METAMORFOSIS 128
Ropavejero.
Era muy interesante observar a los niños divirtiéndose en aquella tarde soleada en el amplio jardín de la estancia de Noelia, ella había salido con su esposo Carlos Felipe a ver los avances de la construcción del negocio que había invertido con Lucrecia y su esposo así como también participaban su hija y terno, en eso llega una carreta de finales de siglo pasado, de ella se bajó Don Rodolfo Buonanote abriendo los brazos muy emotivo para abrazar a su nieto favorito Carlos Augusto Rodolfo, el niño rubio tenía una química verdadera con su abuelo, ya pronto cumpliría seis años y el anciano se adelantaba con su regalo, detrás de la carreta venía amarrado un pequeño corcel que al verlo el niño se emocionó tanto como también de un paquete envuelto en regalo que al abrirlo le gustó su contenido, era un auto a escala de metal, igual hizo el anciano de entregarle un obsequio a sus bisnietos Andrés Teodomiro y Emilio José que habían salido a recibirlo con cariño, el anciano llevó al niño junto al corcel diciéndole que era suyo, las manos del pequeño Carlos de piel blanca con sus deditos alargados pasaban por el fino pelaje del animal, el niño rubio no paraba de sonreír, el anciano emocionado marcó a su nieto que no soltaba de una mano su cochecito a escala, se alejaron de la carreta y el corcel en dirección de la entrada de la gran casa, lo iban abrazando de la cintura sus bisnietos Gustavo Andrés Teodomiro de once años y Emilio José que andaba por los siete años, junto a ellos entraba su nieto Luis, en la puerta lo recibió con fuerte abrazo su nieta Josefina, el anciano se enteró del paradero de su hija y yerno en boca de su nieta, mejor así ausentes se dijo el anciano en su interior, pese a que su yerno Carlos Felipe Del Olmo en algo había ayudado en su problema de tierras todavía existía el desapego entre ambos; los niños jugaban sobre la gran alfombra en la sala de estar con los obsequios del anciano, Luis tenía fijación por aquellos niños, sobre todo por Emilio José, muy solícita, Josefina le dijo a su abuelito que lo acompañase para que observe el vivero que estaba construyendo junto a una extensión en el establo, deseaba que le diera consejos al respecto, el anciano aceptó gustoso al sentirse importante de juicio ante su nieta que lo respetaba mucho, no así Luis que prefirió quedarse a jugar animosamente con los niños sobre la amplia alfombra, así, miraba el traserito de los niños en especial el que más le ataría era el de Emilio José que estaba de cuclillas empujando su autito, Luis se acercó más pasando la mano por el trasero empinado del niño que le respondía con sonrisas, recordaba lo que hicieron con Leandro hace tiempo, los juegos seguían, venían las luchitas a los niños y montarlos en la espalda como caballito alrededor de la gran sala, ahora la mano de Luis se posaba sobre la manito de Andrés, también a los otros niños de igual manera los manoseaba por la cara, pecho y espalda con caricias insinuantes que el pequeño Emilio José de casi siete años ya daba cuenta de aquellas intenciones, más cuando Luis insinuaba decirle algo en el oído acerca de aquellos juegos secretos que hacían en su cuarto, Emilio José se quedaba pensativo y cabizbajo con sonrisa entrecortada sin perder la meditación en su mirada heredada de su padre aquel hombre vestido de negro que era amante de Lucrecia su socia, esposa del verdadero padre de Luis, aquel campesino humilde, el ambiente en la gran sala era pasivo, así lo sentía Luis, vio a una empleada que estaba en la cocina de espaldas junto a un muchacho moliendo café tostado, los niños seguían en sus juegos, mientras tanto aprovechó Luis para conversar con la empleada y luego fue subiendo las escaleras de la casa en dirección a la terraza en lo más alto de la estancia, Carlos Augusto y Andrés quedaron en la sala jugando distraídos con los obsequios del anciano, la vista desde ese lugar para Luis era interesante, de pronto siente la presencia de Emilio José que lleg a su lado, el niño más apegado a su persona, ya que le cubrí las travesuras ante la madre para que no le castiguen por ser muy inquieto, así se había armonizado su relación