METAMORFOSIS 121
Fiestita.
Amanda se miraba la barriga, iba creciendo de a poco, las pataditas del bebé se hacían notar por dentro, la mano maternal frotaba la piel del vientre, la tarde caía ante el testimonio del crepúsculo, ella estaba ida en sus meditaciones y cavilaciones, pensativa se limitaba a frotar y frotar su barriga, aparecía de repente a su pensamiento la imagen de aquel militar al que se le había entregado, cerraba los ojos para recordar con detalle aquellas caricias, aquellas declaraciones de amor combinadas con los besos más apasionados y deliciosos que podía haber probado, de su hálito salió un nombre, Gustavo, y lo hizo repetir mientras miraba ocultarse el sol saliéndole más de una lágrima, ella estaba arrimada al frondoso árbol que era un grueso samán, su largo pelo rozaba con la corteza del árbol, se quedaba en parte pegado, las hojas sonaban al contacto del viento saliendo un sonido de arrullo para ella y para el bebé que estaba esperando, sintió no estar sola, sintió estar en calma, ya las lágrimas habían cesado, de nuevo cerraba los ojos para pensar en él, preguntándose en donde ahora estaría, si vive o muere, la paz que sentía en su interior le hizo reflexionar que con seguridad Gustavo Adolfo estaba vivo, posteriormente ella hizo puño con el poco de tierra escogida y la fue soltando simulando el tiempo desde su partida, recordaba al descendiente de caucásicos, de su bolsillo de delantal sacó una fotografía de él, la única que conservaba, aquella foto de aquel militar siendo niño, Amanda deseaba que naciera pronto su hijo, anhelaba tenerlo entre sus brazos y que crezca como su padre, ella se sentía culpable de no haber aceptado irse con él, se sentía culpable de haber cambiado el destino de su hijo, lamentaba el que el militar no supiera que le iba a dar un hijo, amaba a su familia y por ella lo había dejado, pero ahora de su padre sólo tenía desprecio, sólo su madre en parte le consolaba pero en ratos de iras le recordaba su falta, tenía el rostro humedecido de lágrimas, se preguntaba qué sería del destino de ella y su hijo, vio que se acercaba la noche, se incorporó tomándose la barriga, caminó u poco y se sentó, estaba aún lejos de su cabaña, ya se podía escuchar a los animales de la noche, sintió ser sujeta de su brazo, era su padre que había venido en su búsqueda, los reclamos de su impertinencia no se hicieron esperar, eran llenos de enfado, la madre y su hermanito la esperaban en la entrada, esa noche comió poco como los otros días, la madre preocupada por aquello, Amanda sollozaba las noches, más por motivo de haberle fallado a su padre, aquel hombre había depositado todas las esperanzas en su hija, sobre todo que en esa época ya las mujeres tenían derecho a la educación y al voto, a veces su hermanito dormía con ella abrazaditos esperaban la llegada de la mañana, el cantar de gallos y de nuevo se repetía la fatigosa faena para Amanda, dar de comer a los animales y preparar la comida humilde, los ahorros de la familia se habían invertido en legalizar las tierras ante inminente invasión, aquella mañana estaba exhausta, se sentó en su mecedora cerrando los ojos y pensando en Gustavo Adolfo, entreabrió los ojos y vio unas botas de cuero a su lado, alzó la mirada y vio el rostro de un militar de carrera, hizo la venia ceremonial de respeto, todo hacía suponer de un encargo, así fue, una misiva, el remitente su amado, el militar decía que estaba cumpliendo la voluntad de su mejor amigo, esperaba respuesta verbal de ella quien le respondió que simplemente lo amaba y que lo perdone pues estaba decidida a irse con él, lo esperaba con anhelo, que le diga simplemente aquellas palabras, el militar observó el vientre de la mujer, asintió, hizo una respetuosa venia como se le hicieran a sus majestades europeos, hizo un choque de botas y se subió a su caballo en dirección al campamento pero desgraciadamente no llegaría a tal lugar, sufriría un asesinato motivo de una feroz emboscada, mientras tanto la mujer releía pasivamente palabra por palabra de aquella significativa carta, tenía gusto de oler ese papel que tiempo atrás las manos de su amado habían hecho oración de amor para con ella, guardó la carta dentro del delantal, días después todo el sector era sitiado, restringido al paso de comercio en bestias y maquinaria, los días y las semanas pasaban, Amanda no tenía noticias de aquel militar ni de su amado, solo le quedó de recuerdo la evidencia de su amor en esa carta que la guardaba con celo, pronto llegaría el momento de aquel alumbramiento.
