METAMORFOSIS 123
Desbroce.
La niebla recorría su estela por el ambiente fresco de la montaña, los pasos lentos y poco articulados con firmeza daban la marca manifiesto en el suelo lodoso de lluvia anterior, todo se hacía con cuidado al caminar, un resbalón por aquella alta pendiente y significaba una caída que indispone a seguir, el niño iba agarrado de la camisa del padre, la seguridad de verse al llegar le daba ánimo, hicieron un alto, la herramienta menor de faena agrícola quedó a un lado, se sentaron, el padre abrió una botella de vidrio que estaba cubierta de trapos, la abrió y dio un prolongado trago, estiró el brazo pasándosela a su tierno hijo, dio un sorbo seguido por otro corto con mucha dificultad, en su lengua y paladar sintió el aroma de café colado, luego lo combinó dentro de su boca a la vez con un pan y queso, la espalda infantil quedaba arrimada a un tronco de esos muchos árboles secos, su pelo lacio pegado a la corteza, el padre se levanta y agita el machete desbrozando parte del monte existente, luego se sienta y le dice a su hijo con brazo sobre hombro que todo eso que ve entre el monte allá abajo sería suyo al proponérselo cuando ya fuese grande, el niño entiende parte del mensaje, pues de entre el monte cortado ve a lo lejos por debajo de la montaña parte de la población, el padre levanta al hijo de un impulso hasta llevarlo a los hombros donde lo sienta, camina hasta el filo del saliente, el niño se impresiona por aquella vista, mira a su alrededor a la distancia, el padre con voz fuerte y consistente manifiesta a los vientos que su hijo será poder, será ley, será un líder, el niño tiene sentimientos encontrados, no sabe si asustarse o estar tranquilo, se deja llevar por el momento que su padre le brinda estímulo y un compromiso que a su edad corta ya se iba formando, los dos continuaron su camino viéndose los harapos, ve a su padre llorar moviendo negativamente la cabeza, diciéndole que esta suerte actual no era lo que deseaba para él y su hermana, de labios de su padre escucha que él ahora es su esperanza, en tanto que su hermana le ha fallado y se ha ido con ese buen hombre para taparle su falta de haber concebido un hijo con aquel despreciable militar de la capital del país de la canela, el niño recuerda la partida de su hermana con aquel noble muchacho con destino a la ciudad capital del departamento, el niño y su madre la despidieron, su padre prefirió no verla más, la considera como muerta, aún estaba creciendo aquella barriga que albergaba a un niño varón en gestación, el padre de la muchacha no deseaba la existencia de aquel engendro como lo llamaba y siempre reprochaba maléficamente aquel romance de la muchacha con el militar, y su hermanito a su edad no entendía por qué odiaba su padre tanto a aquel militar que solamente tenía gratas atenciones para su hermana, la corta edad del niño le hacía limitarse a la voluntad de su padre, siguieron por el sendero pasando por aquella montaña, los esperaba al bajar el arroyo de frescas aguas cristalinas, todo ello estaba dentro de la propiedad de aquel campesino que juventud atrás llegó a ser aventurero, líder de un grupo de forajidos como les decían sus víctimas, de aquella agrupación sólo quedaba un amigo, su íntimo en las conversas, su vecino y a la vez su socio, el amigo que contaba con secretos íntimos de aventuras pasadas, la faena continuó con los campesinos desbrozando monte, el niño con lampa en mano iba limpiando torpemente el monte que rodeaba al maíz, el amigo de su padre sonreía al ver la maniobra infantil, el sol aparecía apenas por el firmamento, pese a ello el sudor en sus cuerpos era recurrente, el padre del niño levantó su cara viendo con dificultad la puesta de sol poco visible, decidió descansar, tomó su bulto haciendo gestos a su hijo para que lo acompañe, lo mismo hizo su socio con sus hijos ya mayores, el niño