por la alta confianza que se tenían, el niño se acercó obedeciendo al llamado de Luis, sus manitos se agarraban al pantalón de su tío, le dio de caricias en su pelito lacio con corte de la época, acarició la barbilla, se acuclilló para rodearle el brazo en forma de caricias, el niño respondía sonriente rodeando el cuello de su tío querido con sus bracitos, apegando sus mejillas sintiendo el olor típico de niño, lo marcó dándole caricias en las mejillas, ahí aprovechó para manosearle el pene vestido, el niño se dio cuenta y se dejaba, lo tenía marcado al niño y los dedos de Luis hurgaban por la manga el pantalón corto topando con la punta de los dedos los testículos del niño y parte de su penecito, sintió la suavidad de la piel del niño al paso de sus manos por los bracitos, luego lo puso en pie, Emilio José vio su cremallera abierta, vio a su tío que se manoseaba la entrepierna mostrándole el bulto vestido, sin perder tiempo Luis tomó al niño del hombro llevándolo a su cuerpo con un fuerte abrazo pasándole su mano por ese pelo lacio hermoso, luego unieron las frentes, le daba besos en las mejillas mientras se sentaron y contemplaron por unos instantes el panorama, de ahí vieron a Josefina y a su abuelo alzándole las manos en señal de saludo con amplias sonrisas mutuas, Luis miraba la cremallera abierta en el pantaloncito corto del niño, miraba los deditos entrelazados de sus blancas manitos, sus labios rozagantes brillaban por la poca saliva salida, sus pies con medias en sandalias de la época se movían en forma de péndulo sentado el niño sobre la silla, Luis hizo una señal, ambos se retiraron de la terraza yendo al corredor donde estaban los dormitorios, vieron uno por uno, hasta que llegaron a uno de los dormitorios ubicados en el lugar, Emilio José dio unos pasos súbitos acostándose en la cama quedando boca arriba con las piernas abiertas por acción de las manos de su tío Luis al que el niño apreciaba mucho, su camisa recogida en su pantaloncito corto con tirantes de la época se agitaba al moverse en la cama, Luis parado observaba los infantiles movimientos del hijo de su prima dando roles, su sobrino Emilio José aquel niño que lo miraba con sonrisa amplia viendo a su alrededor los objetos de la habitación, Luis se acostó junto al niño quedando en silencio con quietud por unos minutos, se abrazaron, Luis le daba de besos en la carita del niño, lentamente deslizó su mano por la entrepierna del niño manoseándole el penecito salido por el pantaloncito corto, el pequeño Emilio José miraba esos movimientos de manos, de nuevo se quedaron quietecitos sobre la cama abrazaditos, escuchaban el ruido del viento y las aves trinando por los alrededores de la gran casa, de nuevo el niño vio moverse la mano de Luis llegando a su entrepierna siendo deslizada por el pene vestido del niño que al ver eso sonrió de nuevo, Emilio José vio la abotonadura de su pantaloncito corto que se deslizaba, los dedos de Luis hurgaban dentro de la tela hasta exponer a plenitud el penecito del niño que de tanto frote se puso erecto, el niño con atención veía esos movimientos de las caderas a los lados en sentir que las manos de su tío le hacían cosquillas en la piel del pene, los dedos se deslizaban sobre el pene erecto, el niño miraba esos movimientos de arriba – abajo, el tiempo transcurría, Luis le preguntaba si le gustaba y el niño sin dejarse de ver el pene manoseado por los dedos de su tío asentía con timidez sin dejar de mirar ese movimiento de dedos sobre su penecito, y le vino una leve sonrisa que Luis la interpretó como positiva en sus intenciones sexuales, sus deditos se unieron a los de Luis para hacerse lo mismo, ya en eso el pantaloncito corto estaba desabotonado viéndose el niño los muslos de sus piernitas, la cara de Luis ocupó el espacio de la entrepierna del pene lampiño de ese precioso niño de piel blanca diferente a la piel canela de su hermano Gustavo Andrés Teodomiro, las pieles contrastaban, Emilio José vio su pene siendo lamido por la lengua del primo de su madre, su tío, su sonrisa pasó a poca seriedad y concentración abriendo la boca en señal de gusto, sintiendo ese placer de sexo oral que estaba