METAMORFOSIS 118
El militar y la campesina.
El golpe de las olas del mar en el filo costero hacia el agua espumosa cuyo rugido arrullaba el sueño de aquella niña meciéndose en la hamaca tapada por fina tela blanca remendada, la anciana con mirada al infinito pausadamente mecía aquella hamaca, a lo lejos se podía ver a pescadores yendo a la faena de pesca al saludar pasando por ella con agitadas manos, era la gran mama le decían, aquella de las pocas que quedaban como fundadoras de aquel pueblecito de pescadores, las mujeres vestidas de blanco en su mayoría iban con las asas con la idea de ayudar a sus esposos con el arreglo de la pesca, el clima era nublado, parecía avecinarse una tormenta, los fuertes vientos así como el rugir de las olas se incrementaba, todo hacía suponer que la lluvia inclemente llegaría puesto que las canoas hacían su movimiento brusco en el mar, el fuerte viento hizo que el pelo largo de la anciana se agite copiosamente, todo ello en fracción de segundos, la anciana reía, el palmar agitándose, unas jóvenes manos tomaron a la niña de casi un año de vida, instintivamente sintió el pecho maternal, la mujer, una trigueña gruesa de mirada concreta, abrazó con fuerza a la niña entrando en la casucha, allí soportarían la tormenta, un joven las esperaba con la puerta abierta, ambas mujeres entraron, desde afuera se notaba el apogeo de la tormenta, la niña acostada movía las piernas y manos jugueteando con un improvisado juguete colgante que aquel muchacho de mayoría de edad reciente le había hecho, la vida continuaba en aquella vivienda rústica de pescadores solo iluminada con cabuya mojada en candiles de kerosene, el viento soplaba fuerte, luego repentinamente la calma, ya al aparecer el alba se escuchaba las fuertes voces de los pescadores, el muchacho iba con recipientes para seleccionar la pesca, las mujeres de igual forma, todo ello era un ritual diario, más tarde recibirían las visitas de comerciantes del mercado de la capital y de ciudades importantes del país, sobre todo de las latas montañas donde el marisco era un potaje selecto, aquel comprador se había fijado desde hace mucho tiempo en aquella muchacha trigueña que ahora marcaba a esa linda niña de cabello lacio brillante al sol, el muchacho era el que hacía el negocio, era quien cuidaba de las dos mujeres, desde hace muchos años siendo niño a su padre lo encontraron muerto flotando sobre las aguas del mar, tiempo corto después sucedió lo mismo con su madre, por ese tiempo su hermana trabajaba en el campo, al saber la noticia vino al entierro pero fue llamada de inmediato por su patrón, poco tiempo después ella aparecía con una niña y una fuerte cantidad de dinero, de vez en cuando un hombre bien vestido portando tupido sombrero y gafas con bigote fino al labio llegaba a darle dinero a su hermana, el muchacho quiso saber lo sucedido pero la vehemencia del carácter de su hermana se lo impedían, igual trato para su abuela, una anciana pausada en su hablar, pese a todo, aquella niña se convirtió en la alegría de ese limitado hogar, era muy linda y se notaba que sus rasgos eran de raza fina denotados por sus ojos color miel que se adherían al color de su pelo, de ahí que su mote de mielicilla.