arrimado al cuerpo de su padre le veía el rostro pensativo, disimuladamente lloraba, para no ser visto por su hijo le decía al niño que se ubicara lejos, el niño obediente desde prudente distancia miraba dar de puños en el suelo a su padre, era tanta la indignación que su socio se resignaba a acompañarlo, sabía que su compañero sufría por lo de su hija, arrimado a un frondoso árbol de mamey dejaba escapar el aliento entrecortado de respiración, se preguntaba por qué a él, por qué se reprochaba, habiendo tantos hombres en el mundo vasto y amplio tendría que aparecerse el militar a cortejar a su hija, de aquel último hombre que se esperaba, de aquel hijo de asesino, el hombre hizo una mueca irónica e instintivamente cerró los ojos recordando aquella maléfica cara de su patrón para el que entonces trabajaba, vio dar de golpes a la mesa, el patrón estaba dolido, le habían secuestrado a su hija, se decía que fue aquel aventurero recién llegado a la estancia meses atrás, aquel Teodomiro, el patrón iracundo daba vueltas por el amplio salón, hervía a través de su piel y de sus ojos pronunciados una ira indiscutible, su hija, la más agraciada, la más humilde, a la que tantas adulaciones había hecho, ahora raptada por ese sinvergüenza sin ley, de pronto que tocan los postigos, un jinete camina sonando acero de botas, se acerca a oídos del patrón quien abre presuroso los ojos, se toma el gusto por empuñar revolver y hace gestos de acompañantes, no hay discusión en sus decisiones, su trabajo es especial, la penumbra es cortada por cigarros encendidos ante aquella noche testigo de un fatal desenlace, si, al muchacho lo persiguieron y lo atraparon, con saña le dieron una paliza y luego los tiros certeros dejando su cuerpo medio enterrado en la hondonada, en silencio fue aquel hombre el encargado de enterrarlo con su amigo, ahí quedaba cubierto el rostro agraciado de ese trigueño joven que representaría para la joven el recuerdo de su gran amor, horas después con sorpresa fueron avisados de ir a oficina del patrón para ser notificados de no ir más en el trabajo, recibieron una fuerte suma de dinero por su silencio y se fueron nomás sin decir algo, sin despedirse siquiera, lo hicieron rápido en la noche, pues de no hacerlo, en este negocio hubiesen a lo largo del tiempo el haber perdido la vida, era lo mejor, aquel hombre mercenario tenía muy lejos a su esposa quien tenía una tierna hija esperándole, su socio pensó igual, con ese dinero compraron tierras en lo indómito cercano a la selva, ahora dejarían el negocio del asesinato, se dedicarían a sedentarismo como lo es la agricultura de donde fueron también sus ancestros, peones y lacayos, pero ellos no, ahora dueños de su tierra la cultivaban; los pensamientos se diluyeron, vio la realidad del momento, su hijo estaba en pie junto a él, se arrodilló frente a su tierno hijo y lo abrazó prolongadamente, de lejos su amigo de aventuras lo miraba con pena, se le habían llevado lo más preciado de su vida y no tendría noticias de su hija.
* * * * * * *
Sentado sobre una mecedora se miraba las heridas recibidas recordando su llegada a la capital tras su brillante labor militar, era recibido con atenciones por parte de su madre Noelia, a su lado su hermanito que no se despegaba completando sus atenciones, nana Dulce también estaba junto a él acariciándole su pelo lacio, para él seguía siendo su nana y ella lo consideraba su niñito bonito, a prudente distancia estaba Carlos Felipe leyendo el permiso concedido gracias a su influencia, el militar vio al industrial de una manera pausada, de pronto que el timbre suena, una empleada se acerca con sobre en mano siendo entregado a Noelia quien le pasa a su hijo, Gustavo Adolfo se impulsa con mucha vehemencia de la mecedora, alza los brazos en señal de victoria, el papel vuela por el espacio, Noelia es abrazada por su hijo dando giros por