recibiendo su pene por la boca de ese adulto, vio que toda la capacidad bucal de su tío Luis cubría su penecito en totalidad dejándole saliva, luego aquellos labios fijos y sujetos se iban deslizando, luego arriba – abajo junto a la piel del penecito lampiño, el niño con sus dos manitos se aferraba a sus muslos, alzaba y bajaba su cabeza sin dejar de abrir la boca ante lo experimentado, un gusto, Luis de reojo miraba esos movimientos del niño y se complacía brindándole sonrisas, hizo pausa, el niño estático en la cama miraba su penecito ensalivado, su tío le hizo dar vuelta, ahora sentía una rara sensación en sus glúteos y en la entrada de su ano, es que Luis estaba chupándole y lamiéndole la entrada de su anito por mucho rato, luego le hizo girar en la cama, lentamente le fue deslizando el pantaloncito corto sacandosello por las piernas rellenitas, miraba esos lentos movimientos de manos de su tío Luis, además vio aparecer el pene de Luis descubierto desde el pantalón, el tío le dijo que se estuviese quietecito que ahora como siempre vendría lo mejor del jueguito, que iba a sentir rico y que hiciese lo que le pedía su tío, el niño se limitó escuchar y a moverse acomodándose en la cama como otras veces ya lo había hecho con su tío en secreto, de nuevo su cara se apoyaba sobre la almohada, vio que su tío le ponía una almohada debajo de su vientre, así quedaba empinado el culito de niño precioso, de esa manera entonces el pene de Luis se posó entre los glúteos, lo deslizaba y lo deslizaba lentamente, piel a piel, roce a roce, el glande entraba y salía deslizándose por le prepucio de Luis, los pelos de los testículos rozaban la piel del culito de Emilio José, a orden de su tío movía su traserito haciendo que el glande suba y baje entre los glúteos de mejor forma, lo tenía agarardo, no lo iba a soltar, estaba siendo sometido, el niño pujaba y algo gemía al sentir el glande en la entrada del culito, Luis le deía: sólo la puntita, sólo la puntita mi amor, Emilio José sintió una rara sensación que se estaba convirtiendo en placer con el pasar de aquellos encuentros, ahora no sería la excepción al sentir ese dlicado roce de pene erecto en su trserito virgen, Luis también estaba en el clímax, algo intentó penetrar respondiendo su sobrino con un gemido breve algo sorprendido por aquello de la molestia recibida en su ano, la mitad del tronco del pene de Luis se deslizaba por entre la suave piel de aquellos glúteos, la sensación era deliciosa para los dos al sentir el contacto ensalivado de piel con piel, y así, sin reparos, Luis botó todo su semen entre los glúteos y parte del coxis del niño, lo alzó un poco notándose que las últimas gotas de semen caían en los glúteos del pequeño niño guapo, el pene se movía como péndulo, a Luis le gustaba siempre ver esa escena de movimiento de roce del pene con glande humedecido de semen sobre los glúteos dejande hilillos humedeidos de semen, significaba su dominio sobre ese cuerpito, después lentamente se alejó agitándose el pene apretándolo suavemente desde su glande hasta sacarse las gotas de semen que quedaban, ese movimiento lo vio al niño que estaba acostado inmóvil, se podía ver su traserito al descubierto, Luis vio también en la espalda de Emilio José ese líquido que posteriormente era limpiado de su piel, sentó a su sobrino al filo de la cama, vio el penecito posando sobre la sábana, pasó su glande por la boca de Emilio José y de esa forma le dejaba rastros de semen en su labios, le dijo que abriese su boquita, el niño puso su mirada al piso con algo de recelo muy cabibajo, le levantó el mentón viéndole la carita, con gesto de cariño obedeció a su tío abriendo la boca para luego ese glande de Luis a medias entraba en la pequeña cavidad bucal, Luis se complació viendo los labios rozagantes de su sobrino que rozaban con la piel de su glande, le estaba haciendo sexo oral a medias, Emilio José se recostó sobre la cama encorvado boca arriba, Luis se acostó sobre el pequeño haciendo que su pene roce el penecito de su sobrino, le dijo que los mire “jugar” que todo eso era muy rico y que nunca olvide ese “jueguito”, que nunca lo olvide, nunca, nuca, nunca, al escuchar