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Daniel Eduardo había cumplido sus cinco primeros años, Ana, su madre, dentro de la pobreza le había hecho un pastelito con los dineros ganados de su trabajo como cocinera en aquella casa de empleados gubernamentales, la fiestita la había hecho en el cuarto de arriendo en el que vivía con su hijito, Wilson y su madre, todos estaban contentos, los vecinos apreciaban a Ana, una mujer que pese a ser madre soltera guardaba la compostura y eso fue motivo para que la madre de Wilson insinuase a su hijo al romance con Ana, pero ella guardaba distancia con él, le tenía aprecio y consideración pues era muy cariñoso con su hijo que de vez en cuando le hacía regalos sencillos, en esta fiesta Wilson y su madre colaboraron con las piñatas y los dulces, el niño estaba vestido de traje corto de marinerito, el color de su piel resaltaba entre los niños invitados, partió una de las piñatas, ya para partir el pastel se da la presencia de Armina la compañera de trabajo de Ana, junto a ella estaba Marcelo, de ocho años cumplidos hace poco, que de inmediato se incorporó a la fiestita de Daniel Eduardo, las insinuaciones de Wilson por estar a solas con Armina no se hicieron esperar, fueron a un lugar apartado del lugar para desahogar sus desenfrenos, se gustaban apasionadamente, allí parados se dieron modos para hacerse el amor, ella satisfecha y él cuando estaba ya a punto de eyacular que se oyen gritos infantiles por la cercanía, para ese momento Wilson estaba entrando en alcohol, tuvieron que separarse, ella se pintó los labios y se arregló el alborotado pelo, él le dijo que se adelantase que se quedaría un rato más, así fue, Armina siguió en la fiesta bailando típico de su personalidad, a los pocos minutos Wilson ve a dos niños acercarse en carrera al lugar donde estaba escondido, llevaban de la mano a otro niño más pequeño de casi dos años, los tres niños acuclillados escondidos miraban para el lugar donde estaban siendo buscados, Daniel Eduardo se paró para ver mejor mientras que Marcelo seguía acuclillado teniendo por delante al niño de dos años, con sus manos manoseaba las piernas del niñito, la forma en que lo agarraba y el movimiento de caderas que le hacía le llamaban la atención a Wilson que empezó su corazón a latir más acelerado que antes cuando miraba la cara de Marcelito perderse sobre el cuero cabelludo del niño, Danielito corrió hacia otro lugar no así Marcelito que al ver a su amiguito en precipitada carrera detuvo al niñito diciéndole cosas al oído y dándole caricias con su nariz y labios en las mejillas, lo acostó al niño pecho tierra aduciendo que en esa forma no los verían, le ordenó que se quede quietecito, el travieso Marcelito se acostó encima del cuerpo del niño alzando y bajando sus caderas, en son de sexo, Wilson reía prudentemente viendo los movimientos sexuales de aquel niño, incluso Marcelito se deslizó la cremallera sacándose el pene y frotándolo por el trasero vestido del niño que no daba cuenta de lo que eso significaba por su corta edad e inocencia, le hizo virar al niño con cuidado y Wilson vio el salido penecito de Marcelito, esta vez con cuidado le deslizó la cremallera al niño manoseándole el penecito hasta verlo algo salido y sin acostarse totalmente solo frotaba su pene con el del niño que estaba estático sintiendo aquello, ambos miraban esos movimientos, Wilson también se sumaba a la observación detallada de aquella postura sexual, Marcelito acercó su frente a la del niño, se acostó totalmente sobre él, el niño pujaba por el peso del cuerpo, Marcelito se apartó y fue a orinar sobre el matorral, a su lado también lo hacía su amiguito, Wilson veía esos glúteos bien formados así como esas piernitas rellenitas, se subieron la cremallera, Marcelito le arreglaba la ropa y lo limpiaba, así, salieron caminando pausadamente como si nada hubiese pasado, Wilson quedó riendo y al poco rato salió de la fiesta a comprar más bebidas, Armina se despidió de los anfitriones, Wilson decidió a acompañarla, Marcelito llevaba su torta, juguetes y globos, llegaron a la casa de Marcelito, sus padres aún no habían llegado, era obvio pues se celebraba una recepción en nombre del señor ministro para el que trabajan los padres del niño quienes le pidieron a la empleada que llevase al niño a la casa y los esperasen allí, para Marcelito era de gran alegría haber estado en aquella fiesta, Wilson esperó a Armina, le dijo que antes aprovechando la ausencia de los patrones se iba a dar un baño de agua caliente , demoraría, a ordenes de ella el niño seguiría a bañarse, Wilson fue a donde ella se daba la ducha, estaba desnuda dentro de la tina con bastante espuma de jabón, contempló sus finas curvas féminas, le hizo unas caricias y salió a esperarla, en