es amplia sala, su hermanito los abraza de la cintura dando los mismos giros, la nana Dulce se toma las manos llevándola a la cara, se une a os abrazos, mientras un frio de apariencia como Carlos Felipe Del Olmo se acerca para escuchar de labios del militar que ha sido ascendido como agregado militar ante la cancillería, eso significaba viajar por países del mundo, Carlos bajo la cara cerrando los ojos haciendo una corta reverencia en señal de complacencia, se había cumplido con otro petitorio a su íntimo amigo el ahora senador Luis Daniel Pérez ante la cúpula militar, Gustavito estaba feliz pese a no saber que lo de la acción de traslado puesta en ese papel que lo agitaba en señal de triunfo había sido consolidada, se unió a la algarabía su medio hermano Serafín, recién llegado de una cita con Sandra, tras las cortinas presenciaba todo aquello Sara Guillermina, estaba feliz viendo a su amor platónico celebrar por tan acertada designación, los tres hermanos se abrazaron, Carlos y Noelia se sientan alegremente tomándose las manos, para Carlos es satisfactorio ver a sus tres hijos abrazados, eso para él era la dicha misma, ambos esposos se miraron complacientes, por un instante, solo que de pronto cambió de expresión de Noelia por una leve tristeza en su rostro, Carlos comprendió que en ese abrazo de hermanos faltaba el de su hijo desaparecido, el chófer de Carlos le indica el recorrido que hará por sus negocios en lo que resta del día, asiente y lo acompaña, gira sobre sus talones viendo de lejos a Gustavo muy alegre con sus hermanos, Carlos muestra sonrisa a su esposa, se despide lamentándose no poder darle un abrazo a su hijo Gustavo, aún había recelos pese a salir a luz la verdad del verdadero origen paterno del militar.
* * * * * * *
La tina de baño era amplia tanto así que también se rebosaba al introducirse los cuerpos de ambos niños quedándose acostados de lado abrazaditos juntándose las mejillas, sus piernas enlazadas con caderas unidas al roce de penecitos, se miraban y sonreían, luego salían aquellos cuerpos infantiles escurriéndose agua por la piel al acto de agitación de manos brincando por el césped de esa nueva casa amplia en donde vivían los burócratas gubernamentales, Eduardo el hijo de la empleada y Marcelito el hijo de los burócratas correteaban por el lugar lanzándose agua sacada de la tina, tenían puestas sólo trusas de fina tela que se podía apreciar las líneas definidas de los penecitos y las líneas divisorias de los glúteos que formaban con la tela que mojada se deslizaba por la piel quedando a media altura de los glúteos, los nenes se abrazaban y rodaban por el césped enlodándose sus cuerpitos al juego realizado, el de la iniciativa era Marcelito, la empleada los miraba con detenimiento y entre tiempo les decía que tuvieran cuidado al jugar a las luchitas, la vida pasaba así para los niños en aquellas tardes calurosas en febrero de 1952, luego de lavar la mujer terminaría bañándolos, aseándolos y se iría a preparar la cena dejando a buen recaudo en el cuarto para que se vistieran, en algunas ocasiones llegaba Wilson quien se había convertido en más que un amigo para la empleada, terminaba rapidito su tarea de trabajo para poder estar con ella y así era motivo para cortejarla a lo que ella mantenía con prudencia, aquella tarde sería significativa, los dos niños estaban con la toalla puesta en la cintura subiendo al cuarto de Marcelito como de costumbre con la rutina de cambiarse la ropa en ese lugar, el primero en entrar fue Marcelito quien se sentó en el extremo de la cama apartándose la toalla dejándose ver el pene erecto que tenía tras habérselo manoseado mientras subía las escaleras, brincaba desnudo alegremente sobre la cama, luego se acostó con las piernas ampliadas en la cama manoseándose repetidamente el penecito, el niño hizo un gesto para que su amiguito Daniel Eduardo se