del guardaespaldas rozaba las mejillas infantiles, le deía frases motivadoras a los oídos entre ellas que era un niño muy bonito valiente para los “juegos” lo acostó boca arriba al niño, él se puso encima compensando su peso con los brazos estirados, la sábana se alzaba y bajaba junto con el movimiento del cuerpo de Jairo sobre el niño que sentía el roce del pene grande en su penecito, Jairo le preguntaba al niño si sabía lo que le estaba haciendo y el niño negaba lentamente algo pensativo, Jairo decía que era un “juego” mucho más bonito, que se hace entre el papá y la mamá y en en especial entre personas que se quieren mucho como los dos ahora, se alzó mas de la cadeera haciendo a un lado la sabana que los cubría, el pasivo niño podía ver mejor ese movimiento del pene muy grueso peludo que se estaba desliando por su penecito y testículos lampiños, Jairo le decía que mire fijamente, que los mire, que estaban “ugando”, que los mire porque se estaban “amando”, el niño miraba fijamente ese movimiento de pene e instintivamente comenzó a seguir ese movimiento d epenes imitándole al moviiento d epene e Jairo que sonreía complaciente, siguió haciendo ese movimiento diciéndole al niño que estaba acostado debajo suyo porque él ahora era la mamá, el niño continuó con su silencio, Jairo le dijo que si deseaba ser el papá, el niño al principio no le respondía, estaba muy pensativo y observando esos movimientos de cadera que ocasionaban el movimiento del pene, el niño sentía algo de su peso en su cuerpo, ante tanta insistencia del guardaespaldas el niño respondió que sí, Jairo se detuvo alejando la sábana de la cama, se podía notar los dos cuerpos desnudos en ese apartado lugar, el niño miraba a su alrededor sobre todo la cama donde estaba acostado, vio a Jairo que se acostaba boca abajo y le hizo señas que se le monte encima como caballito, el niño obedeció dejándose colocar la cadera de tal manera que el pene del niño rozaba entre los glúteos de Jairo, el niño sentía bien aquello, así estuvieron por un instante, Jairo y el niño se apartaron de la cama quedándose ambos parados sobre el entablado, Jairo miraba al niño que se manoseaba el penecito, le preguntó si le había gustado y éste le dijo que si, los dos se miraban sus cuerpos desnudos, le hizo gestos de que no dijese nada, Jairo se maravillaba viendo el cuerpo desnudo de ese niño hermoso que caminaba por el entablado manoseándose el pene tras habero rozado en el culo del guardaespaldas, vio el caminar de esos bien formados pies y sobre todo aquellos voluminosos glúteos, el niño se disponía a vestirse y Jairo de nuevo se acostó al extremo de la cama de cara al colchón le dijo que el “jueguito” no había terminado, le hizo gestos al niño que estaba sentado en el entablado con piernas abiertas poniéndose uno de los calcetines viéndose el pene desnudo sobre la tabla, el niño se incorporó y se puso detrás del cuerpo de Jairo, ahora lo hizo solo en la idea de poner su penecito sobre los glúteos, se alzaban y bajaban, Jairo hacía disimulados gemidos que al niño lo sorprendían, Jairo le permitió al niño que le hiciera eso hasta el cansancio, de nuevo se pusieron en pie, lo marcaba rodenadole las piernitas sobre sus caderas, le hacía girar como un tiovivo, el niño reía a placer, luego estaban en pie sobre el entablado, le abarzó por detrás, lentamente se fue inclinando sobre el niño haciendo que sintiese por detrás el roce de su pene erecto entre la separación d elos glúteos, le dijo al oído si eso que estaba sintiendo le gustaba, el nene asentía, ahora las manos de Jairo tomaron al niño del pecho y espalda llevándolo a acostarse, le hizo doblar las piernas muy abiertas y le metió un dedo ensalivado en su ano, lo hizo lentamente, el niño miraba con extrañeza y pujaba con un firme rictus en su rostro, algo asustado miraba al rostro de Jairo quien le decía que eso era un acto de amor entre las personas que se quieren, Jairo le preguntó si le dolía, el niño respondía un poquito, al pujar se lo sacaba, pero cada entrada milimétrica del dedo en ese ano el niño respondía con una mueca de insatisfacción, Jairo volvía con la pregunta y el niño respondía que si le dolía un poco más, luego el niño vio que Jairo se ensalivaba el glande brilloso, vio que las manos de Jairo tomaban sus tobillos poniendo sus piernas infantiles al pecho del guardaespaldas, lo alzó apenas, el pene de Jairo en la entrada del ano procediendo a entrar, el niño apretaba las manos pujando y gimiendo, Jairo respondía al niño que ya mismo, ya mismo, ya aguanta, ya aguanta precioso, el sentir la tibieza del penetrar hizo que siguiera en su cometido de sodomizar, la cara del niño estaba sobre las almohadas, le tapó la boca, la cara del niño se puso roja de la presión causada por el dolor, el pene entraba y salía por ese ano infantil, hasta que de un fuerte movimiento de empuje todo el pene estuvo adentro de ese ano, los chillidos y llantos del niño no se hicieron esperar, Jairo reaccionó con lo que había hecho, d inmediato le tapó la boca, se le pasó la mano, sacó su pene ensangrentado, había desvirgado al hijo del hombre que le había dado toda su confianza al cuidado, ahí estaba el cuerpito del niño llorando con su cara cubierta en las almohadas, Jairo se le heló la sangre al escuchar los pasos presurosos