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La cruenta lucha entre ejército e insurgentes era desgarradora, Gustavo Adolfo había presenciado muchas bajas, pero estaba ganado la contienda, los rebeldes se adentraron en la tupida selva, el ejército discretamente los perseguía, la maniobra militar fue un éxito al rodearlos, los tomaron prisioneros y al caminar pausadamente dentro de la maleza fueron emboscados por otro grupo de rebeldes, los soldados de vanguardia fueron los primeros en caer, luego fue Gustavo Adolfo quien recibió un impacto de bala en la pierna, se arrastraba por tratar de agarrar su fusil, sus movimientos fueron anulados por un golpe recibido en el esternón y otro en su cabeza lo cual le hizo perder el sentido, el rebelde al tener tendido al militar le disparó un tiro en el hombro izquierdo, quiso rematarlo dándole un tiro en el corazón pero una mano salvadora de soldado de infantería se lo impidió, cayendo los dos al suelo, el soldado descargó su fusil en el cuerpo de aquel hombre pero a la vez este soldado recibió un impacto de bala en la cabeza, allí quedaron tendidos los cuerpos de los soldados algunos despojados de sus prendas de valor, horas después un grupo de colonos del lugar se acercaban a dar auxilio a algunas de aquellas víctimas, la muchacha caminaba por el lugar, a su paso solamente desangrados, se fijo en el militar que gemía de dolor, con rapidez fue asistido, con la ayuda de su amigo lo llevaron a su casa, el padre de la muchacha al verlo se sorprendió por la resistencia a aquellas heridas, aquel hombre maduro sabía curar heridas de bala, le extrajo la del hombro y la ubicada en la pierna, a los pocos días estaba convaleciente, entabló una amistad con la muchacha, caminaban juntos conversando por largo rato, Gustavito le decía que vivía en la lejana capital, al otro extremo del país de la canela, la muchacha estaba impresionada por su porte y garbo al andar, su gesto al mirar y sonreír la cautivaban mucho, su simpatía se incrementaba, Gustavo Adolfo llegó a tener una empatía con aquel niño de dos años, de igual manera con la madre de la muchacha, no así con el padre de solo enterarse del nombre de aquel militar tuvo una seriedad limitada con el saludo, el militar dio cuenta de ello, lo entendía seguramente los habitantes de aquel lugar sentían recelo por el militar que los visitaba, pese a todo Gustavo Adolfo era amable con todos, tanto así que en sus conversaciones les decía a sus anfitriones que él tenía un hermanito de cuatro años, mostró la foto familiar, también le dijo que tenía un hermano desaparecido, un medio hermano y dos medio hermanas, la chica vio el par de fotos que el militar le mostraba, en ese pase de fotos fue inevitable el roce de sus manos llegando a mirarse con fijación y con agregada mirada cómplice acompañadas de sentidas sonrisas, estaba naciendo la atracción entre ambos, ella que había sido esquiva hacia las caricias de sus coterráneos ahora se dejaba sentir el roce de las manos viriles por sus brazos femeninos, atragantaba de saliva, deseaba que el tiempo junto a él no siguiera, sentía seguridad cuando llegó a abrazarla por muchas ocasiones hasta que en uno de esos movimientos corporales de ternura unieron lentamente sus labios fundiéndose en un apasionado beso, ella estaba deslumbrada por lo que le estaba pasando, el amor vino para ambos muy de repente junto con la atracción y una naciente pasión, entrelazaron las manos al despedirse, era el momento de partir, al día siguiente nuevamente conversarían, la muchacha en cada encuentro se iba enamorando más de aquel apuesto militar, a espaldas de los padres de la muchacha, el militar tuvo que dejar la casa donde fue tratado notablemente, un grupo de militares del destacamento próximo vino en su búsqueda, a los familiares de la chica se les hizo un reconocimiento económico por parte de la milicia, grata fue su sorpresa de encontrarla por las calles del pueblo a esa hermosa muchacha, quien estudiaba a pocas cuadras del destacamento militar, los encuentros fueron más seguidos, la relación más sólida, ella aceptaba las caminatas del militar por los alrededores del pueblo ante las miradas recelosas de los habitantes del lugar, los besos y caricias respetuosos no se hacían esperar, solo que el militar pasaba ese límite de vez en cuando al roce de sus manos por los alrededores de los pezones de la