acerque, dio unos pasos, y ya estando cerca, Marcelo se recuesta poniendo su pene erecto apuntando al techo, le hace gestos para que su amiguito se acueste sobre él, su amiguito se queda parado limitándose a manosear su penecito, desde la cama lo agarra de la amnito haciéndolo acostar sobre su cuerpo, unieros las frentes y le pasa las manos por los glúteos y le dice que mueva sus caderas para arriba y para abajo, Marcelo siente el cuerpo de su amiguito y el roce de su pene en su piel lo mismo que siente Daniel Eduardo, de a poco los cuerpos van ladeándose sobre la cama, ahora Marcelo está sobre su amiguito, le mira el rostro como de resignación por lo que está haciendo, unen las frentes y empieza a mover las caderas, cierran los ojos y se dejan llevar por el roce de ambos penes erectos bien lampiños, las piernas entre sí sienten el roce mutuo, los dedos de los pies recorren sus muslos lampiños, se abrazaban contenidamente, se miran el roce mutuo de sus pene, de pronto escuchan la voz de la empleada preguntándoles si se han vestido, el impulso al separarse fue grande, que como un coro dieron que sí, tomaron la ropa y se vistieron rápidamente, ya al bajar las escaleras en precipitada carrera vieron a la empleada junto a Wilson a punto de salir de compras a la tienda de la esquina de cuadras, ambos adultos se despidieron de los niños quienes fueron a la ventana para verlos caminar, se sentaron a jugar con unos autitos de metal, el hijo de la empleada vio que Marcelito se bajaba la cremallera sacándose el penecito, fue a donde su amiguito y le bajó la cremallera sacándole el penecito, los dos sentados estiraban los penecitos, el uno se acostó sobre el otro lentamente viendo frotar los penecitos entre las telas de sus pantaloncitos cortos, de pronto Marcelo tomó de la mano a su amiguito regresando al cuarto, quería seguir haciendo lo mismo que antes de ser interrumpidos, se quitaron la ropa de medio cuerpo hacia abajo y se acostaron en la cama, sintieron mejor aquellos roces y manoseos que se daban, en el extremo de la cama estuvo Daniel Eduardo de cara al colchón recibiendo roces de pene en sus glúteos moviéndose hacia adelante y hacia atrás a la acción de las caderas de su amiguito, entrelazaron las manos y el movimiento fue mucho más rápido, por la nuca sentía el golpe de respiración de su amiguito, el movimiento era rápido, esperó a que terminase con los ojos cerrados, los abrió cuando se detuvo, vio a Marcelito su amiguito a su lado en la misma postura en la que estaba, le hizo señas para que le hiciera lo mismo, y así fue como también Daniel Eduardo se lo hizo, su pene rozaba la separación de los glúteos con movimiento algo torpe pero le gustaba sentir ese roce de piel, luego se apartó, Marcelito se acostó ya de cara al techo, de igual manera le dijo que se acostase sobre él y así lo hizo viéndose ambos penes que se frotaban, ya para entonces estaban bien rosáceos de tanto roce, se abrazaron por un rato quedándose así en la cama manoseándose repetidamente los penecitos luego se vistieron y bajaron las escaleras lentamente manoseándose por dentro de la tela aquellos penes que antes se habían frotado satisfactoriamente para edad de estos hermosos niños, se miraban con mucha complicidad, rato después Wilson llega con la empleada de la casa, le da la llave de su cuarto delante de su hijo y le ordena al pequeño para que lo acompañe a Wilson a dejar cierto encargo, el niño obediente acompaña al adulto, desde la ventana Marcelito los ve caminar por lo largo de aquella avenida, una manito agarrada al hierro que cubría el boquete de la ventana, la otra estiraba el penecito acalorado de roce realizado con el penecito de su amigo, su carita apoyada en el vidrio deslizándose su pelito, el niño los veía alejarse hasta perderse de camino, al travieso niño le vino el deseo de ir con ellos, esperó un buen rato a que la