es apalabra el nene cerraba los ojos y suspiraba, luego su carita quedaba por el pecho de su tío que alzaba las caderas y las bajaba haciendo que sea mejor el frote de penes, tiempo después el tío se apartó, el niño se vistió lentamente a orden de Luis, le dijo a su tío que deseaba ir al baño, Luis sonriente comprendió, antes de salir del cuarto Luis abrazó al niño diciéndole que no contase de lo ocurrido, el niño asintió con algo de timidez y salió pensativo de la habitación caminando pausadamente por el entablado de la casa bajando las escaleras hasta llegar al baño mientras dentro del dormitorio Luis complacido se manoseaba el pene, le gustaba el carácter de timidez que tenía Emilio José, al descender por las escaleras Luis vio a la empleada atendiendo al niño rubio que había estado a su cuidado, ambos sonrieron, la empleada le sirvió jugo, desde la ventana miraba a su prima y abuelo acercarse, junto a ellos los otros dos niños jugando sobre la alfombra, charlaron un poco, Luis pidió permiso, el motivo se debe para ir al baño donde con agua se limpió el pene evitando así los olores de semen que podía delatarlo, mientras se aseaba sintió un sobresalto al ver junto a él la figura del pequeño Emilio José, le preguntó si alguien estaba con él a lo que el nene le responde moviendo negativamente la cabeza sin dejar de mirar fijamente ese pene erecto, Luis lo toma de la cintura metiéndole en el cubículo de ese baño antiguo, le sentó al nene en el inodoro y en su delante estaba moviéndose el pene en forma de agitación quitándose lo húmedo de su piel, a orden del tío le pedía que conteste si le gustaba su pene, y así al asentir el niño el pene de Luis se rozba con las mejillas y con los labios de Emilio José, el tío recordaba en ese momento la infidelidad del padre del niño que tenía en su delante con la mujer del campesino que era su verdadero padre, de inmediato con cierta orden le hizo que abriese la boca, el niño así lo hizo y ese pene aseado por jabonadura entraba en la boca de Emilio Jose, el talle llegaba a la mitad y salía ensalivado, se lo volvió a meter y sacar muy lentamente por unos instantes diciéndole al niño: que esto no lo olvides nunca, nunca, nunca, luego de sacarle el pene lo hizo encorvar al nene sobre el inodoro quedando empinado Emilio José, le bajó el pantalocito corto y el calzoncillo hasta las rodillas mostrándose ese suave culito, el roce del pene en ese traserito era constante, al sentirse así le preguntaba al niño si eso le gustaba, Emilio José asentía desde la posición en la que estaba recibiendo roces de pene en su culito, nuevamente le dijo al niño; esto tampoco lo olvides, lo oyes, nunca lo olvides, nunca, nunca, nunca, así lo tuvo sometido a los roces d epene en su culito por unos instantes, luego se apartó y ya en ese momento Luis estaba subiéndole el pantaloncito corto con el calzoncillo que el niño llevaba puesto y se alejó del lugar quedando adentro el tío Luis, tiempo después al regresar a la sala vio a los niños jugar con ánimo, Luis se complacía con una mueca de sonrisa disimulada recordando la acción sexual hecha con el pequeño Emilio José momentos antes tanto en el cuarto como en el baño, le gustaba mucho que el niño le obedezca, se estaba interesando mucho más por aquel niño en cada encuentro sostenido, en donde la discreción tendría una importancia muy significativa.
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Para Valentín el hecho de ir al mar a pescar le era muy significativo, sobre todo si se trataba de acompañar a su benefactor, ambos tenían una muy fluida amistad y consideración, lejos estaría de pensar el pequeño que esa actividad sería marcada de progreso y éxito en su vida, por ahora se dedicaba a estudiar el mar, él sentía en sus adentros e instintivamente que había nacido cerca del mar, a sus doce años tenía la vida por delante, era muy estudioso y eso a Oliver su benefactor le llenaba de mucha satisfacción, Valentín se sentía muy seguro en la compañía de ese hombre de negocios, aprendía mas rápido que su hijo Jonathan que estaba dedicado al deporte y a las reuniones sociales dscuidando el estudio, el tiemo en que estaban juntos