por el entablado de la cocinera, el guardaespaldas puso seguro a la puerta, desde el otro lado del cuarto la cocinera preguntaba lo que le había sucedido al niño, Jairo fue al niño y le tapó la boca pidiéndole silencio, luego respondió que era todo causa del juego, que ya está en control la situación, esto lo hizo con voz autoritaria, luego escuchó alejarse los pasos de la cocinera, Jairo vio al niño acostado en posición fetal tiritando como si tuviera escalofrío, vio salir sangre del ano del niño, era evidente la sodomía sufrida, la sábana manchada con sangre que quedaba en el colchón fue apartada lentamente de la cama, lentamente el niño se sentó sobre el entablado, el niño miraba con detenimiento aquella cama en la que estaba acostado, nunca la olvidaría, fue limpiado lentamente con cuidado su ano, no dejaba de tiritar, Jairo algo contrariado con lo que le había hecho le pedía calma que pronto el dolor pasará, la salida de sangre duró por mucho tiempo, cuando tocaba comer Jairo le llevaba al niño los alimentos al cuarto, ese fin de semana el niño estaba de carácter diferente, la cocinera lo notaba discretamente sin hacerle comentario a Jairo que a fin de cuentas el estaba al cuidado personal del niño, la cocinera y Jairo recibieron la noticia que el niño debería ser enviado a su madre, Jairo obediente lo hizo no sin antes quemar a medianoche la sábana y todo los objetos relacionados con la sodomía de aquel día, acción que fue vista por la cocinera que coincidentemente se había levantado a orinar en su bacinilla y vio desde la ventana al guardaespaldas quemando los objetos, la madre del niño vio el cambio de conducta en su hijo y tras hacerle cariñosamente preguntas sobre la causa de su estado el niño confesó lo de aquel “jueguito” y con detalles narró lo que Jairo le había hecho a cambio de regalarle un autito de lata y su silencio, la iracunda madre fue a donde su ex conviviente y en boca de su hijo se enteró de aquello, Squeo no lo podía creer, al final el testimonio de su hijo era lo indicado en verdad irrefutable agregado a lo que la cocinera le manifestó sustentando todo, enceguecido por el coraje mandó a llamar a Jairo, sin articular palabra fue recibido a golpes delante del niño y su madre, Squeo como una fiera enloquecida le daba de patadas al cuerpo de Jairo yaciente en el piso, lo detuvo uno de sus colaboradores diciéndole que ese muerto no merece estar en su cuenta, Squeo pese a ello continuó dando un par de patadas más en el rostro reventándole un pómulo, el desdichado fue subido a un auto y en una apartada carretera fue lanzado con dos disparos en el abdomen y algún cariñito más, Squeo fue notificado de la muerte del desdichado Jairo, mientras tanto lejos de ahí el sol inclemente parecía contar con la agonía de Jairo pero el destino quiso que un pastor de cabras que pasaba por el lugar se diera cuenta de aquel bulto y como pudo le dio los primeros auxilios, en el hospital la policía hizo las averiguaciones, Jairo se limitó a manifestar que fue objeto de asalto y ahí quedó la averiguación, después aquel desdichado guardaespaldas tomó rumbo indefinido; las imágenes de pensamiento se disiparon en la mente de Squeo que aún tenía sosteniendo en sus manos la fotografía de su hijo, apretó con furia el marco y maldijo a aquel hombre que sodomizó a su hijo cambiándole la suerte de vida, dio unos pasos al bar, llamó a uno de sus hombres armados dándole ordenes de seguir con el rastro de su hijo en aquella noche.
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La relación amorosa entre Gustavo Adolfo y la hermosa dama se consolidaba, ya los corrillos de prensa se habla de aquella relación, se les veía juntos en todo aspecto social, también se hablaba del logro laboral del joven militar, era uno de los más atrayentes hombres de la época, estaba en carrera militar acertada, era teniente del ejército, por debajo sin que él lo supiera estaba la influencia de su padre Carlos Felipe del Olmo y su influyente amigo en el senado Luis Daniel Pérez, no así la cierta ala de la cúpula militar, aún más influyente en el accionar militar, así, se emitió una orden para que Gustavo Adolfo con un grupo de soldados entre en la selva tupida, para desintegrar un grupo de insurrectos alzados en armas, la noticia fue un flash para la angustiosa acción de Carlos Felipe por evitarlo, pero ya estaba dado, todo estaba destinado a esa acción armada en la que su hijo sería el protagonista estratégico, el padre se limitó a ver partir a su hijo, una desconsolada Noelia sentía temor por lo que le fuese a ocurrir, la despedida fue fría con su verdadero padre no así con su madre y hermanito a quien lo abrazó fuerte, lejos estaba la llorosa Sara Guillermina abrazada de su madre desde el rincón de la gran casa viendo partir a Gustavo Adolfo, el militar le hizo un gesto de saludo a su hermanito como siempre se hacían al llegar o al salir, ambos hermanos se correspondieron al saludo muy sonrientes, Gustavo Adolfo le dio otro beso fuerte a su madre y entró en el auto con destino a la estación trenes de ahí al destacamento militar de aquella inhóspita selva que tendría guardado el destino de aquel joven teniente del ejército.
FIN DEL CENTÉSIMO DÉCIMO SÉPTIMO EPISODIO
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