muchacha, ella se sentía segura con la presencia de aquel descendiente de caucásicos, sus abrazos eran una férrea seguridad para ella, al saberlo soltero deseaba estar junto a él, ya no había dudas que lo amaba descontroladamente, no pedía nada a cambio de su amor, estaba deslumbrada con el buen porte de aquel militar, su amor era sincero y sentía lo mismo de aquel militar, fue así que en una de sus citas se comprometieron a amarse por siempre, pasaron varias semanas, Gustavo estaba de recorrido a caballo por el sector selvático, fue una mañana de sábado caluroso, tomó rumbo certero, al llegar se apeó del caballo entrando en la cabaña de campo, allí se encontraba sola la muchacha vistiendo ropa ligera, el militar atrayente por aquella silueta hermosa se iba acercando tras el diálogo sostenido, ella le brindó jugo de frutas frescas, las manos se entrelazaron sentándose juntos en aquel banco rustico de madera, para ellos estar solos era una gran oportunidad de decirse tantas cosas bonitas, los besos no se hicieron esperar, el calor de sus cuerpos atrayentes incrementaba el deseo de contacto, mientras la besaba le iba deslizando la ropa, ella al principio tenía sentimientos encontrados de pudor, pero el militar al sentir aquello de su parcial rechazo le decía que se deje llevar, los besos eran intensos, ella alocadamente movía sus manos sobre el pelo lacio del simpático militar, sin dejar de abrazarse y besarse caminaron hacia la cama de ella, lentamente se acostó, él encima de su cuerpo seguía con el manoseo y los besos, ella ya no podía negarse, había caído presa de la pasión de su hombre, de su príncipe cuando lo veía vestido así de militar, el teniente del ejército deslizaba la ropa de la fémina, las manos masculinas rozaban por la suave piel femenina llegando a laos muslos, viendo los interiores deslizarse por las piernas, él besándola se iba bajando la cremallera, se levantaron de la cama para quitarse la ropa, así desnudos se acostaron, ella recibiendo ese cuerpo caucásico que le hacía sentir mujer, él correspondía con caricias, con amor le fue metiendo el pene por la vagina, lentamente, lentamente, ambos con las manos entrelazadas, ella le hacía sentir su entrega y él correspondía desvirgándola con sutilidad, el glande entraba a los gemidos de ella, el sudor corría por sus cuerpos, se amaban apasionadamente, era una entrega total, ella quiso reaccionar pero no pudo, ya estaba sometida por el placer del deseo carnal, más pudo su necesidad de entrega, se estaba sintiendo otra, su virginidad a punto de ser rota por aquel glande, un impulso de cadera fue suficiente para que el glande rompa el himen a cambio los gemidos fuertes de la mujer, se había entregado completamente, el militar estaba cansado exhausto de tanta acción sexual, ella quedaba acostada viéndose la sangre salida de su vagina, el militar acostado junto a ella viéndose el glande ensangrentado con mezcla de semen que le había dejado en sus entrañas, ahora era suya, de nadie más, él había sido el primero en su vida y en su amor, a ella le vino el recelo y la vergüenza, inocentemente se tapó con su ropa cuidando de no mancharla de sangre, Gustavo había conseguido desvirgar con su hermosura de hombre a aquella hija de campesinos, ella como pudo caminó hacia el pequeño arroyo a lavarse sus órganos genitales, el militar hacía lo mismo, algo adolorida se dejaba limpiar, estuvo junto a ella por varias horas, acostada, acariciándole su pelo y rostro, Gustavo Adolfo tenía especial cariño con ella, era el momento de partir cuando supo de labios de ella que ya estaba mejor, se dispuso a salir dándole un beso en la mejilla, súbitamente le agarró del brazo pidiéndole que no se fuera aún, llevándolo a acostarse junto a ella, voluntariamente se deslizaron la ropa, el pene de Gustavo entraba en la vagina de la muchacha, el dolor ahora era poco pero el gusto que ella había sentido al principio ahora se incrementaba, lo amaba a Gustavo ahora más que nunca, así el militar le dio varios mete y saca, el tronco del pene estaba mojado, él devolvió con semen dentro de las entrañas de la mujer, la sentía suya, se vistió y se despidió, ella desde el boquete de ventana improvisada vio a su amante subirse a caballo, se recostó muy pensativa, su corazón acelerado palpitaba con ansiedad, ya no sería aquella niña sino ahora sería aquella mujer que se había entregado por amor.