Valentín y Oliver se dedicaban a intercambiar ideas y aprovechaba de aprender más de la actividad, además compartían comer, pasear y jugar a las actividades de época, Valentín estaba adaptándose a desarrollar las mismas actividades de Oliver, así que junts compartían de más tiempo, la relación se soidifica lo que da cuenta Jonathan creciendoe un recelo ante el muchacho de 12 años, pero pese a todo Valentín no dejaba de querer a Jonathan por eso en los encuentros sexuales Jonathan siempre era el de la iniciativa, como aquella vez en que estando navegando en un yate de los amigos se encerraron unos instantes a hacer el amor sin que los amigos lo notasen, para Valentín pese a ser rápida la cogida le significó mucho el haberlo hecho en el mar por vez primera, de eso existirían fotos de aquellos momentos vividos con los amigos en el yate que le recordarían lo vivido encerrado en aquella habitación en alta mar.
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Elena era invitada a muchas fiestas ofrecidas por esposas de militares, su esposo Raúl ya había ascendido a teniente tardó tiempo en conseguirlo pero al fin estaba listo para su nueva actividad que la desempeñaba con decoro en contraste con su vida familiar, primaba en ella el sentirse bien, jovial, de fluida conversación con algo de coquetería ante los jóvenes bien parecidos, poco a poco se filtraba en los altos círculos sociales militares, ya sea participando de obras de caridad como también en otros eventos de beneficencia, el mundo se abría a su alrededor, aún guardaba juventud pese al haber parido tres varones, su fijación por esas actividades de nuevo hacían que se descuide de la educación de sus dos hijos, sobre todo de Melquiades de diecisiete años, que agregado a su amaneramiento se estaba convirtiendo en un joven rebelde al que no le gustaba la actividad de su madre permaneciendo en muchas de las ocasiones en la calle con sus amigos de colegio o vecinos haciendo deporte y fiestas, por eso Elena tenía de compañía a su pequeño hijo Heriberto de ocho años, Melquiades el mayor de sus hijos cuando quedaba en casa recibía a sus amigos de colegio o de la localidad y en la intimidad se dejaba sodomizar, era un secreto a voces lo de su inclinación sexual, aún así a solas el joven muchacho se sentía seguro y complacido en hacerlo, uno de esos días en que se encontraba solo sentado en la acera en la entrada de la casa vio pasar al chico ropavejero, tendría como unos nueve años aquel muchacho trigueño que portaba un saco sucio que lo llevaba vació sobre su hombro, Melquiades había hecho amistad con el niño pues periódicamente pasaba delante de su casa, ya se manoseaban los penes en las vistas que hacía a su casa, Melquiades lo invitó a pasar a su casa con el pretexto de darle comida y trastos viejos, lo sentó brindándole fruta, lo acariciaba, el niño por la experiencia de la calle sabía lo que Melquiades le estaba haciendo, instintivamente se hizo en aparte con timidez y recelo poniendo una cara de complicidad, pero como siempre el breve diálogo y las promesas de Melquiades en darle más comida y mostrarle unas monedas le hicieron tener confianza en el niño que instintivamente se manoseaba el pene vestido tras las caricias recibidas por Melquiades anteriormente, el niño sentado en su taburete con su ropa remendada mostraba por un hueco del short aquel penecito salido de lo que Melquiades dio cuenta pasando los dedos, el niño miraba y se quedaba quieto, le gustaba aquello, se miraron en sentido de complicidad, el niño se puso en pie, como de costumbre fue conducido por Melquiades a su habitación, vio las manos de Melquiades que se deslizaba su short dejándose ver su pene peludo delante del niño que estaba sentado en la cama, instintivamente el pequeño de nueve años se manoseaba la entrepierna, el pequeño sonreía viendo a Melquiades semidesnudo de la cintura a los pies, vio a Melquiades que se acostaba en la cama a su lado, Melquiades se puso en una postura de tal forma que acostado en la cama boca arriba estiraba sus piernas llegando a unirlas a su cuerpo, sus rodillas tocaban el pecho, esa posición hizo que mostrase a plenitud su pene, testículos