empleada continuaba distraída con la preparación de la comida para salir furtivamente del lugar, caminó varias cuadras, conocía la casa donde vivía la empleada con su hijo, entró por un corto callejón poco oscuro, se detuvo a observar a su alrededor para ubicarse y localizar el cuarto, subió presuroso unas escaleras, una señora adulta lo interceptó preguntándole amablemente el objeto de su visita, el niño le dijo que venía por Wilson y Daniel Eduardo, la anciana acariciándole el cabello le indicó el cuarto, el niño asintió con alegría, vio a la anciana alejarse con un bolso presurosa para una de las tantas reuniones de amigas del vecindario que se daban por aquellas horas, Marcelito subió con detenimiento, quiso empujar la puerta pero estaba asegurada por dentro, escuchaba voces cortas una de ellas suplicante, la otra más tosca adulta imponía autoridad en el tono de voz, Marcelito se limitó a escuchar aquellos gemidos salidos de su amiguito, Marcelito desconocía que dentro del cuarto Daniel Eduardo estaba tendido en la cama completamente desnudo cuyo cuerpito soportaba el peso de Wilson quien con su pene rozaba la separación de los glúteos y el glande grueso erecto trataba de lacerar el ano virgen infantil, la cara de Wilson apoyada sobre el cuero cabelludo del niño, olía a niño sudoroso, la piel estaba rozagante de tanto gemir, la cara fruncida de Daniel Eduardo que se hacía en cada intento de penetración, venían e iban los besos y caricias en el cuello del niño, al oído aquel hombre le decía al niño que era suyo, y estimulaba a más roces de pene por el traserito, de pronto entre la separación de los glúteos infantiles asomaba el glande expulsando semen que se deslizaba por la suave piel de la espalda del pequeño, todo hacía suponer que ya había terminado, pero no, Wilson luego de limpiar el trasero del niño lo sentó sobre una silla, Wilson miraba con detenimiento aquel niño desnudo de cuerpo precioso, miraba sus piernitas juntas con sus manitos unidas tapándose tímidamente el penecito, vio los piecitos del niño bien formaditos que se movían temblorosamente al roce del piso, vio las gruesas piernas y sobre todo aquellos labios rozagantes, acarició aquel pelito lacio algo crecido a manera de cerquillo sobre su frente lo hacía ver más bien parecido, el niño vio el pene de Wilson que estaba mojado de semen sobre todo el glande, al instante vio acercarse el glande a sus labios y ser refregado por sus mejillas, el olor característico de semen lo hacía poner en otro tono, algo de semen se introdujo en la boca tras entrar el glande, el niño con recelo haciendo quites al principio lamía a medias dicho pene, el glande rozó por toda la cara del niño dejándole rastros de semen, Wilson complacido con lo hecho ayudó a vestirse al niño, al mismo tiempo que los dos salían del cuarto, vieron a Marcelito sentado en las escaleras y algo sorprendidos se sentaron junto a él, caminaron en dirección al parque, Wilson miraba fijamente el traserito de Marcelito, Danie Eduardo jugaba solo a cierta distancia, Wilson e preguntaba a Marcelito si había visto algo dentro del cuarto, el nene con pausa negaba pero tras la insistencia de Wilson su rostro delataba sospecha, vieron recelosos a Daniel Eduardo que no se acercaba a ellos y aprovechándose de la ocasión Wilson lo llevó a Marcelito a un lugar rodeado de tupida vegetación simulando jugar a las carreras, y ya estando a solas aprovechó para rápido bajarle la ropa y hacerlo acostar lentamente sobre el monte seco, el niño se dejó hacer aquello de rozar el pene sobre el trasero infantil, pero todo fue rápido y se vistieron y continuaron jugando a las carreras, Wilson veía con detenimiento el movimiento de los traseros de los niños, al disimulo sin que la gente lo mirase se manoseaba el pene vestido con mucha satisfacción pues en esa tarde esos traseritos fueron rozados por su pene.