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Luis pensativo estaba acostado en la cama haciendo cálculos mentales en la inversión del negocio, parecía ser que Lucrecia y Emilio deseaban encabezar la sociedad con más capital e influencia, se les notaba muy seguros en su alianza, tanta afinidad era sospechosa y Luis decidió averiguar más afondo aquella relación que parecía de simple amistad, sonreía de solo pensar lo que se suponía, un romance entre ellos, y su pobre prima Josefina sin saberlo, la mueca de risa fue más consistente en su expresión facial, de pronto gritos de algarabía por la gran casa victoriana perteneciente a su abuelo Rodolfo Buonanote, se debía a la llegada precisamente de los hijos de Josefina, Gustavo Andrés y Emilio José, ambos niños correteaban por el entablado de la casa de madera suntuosa, el anciano entró con su nieta al despacho le venía a dar noticias de su nieto Gustavo Adolfo, Luis vio a su abuelo aireado al escuchar de aquel ataque pero se calmó al saber que su nieto estaba bien cuidado por un grupo de habitantes del lugar, Luis complacido de saber que su primo estaba bien salió de aquel gran salón, a lo lejos vio al inquieto Gustavo Andrés montando a caballo yéndose en dirección de la montaña, a su edad ya el niño montaba bien, solo que quedaba el pequeño Emilio José rezagado de su hermano al no permitirle llevarlo en su montura, el niño sentado llorando desconsoladamente en la entrada de la caballeriza bufaba de impotencia, Luis sacó su caballo acerca´ndose al lloroso niño que estaba sentado cerca de las caballerizas, lo montó y de inmediato se puso contento llevando una de las riendas, su traserito estaba bien pegado a la entrepierna de Luis que ya su pene comenzaba a ponerse erecto ante el contacto, Josefina y su abuelo miraban el lento galope del alazán, la barbilla de Luis posada sobre el cuero cabelludo del niño, de su boca salía una amplia risa, se adentraban al monte, fueron muchos kilómetros los recorridos por el animal, Luis lo sentía cada vez mas deseoso al niño por ya no cabalgar, se bajaron a estirar las piernas, el pequeño fue caminando aprisa parándose entre tupidos montes, tal es así que sacó su pene a orinar, Luis de prudente distancia miraba como el short y la trusa quedaban en el tobillo del niño que luego se agachaba y con una mano se subía la ropa, Luis que estaba sentado debajo de un frondoso árbol lo llamó al pequeño Emilio José sentándolo sobre uno de sus muslos alzándolo con movimientos parecidos a los del caballo, el niño reía con gusto, a su tierna edad esos eran jueguitos que le gustaban, la cremallera del pantalón de Luis se deslizo sacándose el grueso pene erecto por el calzoncillo, el niño lo miraba ante el manoseo que Luis se daba, Luis sarcásticamente le preguntaba si le gusta a lo que el niño se limitaba solo a mirar, su edad era muy corta para responder aquella pregunta, lo paró en su delante tomándole las manitos para que recorran frotando el tronco de su pene luego lo hizo que se acuclille pasándole el glande por aquellos labios rojizos infantiles, ya para entonces en la punta de su glande tenía el liquido pre seminal producto de tanto roce con el niño durante el camino de recorrido a caballo, le bajó el short y la trusa en su delante, quedando en los tobillos del niño, le hizo que levante las piernas para sacar la ropa, también hizo con la playerita que llevaba puesta quedando el niño completamente desnudo, lo contempló por unos cortos instantes, tenía un cuerpo rellenito en sus ovalados glúteos, Luis no esperó a más y lo acostó abriéndolo de piernas en el piso y se puso a agitarle hasta ponerlo erecto ese penecito luego a ensalivarle la piel del tronco del penecito con lamidas y chupadas, el niño miraba algo alzando la cabeza, era hermoso ver al niño abierto de piernas y entre ellas la cabeza de Luis lamiendo los testículos y pene del niño, después lo acostó boca abajo ensalivando su dedo haciendo pequeñas entradas con la punta del dedo a ese ano infantil, el niño quedó quietecito a órdenes de Luis, algo de glande rozaba la entrada del ano, trataba de metérselo pero el glande era demasiado grueso para entrar en ese ano, Luis contento miraba su glande rozar en medio de los glúteos, a ese niño le estaba haciendo el amor por primera vez en aquel apartado lugar diferente a otras veces que lo había hecho en la casona de su tía Noelia, en el que siempre frecuentaba para hacer eso, empujó un poco su glande, luego otro poquito, el niño estaba bien sujeto a su cuerpo, Luis no quiso seguir, el anito del niño era muy cerradito, apretadito, la edad temprana no era para romperle el virgo anal, podría ocasionarle una severa complicación anal, se limitó a seguir rozándole el glande por entre los glúteos hasta que salió el semen cayendo en la espalda del niño parte de aquel líquido, luego de limpiarse y vestirse tomaron camino de retorno, Luis había hecho el amor otra vez con el pequeño Emilio José en ese apartado lugar.
FIN DEL CENTÉSIMO DÉCIMO OCTAVO EPISODIO
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