pero sobre todo su ano desvirgado por Dagoberto por aquel entonces siendo un niño, Melquiades le hizo gestos al niño para que se acerque, el niño obediente sin dejarse de estirar el pene se ubicó junto a Melquiades, ahora el muchacho se deslizó el short tomándose el pene con agitación pasándolo por el trasero de Melquiades que tomó ese penecito poniéndoselo en la entada del ano, luego se desliza el prepucio de aquel niño trigueño dejándose salir un glande rojizo, ese movimiento seguido en el ano hizo calentar más a Melquiades que lo agarró de las muñecas al niño haciendo que sus caderas se pegasen más con firme roce de pene en el trasero ahora las rodillas de Melquiades daban a su cara y se movían al movimiento de caderas del niño, el glande del niño entraba a medias en el ano de Melquiades que trataba de que se lo introdujera todo pero no era posible con ese penecito virgen del niño ropavejero, Melquiades se abría el ano y apenas la punta del penecito entraba, en ese día Melquiades estaba muy excitado, tanto así que el niño miraba cómo Melquiades se introducía casi todo el dedo ensalivado en el ano, le hizo señas que colocase nuevamente el penecito en la entrada de su ano y que empuje sus caderas, algo se deslizó el prepucio en el penecito del niño ropavejero, los testículos lampiños rozaban los glúteos velludos de Melquiades que seguía fogoso, por cansancio el niño desistió de seguir en esa postura alejándose de Melquiades, luego se arrimó a la pared sosteniéndose con manoseos el penecito humedecido de saliva, no dejaba de sonreír viéndole a Melquiades, estaba siempre sonriente, Melquiades se levanta de la cama inclinándose un poco debido a las estaturas hasta que ambos penes y caderas se unían rozándose de forma simple, lo abrazó y manoseó por los brazos y caderas, rozando sus dedos por los glúteos, luego Melquiades hizo que el pene del niño se pusiera erecto con lamidas llevando al niño a acostarse boca abajo en la cama, abrió el trasero del niño poniendo saliva rozándole con el dedo abriendo y cerrando los glúteos y también de forma lenta pasó al pene por en medio de los glúteos, el niño apretaba las sábanas con las manos al sentir que el glande estaba en la entrada del ano introducido la punta del glande, le salía saliva por la boca, Melquiades lo tenía bien sujeto con su cuerpo, el niño recibía el roce del pene de Melquiades, y algo más, pues continuaba sintiendo molestias en su traserito, es que el glande de Melquiades trataba de entrar más y más en el ano virgen de aquel niño de nueve años, hizo impulsos de cadera, el gemido del niño fue amplio como la abertura de su boca al sentir aquel empujón, su piel pese a ser trigueña estaba muy rozagante de las bufadas y gemidos que emitía, el pene de Melquiades estaba haciendo estragos en el ano del niño, a medio talle metido, algo lubricado, seguía deslizándose, el niño mordía los labios, quería zafarse de ese movimiento intenso, Melquiades estaba satisfaciendo sus instintos sexuales, lo estaba desvirgando de a poco, metió más el glande ante el brusco movimiento del niño aprovechando una pausa en la sodomía a la que estaba siendo sometido, se puso en posición fetal mientras Melquiades seguía contrariado ante la negativa del niño a seguir en esa postura, se agitaba el pene viéndole sollozar, los dedos del niño recorrían la entrada de su anito, palpaba lo húmedo del líquido pre seminal lubricado dejado como rastro en a entrada de su potito, Melquiades con brusquedad se acostó encima del niño que ya no deseaba más de aquello a lo que supuestamente “jugaban”, pero el insistente Melquiades de nuevo acomodó el pene erecto en la entrada del ano del niño, a la fuerza y con movimientos bruscos le iba sometiendo, hasta que logró someterlo unos instantes al roce de su pene erecto puntenado en la entrada del traserito del ropavejerito, tiempo más que suficiente para que dejase parte de su semen en la entrada del ano infantil, se quedó quieto encima del niño por unos instantes, sintió el sonido de sollozos, el latir de su cuerpo vivificante, sentía su pene aún algo adentro de ese ano, se iba haciendo flácido, era el momento de continuar, se dijo