* * * * * * *
Luis se encontraba pensativo con las manos entrelazadas motivo de la angustia de no tener noticias de la repartición de los bienes acordados con su padrastro Luis Daniel Pérez que no daba visos de interés, apesadumbrado decidió caminar por los alrededores del negocio compartido, las instalaciones estaban a esa hora solitarias de empleados que habían terminado su faena hace horas, Luis continuaba con su recorrido, a lo lejos ve a una pareja entrando discretamente, acelera el paso para poder estar cerca y comprobar de quien se trataba, la mujer se iba arreglando el pelo mientras que el hombre pasivamente se arreglaba el pantalón ajustándose de la mejor forma junto a la arrugada camisa, los dos caminaron lentamente por los alrededores alejados sintiéndose seguros de no ser vistos, para Luis esto seguramente ya lo habían hecho antes, la mujer que se arreglaba la falda y el hombre que la agarra de la cintura con gesto vehemente uniendo pecho a pecho para luego de mirarse cara a cara por unos instantes y fundirse en un prolongado beso acalorado, vinieron los manoseos y las pasadas de las manos por los cabellos de ambos, vinieron los besos con lengua y los gemidos con promesas de te quiero, vinieron los deslices de la ropa hasta encontrase pene y vagina en un roce prolongado, ella alzando una pierna apoyada en la cintura de su amante facilitándole las cosas para una adecuada penetración, el sorprendido Luis presenciaba aquel idilio, Lucrecia besaba a Emilio, su amante, muy fuertemente al sentirse penetrada, lentamente cayeron al piso, Luis miraba el trasero descubierto de Emilio que se alzaba y bajaba producto del movimiento de penetración, ella se acomodaba abriéndose las piernas abriendo la boca demostrando ansiedad con orgasmo, todo fue pasión, Luis apretó las manos, indignado quiso reaccionar, pero mejor se contuvo, se resignó a presenciar aquellos movimientos, quería mejor saber cuál era el desenlace, el cuerpo del hombre sobre el de la mujer parecían serlo uno solo al besarse y al sentirse el roce de sus genitales, al sentirse los labios mordidos ligeramente tras el beso con lengua, vio que ella se sentaba sobre el pene erecto grueso y largo de Emilio haciéndose mutuamente los gemidos, Luis con indignación veía el deslizamiento de aquel grueso pene entrando y saliendo por la vagina de Lucrecia que hacía gemidos entrecortados segura de sentirse en un lugar apartado que inspiraba seguridad en manifestar sus deseos pasionales y desenfrenados, se profesaban verbalmente el amor y el cariño, lejos estaban ellos de suponer que eran vistos, Emilio la acostó abriéndole las piernas llevándosela a sus caderas en lo que él estaba sentado, la ajustó con sus manos y le penetraba, luego la hizo tenderse boca arriba en el piso, Emilio se acuesta sobre Lucrecia penetrándola, los movimientos de cadera eran más acelerados, Luis se apretaba el pene vestido, pese a su indignación no podía negar que gustaba ver aquella acción sexual de ambos, ella apoyaba sus manos sobre los hombros de su amante, los movimientos eran más acelerados, Emilio quiso sacar el pene para botar semen al exterior, pero la inspirada Lucrecia lo contuvo de la cintura, con mirada fija y decidida hizo que sean mutuos los acelerados movimientos con gemidos de ambos, hasta que se detuvo, sus caderas sujetas por ella sin que su pene pueda salir, eso hizo que todo el semen descargado quedaba dentro de la vagina de Lucrecia, había sido un acto lleno de bastante pasión sexual, apenas alzaba y bajaba las caderas, Lucrecia se había quedado quieta recibiendo los últimos ligeros embates de pene, Luis estático en su lugar se limitaba a no ser visto y a mirar cómo aquel hombre iba sacando lentamente el pene de la vagina de su amante, ella como una gatita en celo lo miraba manoseándose la vagina con el deseo de sacar el semen, se acuclilló a orinar, transcurrían los segundos, el apartado lugar no era muy seguro, ella tomó un pedazo de tela y se lo pasó por la vagina hasta tal punto de quedar a medias de limpia, los dos se miraban al vestirse emitiéndose sonrisas cómplices, de ahí que camino en adelante sus pasos eran lentos a la vez de estar abrazados, Luis los vio alejarse hasta desaparecer del lugar, caminó sigiloso, mordiendo los labios y apretando los dientes, quería vengarse por lo que había visto, tomó el pedazo de tela manchado de semen guardándolo en uno de los bolsillos, Luis siguió su camino con su acostumbrada risa sarcástica entrecortada d tal forma de no ser visto, lamentaba por el esposo de Lucrecia, su verdadero padre, y por su prima Josefina, no se merecían aquella infidelidad, al llegar a su cuarto se acostó en la cama, sacó aquel pedazo de fina tela, lo contempló por un buen rato y a su mente vino la forma de vengarse recordándose de alguien muy especial, ahora ya no tendría reparos en hacerlo.
FIN DEL CENTÉSIMO VIGÉSIMO TERCER EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!