su camino a la sala se encontró con Marcelito caminando en dirección a su cuarto portando solo la toalla, Wilson lo siguió hasta la habitación, una vez ahí lo agarró amistosamente jugando a las luchitas haciéndolo acostar sobre la cama, la toalla dejó algo descubierta la entrepierna del niño que Wilson con rápido movimiento desplazó la toalla hasta quedar descubierto el pene del niño, Wilson sin esperar a más agitó el pene lampiño, se lo llevó a la boca por unos instantes, la lengua recorría el tronco del pene hasta llegar a los testículos, de igual manera su punta de lengua lamía el glande apenas salido del prepucio infantil, escuchaba aquellos gemidos, la lengua de Wilson recorría todo el torso y cara del niño, de arriba abajo, seguidamente, de arriba abajo, Wilson sentía aquella piel recién duchada, se cruzaron miradas mientras Wilson se quitaba el pantalón y la trusa quedando desnudo a mitad de cuerpo, el niño vio el pene acercarse a su pene comenzando a frotarse, los pelos de aquel grueso pene rozaban con los testículos lampiños del niño, por varios minutos se vieron cómo sus penes se rozaban, al niño le hizo acostar boca abajo, Wilson contempló por unos instantes ese desnudo cuerpo de ocho años cuyos pies se movían alzando y bajándose, aquellos glúteos suaves al tacto, aquel pelo lacio alborotado, esos bracitos tendidos con las manitos estiradas jugueteando con la sábana de esa cama que contenía ese cuerpito rellenito y que ahora se posaba otro encima, el pene peludo de Wilson recorría a guía de su mano la piel de espalda y glúteos de Marcelito, el pecho de Wilson rozaba sobre la espalda de ese precioso niño bien cuidadito por la empleada, dejaba rastros de liquido pre seminal, Wilson recordaba lo que Marcelito le había hecho a aquel niño de dos años, se lo fue diciendo a detalle en su oído, así también le recodó lo que Marcelito hizo sexo con la empleada, el niño quedó rígido, estático, obedeció lo que Wilson le decía, entre quedarse en posición a filo de cama donde Wilson le abría los glúteos en algo introduciendo el dedo ensalivado en el ano infantil, el niño gemía, pujaba, al sentir la punta del dedo en la entrada de su ano, lo sentó al niño en el filo de la cama, puso sus piernitas en los hombros de modo que sus rodillas llegaban a su pecho, lo abrió y de nuevo el dedo ensalivado rodeaba la entrada del anito infantil, tomó la mano del niño y le hizo hacer el mismo movimiento diciéndole que eso debería hacerse cuando estuviera solito, es rico, le decía, el niño se limitaba a sentir viendo el movimiento de sus propio dedo alargado de piel blanca dándole gusto en la entrada de su ano, para el niño era una sensación nueva, única e inusual, ahora el niño vio que el pene ensalivado de Wilson rozaba el ano que lo abría con las manos, Wilson respirada aceleradamente, la emoción de tenerlo así al niño le satisfacía, fue rozando el glande entre los glúteos, el ano dilatado sentía el roce del glande, la mano de Wilson movía el glande hacia arriba y hacia debajo de los glúteos, se sentía delicioso, el niño vio salir semen del glande de Wilson que cae en su barriga, lentamente Wilson se aparta, el niño baja sus piernitas, queda acostado sobre la cama sin moverse, ve el recorrido de las manos de Wilson con papel sobre su barriga quitando el semen, Wilson lo levanta, le pone la toalla diciéndole que vaya a ducharse de nuevo, el niño obedece a pasos lentos rascándose su traserito, la sensación nueva que le vino agradó al niño, Wilson pudo verlo en su rostro, pensó que vendrían muchos más encuentros.
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La vida transcurría con expectativas en el pueblo, ya funcionaba la fábrica de procesamiento, orgullosos los socios del negocio estaban allí presentes viendo a los pobladores de comarcas vecinas a hacer negocios, para ese tiempo ya Lucrecia tenía fama de excelente comerciante ganándose el respeto del resto de los socios, de Emilio en especial, Luis era el más atento a las novedades, su prima Josefina registraba cuentas un tanto a regañadientes de su esposo Emilio, en el caso de Dagoberto era el encargado del transporte, con la construcción de la carretera asfáltica se facilitaba esta actividad, las reuniones eran cordiales terminando en tertulia, Noelia que tenía un espacio en el negocio era la más observadora en todo, aunque a veces la turbaba los pensamientos de poco saber de la existencia de su hijo allá en la selva agreste, hace meses supo que lo habían cambiado de destacamento, anhelaba poder tenerlo de nuevo en casa para atenderlo, lejos estaba Noelia de saber que pronto nacería un nieto para su estirpe.
FIN DEL CENTÉSIMO VIGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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