Melquiades en sus pensamientos, debajo de su cuerpo el niño no se movía ante la actitud autoritaria que había impuesto Melquiades, a fin de cuentas era hijo de militar, Melquiades quiso de nuevo introducirlo pero era difícil por los intensos movimientos del niño ropavejero rogándole a que lo deje, pese a todo Melquiades decidió continuar, estaba muy excitado, convencido de su deseo, así que esta vez el pene mojado de semen se deslizaba con más facilidad, el instinto de Melquiades lo llevaba más allá de lo que siempre estaba acostumbrado a hacer, quería degustar más del cuerpo de aquel humilde niño ropavejero, el glande entraba un poquito más, el niño emitió un grito desgarrador que fue ahogado por la inmediata acción de las manos de Melquiades en la boca infantil, le hizo un breve mete y saca, pero profundo, en esa embestida sintió que su glande entraba más en ese potito, estaba consiguiendo lo anhelado, ser el primero, así que a ojos cerrados sentía delicioso ese cuerpito sometido que no lo soltaba, de nuevo quedó quieto, pero para seguir penetrando, los gritos del niño se ahogaban de la boca en la s manos de Melquiades, para el nene eso era doloroso, Melquiades decía que aguante, que aguante nomás, que ya casi, ya casi, ya casi estaba, ya casi, luego un leve empujón de caderas, sintió que entró todo, el nene se temblaba, ambos cuerpos sudorosos acostads sobre la cama daban una silueta de ser uno solo, se quedaron quietos, luego el nene temblaba, Melquiades con respiración acelerada se apartó del niño que posteriormente lloraba desconsoladamente viéndole con tristeza a su iniciador además topándose con una mano su traserito y así el equeño ropavejero con una expresión de asombro seguía acostado en posición fetal como tiritando de frío, no se movía y seguía tembloroso, Melquiades vio salir un hilillo de sangre por aquel ano infantil antes sodomizado, realmente Melquiades había desvirgado aquel anito del niño de nueve años, eran intensas la lágrimas brotadas por el pequeño, Melquiades tuvo el impulso de limpiarle el trasero llevándolo al baño contiguo afuera de la casa, el niño caminaba con dificultad, al entrar de nuevo a casa el niño volvió a recostarse meditabundo sobre un sofá, Melquiades cuidaba que no quedase rastro de la sodomía en la ropa del niño, pasaba el tiempo, el niño continuaba sin articular palabra alguna, Melquiades estaba muy atento, rato después se escuchaba una trifulca, que luego se transformarían en incendos, siguieron con una serie de conflagraciones de origen criminal perpetradas por manifestantes contrarios los unos a los otros en el país de la canela, las manifestaciones y confrontaciones se veían venir a lo lejos, ante eso, el niño ropavejero salió con algunos objetos en su saco y unas cuantas monedas de alta denominación en el bolsillo, iba pensativo con dificultad al caminar, sentía vergüenza, era otro, nunca olvidará aquel día, el saco lo llevaba arrastrando con la mirada al infinito, regresó a ver al hijo del militar que lo había desvirgado al tiempo que Melquiades lo vio perderse por la calle, el niño iba caminando lentamente junto a otro niño más pequeño que coincidentemente se encontraron, Melquiades centró su mirada en ese caminar y en ese traserito que había sido suyo y del otro niño que tenía un trasero más voluminoso que de aquel nene de nueve años que minutos antes había sodomizado, se consideraba pues el iniciador de aquel niño que pese a su desaseo mostraba ser un niño trigueño bien parecido, al pasar del tiempo se cruzaban en su caminar por el parque, el niño al ver a Melquiades tomaba otro rumbo cabizbajo más aún cuando veía que se manoseaba la entrepierna recordándole Melquiades a ese niño que él era su iniciador, el autor de su sodomía, aquel que había desvirgado su ano, Melquiades anhelaba estar acostado con el pequeño ropavejero pero el recelo y la timidez del niño lo impedían, en aquella tarde fría del sábado 6 de septiembre de 1952 Melquiades dejó una marca de por vida en el ano de ese precioso niño llamado Renzo Morales.
FIN DEL CENTÉSIMO VIGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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